Ya es oficial. Todos los cursis y (pos)modernos del mundo lo han decretado: lo único importante es el relato. Olvídese usted de antiguallas como los datos fiables, el cuestionamiento de las fuentes y la búsqueda de la verdad. "¡Es el relato, estúpido!", nos perdonan la vida displicentemente desde sus muros, zascas, memes, y otros trinos y rebuznos. ¿La ley? Interpretable, ya se sabe, y si es posible estirable y retorcible hasta que diga una cosa y, si hace falta, la contraria. Puro relato. ¿La Historia? Usted ya sabe que la cuentan siempre los vencedores, así que déjeme que le cuente yo cómo fue en realidad. ¡Cállese, Orwell!: la Historia es como tiene que ser, como yo quiero que sea, como yo digo que es. ¿El buen periodismo de investigación? No sea ingenuo, hombre, ¿no ve que los periódicos están al servicio de las empresas y los gobiernos? La verdad está en los vídeos de YouTube y en todo aquello que se defina como alternativo. Oiga ¿y la ciencia? ¡Uy! la ciencia, dice. Defensores de la verdad oficial, mercenarios al servicio de las multinacionales, acaparadores de subvenciones públicas, hoy dicen una cosa y mañana la contraria.
Words, words, words. Relato, relato, relato. Todos son válidos y respetables: no intente usted demostrar que el relato es falso, limítese a buscar uno mejor. En este panorama, muchos fanáticos e iluminados han visto el cielo abierto. A estos, lo que nunca les faltó es relato. Abolidos los controles y los intermediarios, son ahora libres para embarcarnos en procesos construidos sobre mentiras, que no son reconocidas como tales en las cámaras de eco virtuales, dentro de las cuales se respira el aire de la posverdad y las paredes se cambian cada día para amoldarse a las necesidades del relato.Por más que me gusten a mí los relatos (fíjense en el nombre de este cuaderno de bitácora; un juego de palabras con el título de muchos de los libros de mi biblioteca), creo que empieza a ser urgente reivindicar la vuelta del concepto de verdad objetiva, aquella que está basada en la evidencia disponible y que puede ser permanentemente verificada y contrastada con fuentes fiables. Escupiéndonos unos a otros nuestros relatos por las chimeneas de las cámaras de eco, es imposible una conversación inteligible. Para una discusión democrática constructiva, no sólo hay que hablar un idioma que todos los interlocutores entiendan, sino también admitir un suelo de hechos común, mínimo, a partir del cual discutir y buscar el acuerdo, la reforma, el progreso. Ese suelo es lo contrario de un relato: es el lugar donde todos los relatos se encuentran y terminan.Del bueno de D. Antonio Machado, tan traído y llevado, tan impúdicamente manoseado por los constructores de relatos, se suelen recordar muchos de sus maravillosos versos cristalinos, pero quizá no tan a menudo esta joya de sus
Proverbios y cantares:"¿Tu verdad? No, la Verdad,y ven conmigo a buscarla.La tuya, guárdatela."
Carlos Sabín, Contra el relato, Blogs de Investigación y ciencia 31/10/2017