En un cierto sentido, los racionalistas, los progresistas Victorianos, los"sofistas, economistas y calculadores" de
Burke, han ganado en nuestro tiempo.
Condorcet observó alguna vez que todos los problemas del futuro se podrían resolver a través de cálculos racionales de sus consecuencias utilitarias.
Calculemus sería la nueva clave, la base para resolver problemas tanto personales como sociales. Este método, con su énfasis en el análisis de sistemas, en la reducción de los problemas a términos estadísticos y cuantitativos, en la efectividad por costo, en la autoridad y el poder de la organización y los expertos, este método es, hoy día, compartido por ambos campos. La aplicación de la tecnología para organizar la vida y las actividades productivas de los hombres es una política común a gobiernos, a empresas industriales, y a cualquier actividad económica (y cultural) en gran escala tanto en los países comunistas como en los capitalistas. El conocimiento y la organización científica —únicos que han revelado los secretos de la naturaleza, animada o inanimada— seguramente han de poder utilizarse para racionalizar la vida social y lograr el máximo de satisfacción de las necesidades humanas discernibles, con tal de que el sistema sea organizado por expertos desinteresados: éste es el dogma moderno.
Físicos y biólogos, geógrafos y planificadores urbanos y rurales, psicólogos y antropólogos, matemáticos e ingenieros (incluyendo los "ingenieros del espíritu humano" de Stalin), especialistas de todos los tipos, pueden ser y han sido, en gran medida, puestos al servicio de quienes a veces con motivaciones puras y devoción fanática a lo que consideran la causa de la razón y de la felicidad humana, están decididos a sacar todas las ventajas de los recursos disponibles, naturales y artificiales, humanos y no humanos.
Isaiah Berlin,
Sobre el nacionalismo (57)