La política democrática es, sobre todo, gestión de expectativas. No puede vivir sin crear ilusiones, hacer promesas. Cualquier campaña electoral se convierte en lo más parecido a una puja por ver quién ofrece más. Lo malo es que luego hay que traducirlo en medidas de acción concretas, hay que pasarlo por el filtro de los límites presupuestarios, la efectiva capacidad de gestión, la fatigosa negociación. Las expectativas creadas se enfrentan de modo casi inexorable a la frustración.
Fernando Vallespín,
Termidor, El País 17/11/2017
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