Ni la libertad ideológica de los padres debería pasar por encima de la de los hijos para formarse sus propias ideas (en un marco educativo plural y crítico como ha de ser el de la escuela pública), ni ninguna familia tiene, que yo sepa, más derecho a adoctrinar a sus hijos que la comunidad de la que estos forman parte como ciudadanos. ¿Por qué habría de tener la familia esa prioridad? Al fin y al cabo, la educación, los valores, la razón y el derecho son más propios de la institución política que es la ciudad que de la estructura más natural que es la familia. Y sí, tal vez no estamos aún preparados para diseñar sus genes, ¿pero no deberíamos, al menos, replantearnos el papel de la familia en la educación y ser más exigentes con el?...
Víctor Bermúdez,
Genes, familia y educación, el periódico de Extremadura 24/11/2017
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