A pesar de sus discrepancias,
Berlin cita una vez más a
Kant para ironizar sobre la teoría del hombre nuevo, aireada con el mismo fervor por marxistas y fascistas. Sin desdén o arrogancia,
Kant advierte que “con una madera tan retorcida como es el hombre no se puede conseguir nada completamente derecho”. No podemos caer en la barbarie de Procusto, que ofrecía su lecho al viajero solitario para descuartizarlo mientras dormía. Procusto es el revolucionario, según el cual es necesario destruirlo todo, reventar el sistema y crear un mundo nuevo. Escribe
Berlin: “El pluralismo, que implica libertad negativa, me parece un ideal más verdadero y humano que aquellos que buscan en las grandes estructuras disciplinarias y autoritarias el ideal del autocontrol positivo de las clases, de los pueblos o de la entera humanidad. Es más verdadero porque, al menos, reconoce el hecho de que los fines humanos son múltiples, son en parte inconmensurables y están en permanente conflicto”. En definitiva, la libertad de una sociedad se medirá por los límites impuestos al poder y por los mecanismos establecidos para revocar sus privilegios, permitiendo la alternancia política. Para el individuo es irrelevante ser oprimido por un gobierno popular o por un rey absoluto. Incluso el ideal democrático puede convertirse en una odiosa forma opresión, si los gobernantes no están sujetos a la autoridad de un poder judicial independiente, las críticas de una prensa libre y las iniciativas ciudadanas.
La democracia no es un ideal épico, pero es un ideal humano, que presupone nuestras miserias e imperfecciones. Nos permite convivir, sin desear la muerte del adversario. Si actualmente se halla en descrédito, no es por su impotencia para garantizar la paz y la prosperidad, sino por un funcionamiento defectuoso de sus principios. Si logramos restablecer el pluralismo, que su matriz y su principal seña de identidad, el pez grande no se comerá al chico y los mecanismos redistributivos garantizarán los derechos básicos de ciudadanía. No es una gesta romántica, como las revoluciones (tan pródigas en excesos y actos de brutalidad), sino un trabajo solidario, ambicioso y creativo, que marca la diferencia entre civilización y barbarie.
Dos conceptos de libertad es la brillante aportación de
Isaiah Berlin a esa tarea. No es un panfleto, como el
Manifiesto Comunista, sino un programa de convivencia y madurez moral.
Rafael Narbona,
Isaiah Berlin, un liberal contra las utopías, el cultural.com 21/1172017
[elcultural.com]