... el bloqueo de sus oportunidades de ascenso (techo de cristal), que a pesar de su mayor titulación académica les obliga a caer en el subempleo. Esto supone una inversión del principio de Peter, pues para que los varones asciendan hasta su nivel de incompetencia las mujeres han de conformarse con quedar por debajo de su capacidad probada. Un bloqueo que está operado por las redes de complicidad masculina que controlan los canales de ascenso, pues los hombres sólo confían en el silencio de sus camaradas, siempre dispuestos a encubrir sus trampas (según revela el
caso Weinstein). Y la única excepción a esta regla es la designación de mujeres para desempeñar la incómoda tarea de hacer el trabajo sucio. Es lo que cabe llamar el efecto
Naomi Wolf (véase su tribuna aquí publicada Mujeres en el poder sin poder), cuyos ejemplos más notorios son la
premier Thatcher, encargada de eliminar los derechos sindicales; la canciller Merkel, encargada de aplicar la austeridad al sur de Europa, o la vicepresidenta Sáenz, encargada de lidiar con la secesión de Cataluña.
Enrique Gil Calvo,
El segundo género, todavía, El País 08/03/2018
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