Las épocas de indignación son épocas de claridad; no son épocas de perplejidad. Son épocas de exacerbación e irritación colectiva y claridad: a veces incluso demasiada. Sabemos muy bien quién es el malo, quiénes son los malos y quiénes somos los buenos. Sabemos lo que habría que hacer, inventamos nuevos agentes de cambio para realizar esas transformaciones. Pasado el tiempo ¿qué es lo que nos ha ocurrido? Salvo que seamos insinceros, que todo puede ser, nos hemos dado cuenta de que la identificación de unos culpables no resuelve el problema porque no es un problema que tenga que ver solo con la culpabilidad sino con fallos sistémicos de todo tipo. Sigue habiendo malvados pero la identificación y neutralización de los malvados no arregla el problema. Y, por otro lado, esos supuestos agentes del cambio tampoco han realizado grandes transformaciones. Es decir, no a la altura de las expectativas que teníamos.
En otras épocas de la historia respecto de las cuales yo no tengo ninguna añoranza vivían peor que nosotros pero no vivían en un mundo confuso, vivían en un mundo bastante claro a la par que limitado. Estamos en una constelación completamente distinta. Vivimos en un mundo que es mucho más amplio, más rico, más abierto a experiencias personales y de autorrealización y de emancipación pero al mismo tiempo eso lo estamos pagando a un precio muy alto: una gran incertidumbre. Es distinto que te vayas a morir de hambre o que la naturaleza no esté domesticada y no sepamos vencer las enfermedades, como les pasaba a nuestros padres y abuelos, a no saber qué es lo que tiene sentido, no saber propiamente qué hacer, cómo orientarte en el mundo social, político, intersubjetivo.
Daniel Gascón, entrevista a
Daniel Innerarity:
"Tratar con gente que no piena como nosotros impide que nos volvamos locos", Letras libres 08/03/2018
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