La idea básica es que el libre albedrío es una emoción de autoría. La experiencia de la voluntad consciente es una especie de brújula. La brújula no mueve el barco, como las experiencias conscientes no causan las acciones humanas, pero esta experiencia subjetiva alerta a la mente consciente cuando ocurren acciones que probablemente son resultado de nuestra propia agencia. Esto influencia nuestro sentido de lo que conseguimos y la aceptación de nuestra responsabilidad. Según Wegner, la voluntad consciente tiene muchas de las cualidades de las emociones y es una señal que reverbera a través del cuerpo y la mente para indicar que hemos causado una acción.
Tal vez, dice Wegner, tenemos voluntad consciente porque ayuda a apreciar y recordar lo que estamos haciendo. La experiencia de la voluntad marca nuestras acciones para nosotros. Nos ayuda a conocer la diferencia entre una luz que nosotros hemos encendido y una luz que se ha encendido sin nuestra influencia. Para marcar los sucesos como acciones personales nuestras, la voluntad consciente deber ser una experiencia muy similar a una emoción. Es un sentimiento de acción. Al contrario que un frío pensamiento o un cálculo racional de la mente, simplemente, la voluntad ocurre tanto en cuerpo como en mente. Esta cualidad de encorporamiento da a la voluntad un peso que no tienen los pensamientos en general. De la misma manera que la risa nos recuerda que nuestro cuerpo lo está pasando bien o el temblor nos alerta de que nuestros cuerpos tienen miedo, la experiencia de la voluntad nos recuerda que estamos haciendo algo. En lugar de simplemente decir: “este acto es mío”, la voluntad consciente marca ese acto más profundamente, asociando el acto con el yo por medio de un sentimiento, y así convierte al acto en propio de una manera personal y recordable. La voluntad es una emoción de autoría. (...)
No sería muy satisfactorio, ni útil, ir por la vida causando cosas -ganando eventos deportivos, realizando descubrimientos científicos, ayudando a la gente, creando armonía social…- si no tuviéramos un reconocimiento personal de esos logros. Si todos esos actos se fueran a un pool con todos los actos alguna vez realizados por cualquiera, no podríamos conocer nuestras capacidades ni quiénes somos. No distinguiríamos al yo del resto de fuerzas causales que actúan en el mundo.
La percepción de control se ha demostrado en muchos estudios que es esencial para la salud psicológica. La gente que cree que es la causa de los sucesos tiende a ser más activa en controlar esos sucesos. La sensación de control es un sentimiento global de competencia y confianza. También se sabe que esta tendencia a atribuir control al yo es una característica de personalidad y alguna gente tiene más que otra. Cuando se percibe poco control ocurre igual que con el pesimismo, que conduce a una subestimación de lo que uno puede hacer. Pero en los experimentos realizados se aprecia claramente que una cosa es la percepción de control y otra realmente tener el control, y las consecuencias de esta variación no son triviales. Evolucionistamente, compensaría errar en el sentido de percibir tener más control que menos. Pasa un poco como ocurre con las ilusiones positivas y su influencia en la salud mental, tema estudiado por Shelley Taylor. Es mejor que creas que tienes el control aunque no lo tengas. Ocurre lo mismo con el Sesgo optimista de la mente humana, los pesimistas no dejan copias de sus genes.
También, cuando no tengamos esa sensación de control, la falta de ese sentimiento nos alerta de las cosas que no podemos controlar, cosas que seguramente están más allá de nuestra propia mente, es decir, nos indica que estamos tratando con la realidad y no con nuestra imaginación. Percepciones que no lleven unidas el sentimiento de voluntad son indicaciones de realidad más que de elaboraciones de nuestra mente. En definitiva, igual que el optimismo, la voluntad consciente sería muy útil para nuestro bienestar psicológico.
Pablo Malo, Evolución del libre albedrío, La nueva Ilustración evolucionista, 11/09/2014
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