|
El Roto |
¿Es posible educar moralmente, contribuir a que nuestros descendientes lleguen a ser buenas personas, a florecer como individuos morales?
¿Podemos confiar en la posibilidad de mejorar moralmente a la humanidad?
Responder esas preguntas es difícil, pero necesario.
Pienso que es posible, pero hay que averiguar cómo hacerlo (mejor).
Si nos centramos en la educación informal, la humanidad ha logrado transmitir a las siguientes generaciones guías morales y pautas de comportamiento que han contribuido al desarrollo personal y la convivencia de seres humanos diversos, con intereses a veces contrarios. De hecho, hay coincidencias profundas en distintas culturas y sociedades.
Por lo que se refiere a la educación formal, surgida con carácter universal hace algo más de doscientos años, puede afirmarse que es, de hecho, una institución especializada en
el troquelado de las conciencias: logra conformidad social y fomenta la capacidad de iniciativa personal, sin la que sería imposible afrontar los retos que cada nueva generación debe resolver (a menudo diferentes a los de la generación que les educa).
No obstante, las dudas son aún abundantes y el pesimismo ya señalado sigue acechando.
Según Savulesco, la humanidad se enfrenta ahora a dos situaciones de alto riesgo: (1) la globalización (que desborda el altruismo hacia el grupo próximo recibido del proceso evolucionista) y (2) el desarrollo tecnológico (que permite provocar daños desmesurados e irreversibles).
La coyuntura le lleva a afirmar que los humanos tenemos el
imperativo de volcarnos en una mejora del carácter moral de los individuos. Para ello propone servirse de los avances tecnológicos (
los biomédicos y la ingeniería genética).
Su enfoque
tiene limitaciones, aunque él mismo señala que los medios socioculturales son también importantes. Los desarrollos tecnológicos podrían contribuir a provocar cambios estables de conducta.
Doy por descontado que la educación está ahí y procura hacer algo, pero es discutible que logre sus objetivos, especialmente para hacer frente a los riesgos que preocupan a Savulesco.No es el momento de darse por satisfechos. El desafío es grande y hay que estar a la altura.
Sería necesario llegar a un acuerdo sobre lo que se entiende por una buena persona. Primera dificultad.
Seguidamente habría que seleccionar un conjunto de variables que pudieran observarse. Segundo problema.
A continuación deberían elegirse instrumentos de medida contrastados, para cuantificar el “nivel” o “grado” de bondad previo a la intervención y una vez finalizada. Un problema claramente menor si se han resuelto los anteriores.
Además, habría que diseñar una intervención didáctica para formar al profesorado y dotarle de los recursos necesarios para potenciar el crecimiento de esas dimensiones morales en el aula. La tarea puede ser apabullante.
Félix García Moriyón,
Educar moralmente, Roberto Colom. Blog personal 12/03/2018
[https:]]