David Lizoain aporta datos interesantes que desmontan la idea de que fueron los votantes pobres y desclasados los que dieron un golpe en la mesa y votaron a Trump y el Brexit. Las elites de derechas tienen una gran responsabilidad en el surgimiento de la ultraderecha
antiestablishment, al explotar el resentimiento y victimismo de una población que siente que ha perdido el control.
A
Lizoain, que estudió en Harvard y en la London School of Economics y fue asesor económico de la Generalitat de Cataluña, también le preocupa un capitalismo sin crecimiento: “Mantener el ritmo de crecimiento se hace más difícil cuanto más rico se es, porque se necesita producir cada vez más para mantener la misma tasa de crecimiento.” “Se ha puesto en marcha un círculo vicioso en el que el crecimiento lento conduce a una mayor desigualdad y en el que una mayor desigualdad conduce a un crecimiento más lento.” Pero quizá lo más interesante de
El fin del primer mundo es su análisis de la precariedad, y su intento por acabar con la idea de que la seguridad económica no debería depender solo del empleo: “Es necesario cortar definitivamente el vínculo que relaciona el empleo remunerado con la seguridad económica: el primero nunca será suficiente para garantizar lo segundo. Subir los salarios mínimos sería positivo, pero insuficiente. Se necesitarán, por lo tanto, mecanismos de redistribución más generosos para ayudar a proteger a los trabajadores.”
Lizoain defiende una renta básica y no está de acuerdo con la idea de la izquierda ortodoxa de que el trabajo es la única herramienta de emancipación, autoestima y construcción de identidad.
Ricardo Dudda,
La precariedad en la era del poscapitalismo, Letras Libres 28/03/2018
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