Pese a todos los dilemas filosóficos y mesas redondas dedicadas a espesar el asunto, lo cierto es que la verdad y la mentira se pueden distinguir por un criterio muy fiable. La verdad siempre encaja. Armoniza en un destello deslumbrante los cinco o seis detalles esenciales y el trillón de detalles triviales que empañan nuestra visión. Todo encaja de repente como si fuera un milagro, por la sencilla razón de que lo que ocurrió fue “eso” y no otra cosa, por verosímil que esta parezca. Resolver ese puzle con mentiras es una tarea agotadora y por lo general estéril. Haría falta un gran hermano, o un demonio de Maxwell, para diseñar el atraco perfecto. Y los políticos que conocemos están muy lejos de merecer esos galones divinos. La verdad siempre encaja.
Javier Sampedro,
La verdad, El País 05/04/2018
[https:]]