En todo caso, el ser humano no huye tanto de ser engañado como de ser perjudicado mediante el engaño; en este estadio tampoco detesta en rigor el embuste, sino las consecuencias perniciosas, hostiles, de ciertas clases de embustes. El ser humano sólo desea la verdad en un sentido análogamente limitado: ansía las consecuencias agradables de la verdad, aquellas que mantienen la vida; pero es indiferente al conocimiento puro de las verdades susceptibles de efectos perjudiciales o destructivos.
El nihilismo tiene mucho que ver con esta tesis y con la del antiguo griego
Gorgias que afirmaba: "nada existe, si algo existe no es cognoscible por el hombre; si fuese cognoscible, no sería comunicable". Pero hay dos versiones del nihilismo. El nihilismo negativo niega la realidad y niega lo que pretenda un sentido superior, objetivo de la existencia puesto que dichos elementos no tienen una explicación verificable. En cambio el nihilismo positivo es favorable a la perspectiva de un devenir constante o concéntrico de la historia objetiva, aunque sin ninguna finalidad superior o lineal. Es partidario de las ideas vitalistas y lúdicas, de deshacerse de todas las ideas preconcebidas para dar paso a una vida con opciones abiertas de realización, una existencia que no gire en torno a cosas inexistentes... Pero ninguna de los versiones lo explican a satisfacción. En cambio mi negación de la verdad, muy próxima al nihilismo positivo, se refuerza situando ese momento preciso en que comienza a manejarse la verdad en el tránsito del lenguaje más tosco, al lenguaje propiamente humano, retorcido hasta la náusea y absurdamente sofisticado.
Jaime Richart,
La realidad no es lo que parece, rebelión.org 19/04/2018
[www.rebelion.org]