En el carácter precario de los trabajos disponibles radica la situación ventajosa de quien contrata hoy movido por la maximización racionalista de «menor inversión y mayor beneficio». Pero también ahí se acomoda la excusa de temporalidad de quien trabaja soñando con algo mejor. Si este sujeto apostara por iniciar el largo camino hacia un trabajo intelectual en el ámbito académico, creativo o cultural, pronto des- cubriría que su entusiasmo puede ser usado como argumento para legitimar su explotación, su pago con experiencia o su apagamiento crítico, conformándose con dedicarse gratis a algo que orbita alrededor de la vocación, invirtiendo en un futuro que se aleja con el tiempo, o cobrando de otra manera (inmaterial), pongamos con experiencia, visibilidad, afecto, reconocimiento, seguidores y likes que alimenten mínima- mente su vanidad o su malherida expectativa vital. He aquí el asunto que quiere atravesar las páginas que siguen, bajo la sensación de que el entusiasmo sostiene el aparato productivo, el plazo de entrega y tantas noches sin dormir, los procesos de evaluación permanentes, una vida competitiva, el agotamiento travestido, convirtiéndose en motor para la cultura y la precariedad de muchos que buscan vivir de la investigación y la creatividad en trabajos culturales o académicos. Ya sea aquellos que siempre quisieron hacerlo, como otros muchos que descubren en lo que les motivó en algún momento pasado la posibilidad de convertirlo en la red en razón de ser frente a un vacío laboral o vital. Y me parece que el entusiasmo anuda una de las dificultades del mundo actual cuando hablamos de las formas de movilización creativa, dependencia y conflicto contemporáneos. Me refiero no solo a aquellas potencias derivadas de habitar un mundo conectado, mediado por pantallas y por la posibilidad constante de crear y compartir fragmentos de vida, sino también a la búsqueda de la hiperactividad con todo tipo de estrategias apoyadas en la motivación y mantenedoras de la ansiedad productiva de quien teme o se resiste (no está claro) a dejar tiempos vacíos entre sus prácticas. Tiempos que puedan hacer pensativa la lógica laboral en que se inscriben. Porque quizá si lo hicieran, estos tiempos operarían como interruptor de conciencia y movilización.
Remedios Zafra,
El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital, Editorial Anagrama, Barcelona 2017