El desventurado
Nietszche, como se apuntaba, nunca fue correspondido en el plano físico. ¿Satisface al ser humano un amor puramente intelectual? Puede que no. Puede que sí. Al artífice de la muerte de Dios, desde luego, no. Únicamente un episodio, caminando solos por una preciosa colina boscosa cerca de Orta, al norte de Italia, pudo esconder un furtivo beso entre ambos, pero nunca se supo a ciencia cierta qué ocurrió.
Nietzsche no lo olvidó nunca. “A usted le debo el sueño más maravilloso de mi vida”, le dijo a Lou durante aquel paseo. Al recordar aquel momento íntimo, con el tiempo, repetiría incansable: “La Lou de Orta era otra persona”. Le trastornaba continuamente lo que él llamó “la nostalgia de Orta”. Lou fue su amor verdadero (sea lo que sea lo que esto signifique). Y si hubo escondidas otras damas en su corazón herido, como se escondía Rée en el confesionario, no se sabe. Solo consta que no disfrutó de mejor suerte con otra mujer prohibida: la esposa del célebre compositor Richard Wagner, Cosima, a la que, según estudiosos de su biografía como Joachim Köhler, también le unió una atracción afectiva profunda e inconfesable (
Nietzsche y Wagner,
A lesson in subjugation,Yale University Press, 1996).
Lidia Jiménez,
Nietzsche enamorado, jotdow 04/06/2013
[www.jotdown.es]