Hay una parte de nuestro cerebro, la ínsula, que se activa con viveza tanto ante escenas físicamente repugnantes como ante actos flagrantemente injustos. De hecho existe una conexión profunda entre la reacción visceral de asco físico y la de rechazo moral. De modo que no por nada decimos de alguien cuya conducta es claramente inmoral que «está podrido» o que lo que hace es «repugnante».
Por mi parte encuentro en mí trazas de este contagio entre el asco físico y el repudio moral en el asunto de La Manada. De modo que, como en el caso de Meiwes, incluso aunque no se encontraran pruebas concluyentes de no consentimiento por parte de la joven, lo ocurrido en ese portal en los sanfermines de 2016 no debería quedar, a mi entender, sin castigo penal (aparte de merecer un aborrecimiento moral profundo).
Juan Antonio Rivera Rivera, Facebook 14/05/2018