Empatía significa entrar en el mismo estado, no ser buenos. Este es el error que hacen algunos, cuando dicen que hay que empatizar. Sí hace falta empatizar, pero también hay que actuar bien después. Uno puede ser empático con alguien y después matarlo.
Cuando alguien tiene a su madre enferma de Alzheimer o arterioesclerosis y, aunque la quiera, la lleva a un centro de mayores, donde va a estar peor que en casa. Sabe que ella lo pasa mal y la quiere, pero no se puede vivir todo el tiempo así.
Por ejemplo, si yo salgo fuera y veo un accidente, el latido de mi corazón aumenta, se me sube la tensión, lo siento mucho. Si leo que hubo un atentado en Afganistán, lo siento, pero si se mide mi tensión, no sube. La primera es una sensación de lástima fenomenológica, verdadera. Lo otro es diferente, no me afecta como si le hubiese pasado a un familiar. Desde el punto de vista emotivo tenemos dos maneras de reaccionar: directa o cognitiva. Pero no se vive el mismo dolor.
El disgusto mío es el disgusto suyo, no es que yo entienda que es disgusto, sino que lo siento dentro de mí, son las mismas neuronas que se activan cuando yo siento disgusto y usted también. Una cosa es entender el vuelo de los pájaros, lo entiendo porque me lo enseñaron. Pero hay módulos dentro de nosotros programados para entender a los demás.
Yo entiendo las emociones porque la misma área neuronal que me hace reír a mí se activa cuando veo a otro riéndose.
Francesco Rodella, entrevista con
Giacomo Rizzolatti:
"Los robots pueden imitar, no sentir", El País 28/04/2018
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