Hay conflictos de incomprensión y hastío, posturas inflexibles e irreconciliables, odios y miserias que se deben a nuestra incapacidad de inclinar la cabeza en el ángulo adecuado para entender los juicios del otro, para sentirlos como propios siquiera por un minuto luminoso del que se pueda derivar un armisticio o un respiro. Entender que esa tierra tan firme que creemos pisar es solo un planeta más vagando por el cielo de una noche de verano.
Javier Sampedro,
Planetas, El País 24/05/2018
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