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La intuición no es meramente sensual sino intelectual, es decir, conocimiento puro de la causa a partir del efecto por parte del entendimiento; por consiguiente, supone la ley de la causalidad, de cuyo conocimiento depende toda intuición, y con ella toda experiencia, en su primera y completa posibilidad; y no es, a la inversa, el conocimiento de la ley de la causalidad el que depende de la experiencia, tal y como sostenía el escepticismo humeano, que queda así refutado por primera vez. Pues la independencia del conocimiento de la causalidad respecto de toda experiencia, es decir, su aprioridad, solo puede demostrarse a partir de la dependencia de toda experiencia respecto de él.
Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representaciónI. § 4