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Lo conocido correctamente mediante la razón es la verdad, es decir, un juicio abstracto con razón suficiente (Tratado sobre el principio de razón, §§ 29 ss.): lo conocido correctamente por medio del entendimiento es la realidad, es decir, el tránsito correcto del efecto en el objeto inmediato a su causa. A la verdad se opone el error como engaño de la razón, a la realidad la ilusión como engaño del entendimiento. La explicación más pormenorizada de todo esto se puede consultar en el primer capítulo de mi tratado Sobre la visión y los colores. — La ilusión surge cuando uno y el mismo efecto puede ser producido por dos causas totalmente distintas de las que una actúa con mucha frecuencia, y la otra, raras veces: el entendimiento, que no posee ningún dato para distinguir qué causa actúa aquí, puesto que el efecto es el mismo, supone siempre la causa habitual; y, dado que su actividad no es reflexiva y discursiva sino directa e inmediata, esa falsa causa se presenta ante nosotros como un objeto intuido que es precisamente la falsa ilusión.
… todas esas ilusiones engañosas se nos presentan en la intuición inmediata que ningún argumento de la razón puede apartar: este solo puede prevenir el error, es decir, un juicio sin razón suficiente, por medio de un juicio opuesto verdadero; así, por ejemplo, puede conocer in abstracto que la causa del débil resplandor de la luna y las estrellas no es la mayor distancia sino los vapores más turbios del horizonte: pero la ilusión se mantiene fija en todos los casos citados a pesar del conocimiento abstracto: pues el entendimiento está completa y netamente separado de la razón en cuanto facultad de conocer privativa del hombre, y es irracional incluso en el hombre. La razón solo puede saber: al entendimiento le queda la intuición en exclusiva y libre del influjo de aquella.
Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representaciónI. § 6