La relación de ejemplos se podría ampliar sin mayor esfuerzo, pero, fuera cual fuera el ejemplo elegido, serviría para ilustrar la generalización de un modo de argumentar cuya característica fundamental es la de
rehuir la confrontación con los datos o, si se prefiere, la interesada referencia a ellos únicamente con el objeto de ratificar los convencimientos previos. Ahora bien, se reparará en que, en el fondo, la presunta capacidad omniexplicativa y la ausencia de confrontación constituyen dos caras de una misma moneda o, tal vez mejor, cumplen una sola función, en cierto modo similar a la que cumplía aquella vieja recomendación periodística, la célebre máxima “no dejes que la realidad te arruine un buen titular”, que en este caso se podría reformular en unos términos parecidos a estos: “no dejes que la realidad arruine tus presuntas explicaciones”. Para los conspiranoicos se trata, en definitiva, de quedar eximidos de toda responsabilidad y de poder atribuir a oscuras fuerzas que incumplen las reglas de juego establecidas (en vez de a los propios errores o a los aciertos ajenos) la causa de todos sus males.
Manuel Cruz,
El fracaso de los cospiranoicos, El confidencial 10/06/2018
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