La política explota nuestra fragilidad lo mismo que lo hacen Amazon y Apple, lo mismo que lo hacen las religiones espectáculo y los medios de comunicación, cada vez más adictos al clickbait (titulares aparatosos que nada o muy poco tienen que ver con el contenido). Todo el sistema no es sino una forma de extraer beneficio de nuestras fragilidades cognitivas. Es muy sorprendente que el posmodernismo aborreciera tanto a la epistemología cuando precisamente se ha convertido en la fuente básica de la explotación. Ya no se hace necesaria la mentira (una estrategia pobre, como afirma el sabio refrán de que antes se alcanza a un mentiroso que a un cojo). No es necesaria. Basta con emplear adecuadamente el sesgo de confirmación, lo que nos hace decir como Gingrich que las estadísticas no importan, que nuestra intuición y sentimiento aciertan. Las estadísticas pueden decir que el fenómeno migratorio ha decrecido continuamente en los últimos años, que los países ricos necesitan demográfica y económicamente emigración. Las estadísticas pueden afirmar que las muertes por terrorismo han decrecido también continuamente, que los medios de control se han hecho más poderosos que nunca. Da lo mismo. Las intuiciones y los sentimientos no fallan: nos amenazan en las fronteras salvajes que van a destruirnos. No importa que el descuido de las obras públicas cause catástrofes de tráfico; no importa que la desigualdad y el olvido en las barriadas sea una fuente peligrosísima de desesperación. Nuestra intuición no se equivoca. Los hechos no importan.
Fernando Broncano,
La fragilidad conquistada, El Laberinto de la identidad 19/08/2018
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