La tecnociencia, en palabras del biólogo norteamericano
Barry Commoner, ha logrado que los humanos nos sintamos dioses, sin evaluar los riesgos que eso puede conllevar. Frankenstein nos habla del moderno Prometeo, el titán que desafió a los dioses y robó el fuego para los humanos. El mito de Prometeo puede leerse en clave libertaria, como el desafío a la autoridad, pero también como la ambición desmedida, la ausencia de límites, con eso que los griegos llamaban
la hibris, la desmesura. Hay quien prefiere quedarse con el desafío de Prometeo, con su soberbia, pero son los mismos que olvidan el castigo que recibe. Creo que el capitalismo, como sistema económico y social, representa muy bien esa ambición sin límites que ha colocado la vida en la Tierra al borde del colapso humano, ecológico y natural. El capitalismo ha visto en la tecnociencia una aliada para romper las barreras de lo que nos define como seres humanos. El beneficio de unos pocos, la plusvalía, lo justifican todo, también traspasar los límites del planeta. Pero aprender a conocer los límites es algo que nos enseñan cuando somos pequeños, niños y adolescentes. Visto el estado actual de la vida en el planeta, tanto la de los humanos como la de los no humanos, quiero pensar que aún no hemos llegado a la edad adulta pero que aún estamos a tiempo de darle la vuelta a todo cuando nos hayamos hecho mayores. O puede que no, que como especie no lleguemos a pasar nunca de la adolescencia, que, como decía Harari, subestimemos la estupidez humana.
Javier Morales, '
Sapiens' y Frankestein: cómo hackear al ser humano para crear monstruos, el asombrario.com 09/09/2018
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