Hasta el momento yo pensaba, según
Bergson me había enseñado, en la existencia de dos tiempos bien diferenciados, a saber, el tiempo matemático -el que marcan los relojes y es medible por cualquiera- y el tiempo vivido-ese tiempo subjetivo que se confunde con nuestras urgencias, miedos, alegrías o desesperanzas. Me parece que el libro de Virginia Woolf
Mrs. Dalloway los señala perfectamente: mientras de manera inexorable el Big Ben marca las horas de un día de junio, Mrs. Dalloway nos muestra toda su vida, y 24 horas matemáticas se convierten en la esencia misma de lo que ella es, algo inconmensurable o que sólo posee una medida particular y subjetiva. Leyendo los ejemplos de
Bergson, pensé en una expresión que las mujeres nos decimos unas a otras ante la inminencia de un parto y que encierra virtuosamente los dos tiempos, el medible y el vivido: “¡Que tengas una horita corta!”.
Maite Larrauri,
No sólo habitación, también un tiempo propio, Filosofía para profanos 06/09/2018
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