La capital británica es una de esas ciudades a las que el mal residencial ha afectado especialmente. El esquema, explica Minton, es el siguiente: multimillonarios de todo el mundo adquirieron mansiones en los barrios más adinerados, obligando a los millonarios, ante el aumento de precio, a mudarse a las zonas de clase alta. Esta se desplazó hacia los espacios de la clase media alta, y así sucesivamente. El resultado fue que los precios subieron en todas partes, y de forma sustancial. Y todo al mismo tiempo en que el número de viviendas protegidas decaía.
El caso de Londres puede parecer excepcional, pero se trata de un mal que se ha extendido a muchas más ciudades de todo el mundo, desde San Francisco hasta Ibiza: los alquileres alcanzan tales precios que hacen muy difícil que incluso las personas que cuentan con salarios dignos los puedan afrontar. Los ingresos de profesores, bomberos o camareros no alcanzan para vivir en la ciudad en la que deben trabajar.
Este verano se ha hecho popular una palabra, 'turismofobia', que es una especie de sucesora de eso que se dio en llamar gentrificación, y que consiste en una versión 'low cost' de lo acontecido en Londres: determinados barrios, bien por la afluencia de turistas a través de los apartamentos de alquiler compartido, bien porque se han puesto de moda entre las clases medias altas, suben el precio de los alquileres, haciendo imposible que los residentes los puedan seguir pagando, por lo que optan por desplazarse a otros distritos. Estos, a su vez, elevan las rentas, dado el mayor poder adquisitivo de los recién llegados, elevan sus rentas, y obligan a quienes viven en ellos a mudarse a lugares más baratos. El resultado final es que todos acaban pagando lo mismo por peores pisos o por viviendas peor situadas.
Esteban Hernández,
La trampa del "es mejor alquilar la vivienda que comprarla": lo que ocurre es otra cosa, El Confidencial 28/08/2018
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