El concepto de revolución ya no tiene ni puede contener la idea de un cambio brusco. Es imposible en un mundo globalizado conformado por redes mundiales de interdependencias que hacen imposible el cambio local sin la transformación global. Pero lo contrario de la revolución, ya no catastrofista, tampoco es el uniformitarismo, el modelo de mínimos cambios que van en la dirección del "progreso" hacia la barbarie sin fin. Las
Tesis sobre el Concepto de Historia de
Walter Benjamin, escritas en un momento de desesperación, en 1940, bajo el desastre del pacto de la Rusia soviética con la Alemania nazi, se adelantan un siglo en la intuición de un nuevo concepto de revolución. Benjamin critica con acritud la noción socialdemócrata que convierte la utopía en un "ideal" al que las sociedades se aproximan en un tiempo infinito. Critica igualmente la subordinación de toda la izquierda a la noción de progreso ilimitado e irreversible. La revolución, sostiene, es algo parecido al freno de emergencia que se activa en una locomotora que camina hacia el abismo. Es, siempre, un concepto mesiánico, un impulso de redención de todas las derrotas de los oprimidos de la historia, no una promesa de futuro idílica y falsa. Es, ante todo, un cambio de sentido: de dirección de la mirada y de estructuras básicas del significado, un cambio en las prácticas que es también un cambio en la ontología, que es también y sobre todo un cambio en la cultura, la sociedad, la economía, la historia.
Rosi Braidotti lo ha formulado en el lema de "devenir menos": orientar el curso de las prácticas, las culturas y las sociedades hacia una solidaridad con lo vivo, devenir animales, seres vivos que tratan de sobrevivir en un planeta desgastado; devenir seres en la diáspora, la emigración, el exilio; devenir mujeres, humanos despreciados y naturalizados; devenir máquinas, recomponiendo una nueva relación con los productos del trabajo humano; devenir precarios vulnerables que saben de su dependencia de los otros. El tiempo de la revolución ya no es el
cronos, el tiempo socialmente ordenado por el poder, ni siquiera el
kairós de los profetas, a menos que lo excepcional sea ya lo ordinario, sino el
aion, el giro de una especie para abandonar la era del Antropoceno.
Benjamin avisaba de que si las fuerzas oscuras triunfasen aún los mismos muertos estarían en peligro. Todas las fuerzas de resistencia de la historia, tantas veces derrotadas, serán derrotadas definitivamente. Sus luchas habrán sido sin sentido, habrán muerto dos veces a manos de quienes han olvidado sus esfuerzos. La revolución es una obligación con la parte irredenta de la humanidad. Es empujar la máquina de la historia hacia otro sentido mirando, como el ángel de Klee, hacia un pasado de derrotas y desastres. Es ahora una política de emergencia, un aviso de incendio en la comunidad.
Fernando Broncano,
Mamá, papá, ¿qué es la revolución?, El laberinto de la identidad 16/12/2018
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