En cualquier caso, es falso que la gente piense que lo justo se reduce a meras creencias particulares. La prueba es que no deja de discutir ardorosamente sobre ellas, afirmando (a la vez) que, aunque «todo el mundo tiene derecho a creer lo que quiera», «todo el mundo –menos nosotros, los que opinamos X– probablemente se equivoca», asumiendo así que sobre política (sobre lo que es justo o legítimo y lo que no lo es) hay opiniones más verdaderas que otras.Admitido esto último, solo hace falta proporcionar a la gente una verdadera educación política, que no consiste en venderle tal o cual ideología, ni en limitarse a informarle de los procedimientos legales, la historia política del país o la lista de los DDHH, sino en algo mucho más fundamental: en hacer que comprenda la fundamentación filosófica y argumentativa de las distintas opciones políticas (es decir, las varias, pero no infinitas, teorías sobre la justicia) para que, así, pueda discutir y elegir entre ellas con conocimiento de causa. En otras palabras: enseñarle a trocar sus creencias por juicios. Solo así podrán pasar de espectadores/comparsas del circo político, a ciudadanos conscientes de la verdadera tramoya del poder –incluyendo el que tenemos todos para cambiar las cosas–.
Víctor Bermúdez,
¿Qué es educar en política?, el periódico de extremadura 06/03/2019
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