Buena parte de las malas decisiones que están en el origen de los fracasos colectivos se deben a una mala agregación de decisiones, que no eran más que la mera adición de preferencias individuales a corto plazo. Puede que singularmente consideradas cada una de las decisiones que nos condujo al desastre no fuera especialmente irracional, pero sí lo es la suma de ellas. No hay inteligencia colectiva si las sociedades no aciertan a anticipar el resultado agregado de sus decisiones en una perspectiva de medio y largo plazo, es decir, a gobernar razonablemente su futuro. El futuro es una construcción que tiene que ser anticipada con cierta coherencia. Cuando las decisiones son adoptadas con una visión de corto plazo, sin tener en cuenta las externalidades negativas y las implicaciones en el largo plazo, cuando los ciclos de decisión son demasiado cortos (electoralismo, racionalidad táctica, oportunismo), la racionalidad de los agentes es necesariamente miope. Cuando el horizonte temporal se estrecha y solo es tenido en cuenta el interés inmediato es muy difícil evitar que las cosas evolucionen catastróficamente.Se dice que en una sociedad del conocimiento la sociedad en su conjunto puede ser más inteligente que cada uno de nosotros, pero también es cierto lo contrario: que todos juntos —la sociedad interdependiente, contagiosa— estemos siendo más torpes de lo que podemos serlo cada uno de nosotros personalmente. El gran problema de las actuales sociedades democráticas es conseguir lo primero y evitar lo segundo. En sociedades complejas, donde todo está densamente interconectado, deberíamos dedicar menos energía a combatir a los enemigos externos y más a nuestra propia irracionalidad.
Daniel Innerarity,
La estupidez colectiva, El País 26/03/2019
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