Diseñar los experimentos para tratar de condicionar estos reflejos naturales no fue tarea fácil. Para poder evaluar la producción de saliva, a
Pávlov se le ocurrió una sencilla operación quirúrgica, que consistía en derivar la salida de una glándula salival a la mejilla o a la barbilla del animal y, mediante un enganche, ajustar una probeta para poder cuantificar y analizar la producción de saliva. De esa manera pudo asociar diferentes estímulos ajenos al perro con la aparición de alimento y evaluar si era posible condicionarlo para que
asociara esos estímulos a la comida y produjera saliva sin la presencia de ella, algo que efectivamente pasó. Como estímulos condicionantes,
Pávlov utilizó la rotación de objetos, metrónomos, silbatos, timbres, diapasones y bocinas. Así, después de un entrenamiento, el animal asociaba esos elementos con la presencia de comida y producía saliva sin que le ofrecieran alimento alguno. Parece ser que el científico casi nunca utilizó una campana, a pesar de que cuando se narra este experimento se suele hacer referencia a que los perros salivaban al oírla.
J. M. Mulet, Pávlov no tuvo un solo perro, El País semanal 28/03/2019
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