Mire el movimiento de los chalecos amarillos en Francia. La gente no llega a fin de mes. No es una liberación. En una sociedad de hiperconsumo hay muchos cargos nuevos, desde Netflix al móvil. La gente quiere vacaciones e ir al restaurante, dicen los chalecos amarillos. Yo soy de familia muy modesta y en los cincuenta no iba a ningún restaurante. Y no sufría nada. La civilización de la ligereza nos ha dado el deseo y ha creado una contradicción permanente. El hiperconsumo ha penetrado las conciencias. Pero para nada soy de los que diabolizan el consumo. Donde el consumismo se desarrolla la esperanza de vida crece. Y el consumo da satisfacciones en su ligereza. Si no, la vida es siniestra. El problema grave es que los medios sean el fin. El consumo en nuestra sociedad ha ocupado demasiado lugar y hay individuos que viven para él. La aventura humana no puede reducirse a comprar marcas, uno espera otras cosas que ser un consumidor. Es uno de los desafíos del siglo XXI. Proponer a los jóvenes en las escuelas modelos de vida diferentes. Sin vivir para él, no hay problema con el consumo. Eso sí, pensar que el consumo acentúa el egoísmo es falso. Una visión nostálgica del pasado, como si antes fuéramos generosos, humanitarios. En los años treinta no había internet y...
Justo Barranco, entrevista a
Gilles Lipovetsky:
"Los populismos son traducción de la inseguridad profunda que existe", La Vanguardia 11/04/2019
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