Los llamados 'derechos civiles' hoy en día son, en realidad, ni más ni menos, los derechos del 'bourgeois', que
Marx había descrito en 'La cuestión judía'. En otras palabras, son los derechos del consumidor, como diríamos hoy, los derechos del individuo que quiere todos los derechos individuales que puede comprar concretamente. Estoy pensando en los vientres de alquiler, por ejemplo, en la custodia de los niños según el coste del consumidor. Pues bien, hoy estamos asistiendo a un proceso mediante el cual el capital nos quita los derechos sociales, que son derechos vinculados al trabajo, a la vida comunitaria en la polis; anula estos derechos y, en cambio, aumenta los derechos del consumidor, siempre vinculados a un consumo que se lleva a cabo de manera individual, sin cuestionar nunca el orden de la producción y que, de hecho, terminan fortaleciendo el sistema capitalista en lugar de debilitarlo.
Además, crean una especie de microconflictualidad generalizada que actúa como un arma de distracción masiva y, también podríamos decir, como un arma de división masiva permanente. Por un lado, distrae de la contradicción capitalista que ya ni siquiera se menciona, y por otro lado, por así decirlo, divide a las masas en homosexuales y heterosexuales, musulmanes y cristianos, veganos y carnívoros, fascistas y antifascistas, etcétera. Y mientras esto ocurre de manera natural, el capital deja que las personas salgan a la calle por el orgullo gay, por los animales y por todo, pero ¡qué no se atrevan a echarse a las calles para luchar contra la esclavitud de los salarios, contra la precariedad o contra la economía capitalista! De ser así, ahí está la represión, como sucedió en Francia con los chalecos amarillos.
Esteban Hernández, entrevista a
Diego Fusaro:
"Muchos tontos de izquierda combaten un fascismo inexistente y aceptan el mercado", El Confidencial 29/06/2019
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