De la debilidad de los intentos de la sociedad civil para paliar la soledad se nutre el mercado. Creado en 2009 en Estados Unidos, el servicio de “alquila a un amigo” provee un servicio de escucha por horas. El precio varía en función del tiempo y la intensidad de la conversación. Si la amistad se basa en una lógica del don, según la cual se da gratuitamente tiempo e implicación, el amigo de alquiler ofrece una escucha libre de juicios y exigencias. Los otros están ocupados con sus problemas como para atenderle a uno, o simplemente no existen. Como ya hiciera con el amor y el sexo, buscados ahora por Internet, el mercado se ha hecho con la amistad. Hay también “fiestas de abrazos” para gente que no quiere sexo sino ser tocada para sentirse menos sola, más humana. No nos engañemos, tales prácticas no son solo propias del excepcionalismo americano. Muy al contrario, constituyen las tendencias del porvenir. Más nos vale presionar al Estado para que cree políticas comunales de
togetherness, y a la vez explotar las energías de la sociedad civil, que dejarnos atrapar por las promesas del mercado. Que se asienta en la cultura individualista que clama que somos autosuficientes, fuertes, jóvenes siempre. Y que aceptemos la soledad o compremos compañía.
Helena Béjar,
El negocio de la soledad, El País 09/09/2019
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