Los estudios sobre
Maquiavelo han tendido a despreciar la importancia que el pensador florentino daba al odio como factor político. Pero este sentimiento ocupa un lugar muy relevante en
El príncipe, donde el odio de los gobernados se identifica como una de las causas principales de la pérdida del poder de los gobernantes y donde se ofrece a los príncipes o a quienes aspiran a serlo una serie de consejos para evitar despertarlo. Dado que, como ya indicó
Spinoza, el discurso que se suministra en esta obra es un discurso técnico que sirve tanto para mostrar a los príncipes los procedimientos por los que pueden adquirir y consolidar su poder como para enseñar a quienes los quieren derrocar cómo pueden sacárselos de encima, se puede llegar a considerar a
Maquiavelo como un teórico de la política del odio. Y es desde esta perspectiva que
William W. Sokoloff lo interpreta en
Confrontational Citizenship (Sunny Press, 2017).
Sokoloff, que se sitúa a la sombra del pensamiento posmarxista de
Laclau,
Mouffe,
Rancière,
Balibar y compañía, lleva explícitamente a término en este libro una defensa desinhibida del odio político contra las élites como elemento dominante de la “ciudadanía confrontacional” sobre la que teoriza. Y hace ir de la mano la lectura de
Maquiavelo y la interpretación de experiencias modernas como la de los indignados del 15-M o Occuppy Wall Street, que presenta como una exitosa movilización de este odio y como un ejemplo de las prácticas políticas extrainstitucionales que se basan en el antagonismo y pretenden promover una realidad más justa al margen de unas formas institucionalizadas de hacer política, que obstruirían su surgimiento.
Sokoloff, en definitiva, elabora la imagen de un
Maquiavelo populista que, en el museo imaginario del maquiavelismo, se añade, de acuerdo con el espíritu del tiempo, a los Maquiavelos absolutistas, liberales, demócratas, cesaristas y gramscianos que nos ha ido ofreciendo la historia.
Josep Maria Ruiz Simon,
El poder del odio, La Vanguardia 10/09/2019
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