El primer cíborg oficialmente reconocido por un gobierno, el del Reino Unido, se ha convertido desde entonces en uno de los principales activistas de un movimiento que aboga por incorporar elementos electrónicos al cuerpo humano con capacidad de modificar el funcionamiento del cerebro: “Yo me identifico como cíborg porque soy un organismo cibernético. No sólo estoy unido a la cibernética biológicamente, sino también psicológicamente. Yo no siento que estoy llevando o usando tecnología; siento que soy tecnología”, explicó ayer Harbisson tras participar en HR Conference, una conferencia sobre ciencia y tecnología organizada por Advantage Consultores en Barcelona.
Harbisson defendió el derecho de las personas a “decidir qué tipo de especie quieren ser, incorporando sentidos y órganos” a su cuerpo. Para él, no se trata de “hacer mejores humanos” sino de conectarse con la naturaleza y con las especies que nos rodean.
El futurista insistió en las ventajas que supone convertirse en un cíborg para el medio ambiente. Según su visión, “para vivir mejor no hace falta modificar el planeta, como hemos venido haciendo millones de años, sino cambiarnos a nosotros mismos”. Defendió que “la Tierra sería mucho más sostenible si tuviéramos visión nocturna, ya que no haría falta usar tanta electricidad; o si en lugar de regular la calefacción, pudiéramos regular la temperatura de nuestro propio cuerpo”, detalló.También auguró que a partir de la próxima década se multiplicarán los implantes cibernéticos. “Hay personas, sobre todo jóvenes, que se sienten cíborgs antes de poder operarse y que, como las personas transgénero, decidirán cambiar su cuerpo una vez sean mayores de edad”. En cuanto a los riesgos médicos que podría comportar la incorporación de la robótica al cuerpo, admite que existen, pero considera que “también son peligrosos algunos deportes e incluso algunas manifestaciones artísticas y culturales, “como los castellers”, así que “vale la pena exponerse a estos peligros”.Esta asociación da voz a las personas que no se identifican 100% con los seres humanos y reclaman su derecho a autodiseñarse, añadiendo nuevos sentidos y órganos no humanos a su cuerpo. A través del impulso de estos artistas, Barcelona se ha convertido en un ‘hub’ del activismo cíborg, un movimiento que aspira a que en la próxima década “muchos jóvenes se unan voluntariamente -y no por razones médicas- a la tecnología”.
Juan Manuel García,
Neil Harbisson: "Reclamo el derecho a ser cíborg", La Vanguardia 05/10(2019
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