En general, las emociones y las intuiciones conducen nuestro razonamiento. Pero si el elefante se enfada, podemos garantizar que el razonamiento que produzca el jinete será malo. Hay formas de unir a las personas emocionales de manera que produzcan resultados más racionales. Un jurado, por ejemplo, o un grupo de científicos que se desafían entre sí para pensar mejor. Pero si entramos en el aula e imaginamos a estudiantes y profesores hablando, por ejemplo, de un texto o de una investigación que suscita en los alumnos sentimientos del tipo que sean, será trabajo del profesor asegurarse de que cada uno se centre en las evidencias y aporte razones dejando a un lado sus emociones. De esta forma, enseñamos a los estudiantes a tener pensamiento crítico y les proveemos de habilidades que les van a resultar útiles en una democracia en la que tendremos que argumentar nuestras posiciones. Los últimos años hemos permitido que entraran en la Universidad muchos más argumentos basados en la emoción y en la identidad que en la razón. Y así no hay manera de aprender nada.
Daniel Arjona, entrevista a
Jonathan Haidt:
"Si quisiera destruir la democracia inventaría las redes sociales", El Confidencial 01/10/2019
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