Hay un conocimiento emancipador, útil para luchar contra el poder y sus abusos. En este plano, hacer visible lo invisible es positivamente político para dar poder a la ciudadanía y para reparar la maltrecha democracia, sencillamente porque las grandes cuestiones de geopolítica, de economía y del binomio justicia/injusticia social se resuelven en un terreno altamente abstracto que tiende al ocultamiento y que resulta difícil de explicar y de entender.Esta
transparencia tiene, como todo, sus límites. Uno de los límites es por descontado el de la seguridad como bien común superior. Ahora bien, hay otros límites, relativos al derecho del ser humano a jugar y a inventarse, que no deberían cruzarse y que se conculcan con reiterada frecuencia: por ejemplo, el derecho a mentir, que solo se le reconoce al acusado ante el Tribunal de Justicia.No es solo que la mentira haga posible la sociedad, sino que es también un signo de libertad. Su escudo. Así, un hombre debe poder decir a su esposa (o una mujer a su marido) que está en el trabajo cuando en realidad está con otra persona. Un padre de familia tiene derecho a que sus hijos no sepan de cuánto dinero dispone, si la casa donde viven es de alquiler o de propiedad, y a cuál de ellos quiere más de verdad. Negárselo es atentar contra su posibilidad de inventarse y de inventar sus relaciones, y un ejercicio de totalitarismo.En realidad, la transparencia total —a la que apunta la publicidad de las cuentas bancarias y datos fiscales— es terrorífica; es una de las condiciones para el control total del individuo, tal como se expone en la seminal antiutopía
Nosotros, donde el novelista ruso Yevgueni Zamiatin imagina una futura sociedad comunista donde todos los ciudadanos viven en casas con paredes de cristal: supuestamente si no han hecho nada malo no tienen nada que ocultar y, por consiguiente, nada de qué preocuparse aunque estén siempre expuestos a la mirada de los otros, por otra parte disuasiva de cualquier desvío del recto camino.Se empieza pudiendo leer la cuenta corriente del vecino y quizás con un poquito más de desarrollo tecnológico podrás leer también su pensamiento y concretamente lo que piensa de ti. Es el sueño húmedo de los tiranos, el anhelo de los Estados totalitarios. No existiría nada de lo que nos hace humanos, ese algo que está íntimamente relacionado con el derecho a la reserva, al silencio, a la mentira, a la ficción, a la ambigüedad, a la construcción de un relato sobre la realidad, al juego.El derecho a ocultar y a mentir es un derecho fundamental. Está directamente relacionado con el ser humano como complejidad, que es lo que permite la libertad, mientras que la transparencia total es la simplificación: el fascismo.
Ignacio Vidal-Folch,
¿Es necesario saber lo que cobra el vecino?, El País 15/12/2019
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