La intencionalidad, como lo señaló ya
Brentano, es dirección hacia algo, hacia un objeto. Es decir, es una actividad y no solo un estado; es dinámica, tiene una dirección o sentido. Así, la intencionalidad posee un significado, por eso requiere de interpretación, de hermenéutica. Según
Ricœur, la intencionalidad del autor del texto es lo que interesa a la hermenéutica, es su objeto propio. Así, por el ser intencional, tenemos un modelo o ícono del ser humano como volcado hacia lo diferente, hacia lo otro, sobre todo hacia los demás.
Esa es la gran clave que aporta la intencionalidad. Esclarece al hombre. Como es tendencia hacia un objeto, es tensión hacia algo exterior al sujeto, lleva hacia afuera. Y esto nos indica que el ser humano se realiza de la mejor manera cuando va hacia las cosas mismas, en el realismo, pero sobre todo, cuando va hacia los otros, sus semejantes, en el personalismo.
Hay, pues, una raíz ontológica del hombre que es intencionalidad. Ya el conato de ser, de permanecer en la existencia es un acto intencional originario y primigenio.A partir de este núcleo fundacional, la intencionalidad se distiende hacia lo cognoscitivo y lo volitivo. Esto nos da un modelo o ícono
del ser humano realizado en su ir hacia los demás.Tanto en el conocer como en el querer.
La intencionalidad del conocimiento abarca los sentidos, la imaginación, el intelecto y la razón. La de la voluntad abarca el amor y el odio, el eros y el tánatos, el deseo y la agresión. Por eso con ella se conecta la intencionalidad inconsciente, que está muy cercana a la voluntad, pero que es más primitiva, como apetito natural que surge de lo más hondo de la psique y tiene varias formas. Esas dos son fundamentales, la del eros y el tánatos, que va adquiriendo modalidades distintas.
Así, el hombre, por su carácter intencional o polarizado, está dirigido hacia lo otro, hacia los demás. Por eso hay que evitar el narcisismo, que enferma. Justamente por ello las escuelas psicoanalíticas insisten en hacer que el ser humano se polarice hacia el otro, no hacia sí mismo, hacia el yo. Aquí surge el problema de la libertad. Según
Freud, esta se va conquistando. Él hace la comparación con los holandeses, que han logrado su tierra quitándosela al mar con diques.
Hay una intencionalidad de la acción. Recoge las del conocimiento y de la voluntad, y se despliega como praxis (phrónesis) y como poiesis (techne). En esas virtudes, tanto en las teóricas como en las prácticas, se da el equilibrio proporcio- nal, el sentido de la proporción, y la proporción es analogía. Por eso tenemos una idea analógica del hombre. El hombre es el ser análogo por excelencia. Porque tiene que guardar la proporción en su vida, el equilibrio de sus pulsiones. Pero no frustrándolas, sino encauzándolas.
Mauricio Beuchot,
Interpretación del ser humano, Herder, Barna 2019