El poder es la capacidad de que los demás hagan lo que uno quiere. Pero los demás no siempre quieren hacer lo que se les impone. Y cuando emisarios del FMI, el BCE y la Comisión Europea llegaban a un país asfixiado por la deuda y señalaban reformas estructurales requeridas les esperaban protestas airadas.
Si los hombres de negro personificaban el poder duro de la economía, Greta es el rostro adolescente de una nueva forma de poder blando que busca la aceptación de unas reformas por vías más amables y persuasivas. Las medidas que quería imponer el poder duro simbolizado por los hombres de negro eran recibidas con indignación. El poder blando simbolizado por Greta quiere lograr que las políticas que promueven quienes promueven la agenda verde no sólo sean percibidas como necesarias y urgentes, sino incluso reclamadas multitudinariamente. Hace unos días, en Madrid, decenas de miles de personas exigían la adopción de medidas como el aumento del impuesto sobre el carbono que hace un año hizo estallar en Francia el movimiento de los chalecos amarillos y que Macron tuvo que aparcar. Como decía Einstein, “los hechos son los hechos, la realidad es su percepción”.
Es característico de las nuevas formas del poder blando que quienes lo ejercen apuesten por aumentar su capacidad de influir favoreciendo movimientos que actúan como pantalla y permiten que agendas que se promueven de arriba hacia bajo se perciban como respuestas a las exigencias de una multitud movilizada que se empoderaría reclamándolas tanto a los gobiernos que las rechazan como a los que las apoyan. Los politólogos denominan
astroturfing esta técnica orientada a la producción artificial de movimientos aparentemente surgidos de manera espontánea desde la sociedad civil por medio de la comunicación horizontal. La denominación proviene de una marca de césped artificial que pretendía imitar el césped natural sin que se notara diferencia.
Según
Joseph Nye, el poder blando se obtiene cuando, por medio de propaganda y persuasión, los otros ven las cosas como nosotros hasta el punto de considerar legítimas o, incluso, deseables nuestras pretensiones. En su variedad más efectiva, este poder logra que estos hipotéticos otros lleguen a tomar las pretensiones del poder a imponer por sus propias pretensiones. Esta variedad es, por razones obvias, el escenario más deseado por cualquier poder.
Josep Maria Ruiz Simon,
Dramatis personae, La Vanguardia 17/12/2019
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