El capítulo 2 aborda la cuestión de cómo se introduce en los juicios de los oyentes el prejuicio identitario sobre la credibilidad de los hablantes, muchas veces a pesar de sus creencias explícitas, en lugar de gracias a ellas.Sugiero que estos prejuicios suelen ingresar en el juicio de credibilidad del oyente a través de la imaginación social bajo la forma de estereotipo prejuicioso: una imagen distorsionada del tipo social en cuestión. Y presento una proposición inicial (cuyo argumento completo se ofrece en el capítulo 3) que viene a señalar que un juicio de credibilidad espontáneo consiste en que una oyente percibe que su interlocutor es alguien creíble en mayor o menor medida, de tal modo que cuando ingresa el prejuicio, lo hace de ordinario a través de un estereotipo prejuicioso que distorsiona esta percepción social cargada epistémicamente.
Toda acusación de injusticia debe descansar sobre una intuición ética compartida, pero nos hacemos una idea más clara de por qué algo constituye una injusticia si podemos analizar la naturaleza del agravio causado. El análisis que aporto del agravio causado al hablante en la injusticia testimonial lo relaciona con el daño causado en la injusticia epistémica en general: toda injusticia epistémica lesiona a alguien en su condición de sujeto de conocimiento y, por tanto, en una capacidad esencial para la dignidad humana; y el modo particular en que la injusticia testimonial lo produce es llevando a un oyente a lesionar a un hablante en su capacidad como portador de conocimiento, como informante. Sostengo que el principal daño que se padece al sufrir este agravio es intrínsecamente una injusticia. Sin duda, este daño puede erosionar la psicología del sujeto con mayor o menor profundidad y exploro la idea de que, cuando ahonda, puede coartar o limitar el desarrollo personal, de tal modo que podría impedir casi literalmente que una persona pudiera llegar a ser ella misma.
Miranda Fricker,
Injusticia epistémica. El poder y la ética del conocimiento, Herder, Barcelona 2016