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Mi escena favorita de Matrix (1999) es la de la traición de Cifra. En un lujoso restaurante, uno de los miembros de la resistencia humana en la guerra contra las máquinas, Cifra (interpretado por Joe Pantoliano), conversa con el agente Smith (Hugo Weaving), un programa diseñado, precisamente, para ejecutar inmisericordemente a todo miembro de la resistencia.
— ¿Sabes? Sé que este filete no existe, sé que cuando me lo meto en la boca es Matrix la que le está diciendo a mi cerebro: es bueno y jugoso. Después de nueve años, ¿sabes de qué me doy cuenta? — Cifra saborea gustosamente el trozo de filete — La ignorancia es la felicidad.
— Entonces, tenemos un trato.
— No quiero acordarme de nada. DE NADA ¿Entendido? Y quiero ser rico… No sé… Alguien importante, como un actor.
— Lo que usted quiera, señor Reagan.
— Está bien, devuelve mi cuerpo a una central eléctrica, reinsértame en Matrix y conseguiré lo que quieras.
— Los códigos de acceso al ordenador de Sión.
— No, te lo dije, yo no los conozco. Te entregaré al que los conoce.
— Morfeo.
Cifra está negociando el precio de una terrible felonía: va a entregar al líder de la resistencia a sus enemigos, y lo hace de una forma muy inteligente. Subraya que no quiere acordarse de nada. Él volverá a Matrix sin recordar su malvado acto, regalándonos un bonito juego filosófico: ¿tendría el nuevo Cifra que cree que es un rico actor la culpa de lo que hizo el antiguo Cifra?
A bote pronto, diríamos que sí, pero veámoslo de la siguiente manera: supongamos que ahora aparece Neo en el salón de nuestra casa muy enfadado con nosotros. Le preguntamos que por qué está así y nos dice que nosotros somos Cifra, que nuestra traición tuvo éxito y que Morfeo es ahora rehén de las máquinas. Le respondemos que no sabemos nada de eso, que no recordamos haber hecho algo así, que somos buenas personas que siempre hemos llevado vidas normales…
¿Seríamos responsables entonces de la traición? A lo mejor somos verdaderamente Cifra.
El caso es que Cifra fue muy listo subrayando la petición de no querer recordar nada. Si su maquiavélico plan hubiera tenido éxito, él nunca se hubiese sentido culpable por nada, incluso podría haber muerto feliz pensando que fue una buena persona durante toda su vida de actor famoso ¿Habríamos hecho nosotros lo mismo? ¡No! ¡Por Dios que no! No traicionaríamos a nuestros amigos. Rebajemos entonces un poco el asunto. Supongamos que no tenemos que traicionar a nadie.
El agente Smith nos ofrece gratuitamente el mismo premio. Piensa que no es un mal trato porque al reintegrarnos en Matrix, al menos, se está quitando a un miembro de la resistencia del medio.
Cifra no se cree el rollo del elegido, no cree que se vaya a ganar la guerra contra las máquinas. Además, está enamorado de Trinity pero ésta no le corresponde. ¿Qué sentido tiene su vida en el mundo real? ¿Por qué entonces no elegir una segunda oportunidad en el mundo virtual? Podríamos seguir negándonos: ¡No! ¡Por Dios que no! La vida en Matrix no sería una vida real, sería un simulacro, un engaño… ¡Queremos vivir una vida auténtica!
¿Pero por qué la vida en Matrix no es auténtica?
Pensemos en el filete que Cifra degusta con gran deleite ¿Qué diferencia existe entre comerse un filete real y un filete digital? Si la simulación del sabor está perfectamente conseguida por el programa de realidad virtual, la única diferencia es la causa del efecto. Al comerme el filete real, es ese filete el que causa el sabor, mientras que cuando nos comemos el virtual, no es el filete real, sino un conjunto de bits digitales. La cuestión crucial es: si el sabor, que es lo que realmente nos importa cuando comemos un filete, es el mismo, ¿qué más da cual sea la causa?
Santiago Sánchez-Migallón, El filete de 'Matrix' siempre fue real: reflexiones filosóficas sobre el Metaverso, xataka.com 14/08/2022
Nos hemos olvidado de lo más importante: mi mundo subjetivo, mis estados mentales siguen siendo completamente auténticos aunque viva en un mundo completamente falso. Este era el mensaje de Descartes: cogito ergo sum. Puedo estar durmiendo y que lo que veo con mis ojos sean puras apariencias, pero el hecho de que existo, vivo, siento, pienso… es completamente indudable. Es más, eso constituye lo más importante de mi ser.
Yo seguiría siendo yo si me cercenasen mis brazos y mis piernas, pero no seguiría siendo yo si me quitasen mi forma de pensar, de sentir, si me extirpan mi consciencia de la realidad.
De hecho, gran parte de la filosofía griega y de la oriental, piensan que toda la realidad que observamos mediante los sentidos es falsa. En el hinduismo existe el concepto de Maya para representar esta ilusión que nos envuelve. Detrás de Maya, si conseguimos apartar su velo, está la auténtica verdad. Los griegos definían verdad como aletheia (αλήθεια), que significa "hacer evidente" o "desocultar", con una clara referencia a que la verdad no es lo que tienes ante tus ojos, sino algo que hay que descubrir, el resultado de un proceso de sacar a la luz.
Incluso tenemos una versión actualizada de estas nociones ancestrales: la hipótesis de la simulación del filósofo sueco Nick Bostrom. De forma resumida, dice que si en el futuro nuestra civilización es capaz de tener la suficiente tecnología para realizar una simulación total del mundo al estilo Matrix, lo más probable es que realice muchas. Entonces, por estadística, si hay un mundo simulado y uno real, tenemos un 50% de estar en el simulado. Si hay dos simulados, tenemos un 66,6%, y así sucesivamente.
Santiago Sánchez-Migallón, El filete de 'Matrix' siempre fue real: reflexiones filosóficas sobre el Metaverso, xataka.com 14/08/2022
El cuerpo deja de entenderse como un cuerpo recibido y pasa a concebirse como un cuerpo que si no está a disposición de otros es porque está a disposición propia. La reivindicación de una fluidez en las identidades sexuales y de género es la manifestación más visible de esta evolución; se rechaza toda asignación de un destino particular en razón de unos rasgos corporales, sea el sexo biológico (la mujer no está obligada a engendrar por el hecho de que tenga un útero) o una apariencia sexuada (la heterosexualidad no puede darse por sentada); hablamos de las nuevas masculinidades y de diversos feminismos; los debates en torno al comienzo y al final de la vidarevelan que tenemos una idea de la vida biológica como proyecto y no como destino; pensemos en la resistencia a que el nacimiento como hombre o mujer sea inmodificable, pero también a que pueda “reeducarse” a un homosexual; que una mujer esté embarazada no quiere decir necesariamente que deba engendrar; en virtud de las leyes de eutanasia la muerte ha dejado de ser algo sobre lo que no se puede decidir; las parejas infértiles disponen de tecnologías de fecundación o pueden optar por la gestación subrogada (aunque en este caso la realidad de un vientre de alquiler es una forma cuestionable de disponer del cuerpo de otra mujer); asistimos a una verdadera explosión de las posibilidades de intervención en el propio cuerpo gracias a la cirugía estética, las prótesis, los cuerpos tuneados y tatuados.
Todo este incremento de libertad en relación con el propio cuerpo no deja de plantear paradojas y dimensiones inquietantes. De entrada, constatemos la sorpresa de que se recurra tanto a lo artificial justo en un momento histórico en el que hay más referencias a la naturaleza en nuestras prácticas corporales. Reivindicamos el cuerpo que tenemos y nos hacemos vulnerables a la presión por tener el que otros desean. Se da además la circunstancia de que, si el cuerpo es modulable, cualquier “imperfección” es “culpable”, puede ser vivida como algo que se debía haber corregido y que exige una explicación de por qué no se hizo. Pensemos en el caso de la eugenesia o los trastornos en la percepción de la imagen corporal propia que tienen consecuencias dramáticas en la anorexia o la bulimia. Si el cuerpo es disponible ¿qué significado tiene la peculiaridad que no se ajusta a la “normalidad” y desde qué instancia se define el cuerpo adecuado? Una cierta aceptación de nuestra naturalidad corporal puede ser más emancipadora que el sometimiento a una idea de perfección física que no se sabe quién ha decretado.
Daniel Innerarity, El cuerpo en una democracia, El País 15/08/2022
Toda la sociedad —la política y el periodismo también— parece habitada por lo efímero. Cabalgamos olas que rompen, más allá de nuestra vista, contra los acantilados del hastío. Nuestro pensamiento se ha hecho frágil y discontinuo, tartamudo. Los estantes de nuestras bibliotecas están llenos de libros que ya no nos sentimos capaces de leer, y, como lo superfluo genera a menudo más ruido que lo importante, tendemos a pensar que nada lo es. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que, viviendo en el presente constante, nos volvemos desmemoriados y, por tanto, tampoco nos preparamos para el porvenir.
Marcos Giralt Torrente, Habitantes de lo efímero, El País 15(08/2022
No intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque lo consideramos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos.
Los algoritmos inteligentes ya se están utilizando, por ejemplo, como instrumentos de espionaje y manipulación, por parte de personas y organizaciones que persiguen diferentes objetivos. Sin embargo, ello no significa que la propia IA aspire a algo parecido a la dominación.
Los filósofos de la tecnología discuten esta cuestión bajo el término de «intencionalidad», es decir, la cualidad de llevar a cabo acciones deliberadas y orientadas a un objeto. Muchos autores consideran la intencionalidad como un componente permanente de la conciencia.
En su libro Psicología desde el punto de vista empírico (1874), Franz Brentano sostuvo que la intencionalidad es la característica esencial de todos los actos de conocimiento: siempre están referidos al objeto, es decir, dirigidos a algo.
Para Brentano, una característica básica de lo mental es dirigirse a un objeto o referirse a él. Por ejemplo, si pienso «la manzana está sobre la mesa», eso se refiere a los objetos manzana y mesa, así como a la relación espacial que guardan entre sí. Con respecto a este estado de cosas, el pensamiento puede ser verdadero o falso. Brentano consideraba por ello la intencionalidad algo exclusivamente psíquico: «Ningún fenómeno físico muestra nada semejante».
Los sistemas de las máquinas no conocen las conexiones mecánicas, ni las comunicativas u otras. El significado de sus reacciones se deriva solo de la intencionalidad humana. En otras palabras: si un vehículo autónomo frena para no atropellar a un peatón, ese «para» procede de los seres humanos. Los motivos y consideraciones legales, sociales o morales solo los conocemos nosotros.
Para Searle, la intencionalidad no se basa únicamente en la comprensión del significado. Más bien, se vincula con determinados «actos de habla». En la teoría de los actos de habla de Searle, los actos comunicativos deben ser interpretados como acciones. El lenguaje humano, más allá de la gramática y el significado, tiene siempre un propósito intencional, ausente en los sistemas de signos de la máquina.
Junto con Paul Grice y otros teóricos, Searle desarrolló la tesis de que la intencionalidad se manifiesta solo en la capacidad para el uso dirigido del lenguaje. Este surge cuando una persona persigue una intención que la hace hablar. Por ejemplo, una madre y Alexa de Amazon pueden responder con las mismas palabras cuando un niño grita «¡Ay!»: «Oh, lo siento, ¿puedo ayudarte?» El contenido significado, sin embargo, difícilmente podría ser más diferente: la empatía y el cuidado, por un lado; una simple fórmula de cortesía programada, por otro.
En vista de las posibilidades técnicas en constante crecimiento, se dice que la IA conquistará en breve el último bastión de lo humano: la intencionalidad. Pero la atribución de esta es el resultado de una necesidad humana primaria. Como seres sociales, dependemos tanto de no perder de vista las propias intenciones como de atribuírselas también a nuestros respectivos compañeros.
Una sociedad sin intencionalidad que le sirva de base no sería solo disfuncional, sino también carente de sentido: solo ella me permite comprender como «yo» a la persona que está en el espejo. Como los psicólogos del desarrollo mostraron en la década de 1970, los bebés reconocen después de pocos meses de vida que un punto rojo en la imagen que se refleja en el espejo procede de un punto igual que está en su frente. Refieren el punto a sí mismos.
Dado que por ahora no hay ningún otro método comparable para demostrar la intencionalidad, es muy difícil «consultarla» en la IA. La inteligencia, en cambio, es más fácil de medir. Un equipo de investigadores chinos desarrolló en 2016 un método que podía hacer comparables los cocientes intelectuales de sistemas artificiales y naturales. La IA del asistente de Google obtuvo así una puntuación de apenas 50 (más o menos el nivel de un niño pequeño). Sin embargo, esta atribución es, en el mejor de los casos, un indicio débil, y de ninguna manera suficiente, para acreditar la intencionalidad de una IA.
Posiblemente esto no es más que otra muestra del modo en que nuestro propio pensamiento influye en nuestra visión de la realidad. Que atribuyamos intencionalidad a la IA es un acto de antropomorfización y, por tanto, de humanización. Los humanos consideramos que la IA es intencional porque nosotros mismos lo somos.
Las dudas relativas a que las máquinas puedan desarrollar alguna vez intencionalidad se alimentan también de otra fuente: la lógica. Dado que calcular y pensar son procesos fundamentalmente diferentes, es de suponer que solo a partir del primero no se llega nunca al segundo. Las operaciones de cálculo no llegan más allá de las premisas establecidas para ellas; la mente humana, en cambio, gracias a la intencionalidad, tiene la capacidad de reflejarse a sí misma.
La intencionalidad constituye una facultad humana original. Crea la posibilidad de reconocer el sentido, al que solo nosotros tenemos acceso como seres pensantes y sociales. Por tanto, el dominio mundial de la IA debería seguir siendo, también en el futuro, una pesadilla hollywoodiense.
Dorothea Winter, Por qué la inteligencia artificial no puede querer nada, Investigación y Ciencia septiembre 2022
CSI: Vegas 2021, és una seqüela de la sèrie CSI: Las Vegas 2000. Es pot seguir al Canal Fox (aviat s'estrenarà a Telecinco).
Gil Grissom i Sara Sidle tornen a Las Vegas per ajudar al Laboratori de Criminalística per fer front a una demanda col·lectiva presentada per un bufet d’advocats on es denuncia una manipulació massiva de proves realitzades pel tècnic de laboratori David Hodges. Si la demanda té èxit suposaria la revisió de més de mils casos, l’enfonsament del sistema judicial de l’Estat de Nevada i la sortida immediata de presó dels condemnats afectats.
La novetat d’aquesta sèrie respecte a l’anterior és que en aquesta en cada episodi no només s’ha de resoldre un cas criminal sinó que a més, de forma paral·lela, hi ha una trama que lliga a tots els deu capítols de la temporada en la que Grissom i Sara intenten salvar la reputació del Laboratori i defensar, alhora, al seu excompany d’unes acusacions de frau.
1r episodi (Legado): El treball d’anys del Laboratori de Criminalística pot ser desacreditat si es demostra que un dels seus integrants, el tècnic de laboratori David Hodges, ha manipulat proves que han servit per condemnar a milers d’acusats d’assassinat.
2n episodi (Luna de miel en Las Vegas):
Declaració de principis de Grissom:
1. Grissom li diu a Hodges: “Explica la veritat i confia en què les proves no la contradiguin”
2. Grissom li diu a Sara, la seva companya i parella: “Només tinc dos companys d’equip: tu i el dubte”
3. Grissom li diu a Hodges: “les creences s’han de desarrelar de la ciència. Si et perds en alta mar només t’orienten els punts fixos. El que saps és allò verdader, no és el que t’agradaria creure”
3r episodi (Bajo la piel): Anson Wix i Associats és el bufet que ha posat la demanda col·lectiva contra el Laboratori de Criminalística. Si la demanda triomfa uns 8000 reclusos poden sortir de la presó.
4t episodi (Carne Fresca): La cap del laboratori, Maxime Roby, li diu a una subordinada una frase atribuïda a Anaïs Nin: “No veiem les coses com són, veiem les coses com som”.
5è episodi (Que caigan las fichas): Maxime Roby expressa la seva preocupació: “Si David Hodges cau, el laboratori mai no tornarà a recuperar la seva reputació”.
6è episodi (Juego de espejos):
Grissom cita a Ovidi: “Quan una rosa mor, alguna espina queda encara”
En una altra escena l’equip investigador es pregunta: per què Anson Wix s’ha fet càrrec d’aquesta acusació? Cada judici per empresonament indegut, l’advocat s’emporta un 90% de comissió.
7è episodi (En la sangre):
Grissom visita a Ane Wix, la germana invàlida a la que Anson Wix cuida.
Ane Wix: Considera que el que deia David Hodges és una manifestació de supèrbia: “Seguim les proves. Les proves mai no menteixen”
Grissom: “No importa el que la gent cregui que és veritat, importa el que és veritat”
Ane Wix: “En quin món viu, senyor Grissom? Miri el món. La millor història guanya. És l’únic que importa”.
Més endavant Grissom confessa el seu escepticisme a Sara:
“El món s’ha tornat boig. La gent ja no creu ni en el que té davant”. “Els fets? Tot és qüestionable”. “Què diu la ciència empírica? El que diu són només opinions”.
8è episodi (Limpiatuberías):
Sara i Anson Wix es troben.
Anson Wix li diu a Sara: “El que més odio del CSI és la certesa amb la que parleu, aquesta presumpció que si mirem bé i sabent on buscar s’arriba a la veritat.” “La gent no és capaç de digerir els horrors d’aquest món, així que li doneu tot mastegat, molècula a molècula, però totes aquestes llums, raigs làser i compostos químics, no són coses que un jurat sigui capaç d’entendre. Només són efectes especials que aparenten certesa. I és la meva feina generar dubtes, així és com jo guanyo”.
9è episodi (Esperando entre bastidores): S’inicia el judici. Hodges desapareix.
10è episodi (Firmado, sellado y entregado): Hodges no ha desaparegut, ha estat segrestat per delinqüents a les ordres d’Ason Wix.
Ason Wix amb Hodges: “Tot el que faig no és per diners. Sempre he perdut per una petita prova. Aquest cop la millor història guanya”.
Ason Wix declara a la televisió: “La història de David Hodges ha de ser una lliçó per a tots nosaltres. Si mai no aixequem els nostres ulls del microscopi, en ocasions no veiem el panorama general”.
Ason Wix es troba amb Grissom que li demana una estilogràfica per acabar de fer uns mots encreuats. La paraula que Grissom ha trobat per acabar el joc és una expressió llatina: “De minimi” que vol dir “De les coses petites”. Ason Win li assenyala que curiosament “a les coses petites” és a les que Grissom ha dedicat tota la seva vida. Al que Grissom respon: “Ja sap. Tot suma”.
Finalment a aquest episodi, l’últim de la temporada, acaba triomfant la veritat, no podria ser d’una altra manera, després d’una agònica investigació buscant les proves que incriminen a Ason Wix com a incitador de tota la conspiració contra el Laboratori de Criminalística i el treball de Hodges.
Del latín liber derivan libre y libro. Ojalá que un editor integre las diversas formas de crítica social que favorecen la libertad en una colección de libros clásicos Liberales y Libertarios como los siguientes:
A partir de l'article: ¿Ha adquirido conciencia de sí misma una inteligencia artificial de Google?
La consciencia tiene que ver con nuestra capacidad de sentir el mundo, de ser afectados por él. Así que un ser consciente, como mínimo, tiene que poseer algún tipo de sensor que le transmita información del mundo. LaMDA no lo tiene, solo es un conjunto de redes procesando datos según una serie de funciones matemáticas. En principio, si LaMDA es consciente no sé por qué Windows 11, o el Súper Mario Bros corriendo en una Game Boy, no lo iban a ser. Pero la consciencia no es solo recibir información del mundo, sino sentirla. Yo no solo percibo que un puntiagudo clavo traspasa la piel de mi dedo, sino que siento dolor. La consciencia está llena de sensaciones, sentimientos… lo que los filósofos llamamos qualia. Bien, ¿qué le hace pensar al señor Lemoine que LaMDA alberga qualia? ¿Por qué un conjunto de funciones matemáticas que ponen una palabra detrás de otra pueden sentir el mundo? Para sentir el mundo hay que tener algo que se asemeje de alguna manera a un sistema nervioso… ¿Qué le hizo pensar al señor Lemoine que LaMDA alberga dentro de sí algo parecido a un sistema nervioso? Si ahora LaMDA nos dijera que siente que le late el corazón… ¿creeríamos que tiene un corazón físico? ¿Podríamos dejar inconsciente a LaMDA administrándole anestesia? No sé… ¿Quizá se la podríamos administrar poniendo la máscara de oxígeno en el ventilador de su CPU?Desde que en 1921 Otto Loewi descubriera la acetilcolina, hemos ido demostrando que nuestras emociones están muy ligadas a un tipo de moléculas llamadas neurotransmisores. Así, cuando en mi cerebro se liberan altas cantidades de dopamina o serotonina, tiendo a sentirme bien… ¿Tiene LaMDA algún tipo de estructura que, al menos funcionalmente, se parezca a un neuropéptido? ¿Tiene LaMDA algo que se parezca, al menos en un mínimo, a lo que sabemos de neurociencia?
Pero es más, esa forma de sentir el mundo es, en parte innata, pero también aprendida. Durante nuestra biografía aprendemos a sentir, de forma que en nuestra historia psicológica quedarán grabadas situaciones que nos parecerán felices o desagradables, se configurarán nuestros gustos y preferencias, se forjará nuestra personalidad… ¿Tiene LaMBDA una biografía psicológica tal que le permita una forma particular de sentir la realidad? ¿Tiene traumas infantiles y recuerdos de su abuela? ¿Puede LaMDA deprimirse? En serio Blake Lemoine… ¿podemos darle a LaMBDA un poquito de fluoxetina para mejorar su estado de ánimo? No digo ya en pastillas físicas, sino su equivalente informático… ¿Habría un equivalente en código al Prozac? ¿Podríamos alterar sus estados conscientes con ácido lisérgico? ¿Podrá tener orgasmos? ¿Se excitará sexualmente contemplando el código fuente de otros programas?
Es muy escandaloso que gran parte de la comunidad ingenieril se haya tragado acríticamente una teoría computacional de la mente en versión hard. Una cosa son los algoritmos como herramientas para estudiar nuestra mente y otra cosa, muy diferente, es que nuestra mente sea un algoritmo. La metáfora del ordenador puede ser ilustrativa y evocadora, pero retorna absurda cuando se vuelve totalizalizadora. Me explico: es muy diferente decir que el cerebro procesa información, a decir que el cerebro es un procesador de información. Tengámoslo muy claro.
Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, Curso exprés sobre la consciencia para ingenieros de Google, La máquina de Von Neumann 28/06/2022
La necessitat de veritat és més sagrada que cap altra. Però mai no se’n fa menció. Fa por llegir quan hom s’ha adonat de l’enormitat i la quantitat de falsedats materials exposades sense vergonya, fins i tot en els llibres dels autors més reputats. Llavors llegim com si beguéssim d’un pou dubtós. (...)
Amb més raó és vergonyós tolerar l’existència de diaris dels quals tothom sap que cap col·laborador no hi podria ser-hi si no consentís a vegades alterar conscientment la veritat. El públic e malfia dels diaris, però la seva malfiança no el protegeix. Sabent en línies generals que un diari conté veritats i mentides, reparteix les notícies entre aquestes dues seccions, però a l’atzar, en relació amb les seves preferències. Així és lliurat a l’error. Tothom sap que quan el periodisme es confon amb l’organització de la mentida constitueix un crim. Però tothom creu que és un crim que no es pot castigar.
Simone Weil, L’arrelament
Quan algú pregunta per a què serveix la filosofia, la resposta ha de ser agressiva, ja que la pregunta es té per irònica i mordaç. La filosofia no serveix ni a l’Estat ni a l’Església, que tenen altres preocupacions. No serveix a cap poder establert. La filosofia serveix per fer posar trist. Una filosofia que no entristeix o no contraria a ningú no és una filosofia. Serveix per detestar l’estupidesa, en fa una coa vergonyosa. Només té aquest ús: denunciar l baixesa del pensament sota totes les formes. (...)
En fi, fer del pensament una cosa agressiva, activa i afirmativa. Fer homes lliures, és a dir, homes que no confonguin els fins de la cultura amb el profit de l’Estat, la moral o la religió. Combatre el ressentiment, la mala consciència, que ocupen un lloc del pensament. Vèncer la negativitat i els falsos prestigis. Qui, excepte la filosofia, s’interessa per tot això?
La filosofia com a crítica ens diu el més positiu de si mateixa: empresa de desmitificació. I, així, que ningú s’atreveixi a proclamar el fracàs de la filosofia. Per més grans que siguin l’estupidesa i la baixesa, ho serien encara més si no subsistís una mica de filosofia que, en cada època, els impedeix anar tan lluny com voldrien (...). No els són permesos certs excessos, però qui, excepte la filosofia, els els prohibeix?
Gilles Deleuze, Nietzsche i la filosofia
Quería demostrar que una máquina con los órganos y la figura de un ser humano y que imitase nuestras acciones en lo que moralmente fuera posible, no podía ser considerada como un hombre; y para ello, aducía dos consideraciones irrefutables. La primera era que nunca una máquina podrá usar palabras ni signos equivalentes a ellas, como hacemos nosotros para declarar a otros nuestros pensamientos. Es posible concebir una máquina tan perfecta que profiera palabras a propósito de actos corporales que causen algún cambio en sus órganos –por ejemplo: si se le toca en un punto, que conteste lo que determinó el autor de la máquina – ; lo que no es posible, es que hable contestando con sentido a todo lo que se diga en su presencia, como hacen los hombres menos inteligentes. La segunda consideración era que, aún en el caso de que esos artefactos realizarán ciertos actos mejor que nosotros, obrarían no con conciencia de ello, sino como consecuencia de la disposición de sus órganos.
Descartes, Discurso del Método trad. Francisco Larroyo, México: Porrúa, 1977, pág. 31-32
Evidentemente, desde el punto de vista filosófico el problema no es si hemos alcanzado ya o todavía no una máquina que supere el reto de Turing, sino más bien si es posible alcanzarla. Antes decía que el mismo Turing había avanzado una amplia variedad de objeciones al respecto. Algunos pretenden que la lista incluye todas las cuestiones que se han planteado, desde que el escrito de Turing apareció… y que habrían sido respondidas por el propio Turing. Pero la cosa no está clara. Existen al menos dos argumentos:
A) Aunque la máquina haya superado el test de inteligencia de Turing, esto no prueba que tenga aspectos intencionales ligados a la consciencia. Pero consciencia e intencionalidad son características difícilmente separables de la inteligencia humana.
B) El segundo argumento está vinculado al pensador americano John Searle y esencialmente alega lo siguiente: si la máquina superase el test, simplemente simularía una conversación humana, sin llegar nunca a hablar o pensar realmente. Para hacer esta simulación basta con un ordenador que pueda seguir unas determinadas normas o pautas.
La tesis de John Searle es ampliamente conocida como The Chinese Room Argument y fue publicada por primera vez en 1980 en un documento titulado «Mentes, Cerebros y Programas». El argumento se centra en la llamada Inteligencia Artificial Fuerte (es decir, aquella que podría ser comparada a la inteligencia humana), ya que Searle no hace ninguna objeción a la posibilidad de una inteligencia artificial débil, que esencialmente sería un dispositivo auxiliar de los verdaderos seres inteligentes (por ejemplo, con el fin de estudiar modalidades de expresión de la inteligencia humana).
Transcribo aquí la síntesis de la reflexión que el propio Searle realiza en un texto de 1989 titulado, “Reply to Jacquette”. La letra A representa la palabra “axioma”, la letra C, representa la palabra “conclusión”.
A1. Los programas computacionales son puramente formales (sintácticos).
A2. Las mentes tienen contenidos mentales (semántica).
A3. La sintaxis por sí misma no es, ni constitutiva de la semántica, ni condición suficiente para forjarla.
C1. Los programas computacionales ni son constitutivos de la mente, ni condición suficiente de la misma.
Si ahora añadimos:
A4. Los cerebros son agentes causales de las mentes.
Se infiere:
C2. Cualquier sistema capaz de generar mentes, ha de tener poderes causales equivalentes (cuando menos) a los de los cerebros.
C3. Cualquier artefacto productor de fenómenos mentales, cualquier cerebro artificial, ha de tener la capacidad de duplicar [no meramente simular, la precisión es nuestra] los específicos poderes causales de los cerebros, y no podría realizar tal cosa limitándose a responder a un programa formal.
C4. La manera en la que el cerebro genera efectivos fenómenos mentales, no puede reducirse al hecho de responder a un programa computacional.
Víctor Gómez Pin, De Descartes a John Searle, El Boomeran(g) 20/06/2022