La palabra
sutileza es la que me viene a la mente para hablar de esta película. Pero no es una sutileza blanda, es una sutileza muy dura. Es la capacidad de poner de manifiesto los matices d ela vida. La película se realizó el año 2005, pero despues de muchas complicaciones se estrenó el 2011. Su portagonista, Anna Paquin, está extraordinaria en un complejo papel de adolescente.
Kenneth Lonergan es el director y guionista. En el reparto aparecen actores conocidos en papeles secundarios (Matt Damon, Jean Reno, Marc Buffalo). La película hay que verla con paciencia. poco a poco te va envolviendo. El ritmo es lento y la película larga, pero no sobra ni falta una sola escena.Me interesa la manera como trata tres temas: el tránsito del mundo adolescente al adulto; la culpa y la reparación; las relaciones humanas.
Europa moderna se inventa la noción de
adolescencia. Antes se pasaba del mundo infantil al mundo adulto. En algunas sociedad este tránsito se efectuaba con ritos iniciáticos y en otras no, pero en este caso era la necesidad de hacerte cargo de tí mismo la que marcaba el límite. En la sociedad contemporánea, como sabemos, cada vez se alarga más. Pero esto es otro tema. Margaret es una adolescente de 17 años que está intentando encontrar su lugar en el mundo. Está desorientada y confusa. Pero es combativa. la combinación de los dos elementos hace que de palos de ciego. Se mete en las cosas sin saber exactamente lo que quiere ni como las acabará. Eso le crea múltiples conflictos. Se enfrenta básicamente con el oportunismo y la inseguridad de los adultos. Sus ideales chocan con la realidad. Pero también hay mucho de narcisismo en sus planteamientos. Este será el duro pero necesario aprendizaje, que le servirá para reconciliarse con lo más real de su situación, que es su madre.Otra cuestión es la de la responsabilidad y la culpa. La necesidad de expiación y la posibiloidad de reparación. La película muestra todas las ambigüedades a las que dan lugar. Finalmente estan las relaciones humanas, con sus ambivalencias, sus malentendidos, sus luces y sus sombras. Todo agridulce, como la vida misma.