Escrito por Luis Roca Jusmet
Cuando a nadie le gusta algo, examínalo. Cuando a todo el mundo le gusta algo, examínalo. Confucio
Conozco "de vista" a Antoni Domènech desde hace más de 40 años. Cuando yo estudiaba quinto de bachillerato en las Escuelas Pías de Balmes, en el cursos preuniversitario de aquellos tiempos, él ya dirigía una revista de crítica política en preunivesitario. Sus inquietudes políticas, su iniciativa y su trayectoria desde la izquierda vienen de lejos. Inmune a las modas siempre ha sido fiel a sí mismo : compromiso político con la izquierda y racionalidad teórica desde el marxismo analítico. Aplicando los claros y precisos criterios de José Luis Moreno Pestaña ( Consagración institucional, consagración intelectual y autonomía creativa) no cabe duda de que Domènech ha conseguido llegar a niveles altos. Institucionalmente es Catedrático de Filosofía del derecho, Moral y Política en la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona y reconocido mundialmente en los amplios círculos de la izquierda académica. Su consagración intelectual viene por una parte por sus valiosas traducciones ( John Rawls, Philippe Pettit...) y sobre todo por sus dos reconocidas publicaciones
De la ética a la política( Crítica, 1989 )y
El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista( Crítica, 2004). Pero por otra por la edición de una revista con marca propia
SinPermiso,en el que consigue tener una voz propia en las corrientes intelectuales de la izquierda. La autonomía creativa le viene, evidentemente, de la originalidad de sus teorizaciones y análisis, que la tiene. Personalmente he de decir que he leído con atención e interés los dos libros y que sigo sus entrevistas y artículos. Mi comentario se basa en la lectura de sus dos libros, en un artículo: “Dominación, derecho, propiedad y economía política popular ( un ejercicio de historia d ellos conceptos)”, que se puede consultar en
www.sinpermiso.info; y en tres largas entrevistas : la que le realiza Salvador López Arnal ( que se puede encontrar en
www.espai-marx.net); la de Julio César Guanche ( que aparece en la revista TEMAS nº 71 julio-septiembre 2012). Finalmente la que le hizo la periodista argentina Inés Hayes en el diario Clarín a principios del 2013.
Situemos, de entrada, a Antoni Domènech en la estructura social de clases sociales. Lo voy ha a hacer desde un planteamiento materialista ( en el mejor sentido de la palabra): la clase social no se define entonces por las posiciones ideológico-políticas sino por criterios objetivos: Capital económico y Capital cultural. Entiendo por Capital económico las rentas, patrimonio y expectativas en este sentido de cada cual. No sé el patrimonio que tiene Antoni Domènech (ni me interesa, por supuesto) pero está claro que los ingresos de un catedrático de Universidad lo sitúan en la clase media-alta, o en la nueva pequeña burguesía ilustrada, por decirlo de dos maneras diferentes. Está claro que su enorme capital cultural ( filosófico, jurídico, sociológico-económico, lingüístico ) refuerza aún más esta calificación. Podemos considerar que la clase media-alta forma parte de las clases subalternas a las que se refiere, pero con ciertas reservas. En realidad, si exceptuamos la élite oligárquica dominante ( económica y burocrático) hasta la propia burguesía media podría considerarse una clase subalterna. Ahora bien, está claro de la clase media-alta ( o incluso la clase media-baja ilustrada, como es mi caso) tiene una serie de ventajas en la distribución social de recursos y de bienes.
Todo ello me crea cierta reservas respecto a la veracidad de sus expresiones retóricas : “ Nosotros, y no los burgueses o “el capitalismo”, hemos construido el molde republicano de nuestro derecho público actual... hemos traído el sufragio universal ( el masculino y femenino)... las repúblicas plenamente parlamentarias... los inalienables derechos humanos , la descolonización y el derecho de autodeterminación. " Nosotros combatimos contra el nazifascismo y las tiranías políticas del siglo XX; hemos renovado el arte, la música, la cultura y la ciencia del siglo XX.
¿ A quién se refiere Antoni Domènech con este “Nosotros” ? En un momento lo concreta : el movimiento obrero, las clases populares, los pueblos colonizados, los humillados y condenados de la Tierra. Pero en otros momentos parece referirse a esta tradición republicana, democrática y revolucionaria de la que se siente parte. Si nos referimos al primer aspecto podemos afirmar que Antoni Doménech no es ni un humillado ni un condenado de la Tierra, ni forma parte de un pueblo colonizado ni del movimiento obrero. ¿ Forma parte de las clases populares ? Concepto ambiguo en el que no le incluiría. A menos que quiera decir que las clases populares son las que se inscriben en esta tradición republicana, democrática y revolucionaria. Pero ¿ no es esto una falacia ? ¿ no se define a partir de lo que quiere definir ? ¿ no se está inventando una tradición en función de sus deseos y expectativas ? ¿ no está construyendo él una tradición con los mismos instrumentos que lo que desconstruye, que es la tradición liberal ?. En su currículum Antoni Domènech nunca se olvida de colocar que fue “un resistente en su juventud al franquismo”. Pero lo fue como lo fuímos tantos otros, muchos de los cuales forman parte de lo que él denomina la burguesía y sus representantes, ya que muchos de ellos son ahora políticos de CiU o incluso del PP.
No existe propiamente este movimiento al que se refiere con el “Nosotros”. Ya nos gustaría. Porque en todas estas honorables luchas que cita ni siquiera la izquierda en el sentido más amplio puede considerarse protagonista. Empecemos por lo más fácil : cualquier análisis mínimamente serio nos mostraría que los renovadores del arte, d ella literatura y de la música no forman parte de estos movimientos populares y que muchos de ellos eran además políticamente de derechas o incluso nazifascistas. También es muy discutible que las luchas contra las tiranías estalinistas las hayan llevado a cabo movimientos obreros y populares que podamos situar en esta tradición republicana radical de la que se reclama. Si hablamos de la descolonización o las luchas por la autodeterminación también es muy discutible que haya sido abanderada por esta izquierda republicana. Son movimientos muy heterogéneos que no pueden enmarcarse en una tradición.
Concretemos, de todas maneras, un tema que me parece muy interesante y en el que la aportación de Doménech es fundamental. Se trata de desmontar el mito liberal que presenta la democracia como una conquista de su propia tradición. Domènech dice y repite, y lo hace certeramente, que el término liberalismo se utiliza a partir de 1812 en las Cortes españolas de Cádiz y que es retomado después en Francia por la monarquía orleanista : el liberalismo defendía una monarquía constitucional con sufragio censitario. También me parece interesante precisar que si hemos de buscar en Hobbes el antecedente del concepto liberal de
libertad. Igualmente que es anacrónico y falso considerar a John Locke, Adam Smith, Kant ) como liberales. Tiene razón, pero es igualmente sería anacrónico y erróneo integrarlos en la tradición republicana que defiende. Locke podría ser un republicano pero defendía un sufragio censitario y masculino. Consideraba además uno de los derechos inalienables la propiedad. Aquí hay que afinar y Domènech lo hace, con rigor, sobre lo que entendemos por propiedad. Hay tres formulas : 1) la propiedad común comunmente apropiada ( lo común) ; 2) La propiedad privada comunmente apropiada ( por ejemplo las cooperativas) . 3) La propiedad privada exclusiva y excluyente. Pero aquí hay que diferenciar que una es que surge del propio trabajo personal y otra la que surge de la explotación del trabajo asalariado. Entramos así en una formulación radical de Antoni Doménech : el trabajo asalariado como esclavitud parcial incompatible con la idea de ciudadanía. Volveré sobre el tema.
El planteamiento constitucional básico, continúa A.D.,que es su consideración de que toda propiedad, incluso la privada, tiene un carácter social. Hay un aspecto que también me parece central que es la consideración de la ley como fundadora y no limitadora de la libertad. Aquí sitúa muy bien Domènech el debate entre la concepción liberal ( heredera de Hobbes) y la republicana ( heredera de la Roma republicana, Francisco de Vitoria, Locke y Kant) de libertad. ¿ porqué no cita nunca a Spinoza, por cierto ). La liberal contrapone la ley y el derecho. Los derechos ( entre los cuales la libertad) son subjetivos y la ley es la limitación de estos derechos que regula la convivencia. Para los republicanos es la ley la que que funda la libertad, es decir el derecho, la que lo constituye de manera inalienable. Es muy sugerente este planteamiento, que sin afirmar unos “derechos naturales” no cae en el positivismo jurídico. Hay unos derechos que se afirman al entender al hombre de una manera ciudadana, es decir, republicana. Los derechos humanos, formulados en la declaración de 1948, son entonces para Antoni Domènech no una invención sino una reformulación de unos derechos anteriores conquistados por el pueblo, que la reacción a la Revolución eliminó durante el siglo XIX y parte del siglo XX. Porque la Revolución francesa, nos dice muy lúcidamente, no fue u na revolución burguesa sino una revolución democrática radical, social y republicana que fue aplastada por la reacción burguesa. A diferencia de los liberales, los republicanos entienden la autoridad política como una autoridad delegada por el pueblo, no soberana ( otra vez Locke contra Hobbes). Hay, por tanto, una tradición republicana emancipatoria. Esta tradición la podemos remitir a la Roma republicana, a Francisco de Vitoria, Locke, Adam Smith y Kant en su versión más moderada y se radicaliza en forma de democracia plebeya en Robespierre y Marx, que la ligaría a la democracia como gobierno de los pobres en Atenas. El marxismo, hasta llegar a la versión bolchevique, considera que ha sido fiel a este planteamiento. Lo fue, por ejemplo, Rosa Luxemburgo. La incapacidad de Bernstein y de Pablo Iglesias, dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán y del Partido Socialista Obrero Español, considera A.D., basa su tibieza frente a la monarquía y su falta de radicalidad republicana. Frente a esa tradición revolucionaria hay la contrarrevolucionaria, que adopta formas liberales o nazifascistas. El neoliberalismo es para Domènech una contrarrevolución que si tiene apoyo popular es por “la idiotización de la clase trabajadora.”
Pasemos ahora a analizar críticamente la sistematización interesante que nos hace Antoni Domènech. Las cinco puntos del Pacto social posterior a la Segunda Guerra ; los cinco movimientos reaccionarios del Gran capital a través del neoliberalismo ( para desmontar las conquistas derivadas del consenso anterior); finalmente las cinco propuestas que nos formula para avanzar hacia el socialismo.
A) Los cinco puntos del consenso :
1) Regularización monetaria y financiera.
- Constitucionalización de la empresa ( introducir los derechos de reunión, asociación, representación ) y derechos laborales ( jornada limitada, vacaciones...)
- No contraponers a la oligopolística de los mercados.
- El sufragio universal : consolidación del masculino y aparición del femenino.
- La partición geopolítica del mundo en esferas de influencia.
La expresión “Estado del Bienestar” no le gusta. De todas maneras al eliminar la palabra acaba perdiendo un proceso importante, sea dicha de una manera o de otra, que es la tendencia a la universalización de los servicios públicos de educación y sanidad y la dignificación de las pensiones.
De estos puntos el primero, segundo y cuarto tienen un sentido positivo para los trabajadores y debe considerarse una conquista social contra el gran capital.
B) los cinco mundo de la ofensiva neoliberal de la remundialización capitalista :
- Desregularización monetaria y financiera.
- Pérdida de la constitucionalización de la empresa. Pero ¿ No sería mejor hablar como todo el mundo y decir derechos laborales y democráticos de los trabajadores ?
- Apuesta desmesurada a favor de la tendencia al monopolio y al oligopolio.
- Deriva de la participación democrática y electoral.
- Hegemonía militar de EEUU.
Domènech tiene bastante razón. Se olvida, de todas maneras, de la privatización de los servicios públicos, del “Estado de Bienestar”. Esto forma parte del mismo proyecto que la desrregularización monetaria y financiera, la ofensiva contra los derechos laborales y sociales y la deriva de la participación política. Es el neoliberalismo como proyecto global : económico, político y social. Si Antoni Domènech no fuera tan autosuficiente y elitista sabría que este proyecto es algo más que la ofensiva del Gran capital, tolerada por la “idiotización de una gran parte de los trabajadores”. Sabría que es un proyecto diseñado de manera inteligente y sistemático, que pasa por potenciar la libertad individual de los individuos, la responsabilidad de la propia vida, la iniciativa personal, la gestión de la propia vida. Pasa por la crítica al estado paternalista y a la burocratización de la vida social. Si se molestara en leer el último Foucault ( cosa que no hará por sus prejuicios ) se daría cuenta. Todavía mejor si leyera a Nikolas Rose, que como huele a foucaltiano tampoco lo catará. Los trabajadores no son tan idiotas como cree Antoni Domènch. Siguen un señuelo atractivo : trabajar para comprarse una casa agradable, para viajar, para tener un buen televisor.
Pasemos ahora a sus propuestas:
- Regulación financiera y monetaria. Impuestos financieros a las transacciones y democratización de instituciones como el FMI.
- Democratización radical de la empresa : constitucionalización republicana de la empresa
- Desaparición de los monopolios y oligopolios, favorecer el mercado realmente libre prohibiendo la publicidad.
- Garantía de la renta básica universal como base material de la ciudadanía.
- Disolución de los ejércitos con una fuerza disuasiva bajo mandato de la ONU. Domènech ya dice claramente que el cumplimiento de los puntos 2 y 3 sería el final del capitalismo. Pero ¿ que és el capitalismo ? Domènech insiste en que Marx y Engels no hablan de capitalismo sino de modo de producir capitalista. No le gusta la palabra capitalismo porque le recuerda el odiado estructuralismo escolástico althusseriano y porque, como siempre, tiene que repartir sus perlas de sabiduría. Pero quizás el estructuralismo histórico de Immanuel Wallerstein pueda decirle algo, con su diferencia entre duración y tiempo. Porque nos permite entender lo que es estructuralmente el capitalismo y cual es su lógica, que es la del aumento constante de capital en industrias punteras que tienden al monopolio y al oligopolio y que se basan en el intercambio desigual entre paises centrales y periféricos. En este sentido Domènech tiene razón, no es el mercado el problema. Cuando hay un poder político que lo domina y lo regula y es capaz de canalizar esta lógica del beneficio hacia la del bien común, ya no hay capitalismo. ¿ Como hacerlo ? ¿ Habla Domènech de empresas autogestionadas ? Más bien parece que la conclusión lógica de su discursos es que el mercado solo debería estar en manos de cooperativas y autónomos ( el trabajo asalariado es esclavitud parcial, dice). Quizás, entonces, los servicios públicos estaría gestionados por funcionarios ( que no serían asalariados de un capitalista). La empresa autogestionaria sería solo posible en las cooperativas. Las empresas públicas no pueden ser autogestionarias porque deben seguir las líneas políticas decididas por las instituciones públicas democráticas. Podríamos pensar entonces en unas sociedades con servicios e instituciones públicas fuertes, algunas internacionales, de las que un FMI democrático y la ONU como fuerza de paz.
Tendríamos entonces una sociedad en la que algunos, voluntariamente, trabajarían de manera autónoma o en cooperativas para conseguir más recursos que los que da el gobierno a través de los servicios públicos y la renta básica. Debería pensarse si esto es un ideal socialista. En primer lugar porque creo, como John Sturat Mill, que todo el mundo tiene una deuda con la sociedad. Deuda que debe cubrir respetando los derechos de los otros y aportando un trabajo. Otra cosa es que la noción de
trabajo sea amplia. También que se consolidaría una división entre dos grupos sociales, con niveles de renta muy diferentes. No es que yo defienda un igualitarismo radical pero no veo claro este planteamiento. Otra cosa es una renta mínima para los que, por causas justificadas, no puedan trabajar.
Como siempre, materiales para el debate.