La filosofía no es, para Pierre Hadot, un discurso. Son textos que nos dicen lo que hemos de hacer: como mirar, como pensar, como actuar. Los textos filosóficos son, por tanto, prescriptivos. La tradición clásica grecolatina entendió la filosofía como una práctica. No se trata de una teoría sobre como pensar, sino de una práctica del pensar adecuado. No se expone un discurso sobre como es el mundo, sino que se ensña a mirar el mundo. No es tampoco una teoría sobre como actuar bien : es el ejemplo de una conducta justa. La diferencia entre filosofía teórica y práctica, bajo este planteamiento, no tiene sentido. La noción de
theoriaen sus orígenes quiere decir contemplación. La mirada es ver las cosas de una determinada manera y este ver las cosas nos conduce a una manera de entenderlas y de actuar. El filósofo no es el que dice lo que hay que hacer sino el que lo hace. Su propia conducta, su propia vida y su propia práctica lo muestran como un sabio. En la
alegoría de la caverna Platón nos explica que el que se libera de las cadenas es el que deja sombras: es el que ve las cosas tal como son. No se trata de saber más, sino de mirar las cosas desde otro ángulo. Pero el filósofo no nace, el filósofo se hace a partir de un aprendizaje. Este aprendizaje no es un estudio de textos. Es el resultado de un trabajo interno que él llama ejercicios espirituales. Entiende por
ejercicio espiritual la transformación interna orientada a la superación del yo para entrar en una perspectiva universal, que es a la vez humana y cósmica. Lo prefiere a
ejercicio intelectual porque es mucho más integral, más global. Es una noción a la que llega por exclusión de las otras posibilidades, aunque sabe que se presenta a la confusión, a la ambigüedad. Pero a pesar de todo elige este término porque es el único que hace referencia a la totalidad psíquica, no solo al aspecto intelectual. Se trata, es definitiva, de un arte de vivir que compromete totalmente la propia existencia. Es una educación orientada a hacer todo el bien posible y que evita hacer el mal. La filosofía nos hace necesariamente mejores, más veraces y más buenos. Todo esto no quiere decir que los textos no valgan. Valen, pero no como un discurso enunciativo sino como un discurso prescriptivo. Se trata de una conversión, que es fenómeno mediante el cual te transformas en alguien diferente. ¿ Que es lo que cambia ? No una supuesta identidad personal : Hadot es poco intimista, poco psicologista. Cambiamos nuestra mirada, nuestro pensamiento, nuestros actos Ellos son los que son los que nos hacen ser lo que somos: actos cognitivos, actos percectivos, actos conductuales.
La filosofía es una conversión. Pero Hadot dice algo sorprendente : lo que nos convierte no son las religiones, lo que nos convierte es la filosofía. Las religiones son básicamente rituales. Únicamente el budismo parece entender su práctica como una conversión, a través de la noción de
iluminación.En otras tradiciones religiosas solo aparecen experiencias muy puntuales de conversión, como la de Pablo de Tarso o Agustín de Hipona.¿ Qué son, entonces ,los ejercicios espirituales ? Hadot los va explicando a lo largo de sus trabajos.Los ejercicios tienen que ver siempre con la propia vida : se trata de aprender a vivir de manera justa. Es también una conversión que nos hace mejores y que funciona como una terapia de las pasiones.
Veamos algunos ejemplos de este tipo de ejercicios. El primer ejercicio tiene que ver con la atención. Es un trabajo para conseguir una atención adecuada y plena. Este ejercicio es fundamental. Depende de él el ser capaz de mantener la actitud adecuada delante de las cosas. Lo vemos sobre todo en el estoicismo, es una de las escuelas filosóficas antiguas que más ha trabajado Hadot. Le interesa sobre todo del estoicismo la práctica que consiste en aplicar con cuidado una serie de principios fundamentales. Hay que saber aplicarlos a las diversas situaciones concretas que vivimos, por lo que deben estar totalmente interiorizados, que quiere decir, entre otras cosas, memorizados. Se consigue meditando sobre cada regla vital. La memoria no es algo mecánico, es un ejercicio de la inteligencia que nos permite actualizar lo que sabemos. El ejemplo paradigmático son las
Meditaciones de Marco Aurelio. Las meditaciones pertenecen al género de lo que los antiguos llamaban
hyponnemata, que quiere decir escribirse o hablarse a uno mismo. No son diarios íntimos ni ejercicios de estilo, en el sentido moderno del término. Pero no son tampoco una forma de autoconocimiento. No es éste el sentido que recoge Hadot. De lo que se trataba era de escribir unos dogmas, que son , en este caso, los propios de la escuela estoica. Escribirlos para tenerlos presentes, para recordarlos de manera permanente, para no olividarlos. Las meditaciones son una especie de guía práctica que utilizaba Marco Aurelio, para orientarse en las cuestiones cotidianas. Él escribía para sí mismo, sintiéndose parte la escuela a la que pertenecía, que era el estoicismo. No se trata de ser original ( no hay que crear conceptos, como decía Deleuze) sino de vincularse a una tradición. Esta tradición tiene unos fundadores, que son Zenón y Crisipo, atenienses del siglo III A.C., cuyo lema era vivir de acuerdo con uno mismo, de una manera coherente. Pero este
uno mismono es el yo singular, sino la Razón Universal. Hay unas reglas establecidas, unos dogmas que hay que aceptar, que son los de la escuela a la que se pertenece: el estoicismo. Lo que cambia de un filósofo a otro es el estilo personal, la manera de enseñar o la presentación de la doctrina. El estoicismo nace como fusión de la ética socrática, la física heraclitiana y la argumentación aristotélica. Parte de la aceptación racional de la Unidad de todas las cosas, marcadas por una Lógica ordenadora que les dan un sentido. El filósofo aspira únicamente a la perfección moral, a la sabiduría. El discurso teórico sirve para orientar la acción, porque su finalidad es práctica y su horizonte es universal. No está dirigida a una élite, ni intelectual ni social. El esclavo Epicteto es reconocido como Maestro por el emperador Marco Aurelio. Epicteto habla de crear un margen de libertad con respecto a nuestro entorno, porque ser libre significa crear un espacio interno en el que aceptamos lo que no depende de nosotros y actuamos de la mejor manera cuando sí depende de nosotros. Ser libre es entender y asumir los propios límites. A partir de Epicteto, Marco Aurelio defiende la triple disciplina del deseo, del juicio y de la acción. Primero hay que entender cual es el proceso que encadena estos tres elementos. El alma recibe imágenes, forma un juicio a partir de ellas y de este juicio se genera un deseo. La disciplina del deseo nace de la Física, que no es otra cosa es la contemplación de la Unidad de todas las cosas. Nos enseña a contemplarlas en su globalidad y en su necesidad. Las cosas son lo que son y no pueden ni deben ser de otra manera. No hay que querer
lo no tenemos y nos gustani evitar
lo que tenemos y nos disgusta. Pero sí hay que buscar el bien y apartarnos del mal, el resto debe ser indiferencia. Luego tenemos la disciplina del juicio, que se basa en la lógica, en la objetividad, en la capacidad de ver las cosas tal como son, sin distorsionarlas por la subjetividad de nuestras emociones. Hay que vivir siempre en el presente, no de la nostalgia del pasado ni de la esperanza del futuro. Es el
carpem diem de Horacio y en este sentido hay un planteamiento similar en los estoicos y los epicúreos Hay que huir de la fantasía, que nos evade del presente, que es lo único real, hacia mundos imaginarios. Finalmente tenemos la disciplina de la acción a través de la ética, que nos dirige hacia la acción correcta, a la que debemos entregarnos sin quedarnos a medias, sin dispersarnos. La atención debe ser plena y hay que hacer lo correcto, pero siempre con una cláusula de reserva, que es aceptar pueden haber circunstancias externas impidan la acción. Pero hay que intentar invertir el obstáculo y transformarlo en una oportunidad para una buena acción, siempre que sea posible. Previamente es necesario que sepamos que prever las dificultades para plantear la acción de una manera realista. Lo que importa es la pureza de la intención, son los principios, como más tarde formulará Kant. Hay un rechazo de un planteamiento moral basado en las consecuencias, como plantearán los utilitaristas o los pragmatistas. Pero para todo ello es necesario un trabajo interior que nos conduzca a una autodisciplina serena. Es la paradoja entre necesidad y libertad. Aunque todo está determinación, nuestra libertad forma parte de este proceso. diferencia de los epicúreos es la prioridad que dan los estoicos, en su mayoría, a la política. Hay que ser justo y ser justo significa dar a cada cual lo que merece. Quizás podríamos definir su propuesta política como un opción aristocrática con elementos democráticos, lo cual les diferenciaría en este último aspecto de Platón. Hay una especie de voluntad de moralizar la política con una idea de
piedad como humanidad, no como compasión. Hadot tiene la virtud de añadir a la opción estoica del deber la idea de gozo, de alegría. En este sentido podemos considerar a los estoicos como antecedentes de Spinoza : la Unidad de Todo con la lógica interna de la necesidad, de la libertad como transformación de la necesidad, de la aceptación alegre de lo que hay. Hadot estable una conexión que, aunque arriesgada no deja de ser sugerente, con Nietzsche. La afirmación del presente puede releerse en el
Amor fati del filósofo alemán. Hadot estudia a fondo a Sócrates, a Platón y al neoplatonismo y al estocicismo, aunque sin dejar de lado las otras escuelas antiguas. Se define como un ecléctica, lo cual no deja de resultar excepcional. Excepcional porque raramente alguien se define como ecléctico, aunque lo sea. Hadot sabe bien de lo que habla y tiene la capacidad de coger de uno y de otro lo que considera lo mejor dentro de una línea absolutamente coherente. En cierta manera es el estoicismo la escuela con la que parece identificarse más pero siempre quiere evitar una lectura triste de los estoicos, lo que le lleva a equilibrarlos con los epicúreos. Pero Hadot mantiene que la filosofía como forma de vida y como práctica se mantiene en un sector de filósofos modernos y contemporáneos, De los modernos el primero que seduce a Hadot es Montaigne. Los escritos de Montaigne tienen plenamente este aspecto práctico de la filosofía como arte de vida. Son lo contrario de una filosofía sistemática o discursiva. Podemos resumirla en una anécdota plenamente significativa. Cuando un amigo le comenta a Montaigne en una carta que no tiene nada que contarle porque no le ha pasado nada especial, la respuesta de Montaigne es genial : "¿ Cómo ? ¿ No has vivido ? Esta no es sólo la fundamental ,sino la más ilustre de las ocupaciones... " Pero una de las grandes pasiones de Hadot es la lectura de Goethe. En él destaca la importancia de centrarse en el presente, plenamente. Para Goethe es fundamental la transformación ética y estética de lo cotidiano, el saber vivir con alegría, gozar de estar vivo . Goethe hereda de los clásicos y la reactualiza esta la concepción del hombre, tan presente igualmente en Spinoza, del ser como plenitud. La idea de la vida humana como carencia estructural, como falta, como ser angustiado por su finitud, es más moderna, aunque tenga una procedencia cristiana. Esto no quiere decir que el sentimiento de angustia fuera ajeno a los clásicos, pero no ocuparon nunca un lugar fundamental. Fue a partir del romanticismo que adquirió este carácter central. Pero el proceso es complejo. Schopenhauer es, en parte el colofón de esta concepción del hombre como estructuralmente insatisfecho, pero lo combina también con propuestas concretas sobre el arte de vivir desde una tradición que tiene un excelente representante en Baltasar Gracián. Es un planteamiento que podemos situar dentro de una tradición escéptica en la que podría incluirse a Montaige. Todo ello desembocará en la filosofía de Heidegger y en el psicoanálisis de Lacan.Volviendo a Goethe resulta muy interesante su propuesta de
mirada desde lo alto, otro ejercicio espiritual importantísimo para Hadot. Se trata de situarse, por un lado, en una perspectiva global y por otro de verlo todo desde arriba. Un precedente es el ejercicio espiritual a través de la visualización de
un vuelo cósmico imaginario.Es una contemplación sublime del tiempo y de la realidad, que nos libera de las ilusiones de la individualidad. Pero también me recuerda a Nietzsche, que hablará posteriormente como de
la perspectiva de pájaro del hombre noble frente a
la perspectiva de rana del hombre servil
. Hay también en Goethe una reflexión muy interesante sobre la relación entre el Daimon ( carácter) y la Tyche ( fortuna). La vida entendida como la interacción de las determinaciones internas y externas. Hay que saber también aprender a morir, plantea también Hadot recuperando la frase con la que Platón define a la filosofía. ¿ Quiere decir que hay que prepararse para la muerte ?. Esta era la lectura que le hacía Nietzsche y por ello le condenaba como un una filosofía con voluntad de negar la vida. Pero Hadot plantea otras lecturas de lo que afirmó aquí Platón. La primera es que hay que ser fiel al Logos lo cual quiere decir que hemos de ser capaces de correr el riesgo de perder la vida ( como le pasó a Sócrates) por la virtud. Hay que liberar la razón de las pasiones. Para los epicúreos la conciencia de la muerte implica ser consciente de la finitud de la vida y aprovecharla. El estoico descubrirá, en la enseñanza de la muerte, el aprendizaje de la libertad.
Continuemos con otros ejercicios espirituales que nos propone Hadot. La lectura también es fundamental como ejercicio espiritual complementario. Hay que aprender a leer, lo que significa detenernos, liberarnos de nuestras preocupaciones, replegarnos sobre nosotros mismos, dejando que los textos nos hablen. Hacer un inmersión en el texto. De lo que se trata es de llegar a un estado de apertura al otro, entre la no-sabiduría y la sabiduría. Lo primero que hay que saber para entender un texto es cual es la intención del que escribe y a partir de aquí podemos sopesar y valorar lo que dice. Pero antes de criticar hay que escuchar, hay que entender. Lo cual nos lleva a una cuestión más amplia que es la del significado del diálogo. Hay que saber también lo que quiere decir dialogar. Pero dialogar no es el encuentro de dos monólogos compartidos porque es, sobre todo, saber escuchar al otro, entender su lógica. Es un equilibrio muy sutil porque tampoco podemos suspender nuestro juicio para someternos al del otro. No se trata de quedarse en la lógica propia ni entrar en la del otro. Es un ejercicio espiritual practicado en común y que invita a cada cual a examinar su conciencia, a dirigir la conciencia sobre sí mismo. El diálogo es un tipo de combate espiritual que obliga a uno mismo a cambiar el punto de vista. La función del diálogo se la de someterse al Logos, a la Verdad, ir hacia el Bien, como toda alma desea. Esto quiere decir que el combate no es contra el otro porque los dos buscan lo mismo. El combate es contra las apariencias del saber, contra la falsedad, contra la vanidad, contra la soberbia. Pero también contra el miedo a decir la verdad.