Escrito por Luis Roca Jusmet
Llevo cuarenta años leyendo a Nietzsche. Empecé de adolescente, cuando me interesé por algo que llamaban
el existencialismo. Al margen de aquellos impresentables manuales del tema que cayeron en mis manos y me que me tragué sin sentido crítico, enseguida empecé a leer a Nietzsche. El libro que leía y releía era
Así hablaba Zaratustra, perfecto libro para la época juvenil, por su estilo épico y poético al mismo tiempo. La lectura me sacudió en muchos sentidos. Hoy el libro me sigue pareciendo interesante pero no me gusta su estilo grandilocuente. Forma parte de un aspecto de Nietzsche que no comparto que es su estilo profético. Este delirio de grandeza que desprecia lúcidamente Cioran cuando dice que prefiere a un emperador cansado como Marco Aurelio que a al arrebato casi adolescente de un Nietzsche con sus sueños proféticos. Ahora bien, hay fragmentos de Zaratustra como el de "Las tres transformaciones" o "El último hombre" que me parecen geniales.
He ido leyendo y reflexionando sobre los textos de Nietzsche durante muchos años. Cada vez me han interesado menos las grandes teorías de Nietzsche y más los matices. "El crepúsculo de los ídolos" y "Más allá del bien y el mal" son mis libros preferidos. Podría añadirle "Ecce homo", libro autobiográfico vital y filosófico insólito y excepcional que hay que leer con distancia irónica. "El anticristo" es interesante en muchos aspectos, aunque su carga anticristiana le da una tonalidad excesiva. Hay fragmentos muy buenos, como los de la comparación entre cristianismo y budismo o la aproximación a la figura de Jesús como comparable al "Idiota" de Dostoeivski, que me parece genial.
Los libros mal llamados de la "etapa ilustrada" ( Nietzsche siempre fue un antiilustrado ) como "La gaya ciencia", no tienen desperdicio y son realmente expresión de un espíritu libre.
"El nacimiento de la tragedia" es un libro con el que no me identifico, al margen de algunos aspectos sugerentes, como el tratamiento de la tragedia. "Verdad y mentira en sentido extramoral" es, en cambio un texto juvenil y póstumo que me parece muy interesante.
"La genealogía de la moral" es un ensayo muy potente pero tiene fragmentos que expresan lo peor de Nietzsche. Lo peor en el sentido que es lo que da juego a las peores influencias de sus escritos : una concepción del hombre absolutamente jerárquica donde se confunde la voluntad de poder con el dominio sobre el otro.
Otros pensadores contemporáneos que me interesaron me llevaron otra vez, indirectamente, a Nietzsche : Ernest Jünger, Georges Bataille y Michel Foucault.
Nietzsche me acompaña, de esta manera, con sus pensamientos, no con sus proclamas. La voluntad de poder como teoría ontológica no me interesa demasiado. El eterno retorno, que Nietzsche es sugerente como hipótesis ficticia que nos interpela sobre nuestra apuesta por la vida. La teoría del super-hombre, por mucho que se entienda como el hombre que se supera a sí mismo no me convence.
Me interesa de Nietzsche su ontología del presente : su diagnóstico sobre "La Muerte de Dios" y la aparición del nihilismo. Con su teoría de los valores Nietzsche acaba la ruptura que se inicia con Spinoza y con Hume de que no hay hechos morales. Me identifico también con su apuesta trágica por la vida, que significa que vale la pena vivir a pesar de la conciencia de la finitud humana y del dolor inevitable. Vive quien lo hace con intensidad, quien hace de su vida un experimento, es decir el aprendizaje de una experiencia consciente.
La fuerza de Nietzsche está por tanto en su propuesta ética. Los lectores políticos de Nietzsche que quieren demostrar que su doctrina es reaccionaria o incluso fascista se olvidan de lo fundamental o simplemente no le entienden. Que políticamente fue antiigualitario, antidemocrático, antisocialista i antiilustrado es claro y nunca comulgaré con él en esto. Todo lo contrario. Pero prescindo de sus comentarios políticos porque no me parece que sean consecuencias de las propuestas éticas que me interesan. Nietzsche no hace ni quiere hacer una filosofía sistemática. Puede ser una caja de herramientas para lo que uno quiera aunque, eso sí, hay que leerle con atención y hacerle decir lo que no dice. Nietzsche, de todas maneras, no tiene ningún hilo conductor con el fascismo ni con el nazismo, por mucho que quisiera forzarlo su hermana.
Quiero leer a Nietzsche con alegría, dejándome llevar por lo más ligero de sus pensamientos, por sus matices, dejándonos impregnar por su energía vital, por su intensidad. Acepto su invitación a hacer de nuestra vida una experiencia singular. Pero no puedo dejar de entenderlo fuera de un universalismo moral y de una defensa de la igualdad de derechos. Nunca aceptaré su concepción jerárquica y antiigualitaria del hombre. En este sentido nunca me he considerado un nietzscheano.