Escrito por Luis Roca Jusmet
Tengo 61 años. Según el sabio Séneca soy un viejo ,porque considera que la vejez empieza a los 60 años. Me parece bien. No quiero que me digan que parezco más joven mucho menos que parezco joven. Quiero que me llamen viejo, porque lo soy. Lo llevo bien, no lo parezco pero lo soy. Tengo vitalidad, porque la vejez no quiere decir perder la vitalidad. Es un proceso biológico vital, pero hasta la muerte estamos vivos y no hay porque renunciar a vivir con intensidad, siempre con las fuerza de las que disponemos. No solo perdemos con el paso de la edad, también vamos ganando, o deberíamos ir ganando, sabiduría.
No hay que resistirse al paso del tiempo. Somos cuerpos limitados en el espacio y finitos en el tiempo. Nos desplegamos en una duración, en un proceso. Nacemos, vivimos y morimos. Quizás sea, como dicen los budistas, un proceso circular: venimos del Vacío y volvemos a él. La vida de cada cual es una unidad que se inicia en el momento de la concepción y acaba con la muerte biológica.
Hay que preocuparse por la vida, no por la muerte, decía Spinoza. La muerte no existe, decía Epicuro, porque morir es no ser. Solo somos cuando vivimos. Pero aprender a vivir es aprender a morir, en el sentido que sabemos prepararnos para el momento de la muerte. Séneca decía precisamente que la vejez era la culminación de la vida, que era cuando nos podíamos ocupar de nosotros mismos.
La tradición china complementaba el confucionismo con el taoismo. Confucio nos enseña a vivir adecuadamente en sociedad y el taoísmo a retirarnos en la vejez, a vivir tranquilos en comunión con la naturaleza. Pero cada cual sabe cuando retirarse, aunque quizás sin retirarnos de la vida social ganamos en serenidad. Pero uno no se retira nunca de la vida.
Soy un viejo con ganas de vivir, de pasarlo bien, de no renunciar a los placeres de la vida. Quizás cuando seamos ancianos, a partir de los 80 años, ya podemos ir preparándonos para la retirada, que es la muerte. Pero también sin prisas, ya que mucha gente de más de 80 años tiene todavía vitalidad y ganas de vivir. Aunque finalmente nadie sabe los días que le quedan. La vida puede estar deue terminada, ser una película ya rodada. O la vamos rodando a medida que vivimos. En todo caso, nada sabemos del futuro, exista o no en nuestra experiencia presente.