Escrito por Luis Roca Jusmet
Al hablar del discurso político me refiero al discurso de la política y no de los políticos. Hay que saber analizar un discurso político entendiendo su estructura y funcionamiento. Un discurso es siempre un encadenamiento de enunciado, que a su vez están formados por conceptos.
Empecemos por los conceptos, que son convencionales pero no arbitrarios. una alternativa entre el realismo y el nominalismo. Para los realistas los conceptos captan formas comunes reales de las cosas y para los nominalistas son puros nombres. Para los realistas críticos seleccionamos propiedades comunes a partir de la lógica empírica, es decir de una racionalidad ligada a la experiencia. Esto, por supuesto, cuando hablamos de conceptos de describen el mundo real. otra cosa son las ideas normativas morales o políticas, que evidentemente tienen un carácter performativo. en el sentido de que es la conceptualización la que crea la realidad. Podríamos decir que los primeros tratan de hechos y los segundos de valores. Por ejemplo, formamos un concepto de velocidad o de planeta a partir de nuestra experiencia perceptiva. Podemos considerar que la velocidad o los planetas existen aunque no los percibamos.Pero la justicia existe porque hemos inventado la idea de justicia. Sin idea de justicia nada sería justo o injusto. Hay que saber diferenciar los conceptos de las ideas.
A partir de los conceptos formulamos enunciados, que son afirmaciones o negaciones. Pero hay enunciados que afirman o niegan hechos o relaciones de hechos y como tales podemos considerarlos verdaderos o falsos. Por ejemplo : En la República Popular China la pena de muerte es legal. Pero hay enunciados de valor que hacen referencia a ideas morales o políticas. Por ejemplo : la pena de muerte es injusta. Hay que saber diferenciar los enunciados de hecho y los de valor.
Cuando encadenamos los enunciados tenemos un discurso, que puede ser informativo o argumentativo. Los encadenamientos son diferentes en el primer caso y en el segundo. En el primer caso debe funcionar una relación entre ellos. En el segundo hay una relación lógica que implica que hay unos enunciados de los que partimos y una conclusión a la que llegamos. La relación entre ambos puede ser segura o probable. En el primer caso se trata de lo que técnicamente se llama un argumento deductivo, al que llegamos por pura lógica. En el segundo es un argumento no deductivo. Puede ser inductivo, cuando hacemos una generalización basada en una muestra repetida. Un argumento probable, que es una deducción de partir de premisas que son probables. O también hay argumentaciones razonables, que son una serie de premisas que lógicamente conducen a una conclusión, que aunque no es segura es muy probable. es la que se utiliza normalmente a nivel jurídico. De todo lo anterior podemos considerar que la mayoría de argumentos no llegan nunca a una conclusión absolutamente segura, peor que con ellos hemos de lidiar en la vida cotidiana.
En los discursos políticos hay que huir, por tanto, de las certezas. Pero no de la racionalidad en las argumentaciones ni en los valores.Otra cuestión es la retórica, que hace referencia a la manera de decir lo político de la mejor manera posible. Pero la retórica no puede desligarse del rigor argumentativo si no queremos caer en la demagogia o la manipulación. Hay que situar aquí la parreshia, tal como la trabajó Michel Foucault en sus últimos cursos. Se trata de un concepto fundamental de la idea griega de democracia, que hacía referencia a la necesidad de veracidad en los discursos. Era una de las condiciones de una democracia real, el que los dsicursos políticos, el discurso político, fuera veraz. Veraz no significa verdadero, porque la política está configurada por valores y no por verdades. Significa que partimos de enunciados verdaderos, que las argumentaciones son coherentes y que las propuestas son claras. Significa también que no decimos lo que el poder quiere oir o lo que la gente quiere escuchar.