En primer lugar, por interés económico: los casos llamativos, sean o no representativos, atraen la atención y aumentan los niveles de audiencia. Es aquello de good news, no news. Así, los medios se interesan por esa realidad hecha de novedades, innovaciones (artefactos, tecnologías), sucesos accidentes, conflictos y supuestos desastres.
En segundo lugar, los grupos privados bien organizados trabajan con mucho ahínco para promocionar la atención pública hacia determinados riesgos en particular. Unos grupos pueden ser altruistas (por ejemplo, ONG ambientalistas); otros, enteramente guiados por su propio interés lucrativo. En ambos casos, sin embargo, la estrategia es compartida: seleccionar y publicitar un incidente para volverlo prominente para el público (intenso, vívido y saliente emocionalmente), de modo que la cuestión de la probabilidad quede obviada. Los terroristas mismos son el ejemplo más extremo en la utilización de sucesos de alta visibilidad.
Andábamos hoy comenzando con las ideas iniciales de la Crítica de la razón pura de Kant, una de las obras más citadas de la historia de la filosofía, aunque no por ello más leida. Llevados de la mano del autor alemán comparábamos la situación de la metafísica y de la ciencia: mientras que esta anda ya por el “seguro camino” del conocimiento, aquélla sigue aún perdida en sus preguntas iniciales. Llevados por ese incondicional amor hacia la filosofía, sus preguntas y respuestas, me decían los alumnos que, efectivamente, la filosofía es lo único que no ha progresado desde el inicio de la historia. Y me ponían dos ejemplos que merece la pena comentar por extenso, tratando así de ampliar el debate a través de esta bitácora. En su opinión, la política y el arte progresan, mientras que la filosofía está estancada. El progreso político, en su opinión, se veía claro por la tendencia a la democratización de los países (sin saberlo, algún alumno reformulaba las tesis del fin de la historia). Y en el arte nos topamos con un buen obstáculo en el camino: ¿Qué significa progresar en arte?
En opinión de los alumnos, el arte progresa porque consiste en una creatividad permanente, de manera que cada tiempo es capaz de superar al anterior y de aportar nuevas perspectivas, nuevas formas de desarrollar el arte del que se trate. Sin embargo, es un tema que, personalmente, no veo tan claro. Quizás llevados por esquemas casualmente hegelianos, encontramos que hay ciertas tendencias artísticas pendulares y cíclicas: de lo bello a lo feo, de lo sencillo a lo complejo, del orden al desorden, de la simetría a la asimetría. El arte bascula de unos a otros valores según las épocas, como lo hacen tantas y tantas cosas, desde la moda, a los turnos de poder pasando por los triunfos deportivos. Si este esquema es válido, ¿se puede hablar de “progreso” en el terreno del arte?
Discutíamos en clase, por ejemplo, la distancia que hay entre el arte clásico y el barroco, y surgía cierto escándalo cuando se me ocurrió calificar el arte barroco de “feo”. No sé si es el ejemplo más afortunado, pero podemos encontrar todos los que queramos: en su día Picasso, nada sospechoso de “clasicista” volvió la mirada al arte africano para, desde él, dar el salto al cubismo. No se puede negar que el arte progrese y cambie, que se transforme en cada época, pero es quizás un progreso muy similar al de la filosofía. Resuenan ecos del pasado vestidos con nuevas tonalidades. En nada se puede comparar esto al progreso científico, en el que las cuestiones solucionadas por una generación no necesariamente son revisadas por la siguiente. Hay un hecho distintivo que recuerdo de mis tiempos universitarios: el científico, para ponerse al día, no tiene por qué pasar por los procesos subjetivos que experimentó Newton o Einstein. Aquel que quiera vivir el arte, y en cierta forma la filosofía, ha de aproximarse mucho más a esa subjetividad que trató de dar rienda suelta a un proceso creador único, irremplazable. Esto hace que la ciencia progrese en un sentido muy distinto al que lo hace el arte o la propia filosofía.
Felicitats papa |
Gerald Edelman |
1. Una obra de arte es un pedazo finito de realidad que distorsiona una experiencia del mundo para encender, en la propia mente o en la ajena, una ampliación de tal experiencia.2. Una obra de arte es una compresión en pos de una expansión.3. La ciencia converge con una manera de concebir el arte: evocar lo máximo con lo mínimo.4. La esencia de la ciencia está en lo que la mente creadora descubre como compartido por varias experiencias de la realidad, la esencia del arte está en la experiencia de la realidad que una mente creadora logra compartir con otras mentes.5. La grandeza de la ciencia está en que es capaz de comprender sin necesidad de intuir, la grandeza del arte en que es capaz de intuir sin necesidad de comprender.6. El método del arte se basa en la comunicabilidad de complejidades (incluidas las ininteligibles) entre dos mentes: el acto artístico es posible.7. Cuando el acto artístico ocurre entre una mente y ella misma, entonces el artista tiene la experiencia (intransferible) de su propia sinceridad.8. Desde el genio de Altamira hasta el genio de Brunelleschi pasaron quince milenios (!) sin que nadie resolviera, de una vez por todas, la proyección de un volumen de tres dimensiones sobre una superficie de dos.
9. El cubismo, curiosamente, es plano.
10. El ombligo de Adán y Eva plantea un trilema en la historia de la pintura: cuando se pinta se contradice el conocimiento revelado, cuando no se pinta se contradice el conocimiento científico y cuando se oculta se contradice el conocimiento artístico.
11. Se puede escribir ciencia nueva con un lenguaje que no lo es, perfectamente.12. En ciencia los contenidos tiran del lenguaje, en arte es el lenguaje el que tira de los contenidos.13. Las edades de la cultura humana son siete: a) la utilidad (la industria lítica del Homo habilis), b) la estética (el hacha simétrica del Homo erectus), c) la espiritualidad (el arte rupestre), d) la abstracción (Mesopotamia, Egipto, Grecia…), e) la revelación por escrito (Torá, Biblia, Corán…), f) la ciencia tal como hoy la entendemos (Renacimiento) y, finalmente, desprovisto ya de cualquier función social o religiosa: g) el arte por el arte (siglo XIX).14. Cualquier reproducción de la ecuación de una ley fundamental de la ciencia es igualmente auténtica, pero una obra de arte no se puede reemplazar por ninguna de sus representaciones. 15. La ciencia es teoría para la experiencia, el arte es experiencia para la teoría.
16. Arte rupestre: la realidad es lo que deseo.
17. Arte egipcio antiguo: grafismo para la realidad del más allá.
18. Grecia clásica: la realidad es francamente mejorable.
19. Bizancio: oro para la gloria de Dios.
20. Románico: pedagogía severa de la fe.
21. Renacimiento: la realidad no tiene la culpa de las disciplinas estancas.
22. Prerrafaelita: luz para una realidad marchita.
23. Romanticismo: la realidad es lo que siento.
24. Impresionismo: realidad efímera pixelada justo a tiempo.
25. Expresionismo: la realidad es tan angustiosa como parece.
26. Cubismo: agítese la realidad antes de usarla.
27. Dadaísmo: dimisión irrevocable ante la realidad obsoleta.
28. Surrealismo: la realidad es lo que sueño.
29. Expresionismo abstracto: la realidad produce monstruos.
30. Pop Art: la realidad es lo que consumo.
31. Op Art: la realidad es una ilusión.
32. Hiperrealismo: la realidad no es bastante real.
Jorge Wagensberg es físico y profesor de Teoría de los Procesos Irreversibles en la Universidad de Barcelona y autor de libros como Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál es la pregunta? y A más cómo, menos por qué (ambos en Tusquets).
Foto: Efe Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca, sale del recinto universitario el 12 de octubre de 1936, tras un enfrentamiento verbal con Millán Astray. |
Michel Foucault |
Todo comienza, como es de rigor en las historias de la «zona gris», con el trance. Nos hallamos en los primeros años de la Guerra Fría. En algún lugar de Estados Unidos, protegido por muros de hormigón armado de un metro de grosor y a prueba de bombas, trabajan personas cuidadosamente entrenadas para una misión muy especial: son los soldados que controlan el espacio aéreo estadounidense. Se dedican a contemplar pantallas de radar.El ejército busca una respuesta a la pregunta de cómo se manifi esta el comportamiento egoísta
Parlant amb una companya sobre el debat que estem tenint sobre el tema del hiyab, m’ha recomanat que miri un documental i, un cop l’he vist, em sembla interessant que el mireu i opineu.
Luis Villoro |
“Un comportamiento ético incluye la aceptación autónoma de valores objetivos y normas generales, pero también su implementación en una moralidad social. Una ética política debe comprender dos momentos: la determinación de valores objetivos fundados en razones y el establecimiento de las condiciones que hagan posible su realización en bienes sociales concretos” (p. 225).
Es prácticamente imposible acercarse a un libro por primera vez. La cultura de la textualidad crea, paradójicamente, su propia oralidad (valga la expresión). Antes se contaban historias. Ahora hablamos sobre la historias que se escriben. En consecuencia, existen siempre una serie de prejuicios que acompañan ese acto prístino y novedoso que es abrir por primera vez un libro cualquiera, franquear su puerta y adentrarnos en lo que nos cuenta. Los libros no son entonces solo libros, sino muchas otras cosas. Existen los libros carga. Se arrastran como una losa, porque no son libros elegidos ni queridos. No se les ama, sino que son abandonados en cuanto se puede. Pesan. En sentido literal, en la mochila de muchos de nuestros adolescentes. Y en un sentido intelectual por imponer una tarea que no se asume como propia. Estos libros generan incluso infidelidades: hay quienes se entregan legres al disfrute de la película, porque nos salva para el control de lectura y nos ofrece las lineas maestras del argumento. Afortunadamente, estos libros tienen su fecha de caducidad. Antes o después llega un a la edad de decidir por sí mismo qué quiere leer.
Están luego otros libros que no nos condenan, sino que nos salvan. Esos a los que acudimos guiados por el buen consejo de quien sabe que hay universales humanos y que la buena literatura es capaz de transformar en fantástica una existencia anodina, de recrear mundos que terminan siendo hogares para lectores bien diversos. Emergen entonces personajes que terminan acompañándonos durante toda la vida, frases textuales que se graban a fuego en nuestra memoria, y que nos ayudan a respirar y vivir. Son libros inmortales, porque reviven en cada una de sus lecturas y alimentarán a generaciones y generaciones. Manantiales de cultura. Muy distintos de otros, que pueden llegar a ser durante cierto tiempo más leídos. Me refiero a los libros moneda. Tan manoseados y sujetos a las fluctuaciones como ellas. Explotan en un determinado momento, impulsados por grandes campañas editoriales, movidos más por los intereses económicos que por la calidad de lo que ofrecen. Grandes éxitos editoriales que apañan la vida de sus autores y editores, pero que se van apagando lentamente, hasta dejar de brillar por completo y terminar abandonados, oxidados en cualquier cajón.
Hay otros que son casi sagrados. Totémicos, simbólicos. Transformados casi en templos de la cultura. Libros tan leídos y comentados que para cuando uno va a leerlos ha escuchado ya (o incluso leído) cientos de anotaciones, citas o alusiones. No es que se lean con temor y temblor, pero sí con un cierto respeto. Porque el lector no es nunca una isla: más bien encuentra en los libros puentes de comunicación. Y estos libros, que han crecido tanto con el paso del tiempo, pueden llegar a suponer auténticos desafíos. Cómo atreverse a destruir uno de estos templos, a decir abiertamente que tal o cual obra es una castaña, que donde otros supieron encontrar oro no ve uno nada destacable. Que aquello que despierta veneración ha sido totalmente incapaz de comunicar con nosotros. Porque eso son, en definitiva, todos los libros y textos que en el mundo han sido. Comunicación. Mundos que transmiten y comparten cosas. Entramos en el imaginario de otro a través de sus textos, en su vida, y dejamos que el otro pase a convivir también con nosotros. Unos minutos. Unas horas. O mucho más tiempo. Otra de las palabras clave cuando hablamos de un libro: tiempo. Palabras escritas en el tiempo y capaces de superarlo, de trascenderlo. Algo que solo pueden hacer con la imprescindible ayuda de todos y cada uno de los ojos que se fijan en ellas.
Espigón del Tarajal |