Ya conocen el calvario que están viviendo más de treinta niñas de Almendralejo tras difundirse imágenes suyas manipuladas con inteligencia artificial para que aparezcan desnudas. Para más inri parece que los responsables directos son niños, también menores, que conocían a las chicas. Es una auténtica película de terror que no va a acabar aquí. No solo por el sufrimiento de las víctimas, que va para largo, sino por el efecto contagio que provoque el caso.
Ante lo ocurrido en Almendralejo, la reacción de las autoridades es similar a la que da ante otros terribles sucesos (violencia de género, acoso escolar, suicidios, adicciones, discursos de odio, etc., etc.): abrir una investigación, crear observatorios y grupos de trabajo y, sobre todas las cosas, la socorrida apelación a la educación. Y en concreto, en este caso, a la educación sexual.
No está mal. La educación es la estrategia fundamental para prever este tipo de delitos. Especialmente si quienes los cometen son menores y si, como es el caso, la regulación estricta y a tiempo de todas las posibilidades abiertas por las nuevas tecnologías es poco menos que imposible.
Ahora bien, antes de hacer las declaraciones retóricas de rigor nuestros responsables políticos tendrían que informarse un poco. Porque resulta que esa famosa educación sexual que invocan cada vez que hay un caso de acoso, agresión o violencia machista (es decir, casi cada día), ¡ya la hay! ¡Está en el currículo educativo! Muchos y muchas docentes hemos peleado y trabajado durante años para que estuviera allí. Otra cosa es que las administraciones competentes no suelan hacerle el más mínimo caso, y la tengan convertida en una inservible “maría”.
Fíjense, además, que en los currículos oficiales no solo aparece, como saber básico y obligatorio, la educación afectivo-sexual, sino también el área y materia que le sirve de contexto, que es la Educación en Valores Cívicos y Éticos. Un contexto imprescindible, pues la educación sexual que buscamos no consiste fundamentalmente en información sobre sexualidad (que también es importante y nunca viene mal), sino en promover aquellas ideas, valores y actitudes que deben presidir nuestras relaciones con los otros, especialmente las íntimas, a las que, por tabúes culturales y por estar tradicionalmente sujetas a la moral religiosa, el sistema educativo no les ha prestado nunca atención.
La educación cívica y ética debe estar vinculada a la educación sexual (como de hecho está en los programas educativos) por lo mismo que ha de estarlo a la lucha contra el acoso escolar, la prevención de las adicciones, la resolución pacífica de los conflictos, la eliminación de actitudes discriminatorias, la promoción de conductas seguras en las redes o la creación de hábitos saludables y sostenibles entre los más jóvenes. La razón es que todas estas conductas (y las contrarias) dependen de las ideas y valores éticos que tenemos en la cabeza, de manera que si no tratamos con esas ideas no haremos, educativamente hablando, absolutamente nada.
Ahora bien, la única disciplina que se ocupa de tratar críticamente esos valores e ideas es la ética. Las demás materias se ocupan de explicar o describir el mundo, no de ayudarnos a prescribir lo que debemos hacer en él. Tampoco basta con que esa educación ética se trate transversalmente, ni dejarla únicamente en manos de la familia, ni reducirla a cursillos de concienciación en los que el alumnado recibe la homilía correspondiente para olvidarla, con toda justicia, a los quince minutos.
Educar a niños y adolescentes para que cambien realmente su conducta y no ocurran hechos tan desgraciados como los de Almendralejo implica un trabajo serio, diario, realizado por especialistas, en el que, con paciencia, conocimiento y dotes didácticas, se vayan desmontado y transformando esos sistemas de ideas y valores que hacen, por ejemplo, que un chico vea deseable y aceptable publicar fotos humillantes de sus compañeras. Sin ese trabajo de fondo, todo lo que puedan hacer los demás (sexólogos, psicólogos, policías, jueces, periodistas…) es inútil.
Así que sí, claro que hace falta educación sexual y ética. ¿Quién lo duda? ¡Solo hace falta que nos dejen impartirla! Es decir, que la administración dé tanta importancia a las clases de ética como la que da a las matemáticas, el inglés o la lengua. Mientras todo el ambicioso plan de educación cívica y ética, educación sexual incluida, previsto por la ley, quede reducido a una o dos miserables horas semanales en un solo curso por etapa, todas las declaraciones de los políticos sobre el papel fundamental de la educación (sexual o no) para resolver todos o casi todos los problemas que copan los periódicos, no será más que un rollo infumable que nadie, y menos los profesores y profesoras de ética, nos podemos creer.
Jorge Álvarez Yagüe, Inteligencia Artificial, amenazas y riesgo existencial, Faro de Vigo 9/09/2023
El último informe de la Fiscalía General del Estado nos
advierte de un aumento alarmante de conductas violentas en niños y
adolescentes, incluyendo agresiones sexuales y homicidios. La Fiscalía
relaciona este aumento con la proliferación de bandas juveniles violentas, que
parecen estar extendiéndose más allá de las grandes ciudades. Pero el asunto
quizás sea un poco más complicado.
Antes de nada es difícil de creer que el problema se reduzca a la simple existencia de bandas juveniles. Las pandillas existen desde hace mucho. No pocos de los que hoy peinamos canas tuvimos algo que ver con las tribus urbanas de los 70 y 80. Y todos recordamos decenas de películas, algunas memorables (West Side Story, The Wandered, Grease…), sobre jóvenes pandilleros norteamericanos dándose mamporros. Cosa que no implicaba, ni mucho menos, un aumento de la violencia juvenil como el que refleja el informe citado. ¿Entonces?
Tal vez el problema se vea más claro pensando en lo que significa pertenecer hoy a una de esas pandillas juveniles, en contraposición a lo que suponía hace tres o cuatro décadas. Pertenecer a un grupo juvenil era entonces una parte más de los ritos de paso a la edad adulta; integrarte ahora en ellos parece una salida desesperada para chicos que no tienen la más mínima confianza en que exista ninguna «edad adulta».
Fíjense que el argumento de aquellas películas de jóvenes rebeldes que marcaron nuestra adolescencia (especialmente a los chicos) era siempre el de cierto ritual de tránsito a la madurez: unos mismos personajes arquetípicos, expuestos a aventuras en las que ponían a prueba sus virtudes varoniles (valentía, lealtad, camaradería, etc.), y que acababan por dejar a un lado la cazadora de cuero para casarse con la chica que habían dejado preñada o marcharse a la universidad que les correspondía por su estatus. El mensaje escasamente subliminal era claro: uno podía jugar a ser rebelde, e incluso a coquetear con el delito, hasta que comprendía que el orden social era la prolongación natural de la propia subversión pandillera, y pasaba entonces a integrarse en los grupos de referencia (en las “pandillas”) de los adultos: la familia, la hermandad universitaria, el ejército, la empresa…
¿Qué pasa, por el contrario, en las pandillas que proliferan hoy en la periferia de ciudades como Madrid y se extienden por todos sitios? Lo primero es que estas nuevas pandillas no son asociables a un ritual de paso entre formas de sociabilidad más o menos asentadas (de la familia a los grupos de referencia adultos ligados al trabajo), sino más bien a una estructura estable que las sustituye a todas. Esta estructura, a imitación de las maras y otros grupos parecidos, llegan, de hecho, a suplir el papel de la familia para sus miembros más jóvenes y operan como entorno laboral alternativo (pequeña delincuencia, tráfico de drogas, extorsión) para los más mayores, de manera que te captan en la infancia y te retienen para siempre, como las sectas o las familias mafiosas.
El por qué proliferan las pandillas inspiradas en este modelo es una pregunta complicada, y seguramente tiene que ver con fenómenos socioculturales a gran escala, como la desarticulación de la familia tradicional y de sus valores, la precariedad laboral y la falta de arraigo social que esto provoca, o el debilitamiento general de los lazos sociales, sustituidos hoy por conexiones virtuales intercambiables y de baja intensidad. La «pandilla tribal» que suponen maras y similares supone, de hecho, una propuesta comunitaria que, con sus valores, fines, señas de identidad y lazos socioafectivos, constituye un mundo completo y concreto que oponer al anónimo y desangelado supermercado cultural y humano que ofrece la «aldea global».
Por otra parte, que estas nuevas pandillas generen más violencia no es raro, dado su formato tribal y la necesidad de retener a sus miembros durante más tiempo. Emprender acciones violentas y delictivas en común es siempre un factor de cohesión (especialmente si hace en nombre del grupo – y contra otro grupo –), además de proporcionar una suerte de entorno laboral alternativo. Eso sin contar con que la violencia, y la sensación de poder inmediato que genera, es de por sí atrayente para la mayoría de los chicos.
¿Cómo luchar contra esto? Las causas estructurales están ahí, y no van a desaparecer. Engordar el código penal, abrir canchas de baloncesto o celebrar campañas educativas en las escuelas es insuficiente. Es mucho más importante activar la función disolvente del pensamiento crítico. Una educación crítica bien planificada inmuniza a la mayoría de los chicos frente al rudimentario y patriarcal sistema de creencias y valores de las pandillas (y de otras organizaciones sectarias). Es también cierto que esto les deja frente a un tiempo y un mundo que, pese a su relativo grado de civilización, es hostil, frío y solitario como pocos. Pero, de momento, no parece que dispongamos de una opción mejor.
DESCRIPCIÓ
MODALITAT EN LÍNIA
Aquest curs d'autoconeixement filosòfic està dirigit a les persones que volen “veure més del que veuen” i que, per tant, aspiran a viure més a prop de la veritat per poder anar deixant enrere la confusió i el seu malestar existencial. Sòcrates ens va ensenyar que "una vida no examinada no paga la pena ser viscuda", és a dir, que el veritable coneixement no pot donar-se sense el qüestionament de que el que sabem, possiblement, no és tan cert com creiem. Des d’una indagació, com la que proposa Sócrates, que està dirigida a qüestionar les nostres creences limitades i prejudicis, és com podem arribar a viure de forma més autèntica. No es tractaria, per tant, de buscar el sentit de la nostra vida fora de nosaltres, sinó que és mirant al nostre interior quan podem connectar amb la nostra pròpia plenitud. No obstant això, no tan sols es tracta d'una indagació dels nostres pensaments o creences, sinó també es tractar d'incorporar en la nostra vida una pràctica contínua: un ascètica de l'autoobservació, d'estar atents a la forma en què vivim, en veure com ens relacionem amb la vida per no deixar-nos atrapar o identificar amb els pensaments repetitius i assumits de forma acrítica.
L'autoconeixement ens proporciona, en primer lloc, una comprensió profunda -que és l'única via que possibilita la transformació- i ens apropa a la veritat perquè és la ignorància -el que creiem que som- la causa principal d'una vida inautèntica. En segon lloc, s'aborda aquesta indagació d'una forma experiencial, és a dir, des de la nostra experiència vital en el present. No és només un pensar el que som sinó a el mateix temps també és una experiència contemplativa de l'ÉSSER.
Aquest curs d'autoconeixement filosòfic està estructurat en dues parts:
-1ª) Es proporcionen els recursos, els continguts i les actituds bàsiques per iniciar un procés d’autoconeixement. Es tracta d’una part més teòrica però sempre enfocada a un treball d’autoconeixement i pràctc
-2ª)Un treball pràctic d’assessorament o acompanyament filosòfic amb sessions individuals. Es tracta d’aclarir i aprofundir de manera filosòfica en els temes que li interessen a l’alumne. La comprensió és l’objectiu fonamental d’aquesta etapa. Una comprensió que no és merament intel·lectual sinó una experiència vital en què es creen nous sentits i s’arriba a un major nivell de consciència.
METODOLOGIA
Tothom pot fer un treball filosòfic d'autoconeixement. No es necessiten coneixements previs de filosofia, perquè estem en un enfocament eminentment pràctic, en el qual treballem des de l'experiència viscuda per cada alumne. Vull remarcar que els judicis i creences limitats són els que sorgeixen de la nostra pròpia experiència vital, que no es tracta de construir erudicions filosòfiques, moltes d'elles, desconnectades del nostre sentir profund.
És un taller en línia individual. Es tracta d'una activitat formativa, no terapèutica en el sentit clínic, que aspira a que l'alumne aprengui a viure la vida amb actitud filosòfica. La filosofia és entesa com un Art de la Vida, que permet a l'alumne crear la seva pròpia forma de vida, una nova manera de ser i estar en el món, que conflueix amb l'anhel de viure amb més veritat la seva vida. No es donen, per tant, ni normes ni receptes de com han de ser les persones, sinó que els alumnes aprenen per ells mateixos, a partir de la reflexió dialogada.
És un taller en línia individual que permet un treball individualitzat i personalitzat que respecta el propi ritme de l'alumne a l'hora de comprendre i fer explícita la seva pròpia filosofia personal. La filosofia personal es basa en les interpretacions que fem sobre el món i sobre nosaltres mateixos. En paraules de Mónica Cavallé:
“Las concepciones que tenemos sobre la realidad y sobre nosotros mismos constituyen el bagaje desde el que interpretamos nuestra experiencia; son, por lo tanto, las que explican el significado que otorgamos a las cosas, personas y situaciones y, consiguientemente, las actitudes que adoptamos ante ellas; son las que esclarecen por qué hacemos ciertas cosas y no otras, por qué nos motivamos, nos desmotivamos, nos alegramos, nos entristecemos o experimentamos frustración, por qué algo nos atrae o nos contraría; son las que nos hacen sentir que debemos o no debemos, que podemos o no podemos, las que nos inclinan por una cosa o por otra, las que tornan nuestras conductas ecuánimes y altruistas o bien contradictorias y destructivas; etcétera” .
OBJETIUS DEL AUTOCONEIXEMENT
Per la meva experiència, en els cursos, a mesura que s'avança en el treball d'autoconeixement, els alumnes se senten més desperts o lúcids, i veuen com es dissipen angoixes i pors. Però és només des d'un camí en el qual no busques resultats immediats, sinó tan sols avançar en el teu propi autoconeixement. La indagació de la nostra filosofia personal ja porta en si mateixa una transformació que és produïda al comprendre i clarificar aspectes que eren erronis, limitats o confusos. No hi ha més objectiu que aquest. Perseguir objectius i aferrar-se als resultats o esperar-los, fa que no tinguem una bona relació amb el present. Quan parlo de resultats, em refereixo a quan "fem servir" la filosofia per aconseguir benestar o felicitat, estem deixant de filosofar ja que la filosofia és totalment desinteressada i és amor a la veritat.
Qui sóc jo?
El meu nom és Cristina Avilés Marí. Podeu veure aquí la meva formació i experiència.
Dates i preu
El curs pot es pot iniciar en qualsevol moment, els interessats poden posar-se en contacte amb mi i establim l'inici a conveniència de l'interessat. La durada és de 6 mesos. Aquesta metodologia ens permet fer un treball personalitzat, respectant el ritme propi de l'alumne a l'hora d'aclarir i comprendre les seves inquietuds, problemes, dubtes i confusions vitals. La idea és anar fent un camí d'autoconeixement sense estar pressionat per les dates ni pels resultats.
Es fan dues sessions a el mes, una cada quinze dies de 1.30h de durada. Tot i que són dues sessions mensuals, es treballa durant tot el mes perquè el treball realitzat durant la sessió fa que en els 15 dies següents ho apliquem a la nostra vida diàriament.
El preu és de 80 € mensuals).
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Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
A principios de este mes se celebraba el comienzo del curso escolar en Ucrania. Se entiende que en las escuelas aún no destrozadas por la guerra. Ya saben que el criterio para elegir colegio no es allí el ambiente o la calidad de los profesores, sino que el centro cuente o no con refugio antiaéreo. En esos colegios-refugio los estudiantes escuchan dos tipos de sirenas: las de las clases y las que advierten de un misil; tienen dos mochilas: la de los libros y la de emergencia para llevar al refugio; y viven dos vidas: la inmediata, que es infernal, y la otra, la civilizada, que es la que sus profesores intentan por todos los medios que no olviden.
Conocí hace unos meses a algunos de esos profesores ucranianos. Y me sorprendió la vehemencia con la que defendían públicamente la importancia de la formación en valores democráticos y derechos humanos. ¿Educar a los niños en el respeto a los derechos humanos y en valores democráticos en mitad de una guerra sin cuartel? Si a mí me sonaba extraño, ¿cómo les sonaría a los estudiantes de Kiev o Járkov que han perdido a padres, amigos o compañeros?
Nada que ver, desde luego, con lo que hacen en las escuelas rusas. Allí, en lugar de valores cívicos y democráticos, los estudiantes de secundaria aprenden a utilizar rifles de asalto, pistolas, granadas y drones. El gobierno ha promovido también una revisión concienzuda de los manuales de Historia, para que en ellos se exalte más aún la grandeza de Rusia, la necesidad de sacrificarse por la patria y la perfidia de Occidente y de sus valores. Ambas cosas, el entrenamiento militar y el adoctrinamiento ultranacionalista, compondrán el próximo curso una asignatura bien dotada de horas, llamada «Fundamentos de Seguridad y Defensa de la Patria», que será impartida por veteranos de guerra…
No sé qué pensaran ustedes, pero dado como están las cosas, a cualquiera le surge la duda: ¿no será el tipo de educación escolar rusa más coherente y efectivo que el que pretenden esos ingenuos profesores ucranianos? ¿Para qué diablos sirve hablar de civismo y derechos humanos en mitad de una guerra? ¿Qué sentido tiene formar ciudadanos críticos cuando lo que más se necesita son soldados obedientes?
No son preguntas fáciles de responder. Es cierto que los principios éticos que inspiran los derechos humanos pueden servir de motivación para combatir – justamente para defenderlos –, pero para pelear con eficacia tal vez convenga olvidarse de ellos (cuanto menos civismo y respeto por esos derechos tenga un soldado en combate tanto más eficaz será). Por otro lado, los combatientes rusos también tienen principios y valores – la grandeza de Rusia, sus sagradas tradiciones, etc. – transmitidos igualmente por la escuela y no menos poderosos para empujar a la lucha.
¿Entonces? ¿Valdrá la pena seguir enseñando a los niños y niñas ucranianos (y de otras partes del mundo) los valores que sustentan la convivencia pacífica y las libertades democráticas? Yo estoy convencido de que sí, aunque no sea sencillo comprender las razones. Allá van algunas.
La primera es que educar a la población en la guerra y los mitos nacionales, robando tiempo y recursos para hacerlo en valores cívicos o conocimiento crítico, es una apuesta errónea a medio y largo plazo, a no ser que hablemos de una sociedad guerrera, cosa que hoy por hoy no parece que haya (ni Rusia ni ningún otro país viven hoy de hacer la guerra). Las guerras parecen, de hecho, un «negocio» cada vez más infrecuente y ruinoso. Ucrania acierta, pues, al seguir educando a sus ciudadanos en los parámetros de una sociedad abierta y civilizada, en lugar de en los valores y prácticas de un cuartel.
La segunda razón es que los valores tradicionales y ultranacionalistas que se empeñan en transmitir Putin y otros jerarcas populistas son opuestos (de hecho, son una reacción) a los valores modernos y cosmopolitas que rigen nuestro mundo global. Y esta globalización cultural, propiciada por el mercado, la tecnociencia y los medios de comunicación, es ya irreversible, por lo que toda sociedad empeñada en oponerse a ella está irremediablemente condenada al fracaso.
La tercera razón que se me ocurre es menos utilitarista, y como diría algún filósofo, más puramente ética: la civilización, la cultura de la palabra y de las razones es objetivamente mejor que la cultura de la violencia y las emociones patrias. Y lo es porque promueve un nivel de conciencia y, por tanto, de libertad y solidaridad universal, más adecuado para la realización plena de la naturaleza humana. La libertad, o la solidaridad con quienes no comparten ADN, grupo de referencia o intereses materiales, son, de hecho, características distintivas de la humanidad; la violencia y los sentimientos particulares de pertenencia son, en cambio, rasgos biológicos de lo más común.
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De las ricas reflexiones de Schopenhauer sobre la vida destaca El arte de ser feliz, una recopilación post mortem en un único y breve libro. Su escueta extensión desvela cincuenta consejos para aspirar a alcanzar la eudemonología, que en la perspectiva del alemán no pretendía tanto alcanzar un estado de plenitud jovial, sino aplacar el sufrimiento y el ánimo desgraciado, permitiendo desarrollar sosiego y tranquilidad más o menos duradera. De entre el medio centenar de claves que ofrece Schopenhauer, diez de ellas destacan por su carácter sumamente práctico y motivador.
Para el alemán, que encontró consuelo en la tradición india y, más concretamente, en el budismo, el ser humano está condenado a enfrentar el sufrimiento que la propia individualidad existencial le procura. «Así como rechazamos una medicina amarga, nos resistimos a aceptar que el sufrimiento es esencial a la vida», concluyó el denominado como «Buda de Fráncfort». Por lo tanto, aceptar que vamos a sufrir en nuestra vida es un primer paso imprescindible si queremos alcanzar algo parecido a una cierta paz de espíritu que nos aleje de la melancolía y de la desgracia.
Una obviedad si hemos aceptado el carácter del sufrimiento. La alegría es para Schopenhauer un bien escaso y un estado de ánimo fugaz. Sin embargo, aún existe un peligro más trascendente que la arbitrariedad en la vivencia de la alegría o el sufrimiento: que, adictos a las alegrías, suframos en su búsqueda.
Para evitar sucumbir a este problema, Schopenhauer recomienda cuidarnos «de intentar hacer lo que de todos modos no logramos», ajustar nuestras pretensiones, ambiciones y objetivos, renegar del futuro y no dejarnos arrastrar por la euforia cuando atravesamos una rara cumbre de alegría, sino que debemos ser plenamente conscientes de que enseguida llegará la pesadumbre.
Conviene rodearse, por tanto, de un contexto en el que la serenidad prevalezca sobre los dos grandes enemigos del bienestar humano, la alegría y el sufrimiento. Los amigos (de los que escaseó en vida el filósofo alemán, por cierto) representan para el pensador un elemento clave para el buen vivir: quiebran la percepción condenatoria de la individualidad, distraen de las penas de la existencia y proporcionan apoyo y comprensión.
...si deseamos convertir nuestra vida en un agradable paseo existencial es necesario abandonar toda obsesión por acumular bienes materiales e inmateriales (por ejemplo, adquirir fama o popularidad, caer bien a todo el mundo, etcétera) y disfrutar de cuanto poseemos. Porque lo que tenemos, mientras lo alberguemos, puede ofrecernos el alegre confort que tanto escasea, en opinión de Schopenhauer.
Para aspirar a un calmado bienestar es necesario esforzarnos por cuidar la salud. ¿Y cómo debemos hacerlo, según el filósofo alemán? Alejándonos de los vicios, calmando las pasiones, procurándonos bienestar físico, evitando el sobreesfuerzo y, como parte cuasi metafísica de este exceso de esfuerzo, intentando esquivar las penas, en especial si son banales. Es más, Schopenhauer defendía que la alegría del ánimo estaba estrechamente vinculada con la salud del cuerpo.
«Limitar el propio ámbito de acción: así se da menos oportunidad al infortunio; la limitación nos hace felices»: Schopenhauer mantuvo como principio de la correcta actividad vital la limitación de los actos. Reflexionar sobre la naturaleza, motivación y objetivo de nuestras inclinaciones ayuda a moderar el deseo y a pulir las expectativas. Y, como consecuencia práctica, a esquivar el sufrimiento.
Para el erudito, el esfuerzo por aprender siempre cosas nuevas no sólo proporciona un grato placer, sino un bienestar a largo plazo, pues nos permite sentirnos bien con nosotros mismos y lograr metas alcanzables, provechosas para conservar un magnífico ánimo. «La actividad, el emprender algo o incluso sólo aprender algo es necesario para la felicidad del ser humano», apuntó al respecto.
Aunque pueda resultar contradictorio después de cuanto ya ha sido nombrado, el filósofo aconsejó entregarse a la felicidad cuando esta desee visitarnos. No se trata de intentar capturarla de alguna manera, esforzándonos en actos vanos por mantenernos «felices» todo el tiempo. Tampoco en entender el estado de felicidad como una exuberancia perpetua. Para Schopenhauer, con no ser desgraciado y tener una buena y serena vida, ya se es feliz. O suficientemente feliz, al menos. Y dado que la alegría, el deseo y el sufrimiento, entre otros factores, juegan en nuestra contra según el pensamiento del autor del Parerga y Paralipómena, aprender a ser felices cuando corresponde se convierte en un deber hacia la vida misma.
Eso sí, para convertirnos en alumnos aventajados de la escuela de la felicidad de Arthur Schopenhauer necesitamos desarrollar, al menos, dos disposiciones del espíritu. Una, no perseguir nunca la felicidad, ya nos alcanzará ella cuando menos lo esperemos. Y dos, asimilar que es nuestra manera de comprender el mundo lo que condiciona, en gran medida, la recepción de los acontecimientos. Así lo dejó escrito: «Lo que produce nuestra felicidad o desgracia no son las cosas tal como son realmente en la conexión exterior de la experiencia, sino lo que son para nosotros en nuestra manera de comprenderlas». Si la Fortuna ama a los audaces, la felicidad parece acompañar a los serenos, los bondadosos y a las personas de buen carácter.
David Lorenzo Cardiel, Diez claves para ser feliz según Schopenhauer, ethic.es 21/08/2023
Con el pasar de los siglos, la filosofía y la psicología han analizado profundamente cómo el dolor puede dotar la vida de sentido. En el estoicismo, por ejemplo, este se erige como un desafío ante el cual se puede ejercer la virtud a través de la aceptación: para los estoicos, el dolor depende más de la representación que nos hacemos de él que de una realidad objetiva. Y es que gran parte de las corrientes filosóficas y psicológicas ha resaltado la importancia de la interpretación de las circunstancias dolorosas y la necesidad de «ver más allá de la miseria» para descubrir el significado que hay detrás.
Justamente, ese es el planteamiento de Frankl, también superviviente del holocausto. La logoterapia se caracteriza, precisamente, por ser una psicoterapia que se centra en el sentido. Para el psicólogo austriaco, el ser humano es libre y tiene la capacidad de adueñarse de su destino y superar los infortunios para encontrar el sentido profundo de la existencia. La propia vida de Frankl es una muestra: no solo pasó por cuatro campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial, sino que, además, cuando al fin fue liberado del yugo nazi, se enteró de que sus padres y su mujer no habían sobrevivido.
A través de la «voluntad de sentido» podemos llegar a comprender que las situaciones dolorosas pueden ser convertidas en oportunidades para crecer si las llenamos de significado. En otras palabras, si encontramos una razón para seguir viviendo a pesar del dolor sufrido podremos superar la frustración y, por consecuente, el vacío existencial.
De acuerdo con las investigaciones de los psicólogos Richard Tedeschi y Lawrence Calhoun, no solo el individuo que se enfrenta a una situación traumática consigue sobrevivir a ella, sino que además puede vivir un cambio psicológico positivo. Los expertos lo llaman «crecimiento postraumático», que puede resultar también en un cambio espiritual, el incremento de la fortaleza personal, el fortalecimiento de las relaciones interpersonales y una mayor apreciación del valor de la vida. En otras palabras, a través de la resiliencia, una persona puede dotar de sentido su dolor, en lugar de caer en el nihilismo.
En El hombre en busca de sentido (Herder), Frankl plantea el cuestionamiento sobre si existe en realidad un mundo donde la pregunta sobre el sentido del sufrimiento obtenga una respuesta. Y afirma que «este sentido último excede, lógicamente, la capacidad intelectual del hombre; en logoterapia se denomina ‘suprasentido‘».
Y es que, cuando las cosas nos van bien en los grandes pilares de la vida –la salud, la familia, la pareja, las amistades, el trabajo–, tendemos a vivir en automático. Por el contrario, cuando las circunstancias se complican, solemos poner una pausa y observar cómo nos estamos sintiendo y qué está pasando en nuestra vida, ponemos en juego toda nuestra capacidad intelectual para construir significado.
Porque si algo está claro es que el dolor hace parte de la vida. Es cómo lo enfrentamos lo que lleva a encontrar sentido y, ojalá, transformación. En el fondo, como dice Frankl, «el hombre no debería cuestionarse sobre el sentido de la vida, sino comprender que es a él a quien la vida interroga».
Mariana Toro Nader, ¿Puede el dolor dar sentido a la existencia?, ethic.es 30/08/2023
La autoayuda de la superación personal patrocina, bajo la salvífica y almibarada capa de la autodeterminación y de la autosuficiencia, una moralidad subordinada a la negación de los cuidados mutuos, es decir, expropiada de la responsabilidad por el bienestar común, en tanto que nos condena al ostracismo de nuestra esfera personal, a la soledad autoinfligida del privatismo emocional («si yo estoy bien, todo estará bien»): sujetos aislados que pujan por su propio bienestar en una insalubre incomunicación. Desde la perspectiva del más estupidizante crecimiento personal y de la autoayuda del pensamiento mágico («si quieres, puedes») se ofrecen variados viáticos para liberarnos de la «toxicidad» que nos provocan ciertas relaciones (personales, laborales e incluso con nosotros mismos) o para encontrar a nuestras «persona vitamina» (aquellas que nos hacen más fácil nuestro camino), es decir, se promueve, de continuo, la eliminación de cualquier rastro de contingencia, ambigüedad o problematicidad en nuestras vidas. Todo debe «fluir» en un cómodo transitar por la existencia, en un cándido e indolente resbalar por ella que nos permita eludir los disgustos, las contrariedades, los obstáculos y, en general, cualquier elemento potencialmente oneroso que pueda presentársenos.
Este género de estafas pseudoterapéuticas –que cobran paulatinamente un mayor protagonismo, potencian la enajenación emocional y menosprecian nuestra inteligencia– nos hacen olvidar que vivimos y sobrevivimos por y gracias a la dimensión política de los cuidados mutuos, de las relaciones intersubjetivas que trazamos mediante la capacidad para ser afectados por los otros en toda la insoslayable e inevitable pluralidad de sus manifestaciones. En cada una de nuestras acciones, en cada una de nuestras palabras proferidas –e incluso pensadas–, somos agentes morales y políticos que confeccionan un tipo de mundo en función de ese hacer, que es intransferible.
Muy al contrario, al desplazar la vulnerabilidad al ámbito meramente individual y privado, estas técnicas pseudoterapéuticas someten al sujeto a la presión de tener que ser el único forjador de su propia felicidad (o desdicha) y le hace relegar su compromiso cívico en pos de su bienestar individual. Sujetos que se piensan ultra autónomos pero que, justamente a la inversa, se vuelven del todo dependientes de técnicas que los despojan de su inteligencia e incluso de sus afectos, lo que deriva en la «irresponsabilidad de los privilegiados», como ha denunciado en las últimas décadas con gran lucidez Joan Tronto, profesora de Teoría Política en la Universidad de Minnesota (en Moral boundaries: A Political Argument for an Ethic of Care, libro de 1993, o en Contre l’indifférence des privilégiés, de 2013). Una irresponsabilidad que tiene que ver con ignorar formas de adversidad que esos privilegiados no tienen que afrontar. Sumirnos en nuestro universo privado, y ceñirnos a nuestro bienestar personal, hace el mundo más mezquino, provoca que eludamos la dimensión relacional y contextual de nuestra existencia y reduce los cuidados y la atención a un onanismo emocional en virtud del cual el sujeto no se permite encontrar ninguna traba para la satisfacción de sus deseos, intenciones y anhelos. Los mensajes más arriba expuestos, melifluos y de amplia difusión, llegan a cada vez más niños y adolescentes que, cuando han de enfrentarse a alguna dificultad, no saben cómo plantar cara a cualquier atisbo de frustración, en tanto que han sido adoctrinados en la jerigonza del «si quieres, puedes».
La ética de los cuidados, que es una ética de la atención por y con el otro, es sustituida por una dulzona moralidad de la autosuperación, entendida como una salvación de todo aquello que resulta amenazante, inquietante o desafiante, mientras, por otra parte, nos invitan de continuo a «dejar nuestra zona de confort»: porque, ya lo sabemos, a estas técnicas les va el negocio en ello, es decir, en el hecho de que precisamente nos vaya mal, y no hay nada como abandonar un confort alcanzado con esfuerzo y largos años de denuedo para necesitar, de nuevo, las herramientas del chamán de turno que nos ayude a «crecer personalmente».
En definitiva, la idiotización a la que nos exponen los gurús del crecimiento personal está consiguiendo que rehuyamos nuestra responsabilidad comunitaria, que depositamos por entero en los agentes políticos institucionales (con el consiguiente peligro que esto supone), de manera que cada sujeto ha de ser el exclusivo garante, y por tanto el exclusivo culpable, de su dicha o desgracia, sin tener que preocuparse de lo que sucede en su contexto más cercano. Sin tener que prestar atención a las desventuras del otro, desoyendo el dictado, tan bello como certero, de Simone Weil en sus Cuadernos (publicados en Trotta, 2001): «Contemplar la desgracia ajena sin apartar la mirada, no sólo la mirada de los ojos, sino la mirada de la atención, es hermoso. Es detenerse».
Carlos Javier González Serrano, El crecimiento personal nos idiotiza, ethic.es 29/08/2023
Arendt tenía una idea firme de la libertad como realidad política viva, que ejerce el individuo. La libertad no es algo que pueda darse, la libertad hay que tomársela. Es algo que ella hará en numerosas ocasiones. La libertad es como la respiración, necesita de “espacio” entre las personas. El totalitarismo es el intento, por parte del Estado o de cualquier otro poder, de comprimir ese espacio. El terror total destruye el espacio entre las personas y no deja respirar. Una compresión del espacio mental que se opera mediante la uniformización del pensamiento. El individuo singular se convierte en masa uniforme. “Los totalitarismos no logran arrancar de los corazones el amor a la libertad, pero destruyen el único prerrequisito esencial de todas las libertades, que es la capacidad de movimiento, que no puede existir sin ese espacio mental”.
Las fuerzas de la naturaleza y de la historia son aceleradas por el totalitarismo y solo pueden ser frenadas mediante el ejercicio de la libertad. La libertad no es un derecho otorgado por otro (el Estado), la libertad es algo que ejerce cada cual, está en la raíz misma de la condición humana. Alienar esa condición libre y esencial de lo humano es el objetivo del terror totalitario. La gestión del miedo es aquí fundamental (lo hemos visto recientemente) y de ella se encargan los medios de información: la propaganda totalitaria.
Ese freno de las fuerzas imparables de la naturaleza y de la historia es posible por el hecho de que las personas nacen. Cada individuo supone “un nuevo comienzo”. Esta es una noción fundamental de Arendt. La referencia al origen (aunque ella no lo llama así). La vida tiene eso. El origen está siempre presente. Cada nuevo comienzo es una fuente de libertad. Desde el punto de vista totalitario, cada nuevo comienzo es un obstáculo en su labor de adoctrinamiento. “El terror ejecuta las sentencias de muerte que se supone ha pronunciado la naturaleza sobre razas o individuos que no son ‘aptos para la vida’, o la historia sobre las ‘clases moribundas’, sin aguardar al proceso más lento y menos eficiente de la naturaleza o de la historia”. Los totalitarismos aceleran estos procesos. En este sentido se parecen a los laboratorios. Crean las condiciones de presión y temperatura que hacen posible la aceleración de los procesos naturales. Y se ciega a su origen, al hecho de que esa labor científica, cuando innova, se gesta gracias a un “nuevo comienzo”, que es el impasse del que, el genio investigador, saca su teoría.
Cada ciencia es un “aspecto” de lo real. Lo real es poliédrico. Cuando una ciencia reclama el monopolio de lo real (como hizo la Física), está haciendo propaganda y desbarra en sus ambiciones. Cualquier “teoría del todo” es una forma de totalitarismo. Forma parte de una retórica científica, resultado del imperialismo de una ciencia particular. La Física pretendió extender sus dominios sobre la Química, la Biología o la Psicología. Como si una sola ciencia, una única perspectiva, pudiera dar cuenta de lo real. Arendt, que ha leído a Alexandre Koyré, advierte la obsesión por la ciencia que caracteriza al mundo moderno desde el siglo XVII. Y cita a Eric Voegelin: “El totalitarismo parece ser la última fase de un proceso durante el cual la ciencia se ha convertido en un ídolo que curará mágicamente todos los males de la existencia y que transformará la naturaleza del hombre”. El cientifismo, como la propaganda totalitaria, trata de eliminar la imposibilidad de predecir las conductas individuales, ofreciendo certezas a las masas. Una idea que pertenece al sentido común decimonónico, primero positivista, luego conductista. Suponen que la naturaleza humana es siempre la misma, y que la historia es el relato de las cambiantes circunstancias objetivas. El ser humano solo hace que sufrir o encajar las leyes inmutables del proceso histórico o natural. Pero los hechos dependen del poder que pueda fabricarlos. Un mundo sometido al control totalitario puede hacer realidad sus mentiras, lograr que se cumplan todas sus profecías. En todo caso, nunca será un sistema “completo”. Como no lo son los veredictos de la genética de los nazis o la lógica de la historia de los bolcheviques.
Arendt no habla de historia de la ciencia, pero su visión del totalitarismo encaja con nuestro propósito. “En un perfecto gobierno totalitario, todos los hombres se han convertido en Un Hombre”. Toda ciencia particular exige cierta uniformización del pensamiento. Los físicos piensan todos de forma parecida, también los psicólogos o los biólogos. Es la consecuencia de su formación. Pero es un abuso que un modelo particular se considere el único válido. De ahí que el propósito de la propaganda totalitaria, que no es tanto inculcar convicciones como la capacidad de destruir la formación de alguna.
Arendt no habla de la “teoría del todo”, pero sí de ideologías e ismos que lo explican todo. Para el pensamiento libre y creativo, una ideología es una simplificación inadmisible. Puede funcionar en los niveles más elementales y tiernos del pensamiento, constituir un horizonte único, pero en seguida se advierte que es una cárcel para el pensamiento. Y un truco mental para no pensar. Deducir todo a una única premisa tiene consecuencias políticas catastróficas, pero muy útiles para la dominación totalitaria. El instinto de Arendt, que carece de formación científica, advierte el peligro. “Las ideologías son conocidas por su carácter científico: combinan el enfoque científico con resultados de relevancia filosófica y pretenden ser filosofía científica. La palabra ideología parece implicar que una idea puede llegar a convertirse en objeto de una ciencia de la misma manera que los animales son el objeto de la zoología, y que el sufijo -logía en ideología, como en zoología, no indica más que las logoi, las declaraciones científicas sobre el tema. Si esto fuera cierto, una ideología sería una pseudociencia y una pseudo filosofía, trasgrediendo al mismo tiempo las limitaciones de la ciencia y la filosofía”.
Arendt conoce bien (lo ha sufrido) el fetiche de la ideología. La ideología es la lógica de una idea y su objeto es la historia, a la que aplica esa idea. “La ideología trata el curso de los acontecimientos como si siguieran la misma ley que la exposición lógica de su idea”. Las ideologías pretenden conocer los misterios de todo el proceso histórico, los secretos del pasado, las complejidades del presente, las incertidumbres del futuro, merced a la lógica inherente de sus ideas”. Quien se rige por la ideología pretende ser el más listo (lo explica todo) y acaba siendo el más ingenuo. La ideología, además, apantalla lo real. Lo tiene todo demasiado claro, nunca se interesa por el misterio de las cosas. Tiene vocación totalitaria. “La coacción puramente negativa de la lógica, es decir, la prohibición de contradicciones, se convierte en productiva”.” Ese proceso productivo no podrá ser interrumpido o desdicho por una nueva idea o una nueva experiencia. Esa es la cerrazón ideológica: “Cambiar la capacidad inherente de pensar por la camisa de fuerza de la lógica, nos fuerza tan violentamente como si estuviéramos forzados por un poder exterior”. Las principales ideologías totalitarias del siglo XX fueron el nazismo y el estalinismo. En el siglo XXI han cambiado de máscara y son la biotecnología (la idea de que el ser humano es solo un algoritmo biológico) y la tecnolatría o digitalización del mundo (la idea de que lo real es básicamente información).
El totalitarismo se consolida cuando es destruida la forma más elemental de la creatividad humana, que se suscita siempre en el origen, en el “nuevo comienzo”, al que la persona creativa regresa continuamente. Mientras existan personas creativas, que añadan algo propio al mundo común, podrá sortearse la amenaza totalitaria y su sistemática preparación de ejecutores y víctimas.
Mientras que el totalitarismo pretende convertir al ciudadano en autómata., en nuestro momento presente, pretende convertirlo en algoritmo biológico: programable, jaqueable, prescindible. “La dominación totalitaria porta los gérmenes de su propia destrucción”. El miedo y la impotencia son principios antipolíticos y “lanzan a las personas a una situación contraria a la acción política.” Hannah se despoja de fatalismo. Cada final en la historia anuncia un nuevo comienzo, y ese comienzo se identifica con la libertad humana. Heráclito ha regresado. Un conocimiento garantizado por cada nuevo nacimiento, por cada ser vivo.
La gran intuición de Arendt es que ve en el totalitarismo el culmen de la idea moderna del mundo que se empieza a gestar con el mecanicismo del siglo XVII. Un logro facilitado por la técnica y la ciencia aplicada, espoleadas por la idea fija de un crecimiento económico ilimitado. Tres impulsos estrechamente relacionados que culminan en la producción industrial de la muerte, la obsesión por el control y la gestión del miedo. Paradójicamente, la ciencia y la técnica desbocadas llevan a la sinrazón y a la negación de la dignidad y la libertad humanas.
Para Arendt la característica principal de las masas modernas es que no confían en la realidad de su propia experiencia (lo hemos visto recientemente). “No confían en sus ojos ni en sus oídos, sólo en sus imaginaciones… (configuradas por los medios de información). Las masas se niegan a reconocer el carácter fortuito que penetra la realidad. Están predispuestas a todas las ideologías porque éstas explican los hechos como simples ejemplos de leyes y eliminan las coincidencias, inventando una omnipotencia que lo abarca todo. La propaganda totalitaria medra en esa huida de la realidad a la ficción, de la coincidencia a la constancia”.
Hay en las masas un miedo general a la libertad, y un deseo de escapar de la realidad. Una ceguera voluntaria. Ese miedo es el que gestiona el proyecto totalitario, utilizando el anhelo de consistencia. Hitler afirmaba que en el Estado total no debía haber diferencia alguna entre ley y ética. “La dominación total aspira a organizar la pluralidad y diferenciación infinitas de los seres humanos como si fueran un único individuo, algo que sólo es posible si cada individuo particular es reducido a un complejo de reacciones nunca cambiante… El asunto es fabricar algo que no existe, un tipo de especie humana cuya única libertad consista en preservar la especie”. Darwin y el determinismo de Laplace (la tentación geométrica) se dan aquí la mano. Se trata de eliminar, mediante condiciones científicamente controladas, la espontaneidad como expresión del comportamiento humano y transformar a las personas en simples “perros de Pávlov”, regidas bajo la ley única del reflejo condicionado. Este es el primer paso para volver a todas las personas superfluas (i. e., prescindibles, jaqueables, programables).
Las ideologías preparan el terreno para el totalitarismo. Y lo hacen gracias a la “fuerza de la lógica”, a la reivindicación de la “validez total”. “En los sistemas lógicos, como los sistemas paranoicos, todo se deduce comprensiblemente e incluso obligatoriamente una vez que ha sido aceptada la primera premisa. La locura de semejantes sistemas radica no sólo en su primera premisa, sino en la lógica con la que han sido construidos. La curiosa cualidad lógica de todos los ismos, su confianza simplista en el valor salvador de la devoción tozuda sin atender a factores específicos y variables, alberga ya los primeros gérmenes del desprecio totalitario por la realidad y los hechos”. Ese desprecio esconde la ambición orgullosa de dominar el mundo. Un dominio que exige la creación de un individuo prefabricado (un autómata) y una fuerte devaluación de la realidad. Lo único que importa es ser consecuente. Arendt asocia ese impulso con los fines de la burguesía y del imperio. “Con estas nuevas estructuras, construidas sobre la fuerza del supersentido e impulsadas por el motor de la lógica, nos hallamos en el final de la era burguesa del incentivo y el poder tanto como en el final del imperialismo y la expansión”. El imperialismo, como la lógica, es una fuerza de coerción, ya sea de los pueblos o de la naturaleza.
Para Arendt la ecuación es sencilla: la idea de una lógica de la historia conduce al totalitarismo estalinista, así como la idea de unas leyes naturales universales conduce al racismo de los nazis. “Ninguna ideología que pretenda explicar todos los acontecimientos históricos del pasado o la delimitación de todos los acontecimientos futuros puede soportar la imprevisibilidad que procede del hecho de que los hombres sean creativos, que puedan producir algo que nadie llegó a prever.” Un sistema lógico, como un sistema ideológico, no puede ser creativo. Su naturaleza es tautológica. Imponerlo sobre el individuo es cercenar los más sagrado de la condición humana: la libertad y la creatividad. Y eso es lo que hace la propaganda totalitaria, que hoy, en el milenio de los prodigios tecnológicos, toma la forma del dataísmo o culto al dato. Lo que está en juego es la naturaleza humana como tal. Esa es la nueva manipulación global. El monstruo totalitario dice obedecer a leyes positivas, de las que obtiene su legitimación. Absolutiza la ley natural, que ha dejado de ser un constructo humano (un híbrido naturaleza-cultura), para convertirse en ley irrevocable. Los nazis hablaban de la ley de la naturaleza, los bolcheviques de la ley de la historia, los tecnócratas de la ley de la información, que el algoritmo hace efectiva tras la digitalización de la realidad.
Juan Arnau, Hannah Arendt, la amistad frente al totalitarismo, El País 23/08/2023
Programació
Divendres, 29 de setembre 2023 - Horari: 18h
FILMOSOFIASinopsi:
Cinema Paradiso és una història d’amor pel cinema. Explica la història de Salvatore, un nen que li agrada passar les estones al cinema del seu poble. Abduït per les imatges en moviment, el noi creu cegament que el cinema és màgia. Però un dia l’alfredo, l’operador de càmera, accedeix a ensenyar-li els misteris que s’amaguen darrera de cada pel·lícula.
Programació
Divendres, 29 de setembre 2023 - Horari: 18h
FILMOSOFIASinopsi:
Cinema Paradiso és una història d’amor pel cinema. Explica la història de Salvatore, un nen que li agrada passar les estones al cinema del seu poble. Abduït per les imatges en moviment, el noi creu cegament que el cinema és màgia. Però un dia l’alfredo, l’operador de càmera, accedeix a ensenyar-li els misteris que s’amaguen darrera de cada pel·lícula.
Sinopsi:
Un empresari multimilionari decideix fer una pel·lícula que el transcendeixi i li doni prestigi social. Per aconseguir-ho contracta als millors: la cineasta Lola Cuevas (Penélope Cruz) i dos reconeguts actors de gran talent, tant gran com el seu ego: l’actor de Hollywood Félix Rivero (Antonio Banderas) i l’actor de teatre Iván Torres (Oscar Martínez). Ambdós són una llegenda en el món de la interpretació, però no són precisament amics.
Divendres, 24 de novembre 2023 - Horari: 18h
FILMOSOFIASinopsi:
Explica la història del matemàtic indi Srinivasa Ramanujan. Va fer importants contribucions al món de les matemàtiques com la teoria dels nombres, les sèries i les fraccions continues. El matemàtic va entrar a la Universitat de Cambridge durant la Primera Guerra Mundial, on va continuar treballant en les seves teories amb l’ajuda del professor britànic G. H. Hardy, malgrat tots els entrebancs que el seu origen indi suposaven per als estàndards socials d’aquella època.
Divendres, 22 de desembre 2023 - Horari: 18h
FILMOSOFIASinopsi:
Els Farel són una parella exitosa. Jean, el marit és un destacat expert i la seva esposa, Claire, és una assagista coneguda pel seu feminisme radical. Tenen un fill, Alexandre, que estudia en una prestigiosa universitat d’Estats Units. Durant una breu visita a París, Alexandre coneix a la Mila, la filla de la nova parella de la seva mare, i la convida a una festa. Al dia següent, Mila presenta una denúncia contra Alexandre per violació. L’armonia familiar queda destruïda i es posa en marxa una complicat procés judicial i mediàtic que confronta les versions oposades.
Cinefòrum dinamitzat per: Joan Méndez
A la Biblioteca de Cardedeu disposarem d’exemplars en format DVD per deixar-vos-els en préstec. Per a més informació poseu-vos en contacte amb la Biblioteca de Cardedeu: b.cardedeu.mv@diba.cat i 938 71 14 17
Casa Elizalde de Barcelona
Descripció del taller: Després del predomini de la filosofia grega i romana a l’època clàssica, ens trobem amb nous focus de producció filosòfica. L’escola d’Alexandria i el moviment de la Patrística agafaran un gran protagonisme en els primers segles de l’era cristiana. A partir del s.XI, la introducció de la filosofia àrab i el naixement de les universitats a Europa seran factors clau per entendre el desenvolupament de l’Escolàstica, el nominalisme i l’humanisme renaixentista posterior.
Metodologia: Classe magistral amb comentari i discussió grupal de textos i vídeos
Objectius: Ampliar els coneixements sobre aquest període de la història del pensament, tot posant en relació les problem&
... (... continúa)Casa Elizalde de Barcelona
Descripció del taller: Després del predomini de la filosofia grega i romana a l’època clàssica, ens trobem amb nous focus de producció filosòfica. L’escola d’Alexandria i el moviment de la Patrística agafaran un gran protagonisme en els primers segles de l’era cristiana. A partir del s.XI, la introducció de la filosofia àrab i el naixement de les universitats a Europa seran factors clau per entendre el desenvolupament de l’Escolàstica, el nominalisme i l’humanisme renaixentista posterior.
Metodologia: Classe magistral amb comentari i discussió grupal de textos i vídeos
Objectius: Ampliar els coneixements sobre aquest període de la història del pensament, tot posant en relació les problemàtiques que van tractar els principals filòsofs d’aquells temps amb les preocupacions actuals.
Descripció de les sessions / Contingut del taller:
Nre. sessions: 10
https://www.casaelizalde.com/cursos-i-tallers/historia-de-la-filosofia-del-neoplatonisme-a-lhumanisme-renaixentista/
Casa Elizalde de Barcelona
Descripció del taller: Després del predomini de la filosofia grega i romana a l’època clàssica, ens trobem amb nous focus de producció filosòfica. L’escola d’Alexandria i el moviment de la Patrística agafaran un gran protagonisme en els primers segles de l’era cristiana. A partir del s.XI, la introducció de la filosofia àrab i el naixement de les universitats a Europa seran factors clau per entendre el desenvolupament de l’Escolàstica, el nominalisme i l’humanisme renaixentista posterior.
Metodologia: Classe magistral amb comentari i discussió grupal de textos i vídeos
Objectius: Ampliar els coneixements sobre aquest període de la història del pensament, tot posant en relació les problemàtiques que van tractar els principals filòsofs d’aquells temps amb les preocupacions actuals.
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Nre. sessions: 10
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Dedicarem cada sessió a comentar, des d’un vessant eminentment pràctic, una temàtica concreta tal com aquesta ha estat analitzada amb profunditat per un filòsof o filòsofa reconeguts a la història del pensament. Volem mostrar, d’aquesta manera, com el pensament filosòfic pot contribuir a millorar la nostra comprensió de la realitat que ens envolta.
Descripció de les sessions / Contingut del taller:
Casa Elizalde de Barcelona
Dedicarem cada sessió a comentar, des d’un vessant eminentment pràctic, una temàtica concreta tal com aquesta ha estat analitzada amb profunditat per un filòsof o filòsofa reconeguts a la història del pensament. Volem mostrar, d’aquesta manera, com el pensament filosòfic pot contribuir a millorar la nostra comprensió de la realitat que ens envolta.
Descripció de les sessions / Contingut del taller:
HORARI: Dijous 19 - 20.30 h
DATES: 28/09/2023 - 14/12/2023
ESPAI: Sala 2.2
DOCENT: Joan Méndez Camarasa
PREU: 81,49 €
https://www.casaelizalde.com/cursos-i-tallers/filosofia-aplicada-per-comprendre-el-mon-que-ens-envolta/
Casa Elizalde de Barcelona
Dedicarem cada sessió a comentar, des d’un vessant eminentment pràctic, una temàtica concreta tal com aquesta ha estat analitzada amb profunditat per un filòsof o filòsofa reconeguts a la història del pensament. Volem mostrar, d’aquesta manera, com el pensament filosòfic pot contribuir a millorar la nostra comprensió de la realitat que ens envolta.
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HORARI: Dijous 19 - 20.30 h
DATES: 28/09/2023 - 14/12/2023
ESPAI: Sala 2.2
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El curs consistirà en el comentari i explicació d’algunes de les cites més famoses de la història del pensament. Analitzarem el seu significat en el context de la filosofia del seu autor, i discutirem la seva actualitat.
DISSABTES DE 11 A 12.30h. a l'edifici municipal EL GRA2023 - 2024
Universitat Popular de Granollers
Programa:
1. “Ningú no es banya dues vegades en el mateix riu.” (Heràclit)
2. “L’ésser és i el no-ésser no és.” (Parmènides)
3. “Només sé que no sé res.” (Sòcrates)
4. “L’home és la mesura de totes les coses.” (Protàgores)
5. “L’home és un animal polític.” (Aristòtil)
6. “Quan nosaltres hi som
... (... continúa)El curs consistirà en el comentari i explicació d’algunes de les cites més famoses de la història del pensament. Analitzarem el seu significat en el context de la filosofia del seu autor, i discutirem la seva actualitat.
DISSABTES DE 11 A 12.30h. a l'edifici municipal EL GRA2023 - 2024
Universitat Popular de Granollers
Programa:
1. “Ningú no es banya dues vegades en el mateix riu.” (Heràclit)
2. “L’ésser és i el no-ésser no és.” (Parmènides)
3. “Només sé que no sé res.” (Sòcrates)
4. “L’home és la mesura de totes les coses.” (Protàgores)
5. “L’home és un animal polític.” (Aristòtil)
6. “Quan nosaltres hi som, la mort encara no hi és; i quan ella arriba nosaltres ja no hi som.” (Epicur)
7. "No són les coses les que ens fan patir, sinó els nostres pensaments sobre les coses." (Epictet)
8. "No es pot creure res si abans no s'entén." (Pere Abelard)
9. “No han de multiplicar-se els ens sense necessitat.” (Guillem d’Ockham)
10. “La fi justifica els mitjans.” (Nicolau Maquiavel)
11. “Penso, aleshores existeixo.” (René Descartes)
12. "Esse est percipi. (L'ésser consisteix en ser percebut)" (George Berkeley)
13. “Les nostres ànimes s’han corromput a mesura que les nostres ciències i les nostres arts han avançat cap a la perfecció.” (JeanJacques Rousseau)
14. “Dues coses m’omplen l’esperit d’admiració i espant: el cel estrellat a sobre meu, i la llei moral dins meu.” (Immanuel Kant)
15. “Tot el que és racional és real, i tot el que és real és racional.” (G.W.F.Hegel)
16. “No bufa cap vent favorable per qui no sap a quin port es dirigeix.” (Arthur Schopenhauer)
17. “Els filòsofs fins ara s’han dedicat a interpretar la realitat, del que es tracta ara és de transformar-la.” (Karl Marx)
18. “Déu ha mort.” (Friedrich Nietzsche)
19. “La paraula –la parla- és la casa de l’ésser.” (Martin Heidegger)
20. “Només existeix un problema filosòfic veritablement seriós: el suïcidi.” (Albert Camus)
21. “En filosofia són més essencials les preguntes que les respostes.” (Karl Jaspers)
22. “En l’ésser humà, l’existència precedeix l’essència.” (Jean-Paul Sartre)
23. “Yo soy yo y mi circunstancia.” (Ortega y Gasset)
24. “No hi ha pensaments perillosos, per la senzilla raó de què el pensament és ja en si mateix una empresa perillosa.” (Hannah Arendt)
25. “L’ésser humà és un invent recent.” (Michel Foucault)
CALENDARI
7, 21, 28 d'octubre
4, 11, 18, 25 de novembre
2, 16 de desembre
13, 20, 27 de gener
30 euros
PROFESSORATJoan Méndez
El curs consistirà en el comentari i explicació d’algunes de les cites més famoses de la història del pensament. Analitzarem el seu significat en el context de la filosofia del seu autor, i discutirem la seva actualitat.
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4. “L’home és la mesura de totes les coses.” (Protàgores)
5. “L’home és un animal polític.” (Aristòtil)
6. “Quan nosaltres hi som, la mort encara no hi és; i quan ella arriba nosaltres ja no hi som.” (Epicur)
7. "No són les coses les que ens fan patir, sinó els nostres pensaments sobre les coses." (Epictet)
8. "No es pot creure res si abans no s'entén." (Pere Abelard)
9. “No han de multiplicar-se els ens sense necessitat.” (Guillem d’Ockham)
10. “La fi justifica els mitjans.” (Nicolau Maquiavel)
11. “Penso, aleshores existeixo.” (René Descartes)
12. "Esse est percipi. (L'ésser consisteix en ser percebut)" (George Berkeley)
13. “Les nostres ànimes s’han corromput a mesura que les nostres ciències i les nostres arts han avançat cap a la perfecció.” (JeanJacques Rousseau)
14. “Dues coses m’omplen l’esperit d’admiració i espant: el cel estrellat a sobre meu, i la llei moral dins meu.” (Immanuel Kant)
15. “Tot el que és racional és real, i tot el que és real és racional.” (G.W.F.Hegel)
16. “No bufa cap vent favorable per qui no sap a quin port es dirigeix.” (Arthur Schopenhauer)
17. “Els filòsofs fins ara s’han dedicat a interpretar la realitat, del que es tracta ara és de transformar-la.” (Karl Marx)
18. “Déu ha mort.” (Friedrich Nietzsche)
19. “La paraula –la parla- és la casa de l’ésser.” (Martin Heidegger)
20. “Només existeix un problema filosòfic veritablement seriós: el suïcidi.” (Albert Camus)
21. “En filosofia són més essencials les preguntes que les respostes.” (Karl Jaspers)
22. “En l’ésser humà, l’existència precedeix l’essència.” (Jean-Paul Sartre)
23. “Yo soy yo y mi circunstancia.” (Ortega y Gasset)
24. “No hi ha pensaments perillosos, per la senzilla raó de què el pensament és ja en si mateix una empresa perillosa.” (Hannah Arendt)
25. “L’ésser humà és un invent recent.” (Michel Foucault)
CALENDARI
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2023 - 2024
Curs de la Universitat Popular de Granollers (upg.cat)Programa1. Segon origen: la naturalesa humana en Hobbes i Locke16 d’octubre
13 de novembre
11 de desembre
15 de gener
12 de febrer
11 d
2023 - 2024
Curs de la Universitat Popular de Granollers (upg.cat)Programa1. Segon origen: la naturalesa humana en Hobbes i Locke16 d’octubre
13 de novembre
11 de desembre
15 de gener
12 de febrer
11 de març
8 d’abril
13 de maig
Inscripció anual
30 euros
Joan Méndez
¿De qué mejor manera se puede reflexionar sobre la propia práctica docente que observándola y comentándola con un igual o un experto? Esto permite, además, generar un espacio de reflexión para compartir y produce transferencia de unas aulas a otras.
La evaluación docente no ha de ser una evaluación “a los docentes”, sino “con los docentes”. La probabilidad de que un docente aplique pedagogías innovadoras se incrementa cuando observa otras aulas, otros centros y participa en redes de colaboración de profesionales. Esta obra supone un acercamiento práctico a la observación de clases, especialmente a la observación entre iguales, y el tipo de decisiones que se toman, desde la mentalidad de crecimiento y con el objetivo de alcanzar retos de mejora educativa para el alumnado.
Sobre la autora
Mariana Morales es Consultora Educativa Independiente (evaluaryaprender.com) para instituciones y centros educativos en España y Latinoamérica, especializada en evaluación formativa. Participa como docente en cursos universitarios de posgrado en diversas instituciones públicas y privadas. Ha intervenido en más de 70 centros educativos, acompañando regularmente a los docentes en su desarrollo profesional. Licenciada en Filosofía y Letras (Filología), ha sido profesora de Secundaria y Bachillerato durante 15 años. Es coautora del libro La evaluación formativa. Estrategias eficaces para regular el aprendizaje (SM, 2022).
Primeras páginas de La observación de aula.
La entrada La observación de aula se publicó primero en Aprender a pensar.
Mientras, bajo el peso de los asuntos cotidianos, las palabras parecen estar al servicio de una representación con fuente exterior a las mismas, ha debido darse en la vida de cada uno un momento en el que las metáforas, hoy oscurecidas por la reducción instrumental del lenguaje, constituían, sin necesidad de explicación, simplemente lo más luminoso. Neruda, Mallarmé, Góngora o Lorca, son como los embajadores milagrosos de un país ya muy lejano, en el que las palabras, persiguiendo tan sólo la emulación de sí mismas, precisamente por ello empapaban todo acontecimiento y toda cosa presente. ¿Es la Tierra azul como una naranja? Así ha de ser si las palabras no mienten (La terre est bleue comme une orange/Jamais une erreur les mots ne mentent pas, Paul Éluard, L’ Amour, la Poésie).
No discuto la legitimidad de preguntarse qué quiere decir Éluard en estas líneas, de qué verdad el poeta se siente portavoz. Estoy diciendo simplemente que esa verdad no consiste en adecuación a una realidad extrínseca, y que lo esencial en tal decir no es de orden epistémico, que lo conmovedor del asunto reside simplemente en otro decir, esencial al espíritu humano y al que Kant, en estos asuntos ineludible, intentó aproximarse. La metáfora no es aquí ese “instrumento” al que a veces ha querido ser reducida. Y desde luego no cumple la exigencia de subordinarse a un relato ajeno a la propia metáfora.
Victor Gómez Pin, En efecto, las palabras no mienten, El Boomeran(g) 24/08/2023
Seis años después de su suicidio, Mark Fisher (Reino Unido, 1968-2017) ya es un referente indiscutible de los Estudios Culturales. Su legado, sin embargo, hace ya mucho tiempo que ha desbordado los muros de la academia. Ese era uno de sus objetivos, de hecho, cuando pasa de escribir –de forma anónima– para el blog K-punk a publicar, en el 2009, su ensayo más conocido, Realismo capitalista. Decide, así, “salir del underground” para convertirse en un “modernista popular”. Alguien que parecía llamado a realizar crípticos ejercicios de exégesis cultural, sobre todo desde el análisis de la cibernética (su tesis doctoral, Constructos Flatline, es una obra de culto), se transforma en una de la mentes más lúcidas para interpretar las trampas del capitalismo del siglo XXI.
Su escritura, clara y directa, ha ido llegando a los lectores en español gracias, en gran parte, a la editorial Caja Negra, que ha recuperado sus títulos más destacados. De hecho, una magnífica manera de adentrarse en el pensamiento del autor británico es gracias a las entrevistas que se recogen en el volumen 3 de K-Punk. Allí explica que, siendo profesor de filosofía en una escuela orientada al mundo del trabajo, toma consciencia de cómo la frase de Margaret Thatcher “No hay alternativa” se ha infiltrado en jóvenes que no han conocido otra cosa que el capitalismo global. “Así son las cosas, y no se puede hacer nada al respecto” es lo que muchos sienten, secuestrados por la resignación. La imposibilidad de pensar un futuro diferente es a lo que llama “realismo capitalista”, y dedica un capítulo de su ensayo a “la privatización del estrés”. Fisher considera que el capitalismo posfordista -el que prefiere especular en las plataformas digitales antes que en las fábricas- no solo nos ha abocado a una angustia permanente, sino que además nos ha hecho creer que somos culpables de nuestra ansiedad. El británico nos advierte del peligro de tratar la salud mental como algo individual, simplemente como un error químico o la consecuencia de una determinada constelación familiar. La ansiedad es, entonces, una cuestión profundamente política.
Curtido en la crítica musical, pero con una gran base filosófica, Fisher resignifica un término de Jacques Derrida, la hauntología, para designar los “espectros” que un día fueron pensados en el pasado. Y apuesta por buscar futuros posibles, precisamente, en esas potencialidades no desarrolladas. En Los fantasmas de mi vida describe esa ontología diferente, basada en la huella, no para fomentar una nostalgia reaccionaria, sino para salir del laberinto del presente. “Lo que debe asediarnos no es el ya no más de la socialdemocracia tal como existió, sino el todavía no de los futuros que el modernismo popular nos preparó para esperar pero que nunca se materializaron”.
Albert Lladó, El futuro de Mark Fisher, La Vanguardia 20/08/2023
La teoría cuántica es la teoría científica mejor confirmada y más exitosa que tenemos. Casi toda la tecnología actual más relevante se basa en ella. Ha sido, además, desde sus comienzos intrigante para los filósofos y para los físicos con vocación teórica, porque plantea problemas de gran envergadura y profundidad, que sus creadores se tomaron muy en serio. Se dice que Bohr estuvo garabateando en su lecho de muerte una respuesta a la última objeción de Einstein, quien nunca aceptó que la teoría cuántica fuese una teoría acabada.
En esencia, el debate filosófico sobre la "realidad" cuántica no es sino la continuación de un viejo debate sobre la forma más adecuada de entender las teorías científicas y su relación con el mundo que tratan de conocer. Hay dos posiciones básicas. Según los realistas, las teorías científicastienen como objetivo averiguar, aunque sea siempre de forma falible, qué entidades y procesos hay en el mundo, qué propiedades tienen y por qué cambian de un modo definido. Esas entidades, procesos y propiedades existen en el mundo con independencia de cualquier observador.
Consideran, además, que las evidencias obtenidas mediante la observación y los experimentos pueden aportar elementos de juicio para aceptar la verdad (aproximada) de las teorías exitosas.
Los antirrealistas ven las cosas de otro modo. Consideran que el papel de las teorías científicas consiste en calcular, predecir y controlar una forma simple y fructífera las manifestaciones observables de la naturaleza (lo que los clásicos llamaban “salvar los fenómenos”). Las teorías son, pues, herramientas conceptuales para manejar el mundo y no deben interpretarse como guías ontológicas, es decir, no deben tomarse como un catálogo acerca del mobiliario del universo, y mucho menos en lo que se refiere a las entidades inobservables. La evidencia empírica sólo nos permite afirmar la adecuación empírica de la teoría, es decir, solo podemos afirmar que la teoría ha encajado bien hasta el momento con los fenómenos conocidos y, particularmente, que ha resultado efectiva en su capacidad de predicción.
La teoría cuántica constituye un desafío para las posiciones realistas si la tomamos en la interpretación considerada como estándar, la interpretación de Copenhague, desarrollada fundamentalmente por Bohr, Heisenberg y Born. Una interpretación cuyo contenido preciso, sin embargo, sigue siendo objeto de controversia entre físicos e historiadores. De hecho, Bohr y Heisenberg discreparon en puntos importantes.
También en cuanto a sus planteamientos filosóficos. Bohr fue una especie de fenomenista kantiano, mientras que Heisenberg estuvo más cercano al positivismo. En lo que ambos coincidían era en su instrumentalismo.
Antonio Diéguez, El gran debate filosófico del siglo XX sigue abierto ..., xataka.com 26/10/2022
En el contexto de lo que Adam Tooze ha llamado "policrisis", la tentación de los negacionismos (sanitario, climático, geopolítico) alimenta el crecimiento de partidos o movimientos postfascistas y destropopulistas en todo el mundo. Aunque solo fuera por eso valdría la pena tomarse en serio a sus seguidores. Son muchos y hacen a menudo un esfuerzo cognoscitivo y pedagógico mayor que el de los que se ríen de ellos. Es gente mal informada, pero extraordinariamente informada; es gente mal pensada, pero que piensa sin parar; es gente contraria al sentido común, pero que apuesta por un proyecto común. La filósofa italiana Donatella di Cesare, especialista en el Holocausto, insiste con razón en que los negacionismos no son fruto de la ignorancia. La ignorancia ignora, no niega. La negación, lo sabemos, puede ser una defensa instintiva frente a un trauma, tal y como nos enseña la psicología: es, de hecho, la primera fase de casi todos los duelos: la negativa a aceptar la muerte de un ser querido. Pero el negacionismo es otra cosa, pues convierte la negación en una afirmación, en un forma activa, afirmativa, de intervención en el mundo. Puede beneficiarse de la ignorancia, desde luego. Es muy posible, por ejemplo, que ese alarmante 65% de jóvenes estadounidenses que no saben nada del Holocausto puedan llegar a convertirse en neonazis, pero hoy sencillamente no se ocupan de él, y aún están a tiempo de estudiar historia. El negacionismo puede crecer también en el marco de un "duelo" colectivo, como hemos visto en el caso de la pandemia, pero el terror de la propia fragilidad sobrevenida no conduce necesariamente al terraplanismo o al antivacunismo; los duelos colectivos pueden aumentar asimismo la conciencia humana y producir alternativas solidarias, como recuerda en sus libros la socióloga estadounidense Rebecca Solnit.
El negacionismo, en fin, es un sistema de conocimiento y de pensamiento que no se limita a destruir un consenso social sino que construye en paralelo formas de vida y de comunicación autorreferenciales que no pueden desmontarse enunciando ninguna verdad presuntamente objetiva. Todos los negacionismos, por ejemplo, van acompañados de una teoría conspiranoica. No se puede ser terraplanista sin denunciar una conjura de la NASA. No se puede ser anti-vacunas sin denunciar una conspiración de Soros, Bill Gates y la casa Bayern. No se pueden negar las cámaras de gas sin denunciar un complot del capitalismo judío. No se pueden negar los crímenes del estalinismo sin convertir a la CIA en una omnipotente maquinaria de propaganda anticomunista. Cada negación conlleva su propia construcción conspiratoria; y cada construcción contiene uno o dos ladrillos verdaderos. Es verdad, por ejemplo, que las grandes farmacéuticas se han lucrado del modo más abyecto con las vacunas. Es verdad que Israel ha explotado a las víctimas del Holocausto para legitimar un proyecto colonial en Palestina. Es verdad que la CIA ha utilizado todos los medios a su alcance (desde periodistas y películas hasta golpes de Estado) para combatir el comunismo en el marco de la Guerra Fría. E incluso los terraplanistas pueden decir con razón que la única prueba que tenemos de la redondez de la Tierra son imágenes artefactas perfectamente manipulables. Cabe afirmar, pues, que las construcciones con las que los negacionistas niegan la Ciencia o niegan la Historia son bastante más sólidas e irrefutables que la Ciencia y la Historia mismas, cuyas disciplinas se caracterizan por la revisión constante de sus conclusiones, la renovación de las fuentes y la adquisición de nuevos datos y pruebas. En un momento en el que cada vez es más difícil distinguir la verdad de la falsedad, podríamos sugerir un indicio orientativo: en la realidad siempre queda algún fleco suelto; en la teorías conspiranoicas, en cambio, todo encaja perfectamente bien.
Santiago Alba Rico, Negacionismos y democracia, Público 23/08/2023
¿Qué es lo que niega un negacionista? La respuesta fácil, cómoda, autosatisfecha es: "los negacionistas niegan la realidad" o "los negacionistas niegan los hechos". ¿Pero estamos seguros de poder reconocer siempre un "hecho"? Lo que llamamos "hechos" son cristalizaciones muy complejas en las que el propio cuerpo es solo un testigo lateral o incluso accidental que interviene poco y del que apenas podemos fiarnos. Casi nunca nuestros conocimientos están hecho de "experiencias". Ni siquiera los más empíricos. El genial escritor inglés Keith Gilbert Chesterton decía que un niño sabe que las abejas pican, antes de que ninguna le haya atacado, porque se lo ha dicho su madre. Lo hijos creen en sus padres y por eso acaban repitiendo muchas veces sus mismos errores. Pero si esto ocurre a la escala del propio cuerpo, ¿qué sucederá allí donde el acceso al conocimiento solo puede hacerse por vía interpuesta y sin posibilidad de una experiencia directa? Este es el caso precisamente de la Ciencia y de la Historia. ¿Por qué sabemos que la teoría de la evolución de Darwin está bien fundada? Porque nos lo han dicho en la escuela. Pero en 1850, por ejemplo, los niños ingleses "sabían" que el mundo había sido creado por Dios en siete días hacía 4004 años y durante el mes de octubre; y que el último día había creado a los humanos, primero al hombre y después a la mujer. Lo sabían por la misma razón: porque se lo habían dicho sus madres o se lo habían dicho en la escuela. ¿Y por qué sabemos que Constantinopla cayó en manos de los turcos en 1453, que Lenin encabezó una revolución en Rusia en 1917 y que Hitler mató entre cinco y seis millones de judíos (además de gitanos, eslavos, comunistas y homosexuales) entre 1933 y 1945? Porque nos lo han dicho en la escuela. Ninguno de nosotros es tan viejo que haya podido vivir esos acontecimientos; y ninguno de nosotros conoce a un testigo de esos acontecimientos. Así que todo nuestro conocimiento es indirecto y depende, por así decirlo, de fuentes que consideramos autorizadas.
La cuestión, pues, son las fuentes. Todo lo que sabemos lo aprendemos de alguien: una madre, un libro, un maestro. Ahora bien, mientras que nuestra madre, como nuestro cuerpo, es una fuente subjetiva, la Ciencia y la Historia constituyen fuentes objetivas. Eso no significa que su contenido, en cada momento y cada época, sea siempre verdadero: antes de que se descubrieran las bacterias la Medicina consideraba probado el contagio a través de "miasmas" y solo en los últimos años los historiadores y antropólogos han podido evaluar en toda su envergadura el daño demográfico de la conquista española de América. Cada contenido de las ciencias, duras o blandas, está en permanente discusión en el seno de una comunidad de intercambio, colaboración, deliberación, verificación y refutación, garantía de la fundamentación provisional de los saberes y, si se quiere, del progreso cognitivo de la humanidad. Las ciencias las hacen cuerpos subjetivos (nacidos del vientre de madres) que a veces se equivocan o se engañan o engañan deliberadamente; pero conforman una "comunidad objetiva" cuyos procedimientos de autocorrección colectiva aseguran la contención de las subjetividades y sus alucinaciones. Los logros de esa "objetividad" se trasladan a la sociedad a través de la escuela, y es esa la razón de que sea tan importante defender una enseñanza pública, laica, universal y gratuita. El niño que va a la escuela se separa de sus padres y pasa del mundo de la subjetividad (donde a veces se aprenden cosas reales, como que las abejas pican, y otras veces cosas absurdas, como que los hombres son superiores a las mujeres) al de la objetividad (donde aprendemos qué es una abeja y por qué las necesitamos). Esa es la autoridad que nos permite sostener que "sabemos" algo cuando nos lo dice un maestro o un historiador o un funcionario de la OMS y no cuando nos lo dice una página web antivacunas. Cuando esa autoridad cede, cuando se vuelve de pronto "increíble", no vence la ignorancia sino el fascismo.
Santiago Alba Rico, Negacionismos y democracia, Público 23/08/2023
Podemos decir, por tanto, que el conocimiento es siempre una cuestión política; una cuestión que tiene que ver, es decir, con la polis y sus instituciones; que tiene que ver con el tipo de comunidad que trasladamos y reproducimos en los parlamentos y las escuelas. Por eso tiene mucha razón la citada Donatella di Cesare cuando insiste en que tanto los negacionismos como las inseparables teorías de la conspiración "no son un producto de la ignorancia o de un pensamiento mágico y supersticioso" sino que señalan cuestiones "eminentemente políticas". Los negacionismos, sí, se inscriben en un proyecto político cuyo propósito no es negar la "realidad" o los "hechos" o las "verdades científicas" sino combatir esas comunidades objetivas que hacen creíbles nuestros saberes y nuestras creencias; negacionismos y conspiranoias nacen, en puridad, de la descomposición de esas comunidades, descomposición que arrastra al terraplanismo, el antivacunismo o el negacionismo histórico a miles de personas normales asustadas e inseguras e incluso a miles de "rebeldes antisistema" justamente cabreados. No se trata, por tanto, de corregir la ignorancia con conocimiento; ni tampoco el falso conocimiento con verdadero conocimiento. La respuesta tiene que ser también política. ¿En quién podemos confiar? ¿A quién podemos creer? Las encuestas sobre negacionismos y negacionistas hay que ponerlas en relación, mucho me temo, con las encuestas sobre democracia. Recuerdo de nuevo algunos datos. Según un informe de la Fundación V-Dem, todos los progresos democráticos alcanzados en las últimas décadas "se han esfumado". El 78% de la población mundial, casi seis mil millones de personas, viven hoy bajo regímenes autocráticos, una proporción que nos devuelve al año 1986, a las vísperas del final de la Guerra Fría. Por primera vez en dos décadas, hay más gente gobernada por "autocracias cerradas" (un 28%) que por "democracias liberales" (tan solo un 13%). El informe indica que en 2022 cuarenta y dos países estaban en proceso de "autocratización", entre ellos EEUU y Brasil, pese a la victoria in extremis de Biden y Lula sobre Trump y Bolsonaro en las últimas elecciones: el paso de la derecha por el poder siempre deja fósiles institucionales difíciles de doblegar. Menos libertad académica y cultural, menos libertad de expresión, menos credibilidad electoral, menos derechos civiles, ésta es la tónica que se impone en el mundo por una especie de réplica viral en la que la dependencia comercial de las democracias respecto de las autocracias (pensemos en el poder económico de China, Rusia o Qatar) debilita aún más las resistencias liberales.
La lucha por la democracia, en consecuencia, es indisociable de la lucha por la Ciencia y la investigación histórica; es decir, de la escuela pública. A menos democracia, más negacionismo y más teorías de la conspiración. Una parte de la izquierda (la que niega los crímenes de Stalin, de Putin y de Bachar Al-Asad) coincide en eso con la ultraderecha: no cree en la objetividad de los saberes comunitarios (ni de los sufrimientos comunes) y no cree, en consecuencia, en las trabajosas chapuzas del Derecho y la Democracia.
Santiago Alba Rico, Negacionismos y democracia, Público 23/08/2023
Podríamos denominar o caracterizar la actual cultura occidental como «cultura psi». Todo síntoma, emoción, sentimiento o afecto que se siente como extraño o incómodo tiende a psicologizarse o psiquiatrizarse, y los especialistas en salud mental más críticos ya comienzan a inquietarse ante los efectos de posibles «contagios emocionales», sobre todo entre población adolescente. El problema a discutir aquí no es, como se ha defendido durante largos años, el efecto contagio de conductas suicidas (el llamado «efecto Werther»), sino el problema aún más inquietante de la estandarización de nuestra conducta. Es decir: cuando alguien ha sido diagnosticado en términos psicológicos o psiquiátricos, tiende a comportarse de una manera en la que pueda adecuar su personalidad, emociones, relaciones y conducta al trastorno que le haya sido «encomendado». Este es el verdadero problema: existe un extraño encariñamiento con el trastorno diagnosticado, y esto no ocurre por casualidad.
Nuestros ritmos frenéticos, la necesidad de vivir hiperconectados y el pavor a perdernos algo, el imperativo de la permanente rentabilidad en todos los ámbitos de la vida, la tecnologización de todos los procesos vitales, el creciente sentimiento de soledad o las recurrentes crisis económicas son sólo algunos de los factores de presión a los que nos vemos sometidos de continuo. Pero el auténtico drama nos sacude cuando, para poder sobrevivir, debemos reconocernos enfermos y, aun así, continuar. Porque lo normal es estar mal. Porque lo normal es sentirse cansado, avasallado… y nunca rendirse. A esto me refiero con «cultura psi»: necesitamos ayuda psicológica o psiquiátrica para sentir que, en el fondo, no estamos tan mal como parece porque, al menos, tenemos un diagnóstico que certifica que no podemos vivir al 100% continuamente. A fin de cuentas, esta es la tragedia: el diagnóstico «psi» (en psicología o en psiquiatría) nos reconcilia con el perverso modo de funcionar que nos hace enfermar.
Quién no tiene alrededor a alguien que le haya comunicado que habitualmente no tiene ganas de levantarse de la cama por la mañana, que no encuentra sentido a su vida o que le cuesta mucho seguir adelante (incluso cuando tiene todas sus necesidades cubiertas) pero que, «bueno, hay que continuar a pesar de todo». «Me han dicho que es una incipiente depresión», «nada me causa placer, pero todo pasará», «sólo es ansiedad, tengo medicación de rescate para que no vaya a más» o «nada preocupante, sólo es una racha». Puede que, incluso, esa persona seamos nosotros mismos.
En paralelo, toda una industria felicifoide, en ocasiones fraudulenta en términos psicológico-científicos pero multimillonaria de libros de autoayuda, seduce a sus consumidores con melosos y sugestivos conceptos como el de «resiliencia», «viajes interiores de autoconocimiento» o «crecimiento personal», por no mencionar las nuevas prácticas chamánicas con sustancias psicoactivas que prometen «limpiar» nuestras «impurezas» (como la ayahuasca o el peyote); una industria que, en definitiva, se lucra gracias a nuestro cotidiano sufrimiento. Tan terrible como cierto. La cultura psi se nutre de consumidores que se consumen a sí mismos: porque hay que seguir y porque, además, estoy diagnosticado (es decir, «estoy controlado») y debo continuar pase lo que pase. Y hay quienes, tras este alarmante escenario, están sacando un jugoso rédito económico de nuestros malestares. Incluso me atrevería a decir que los promueven.
Porque mientras leemos «el arte de no amargarse la vida», «vive sin miedo con diez sencillos pasos», «cómo encontrar a tu persona vitamina» o el último manual de autoayuda de turno, todo permanece igual ahí fuera. Nada cambia mientras nos hacemos resilientes y nos adaptamos a todo; nada cambia mientras hacemos nuestros viajes interiores o acudimos al coach emocional (que se ha sacado su título con un curso de un mes sin ningún tipo de certificación científico-psicológica).
A la vez, también, perdemos la alegría de vivir mientras nos enganchamos a una terrible carrera por alcanzar la felicidad a través de métodos salvíficos auspiciados por el último gurú de turno, que promete «hacernos olvidar todos nuestros problemas». Aunque no hay problema, porque estamos diagnosticados: tenemos la etiqueta, y eso nos calma, nos da tranquilidad. Por tanto, la cultura psi da voz a quien no la debe tener: a todo tipo de charlatanes que perpetúan la injusticia y las desigualdades sociales. Como apuntó la filósofa Agnes Taubert en el siglo XIX, «quienes sólo buscan la felicidad no piensan en el dolor general ni se inmutan frente a él. Esos egoístas sólo promueven la irreflexión para que nadie tome conciencia de su situación».
No sé a ustedes, pero a mí me preocupan enormemente los permanentes anuncios en la televisión que ofrecen asistencia psicológica online, la llamativa normalización con la que charlamos sobre trastornos emocionales o de la conducta, la naturalidad con la que hemos asumido que estamos enfermos y que, a pesar de todo y de todos, debemos continuar. Eso sin contar con toda la industria que se enriquece con nuestras inseguridades: cámaras en casa, alarmas y videovigilancia, relojes que miden todas nuestras constantes. Todo ha de estar medido, pautado, controlado: bajo sospecha.
Sí, por supuesto, debemos continuar, quién lo duda, pero es urgente trazar un análisis crítico de nuestro estado actual junto con especialistas en salud mental, pero también con filósofos, antropólogos, profesores, orientadores y sociólogos. ¿Qué nos ha hecho pensar que estar permanentemente enfermos, cansados, hastiados, carentes de deseo o sentirnos solos son síntomas de una vida normal? Es más, ¿qué nos ha hecho pensar que debemos ser resilientes porque todo eso es, sin más, cuanto debemos aguantar y a lo que nos debemos adaptar para vivir?
Continuar: sí, por supuesto. Para cambiar el escenario o, al menos, poner las condiciones para que suceda. Sin pasiva adaptación. Con activa resistencia y comprometida rebeldía intelectual.
Carlos Javier González, El peligro de la 'cultura psi'. ethic.es 16/03/3013
...¿tenemos actualmente más dificultades para afrontar las situaciones dolorosas que hace algunos años? Lo cierto es que vivimos en sociedades donde el estrés diario y el ritmo frenético de la actividad laboral y personal nos superan, pero a veces no somos conscientes de ello hasta que sobrepasamos cierto límite. Quizá esta propia vorágine vital es parte del problema, pero si no disponemos de tiempo para hacer un trabajo personal de introspección y reflexión –también para el descanso– que nos permita analizar nuestras debilidades, carencias y comenzar a hacer algo con ellas, tendremos más predisposición a acumular un malestar que en algún momento va a encontrar su vía de escape.
Entonces, ¿necesitamos siempre alguna de estas terapias y remedios cuando vivimos situaciones complejas? Si contamos con una base sólida y una fortaleza que hayamos aprendido desde nuestra infancia, probablemente nos resultará más sencillo afrontar las vivencias con habilidades propias. De hecho, tampoco resulta lo más recomendable acudir a una terapia ante la más mínima dificultad. Pero si el malestar repercute de forma prolongada en nuestra actividad cotidiana y en nuestras relaciones, sería el momento de buscar fórmulas que intenten remitir el dolor. Por ejemplo, la mirada externa, objetiva y profesional, de una psicóloga nos ayudará a enfocar desde otro lugar una misma vivencia, a poner en valor lo ya trabajado y a proponernos metas.
Es decir, ni todo el mundo necesita una terapia, ni esta tiene que ser por un tiempo prolongado. Pero lo cierto es que la psicoterapia –las terapias alternativas funcionan de un modo más cortoplacista– puede ser una gran caja de herramientas de la que poder extraer lo que precisemos en un momento determinado.
Esmeralda R. Vaquero, Siéntese y escoja su terapia, ethic.es 01/08/2023
Des de la meva perspectiva, viure i existir són dues maneres de ser en el món radicalment diferents, i és molt important establir-ne les diferències. Les plantes, els animals, i també els humans vivim, som éssers vius: naixem, ens reproduïm, envellim, morim… però existir no és viure, o no és només viure. Només un ésser humà existeix. Com indica la seva etimologia, existir és anar més enllà d’un mateix, és sortir de si-mateix vers allò que no és un mateix, vers el món, vers els altres, vers l’exterioritat…
Els éssers vius tenen una essència que determina la seva vida. No estan obligats a buscar-ne el sentit. En el cas dels éssers existents (els humans) no hi ha essència. Per això la dificultat que tenen (o tenim) els humans per habitar el món, per relacionar-nos amb els altres.
Existir és inventar-se, crear-se, però també és estar a l’altura dels esdeveniments que sorgeixen a la vida quotidiana, i que, precisament perquè són esdeveniments, també són imprevistos, no es poden preveure. Per aquesta raó, l’existència no té un manual d’instruccions, no hi ha “protocols” que ens diguin com hem d’existir, i també per això no som mai competents.
La consciència no és una paraula que jo personalment faci servir gaire, però, en tot cas, diria que la consciència humana és gramatical. Això significa que des del moment del naixement, l’existència humana hereta un univers simbòlic, sígnic, gestual, normatiu. Des d’aquest univers els humans ens fem les preguntes fonamentals de l’existència: Per què hem nascut? Quin sentit té la vida? Hi ha un després de la mort o tot acaba aquí? Precisament perquè som conscients de la nostra existència, aquestes preguntes no es poden eludir, no es poden evitar. Però el “drama” humà és que tampoc no es poden respondre, o, com a mínim, no es poden respondre definitivament. Potser sí que es poden trobar algunes respostes a aquestes preguntes, però sempre seran respostes relatives, contingents, revisables. El perill de qualsevol sistema totalitari, sigui del signe que sigui, és la pretensió de trobar una resposta “clara i distinta” a les preguntes fundacionals, a les qüestions metafísiques. En aquest sentit, crec que l’existència humana no pot deixar de fer-se preguntes metafísiques, relatives al sentit de la vida, però són interrogants que sempre quedaran oberts. I afegiria que no és gens fàcil viure amb aquesta mena de “raó desvalguda”, que és com jo anomeno la racionalitat humana.
En el món occidental, tant en la tradició grega (platònica) com en la cristiana, hi ha hagut la tendència de situar el valor de l’existència en una mena de més-enllà. Nietzsche, per exemple, es va encarregar de criticar molt aquesta opció. Perquè l’existència tingui valor caldria anar amb cura respecte a totes aquelles filosofies o religions que donen prioritat als transmons.
Crec que la filosofia ha de fer sobretot preguntes. Les respostes concretes depenen de cadascú. Precisament perquè tota existència és singular, és relacional i és situacional, cadascú de nosaltres ha de trobar la manera de viure i descobrir el goig de viure. En qualsevol cas, diria que el més important és acceptar que, des del punt de vista de l’existència, el goig, i també el dolor, depèn de la situació. Existir és acceptar la provisionalitat, que és una paraula que expressa la finitud. Ser finit vol dir que no hi ha res absolut en l’existència humana. Des d’aquesta perspectiva, diria que el goig s’inscriu en aquesta provisionalitat. L’humà és l’ésser que mai no pot passar les portes del paradís.
Mai no sabem com viure, mai no som competents en l’art de viure. Precisament perquè cada instant és primer i últim, cada moment de la vida pot tenir sentit, però també pot deixar de tenir-ne.
Qualsevol instant de l’existència humana està exposat al dolor, al sofriment, a la pèrdua, a l’absència, al buit existencial. L’humà és l’ésser que sempre ha d’acomiadar-se, com va escriure Rainer Maria Rilke a les seves Elegies de Duino. Des de Plató sabem que la mort és el gran tema de la filosofia (jo també diria de l’existència), però els filòsofs han pensat més en la pròpia mort i en la immortalitat de l’ànima que no pas en la mort dels altres, en el que he anomenat experiència de la pèrdua. El nostre present està habitat per “espectres”, per presències d’aquells que ja no hi són. Un dels grans relats que sempre rellegeixo és l’últim conte de Dublinesos, de James Joyce. És el que es titula Els morts. La nostra existència no només està feta de relacions amb els altres que són presents, sinó també de relacions amb els absents. La condició humana és elegíaca.
María Coll entrevista a Joan-Carles Mèlich: "Viure i existir són maneres radicalment diferents de ser", valors.org. 03/08/2023