El prólogo comienza así:
Como confirmando que todo lo que rima es verdadero, hoy, mientras Borja me comunicaba por teléfono que me había enviado el libro, ha sonado el timbre y era el cartero, que me lo traía y casi al mismo tiempo que el libro he recibido la invitación oficial del Centro Internacional Antonio Machado para dar tres lecturas en julio con el título genérico de "Leer a Sor María Jesús de Ágreda, la monja inabarcable". Allí está, en la cocina, J.A. González Sainz, con el que es muy fácil llevarse bien. Por cierto, su libro La vida pequeña es una joya.
El día se ha completado de manera óptima e inesperada. Se han puesto en contacto conmigo desde el decanato de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de Honduras con la invitación a un viaje.
¡Hola a todos! El próximo sábado, Rosamerón estrena su primer Sant Jordi y… ¡queremos convertir este gran día en una fiesta! Desde la mañana hasta bien entrada la tarde, os esperamos en esta encantadora placita, donde lucirán nuestros grandes protagonistas: las rosas y los libros. Además, vamos a acompañarlos con vino para brindar, tapas y... ¡por qué no una paella! ¡Editar es vivir! ¡Os esperamos!
Que seamos capaces de expresar con palabras nuestros pensamientos es uno de los milagros más fabulosos con los que contamos, fruto de una íntima imbricación de biología y cultura. Y, como todo milagro, pasa desapercibido. Hasta que se pierde y, sin él, la nada amenaza con habitar por completo nuestro cerebro. Una nada absoluta que no solo nos roba las relaciones sociales, sino incluso nuestro pensamiento y nuestra autonomía.
Porque hay determinadas enfermedades o accidentes que afectan a las neuronas que procesan el lenguaje. Tras la despedida de Bruce Willis y la avalancha de noticias que han seguido a la noticia, seguro que todos sabéis de qué hablo. Puede ser un ictus, un traumatismo craneoencefálico (provocado por un accidente de tráfico, por ejemplo), una infección viral o un proceso degenerativo de demencia. Sea por lo que fuere, algunas redes neuronales se ven comprometidas y se pierde la capacidad de pronunciar de forma fluida los sonidos del habla, o la de comprender lo que escuchamos, o la de crear frases adecuadas o, por supuesto, la de acceder a las palabras que necesitamos expresar. La pérdida de cualquiera de estas capacidades lingüísticas nos afecta como ninguna otra otra discapacidad. Porque lo veamos o no, los seres humanos somos, entre todas las cosas, seres lingüísticos.
Mamen Horno, Afasia: la lucha de un cerebro contra la nada, Letras Libres 18/04/2022
Frente a las matemáticas desarrolladas por civilizaciones anteriores —como la fenicia o la egipcia—, los griegos vieron en esta disciplina la clave no solo para comprender el mundo, sino para alcanzar una verdad absoluta. Para ellos, las matemáticas estaban por encima de su evidente utilidad, eran una forma suprema de verdad y belleza. Esta idea aparece reflejada en los textos de Platón; para el filósofo, la geometría es “conocimiento de lo que siempre existe”, y que “atraerá el alma hacia la verdad y formará mentes filosóficas que dirijan hacia arriba aquello que ahora dirigimos indebidamente hacia abajo”.
Ágata A. Timón, Las matemáticas tal como se pensaban en la Grecia antigua, El País 18/04/2022
El algoritmo es el nuevo Gran Relato de la posmodernidad. Sin embargo, contrariamente al logos filosófico, tras él no se halla el rostro de Dios, el conocimiento absoluto, la consecución del bien y de la felicidad. El algoritmo es un mero desarrollo instrumental, con posibilidades benéficas, pero también en manos de intereses comerciales o de manipulación informativa: para estos, los hechos no son una variable a tener en cuenta, sino el logro de determinados objetivos a través de una programación adecuada. La selección de datos ya implica un posicionamiento que, cuanto menos, condiciona el fin al que se quiere llegar. El dataísmo a través del Big Data nos da un mapa de lo que hay, predice resultados, conforma la realidad y la transforma.
Rosa María Rodríguez Magda, La ética del algoritmo, El País 19/04/2022
Sorpresas de la ciencia1
El principio de Arquímedes2
El daguerrotipo3
El caucho4
La insulina5
La penicilinaAl concluir la guerra francoprusiana se dijo que había sido ganada por los maestros de escuela alemanes. Wellington sostenía que la batalla de Waterloo se había ganado en los campos de Eton.
También hay batallas hoy que se están librando en los patios de nuestros centros educativos.
Han llegado el sol, las tardes largas, los bañistas y los paseos por la montaña. Todo anima al optimismo, pero mis rodillas se han empeñado en recordarme insistentemente que ellas también forman parte de mi mundo.
Me llama M.F. pidiéndome fotografías sobre Eitingon y asegurándome que está poniendo el punto final al documental sobre los Mercader. Ha conseguido buenas entrevistas y material inédito de esta mina ingotable de la historia que es la familia de Ramón Mercader. Nos veremos en septiembre en Biarritz, en el Festival de Cine Latinoamericano. El documental huele a premio.Me llama Luis Moctezuma, querido amigo mexicano, que está en Barcelona, y lo invito a comer en el puerto de El Masnou un arroz con sepietas y alcachofas. Repasamos recuerdos y rostros que nos son comunes y hacemos planes para una hipotética visita mía a México. En octubre estoy invitado a Colombia y quizás...
Rosamerón va bien. Ya hay cuatro libros nuestros en las librerías y se están vendiendo a buen ritmo. El próximo -a punto de salir- será este:
Cristóbal del Hoyo Solórzano y Sotomayor, Marqués de la Villa de San Andrés y Vizconde de Buen Paso (Tazacorte, Canarias, 1677- San Cristóbal de la Laguna, 1762), excusa en una de sus cartas a Judas Iscariote de una manera original.
Tras haber oído un Jueves Santo a un predicador despotricar de manera encendida contra Judas, un soldado salió colérico de la iglesia dispuesto a darle al felón traidor su merecido. El demonio, que anda siempre al quite, se le apareció y se ofreció a conducirlo hasta su escondite. Al llegar al lugar, el soldado echó mano a su espada y hubiera acabado en un periquete con Iscariote si éste no le hubiera convencido, no sin esfuerzo, para que escuchara la verdadera versión de lo acaecido. "Atiéndame, Señor Soldado", le rogó, "y si no tengo razón, hará usted lo que quisiera de mi."
"Yo, Señor Sargento", dijo Judas, "era comprador en la casa de mi Maestro en tiempos en que no éramos en mesa más que doce, pero creció la familia mucho y el dinero era tan poco, que no me alcanzaba para el gasto. En este estado, mi Maestro, manirroto, se empeñó en que debíamos hacer una cena magnífica sin tener un cuarto. Unos judíos me dicen que me darían treinta monedas si les decía cuál era mi Maestro. Aunque no juzgué buena aquella acción, pensando que mi Maestro se paseaba por el mar como cualquiera por su casa; que atravesaba paredes, como hace el sol por los vidrios; que del agua hace vino y de cinco peces comida para muchas almas, decidí tomar el dinero, que mi Maestro ya haría de las suyas para salvarse y los judíos quedarían burlados y nosotros, remediados. Pero llegada la hora, lo agarraron, y él se dejaba agarrar como un cordero, y yo me decía para mi sayo: "¿A qué espera este hombre?" Pero viendo que se lo llevaban sin que nada de lo que yo había previsto aconteciera, me salí afuera contrito, y me colgué. Estos pocos reales me quedaron, aquí los tiene usted, y déjeme en paz, por su vida, que bastantes preocupaciones tengo yo".
Las Cartas del Marqués fueron publicadas en 1740 por fray Gonzalo González de San Gonzalo (no me invento su nombre, que ahí está Google para verificarlo).
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Hoy hemos comido solos mi nieto Bruno (12 años) y yo. Y no hemos parado de hacer deberes.
Hemos ido juntos al mercado. Le he dejado comprar lo que quisiera con dos condiciones: que de primero, habría ensalada y de segundo lo que él eligiera más espárragos a la plancha. Lo demás, a su antojo.
Nada más sentarnos a comer ha aparecido sobre la mesa la cuestión del infinito y la necesidad de aportar a la filosofía un nuevo concepto, que viene impuesto por la misma naturaleza de las cosas: el de infinito y pico. Si hay infinitos que contienen infinitos, entonces el primero es un infinito y pico. Después se nos ha planteado la posibilidad de concebir el Todo como un container. La pregunta que me ha planteado Bruno es si el container, para contener el Todo, no debiera contener al container que contiene el Todo. De aquí al argumento ontológico de San Anselmo, no había más que un pasado... que me he apresurado a dar. Por cierto, lo ha rechazado con una seguridad pasmosa que dejaría satisfecho al mismísimo Kant: la existencia pensada no es lo mismo que la existencia real. Le ha intrigado mucho más esta pregunta: ¿Si el Universo se expande, por dónde se expande?
A los postres la interrogación versaba sobre lo admirable y extraño que es el ser capaz de preguntarse sobre estas cosas.
La conclusión de todo, mientras recogíamos la mesa, la ha puesto mi nieto: "Somos máquinas con conciencia". Me he limitado a decirle que era un cartesiano y lo he dejado encender la televisión con esa convicción.
Pues eso, que no hemos parado de hacer deberes.
Jan Matejko "Stanczyk" 1862 |
Ahora bien, ese viejo carnaval ritualmente subversivo ya no existe. Y casi que menos mal, porque en él la gente se desmandaba de veras, dando rienda suelta a la violencia y las pulsiones más primarias sin disfraz alguno. El carnaval que celebramos hoy en nuestras calles está, por el contrario, complemente domesticado, y es poco más que una ceremonia naíf sin otro desmadre que el de desfilar a juego, cantar unas letrillas ingeniosas (siempre del mismo modo – pocas fiestas más conservadoras y envaradas que el carnaval actual –) y salir de cañas con más disciplina de lo corriente (¡Si los que participaban en las saturnales, las misas de locos o las fiestas de esclavos levantaran la cabeza!)
Esta laxitud del carnaval actual tiene, por cierto, su explicación. Las viejas celebraciones dionisíacas tenían que contrarrestar unas condiciones de vida muy duras y un ejercicio del poder aparentemente más estricto que el que soportamos hoy. Pero ojo, no es que ahora el poder y el orden sean realmente más laxos; todo lo contrario, son más imperativos que nunca, pero lo son amablemente y sin que apenas nos demos cuenta. Y son así de amables gracias, precisamente, a que vivimos en una suerte de «carnaval» perpetuo y al ralentí, de manera que podemos evadirnos del yugo que nos sujeta, reírnos de él, soñar que no lo tenemos o fingir que nos saltamos sus normas, sin salir de la ficción mediática o los mundos virtuales que nos entretienen y evaden cada día tanto, al menos, como nos conforman y controlan.
Frente a la mascarada perfecta del festival mediático (del que la política, como vemos estos días, es parte insustituible), el carnaval de antaño no tiene ya nada que ofrecer. Si las verdaderas carnestolendas consisten en invertirlo ficticiamente todo, ¿qué otro desparrame carnavalesco puede competir con el que nos ofrecen hoy los medios, redes y plataformas digitales? ¿Qué puede hacer sombra a sus fábricas de mitos, sus catálogos de máscaras, perfiles y personajes, sus posibilidades casi infinitas para la burla, el postureo, el alterne, la subversión figurada o el linchamiento regenerativo?
Es difícil imaginar cómo podríamos salvar al carnaval de las calles y plazas del de las webs y los servicios de entretenimiento a domicilio. Planteo, no obstante, una sugerencia, no sé si muy loca, para celebrar una inversión o mascarada mucho más profunda y subversiva que la que producen los «late shows», los videojuegos o la adicción a las series.
A ver, si el carnaval ha de celebrar lo infrecuente y darle la vuelta a todo, ¿por qué no llevamos la fiesta al límite? Por ejemplo: en lugar del estruendo con que agredimos normalmente a los demás – debido no a nuestra «alegre y latina forma de vivir» sino a la más absoluta falta de consideración por los otros –, en nuestro carnaval podríamos disfrazarnos de personas educadas, capaces de hablar sin dar voces y de divertirnos sin tener que exhibir (por impotencia cerebral) la potencia sonora de nuestros bajos en garitos, coches tuneados o plazas públicas. ¿Qué les parece?
Otro ejemplo: en vez de burlarnos de las costumbres e ideas de los demás y arder de indignación cuando toca reírse de nuestras sacrosantas manías, creencias y tontunas idiosincráticas, podríamos hacerlo al revés, o reírnos de todo, como es lo propio a un carnaval serio.
Otra idea. Como es corriente no respetar las normas más que cuando interesa hacerlo, ¿qué tal si durante los días de carnaval nos comportarnos de forma más íntegra? Para algunos políticos y la ciudadanía que los vota, esos días representarían un auténtico desahogo tras meses de estresante subordinación al imperio de los peores deseos.
Finalmente, y para salir de la rutina carnavalesco-mediática, ¿y si en vez de emborracharnos y ahondar en la inconsciencia habitual, invertimos las cosas y nos regalamos una experiencia más consciente de todo lo que nos rodea? Por ejemplo, a través de una sesuda reflexión acerca de la enorme y engañosa mascarada de la que formamos, seguramente, la peor parte.
¿Les gusta el proyecto? Ser educado con los demás, reírnos de nosotros mismos, comportarnos siempre de forma honesta y llevar una vida más reflexiva y consciente; dadas las circunstancias, todo eso sí que sería, y triste es decirlo, una auténtica fiesta de carnaval.
Vuelvo a estar de Rodríguez y esto hace que, de alguna manera, vayan más pausadas las horas. Hasta echo en falta el tic-tac de un reloj de pared que vaya ritmando su lento sucederse.
Leo y salgo al pequeño jardín de nuestra casa a ver la maravilla de los cerezos en flor. Tenemos dos y están espléndidos. No hay nada más mecánico y rutinario que la floración primaveral y, sin embargo, siempre nos coge desprevenidos, boquiabiertos y con hambre de belleza.
Sigo con sor María de Ágreda y los mil matices de su correspondencia con Felipe IV. El rey parece claro que ve a la monja como su embajadora en el cielo y la cuida para que le entregue informes precisos del Más Allá y, sobre todo, para que rece por él, que aunque la edad va amortiguando inexorablemente los pendoneos de la juventud, aun anda con los bajos levantiscos y dispuestos a asaltar cualquier fortaleza que se le ponga a tiro. Al final, el progreso de los achaques corporales acabará haciendo de él un monarca trabajador y taciturno que gracias a Sor María ha aprendido a sobrellevar con el mayor estoicismo las desgracias que le van cayendo encima.
Cada vez que aparece una reseña de alguno de nuestros libros o alguna entrevista con alguno de nuestros autores, mi alma de editor, recién estrenada, se alegra con una alegría nueva que me sienta muy bien. ¡Bienvenido sea el futuro que llega con dulces sabores nuevos!
El artículo sobre la amistad que apareció el sábado pasado en La Vanguardia, sigue vivo. Son muchas las personas que me escriben para decirme que han encontrado en él palabras que describen muy bien su experiencia.
“Darwin reconoció que no somos una creación separada, un punto muy importante, porque en los textos religiosos, como por ejemplo la lectura literal del Génesis, los humanos somos una creación directa de Dios, los únicos hechos a su imagen y semejanza, los únicos que poseen un alma inmortal que sobrevive al cuerpo, y mucha gente, Aquino por ejemplo, interpretó eso como una negación de que tengamos obligaciones con los animales. Solo las tendríamos con otros seres que posean almas inmortales, y esos solo somos nosotros, los humanos. Pero Darwin mostró que eso es una falacia, puesto que no estamos hechos a imagen de Dios, sino que somos producto de la evolución a partir de otros animales. Esa es la percepción fundamental de Darwin. No somos los amos de los animales, simplemente vivimos en el mismo planeta que ellos, y no tenemos ningún derecho a suponer que nuestros dolores y placeres sean únicos ni diferentes de los suyos. De hecho, el hinduismo y el budismo no ven una división tan nítida entre los humanos y el resto de los animales como la que ve el cristianismo”.
“En un sentido filosófico, no podemos estar seguros de que los animales sufren y sienten dolor. El solipsismo es una posición difícil de refutar. Como yo sufro, puedo estar seguro de mi dolor, pero no lo puedo estar del tuyo. Aunque esta idea sea difícil de refutar, sin embargo, no me parece verosímil. Vemos las mismas reacciones de dolor en los animales que en las personas, y basadas en los mismos fenómenos nerviosos. Una aspirina o un paracetamol alivian el dolor en humanos y animales por igual. La propuesta de que no son conscientes de su sufrimiento resulta inverosímil”.
Javier Sampedro, entrevista a Peter Singer: "La conciencia no es un fenómeno exclusivo de los humanos, ni siquiera de los primates", El País 09/04/2022
... el transhumanismo tal y como lo conocemos es una especie de matrimonio entre los compromisos fundamentales que comparte con la eugenesia en Estados Unidos y la noción, derivada de los desarrollos de informática y la teoría de la información durante y después de la Segunda Guerra Mundial, de que los seres vivos y las máquinas son básicamente iguales.
Aquí, la idea clave es que las entidades animadas y las máquinas son, en esencia, información y, por lo tanto, sus acciones son fundamentalmente las mismas. Desde esta perspectiva, los cerebros son dispositivos computacionales, la causalidad genética funciona a través de “programas” y los patrones informativos que nos constituyen son, en principio, trasladables al ámbito digital. Esta perspectiva informativa es el punto crucial del transhumanismo: sus convicciones científicas y su confianza en las perspectivas de autotrascendencia tecnológica de la humanidad hacia la posthumanidad.
Susan B. Levin, La filosofía favorita de Silicon Valley está esencialmente equivocada, Letras Libres 05/04/2022
Al contrario de lo que podríamos pensar, cuanto más compleja es una estructura de menos personas depende su reproducción y, por eso mismo, más cuenta la personalidad de los individuos decisivos. En el marco del capitalismo global —digamos— la “maldad” personal es más decisiva que la “bondad” colectiva. Millones de personas que trabajan, honran a sus padres, cuidan a sus hijos y son solidarias con sus vecinos no pueden nada contra la libertad de un lobby o de un autócrata; miles de periodistas honestos que buscan la verdad no pueden nada contra la libertad de mentir de un magnate o un conspirador. Hay estructuras concebidas para neutralizar las rutinas morales y liberar, en cambio, las irregularidades más discrecionales. Pero esto significa precisamente que, cualesquiera sean los antecedentes de un acontecimiento y la genealogía histórica de una acción, el paso de lo posible a lo inevitable es siempre una decisión. Como recordaba Hannah Arendt, una estructura no es responsable de nada, salvo que aceptemos justamente que, allí donde hay causas y constelaciones y contextos compartidos, todos somos responsables de todo por igual, lo que equivale a renunciar al concepto mismo de responsabilidad y, en consecuencia, a la distinción entre conflicto y guerra, entre invadido e invasor, entre pensamiento, obra y omisión. Que el desplazamiento de una estructura compleja esté en manos de pocas personas quiere decir que la responsabilidad en nuestro mundo es desigual, como la riqueza y el poder, pero quiere decir que es individualmente inalienable: que es la condición misma para que podamos intervenir en el espacio político a favor de la justicia, el derecho y la igualdad. Aceptar, por ejemplo, que la invasión de Ucrania era inevitable, colofón mecánico de una acumulación “histórica”, es aceptar como inevitable todo lo que suceda a partir de ahora, pero lo inevitable en una guerra es siempre más guerra y más destrucción. Putin es el responsable de una decisión criminal que interrumpe toda cadena mecanicista y que solo puede desactivarse con otras decisiones, a las que habrá que acercarse con una temblorosa botella de nitroglicerina entre las manos, en un mundo más multipolarizado, más militarizado y menos democrático que nunca.
Santiago Alba Rico, Contra la geopolítica, El País 08/04/2022
El mito de la meritocracia oculta estas tres realidades estructurales sobre nuestra economía, e individualiza la obtención de un trabajo. Es más, moraliza el fracaso (el individuo no se ha esforzado y es culpable) y el éxito (solo el individuo es responsable). La idea de que con esfuerzo se puede llegar alto oculta que no todos parten del mismo punto, que no a todos se les juzgará con equidad y que apenas quedan puestos decentes que ocupar.
Javier Carbonell,
¿Por qué seguimos creyendo en la meritocracia?, El País 07/04/2022
Las redes sociales no son un espacio de libertad; es uno que permite un control total. Ofrece a los usuarios una sensación de libertad más ligada al voyeurista que al actor. Contrariamente a lo que estábamos acostumbrados, el control se logra mediante la interconexión. Los reclusos confinados dejan paso a los usuarios que se creen libres.
Los amigos son los clientes de esta era, por lo que ganar nuevos es ampliar la cartera. El incremento de seguidores fortalece la sensación narcisista del yo. Internet es un espacio autoreferencial donde se trata de circular el ser uno mismo. Más de lo que ya busqué, más de lo que quiero leer, más gente que piensa como yo. No existe el desafío del otro. El espacio virtual es un infierno de monotonía.
La digitalización nos lleva a un nuevo concepto de Homo: el Homo udens, atrapado por el juego más que por el trabajo. Las redes sociales y los videojuegos vienen incorporando prácticas que se suponen lúdicas e inocentes, pero que refuerzan la adicción de los usuarios. Una condición que se exacerba en los niños. Ya nos rodean monedas sin respaldo, la datasexualidad, experiencias de comunidades totalmente en línea e internet de las cosas. Todo supone una alerta de vigilancia continua que reúne información permanente de nosotros, pero que ahora no se guarece solo en ello. También nos predice qué deseamos. La alarma del modelo es su pretendida libertad. Elegimos que el smartphone o el smartwatch nos indique cuán bien dormimos o cuántos pasos damos, pero en verdad nos somete al dictado de la cantidad correcta. La resistencia nace de la opresión. La digitalización esconde su esencia represora detrás de un rostro seductor. La dominación se transforma en exitosa al disfrazarse de libertad. Nos somete a mostrarnos tal cual somos, mientras nos homogeneiza. Estamos arribando al infierno de ser todos iguales.
Flavia Tomaello, entreviats a Byung-Chul Han: "Ya no necesitan doblegarte. Te convencieron para que te sometieras voluntariamente", lanacion.com.ar 07/04/2022
La narrativa del miedo es consoladoramente sencilla. Es un mal cuento infantil en el que todo está bien claro. La ansiedad, en cambio, es una novela muy larga en la que no acabamos de entender qué está pasando. Por eso, tal y como explica Jean Delumeau, en El miedo en Occidente, los individuos y la sociedades desgastadas por la ansiedad tienden a cuartearla en miedos concretos, simples y manejables que les proporcionen una engañosa sensación de control.
Por eso debemos resistirnos a la tentación del miedo. Y debemos hacerlo al menos en dos frentes. En el de los factores objetivos, luchando contra la precariedad, la injusticia y la ignorancia, con el objetivo de reducir la ansiedad. Y en el de los factores subjetivos, esforzándonos por conocer mejor el mundo, en tanto que lugar complejo y ambiguo, con el objetivo de esquivar las explicaciones sencillas y las soluciones mágicas.
Debemos comprender que el miedo nos lleva a reducir nuestra zona de contacto con el mundo, hasta encerrarnos en una especie de habitación del pánico en la que la información y el aire escasean. Por eso, para vencer al miedo, es necesario abrirse al mundo y ampliar el contacto, buscando lo semejante en lo diferente y lo diferente en lo semejante. Como decía Emerson, cada día deberíamos obligarnos a hacer al menos una cosa que nos dé miedo. Y no hay nada que nos asuste más que ver el mundo en su endiablada complejidad.
También debemos tener en cuenta que el miedo es la Celestina de las pasiones tristes, que son tan seductoras y engañosas como él. William Hazlitt habló del placer de odiar. Victor Hugo decía que la melancolía era la alegría de estar triste. El resentimiento nos consuela haciéndonos creer que toda la justicia está de nuestra parte. Pero, a pesar de sus promesas, este tipo de pasiones disminuyen nuestra lucidez y nuestra potencia, lo cual aumenta, a su vez, nuestro miedo. Por eso es mejor fomentar las pasiones alegres contrarias, la curiosidad, la admiración, la confianza o la amistad.
Bernat Castany Prado, Cómo evitar la tentación del miedo, El País 07/04/2022
Todo se le hacía amable y a la vez extraño porque ese juego con el tiempo dolía pero a la vez originaba un sentimiento de haberlo vivido con intensidad y pasión. Era fácil creer que el fracaso de su matrimonio era aquella cobardía que nunca le había ayudado a enfrentarse con la vida y sus adversidades. Eran 13 años sintiendo los mecanismos para que no se viera atrapado por un astenia carente de entusiasmo creyendo que todo dependía de los otros . En el sueño lucido de un Abril se le presentó la necesidad de abandonar todo aquella vida insulsa, insípida, distante, emocionalmente fria y aséptica .
Ella ahora ya no estaba , había muerto hacía casi un año y si en un primer momento las idas y venidas, las llamadas, eran constantes; en los últimos años no llegaban a más de cuatro.
- Fixa't més en el que escrius,... no cometis aquesta errada .. potser si no ho fas doncs més valdria ...
- si , potser he de deixar d'escriure aquestes vexanades ..
- Si vols llegim , podem gaudir de la lectura conjunta com La Regenta de Clarin.
- Si cert però a vegades estic tan pendent de tantes coses ...se m'escapa tot absoltament...
- Crec que ja no vols estar més amb mi , no t'adones ...
Pasea por las mismas calles , ahora con sus muletas . No habrá Camino que recorrer. Hace tres años lo pudo hacer pero no fué . Puede que fuera un trazo marcado del destino. Siempre la Rambla de Cataluña huele a limpio. Marcos es un niño pijo de escuela de pago. Sin embargo en su mente se recorren los hogares humildes, los sin nombre, sin casa, sin papeles, sin tierras, ...Allí está el barrio del Cañaveral de Valencia ... entonces se sintió feliz por un día . Eso se le llama "caridad" o hipocresía ... Que mal se siente uno cuando se desnuda y frente al espejo , observa por un momento cada detalle de su cuerpo. Sus señales, sus pelos, sus arrugas, su panza gorda , sus manos llenas de venas prominentes, sus callos, ..incluso el cuerpo ha dejado de oler a limpio con a edad, la orina y el sudor parecen ser una propaganda de hacerse anciano. Marcos está ahora acompañado también abandono su piso lleno de libros, de enseres, de ropas, de recuerdos ... Alguien por accidente un día le tiró absolutamente todo al contenedor gris y se perdieron las palabras escritas y las fotografias de tantos años.
No se puede vivir de la memoria , más vale no dejarse atrapar por nada ni por nadie. Vender su cuerpo es aprender a darse cuenta de su decaimiento infinito , eso que le lleva a quedarse cada vez más quieto. Vender el cuerpo en una anorexia imaginada, real, social que le obliga a no quedarse largo rato sentado o de pie, o estirado ... la moda , las imágenes, las estéticas del yo que hoy venden los cuerpos propios, a los ajenos , con un figurar , con un mostrar, con un enseñar, manifestar, que el cuerpo se vende como mercancía , tatuajes, piercings, y si pudieran reconstrucciones, liftings, raftings, cleapings, ... se trata de vender objeto, y el cuerpo es ese objeto de deseo sea personal o colectivo. Nos vendemos el cuerpo hasta la juventud luego el cuerpo se invisibiliza, ya no existe, no está ... nadie ve cuerpos más allá de ese anuncio pornográfico de la cerveza Túria de jóvenes bañandose en el río mostrando sus cuerpos humedos deseados por todos y todas como si a través del cuerpo podamos entrar en los demás....
Vender las almas , a precio barato, de autoayuda, de new age, de espiritualidad, de religiones de usar y tirar, el cristianismo base de Occidente, campañas para la renta financiadas por las causas de salvación, el banco de los alimentos obliga a ir a buscar encuentros con quienes serán rivales en amor y humanidad. Ideología de usar y comprar .. las almas de venden , se gestionan en las emociones y sentimientos frente al miedo , a la incertidumbre, frente a todo y más ..
Prometeo le recordó a Hermes que un día Zeus seria derrocado de su trono olímpico porqué : "todo se enseña con el tiempo que hace envejecer a uno".
En el balconcito los helechos han dejado de vivir. Los bonitos desayunos de las mañanas de Sábado o Domingo ya forman parte de la alegría que el tiempo del desasosiego brindo. Pessoa ..Lisboa .. convierte a los cuerpos y almas en subterfugios de un presente que piensa lo que puede agradecer a la vida de haber vivido.
Me espera un mes, entero, sin salir de casa; de refugio en mis rutinas: mi sofá, mi cuarto, mis libros, mi café de la plaza de Ocata, mi playa, mi siestecita después de comer, mi paseo por la tarde, mis proyectos.
He ido cayendo casi sin darme cuenta, en la fuerza gravitacional de la correspondencia entre Felipe IV y Sor María de Ágreda. Asombrosa. Lo que comenzó siendo mera curiosidad, ha ido creciendo y ahora se ha convertido en un sentimiento que, si no es piadoso, no sé qué nombre darle. El gran imperio español se ve sometido a todo tipo de presiones en todas sus costuras y el rey, que desconfía de su capacidad y de sus fuerzas, sin apenas recursos, confía en Dios: Dios no puede desamparar a una corona que lo ha dado todo por la fe y a un pueblo que con tanta vehemencia ha resistido al protestantismo. Dios solo puede estar con España. Pero el reinado de Felipe IV es una sucesión vertiginosa de triunfos precarios y desgracias definitivas, mientras su propia familia vive, como en un reflejo amplificado, la incertidumbre colectiva. Dios es la gran esperanza porque Él es, relamente, el soberano.
Pero el soberano no acude a su cita con la fe de España.
Tengo que escribir sobre esto. Sobre la piedad y la soberanía.
Per què el fet de fer servir la tecnologia hauria de fer-nos ser més o menys humans?
Si res, el que els humans tinguem la capacitat intel·lectual de fer servir aquesta ciència demostra que no som iguals a la resta d’animals, que som intel·ligents.
Però potser mirant-lo des d’un altre punt de vista, que la tecnologia formi part del nostre dia a dia causa que ens relacionem menys entre nosaltres. Clar, si s’assumeix que la majoria de persones depèn de dispositius electrònics per fer la tasca més insignificant, potser és correcte dir que la tecnologia ens fa ser menys humans.
Això no obstant, els mòbils, els televisors, els portàtils… són només algunes de les diverses aplicacions que se’n poden donar a la tecnologia. És més, hi ha aplicacions d’aquesta ciència que són molt més important, i encara i així són constantment obviades i ignorades.
És a dir, són tots aquells aparells, ara imprescindibles, per realitzar procediments quirúrgics enemics de la humanitat? O és dolenta la tecnologia emprada en els processos mecànics, químics, biològics, nàutics, propis de les enginyeries? Ens fan també aquestes aplicacions de la tecnologia ser menys humans?
Potser hauríem de deixar de veure la tecnologia com una ciència simple que només està associada a la producció i la creació d’aparells electrònics i començar a valorar-la més. Perquè la tecnologia en si mateixa no ens fa ser ni més ni menys humans.
L’origen i la creació dels cossos i forces de seguretat d’un Estat han estat sempre fonamentats en certs argumentaris estretament vinculats a les concepcions sociopolítiques d’un determinat territori, que evolucionen amb el pas del temps, i que atribueixen una funció idealitzada als cossos policials.
Aquest fonament arcaic de les forces de seguretat, també anomenades “forces d’ordre públic” per justificar certes actituds que sobrepassen els límits legals, esdevé un refugi per a certes posicions radicals, que sostenen la impossibilitat de desvincular les anomenades forces d’ordre públic de la societat i que, per tant, estableixen una premissa necessària i massa recurrent: ‘’sense forces d’ordre públic, la societat seria un caos’’.
Si bé és cert que la defensa d’aquesta posició pot ser producte de la ingenuïtat o de la manca de cultura històrica, aquests fonaments es poden explicar des d’una posició filosòfica contractualista.
John Locke va establir les bases del liberalisme polític, fonamentant-se en un plantejament contractualista, en tant que considera que l’ésser humà ha viscut en un estat de naturalesa previ a la fundació de la societat civil.
Pel que fa a aquest estat de naturalesa, i en relació amb els arguments més recurrents de les posicions sovint tradicionalistes, que defensen la necessitat de les forces de seguretat, l’autor planteja l’estat de naturalesa com una situació caracteritzada per la llibertat i la igualtat, i per l’absència d’una autoritat o instància de poder comuna.
Així que les paraules ‘’llibertat’’ i ‘’seguretat’’ apareguin de forma recurrent en el raonament d’algú, hem de començar a sospitar que la història que ens està explicant té una trampa prou enginyosa per a generar moviments i aixecaments xenòfobs, islamòfobs i masclistes en nom d’una d’aquestes condicions, sense que quasi quatre milions de persones hi notin res d’estrany.
Vull aclarir, però, que la meva intenció no és criticar el liberalisme i la defensa d’una certa llibertat. No obstant això, cal dir que em fa massa nosa reduir tot un plantejament liberal i tota una societat plena de desigualtats i tendències cada cop més malèvoles contra sectors minoritaris de la població a una paraula com la ‘’llibertat’’.
Retornant a Locke; els éssers humans, per voluntat pròpia i per interès comú, hem esdevingut membres d’una societat política, apel·lant a una millor defensa dels nostres drets naturals: la llibertat, la propietat i la vida. Així, defensa la legitimitat de defensar els nostres drets naturals en l’estat natural, perquè existeix una possibilitat que no tots els homes respectin aquests drets inherents.
D’aquesta manera, com que l’objectiu principal de la fundació de la societat és preservar de manera més eficaç els drets naturals, Locke justifica l’existència d’una instància superior, que pot utilitzar la violència per garantir la defensa d’aquests drets naturals.
Un cop explicada la història i un cop localitzada la trampa, cal identificar i demostrar els arguments pels quals hom pot raonar la possibilitat de prescindir dels cossos i forces de seguretat.
Primer de tot, cal desmuntar la premissa que la llibertat és un dret natural de què gaudim tots els éssers humans. Tal com planeja Hume, un autor que evoluciona cap a l’escepticisme i el dubte del coneixement de la substància, el fet de considerar la llibertat de forma abstracta, com si fos una substància, fa que aquesta no estigui relacionada estrictament amb la nostra experiència i, per tant, a la situació de la llibertat en la societat actual. Així que la llibertat i la seguretat siguin contemplades de manera abstracta, els conflictes actuals de desigualtat i falta de llibertat no es podrien explicar, ja que situacions com la desigualtat salarial entre homes i dones, la discriminació i els delictes d’odi envers les minories i l’aporofòbia serien quelcom que queda reduït a la falta d’implicació de les persones afectades o a la presa de decisions incorrectes.
Perquè si hom concep la llibertat com una facultat o una condició en què pot escollir entre diverses opcions i aquesta funciona realment d’aquesta manera, la pobresa i la falta de recursos en els països menys desenvolupats no seria una elecció que algú que coneix els seus drets escolliria.
Així, la inexistència dels drets naturals en la nostra societat implicaria la invalidesa d’aquells arguments i raonaments que posen la condició de llibertat i igualtat de tothom en les seves premisses.
En segon lloc, cal posar èmfasi en la premissa plantejada anteriorment: ‘’sense forces de seguretat, la societat seria un caos’’. Aquesta premissa ingènua és sovint defensada per aquelles persones pessimistes, que consideren necessari una mena de Leviatan que actuï com un monstre que ens obliga a complir el nostre pacte, a limitar els nostres drets en favor de la societat.
Si bé és cert que autors del segle XVII com Hobbes poden defensar aquesta posició, no em sembla gaire raonable que persones que han presenciat les irregularitats comeses pels cossos de seguretat al llarg dels anys i la pretensió cada cop més classista dels mateixos defensin aquesta història que només atemoriria un nen de 6 anys.
Sovint es poden escoltar argumentacions relacionades amb la necessitat de les forces d’ordre públic per garantir la seguretat de la ciutadania, fonamentades en l’afirmació que els éssers humans no som prou intel·ligents per complir les normes establertes per la convivència, que poden ser més o menys legítimes.
Però una cosa ha de quedar clara; les boques s’omplen de crítiques i d’afirmacions que pretenen una sublevació, però el temor a desobeir la llei és molt més gran que aquests impulsius desitjos insurreccionals.
Els cossos de seguretat vetllen per la defensa d’una seguretat que no ens és necessària, i que sovint esdevé un amagatall eufèmic pels polítics. Pregunteu-li a Abascal.
Tothom pot complir la llei sense la necessitat d’un conjunt de persones armades preteses a vetllar per la correcta aplicació de la llei, quan sovint aquesta mateixa llei no és legítima ni aporta res a la seguretat o la llibertat de les persones.
Cal tenir en compte també que les forces de seguretat semblen destacar pel caràcter instrumental que tenen, però que a la pràctica presenten una dependència amb la ideologia de l’Estat, de manera que el caràcter pretesament instrumental esdevé la base ideològica que inspira la política de l’Estat, i que deriva en fenòmens repressius, de violència estatal infundada.
Així, actes violents com els presenciats durant la guerra de Vietnam, la mort de George Floyd, les protestes obreres i l’acció sindical en el règim de la Restauració, l’empresonament de polítics innocents, la pràctica de la llei de fugues i la condemna a la jurisdicció militar per accions ‘’antipatriòtiques’’, conformen un conjunt de fets històrics suficients per al·legar la possibilitat de prescindir de les forces de seguretat.
No hay más que analizar, sin embargo, las tasas de éxito de las predicciones de los economistas para darse cuenta de que algo falla. En general, los modelos no se cumplen, los vaticinios no aciertan y pasan cosas que ninguno vio venir. Amartya Sen, premio Nobel de Economía en 1998, ya criticó esta idea en Los tontos racionales: Una crítica sobre los fundamentos conductistas de la teoría económica (Sen, 2000), donde describe que los principios de ese homo oeconomicus "son los de un imbécil social, un tonto sin sentimientos que es un ente ficticio sin moral, dignidad, inquietudes ni compromisos". Porque la realidad es que, a menudo, tomamos decisiones que son todo menos racionales y estamos imbuidos de creencias absurdas que tienen que ver con todo, menos con la razón y con los datos. Es más: ni siquiera somos capaces de explicar en qué demonios andábamos pensando cuando decidimos hacer algo.
(...) los seres humanos no somos racionales; no tomamos decisiones con una medida y cuidadosa evaluación de la información disponibles, considerando todos los aspectos posibles de una manera equitativa, sino que vamos muchas veces a golpe de lo que llamamos intuición, a carajo sacado, guiándonos por información incompleta que con frecuencia está fuertemente filtrada por nuestros propios prejuicios y creencias previas. Prejuicios y creencias previas que, además, intentamos mantener casi a toda costa.
Y luego, además, está el hecho de que, una vez formada una opinión, no la movemos ni a tiros: da igual la evidencia que nos pongan por delante. Si nos creemos un bulo, nos lo creemos pase lo que pase y, cuanto más afecta a nuestra emoción, a nuestra identidad y a la imagen que tenemos de nosotros mismos, más nos lo creemos.
Sí, los seres humanos somos irracionales y tendemos a procesar y recordar la información de manera muy sesgada. Pero, por otro lado, hay muchos agentes ahí fuera (políticos, medios, empresas) que tienen su propia agenda y que juegan con esas tendencias para que nos fijemos en unas cosas y no en otras. (págs. 14-18)
Ramón Nogueras, Por qué creemos en mierdas. Cómo nos engañamos a nosotros mismos, Madrid, Kailas editorial 2020, 2021 (séptima edición)
Escritor prolífico de ensayo —lleva 25 libros en 10 años— y miembro del Colegio Internacional de Filosofía, De Sutter asegura que desde que se patentó la anestesia en 1848, el sistema y el mercado se han aliado para mantenernos ordenadamente narcotizados, ya sea como estrategia de supervivencia y biohackeo en una sociedad que demanda siempre más de nuestro rendimiento o como método de control de masas para mantener el statu quo. “La anestesia cambió el curso de las operaciones quirúrgicas, pero se ha infiltrado en todo tipo de contextos y usos que también han sostenido el control social”, explicaba el pensador el miércoles pasado en Girona, invitado a un seminario en el marco de la exposición Narcohumanismo: farmacias y estupefacientes en las prácticas artísticas actuales, que se puede visitar en el Bòlit, el centro de arte contemporáneo de la ciudad catalana. Una muestra que se podrá ver hasta el 22 de mayo y que está comisionada por la académica Núria Gómez Gabriel y el autor Eloy Fernández Porta, con los que el belga compartió mesa redonda.
Para De Sutter, la noción de “salud mental” que tenemos hoy en día no sería la misma sin el impacto de la experimentación con anestésicos de Emil Kraepelin, padre de la psiquiatría moderna, quien empezó a usarlos como tratamiento a lo que etiquetó como “locura-maníaco-depresiva” a principios del siglo XX. “Kraepelin practicó la eugenesia sin contemplaciones. Como estaba obsesionado con la idea de calmar la manía dentro de la depresión, entendió que el cuerpo se mantendría tranquilo administrando anestesia porque, en su cabeza, el buen maníaco-depresivo era el depresivo”, apuntó sobre la raíz de los cimientos de una cultura que nos mantiene sedados como solución a los problemas. “Se fomentó esa salida contra la exaltación personal, se asumió que es mejor estar colgado que ir errando por la vida”.
Junto a la psiquiatría farmacológica que instauró Kraepelin, De Sutter culpa a la cultura de la autoayuda de la deriva narcótica de la sociedad contemporánea. “El ideal de la felicidad que tantos libros vende, esa necesidad de retener al yo y de llevarlo por el buen camino, es lo que nos ha llevado hasta aquí”, denunció. Un ansia de perfeccionamiento que explosionaría en un siglo XX en el que se estandarizó la ingesta de antidepresivos, sedantes, drogas evasoras en la cultura de club y esa idea de control sobre la masa como mecanismo de autorregulación social. “Desde esos soldados alemanes drogados en sus tanques para fomentar su agresividad en la Segunda Guerra Mundial hasta los trabajadores de la Bolsa puestos hasta las cejas de cocaína para soportar las exigencias del mercado, hemos conseguido engañar a ese cuerpo que nos dice: ’Por favor, para’, y así seguir sosteniendo el sistema”, sentenció el belga.
Noelia Ramírez, Narcocapitalismo: por qué el sistema nos necesita colocados y anestesiados, El País 26/03/2022