Me llama un periodista de El País que está haciendo un reportaje sobre la lectura. Le pido que, por favor, me vuelva a llamar más tarde. Ahora estoy intentando leer yo en la Plaza de Ocata. Hace un frío casi invernal que nos ha pillado de sorpresa, como un ataque de una plaza que hemos dejado atrás porque creíamos conquistada. Pido un café con leche bien caliente para compensar lo cenizo del día. Unos niños gritones corretean por la plaza y se persiguen por los lugares más divertidos, es decir, por entre nuestras mesas. Tiembla mi café con leche con sus voces agudas, de hojas de afeitar. Sus maestros, un hombre y una mujer de unos treinta años, están en medio de la plaza, hablando entre sí con las manos en los bolsillos y helados, también, de frío.
El periodista me vuelve a llamar cuando estoy haciendo cola en un centro municipal de Badalona para vacunarme. Tengo hora a las 15:00, he llegado media hora antes y me he encontrado con quince personas más madrugadoras que yo. A mis espaldas, la fila va creciendo a un ritmo muy vivo. El sol se asoma a consolarnos de forma intermitente, cosa que es muy de agradecer. Se supone que no hay nadie de más de 65 años entre los que esperamos. Me fijo en cada uno de ellos y concluyo que hago bien en sentirme el más joven de todos. ¡Hay que ver cómo maltrata la edad a los de mis años! Mi hija me llama para advertirme de los efectos secundarios de la vacuna de Astra zéneca. Teme que mañana pase un mal día, pero yo soy experto en malos días. El sol se acaba imponiendo. Al periodista le pido que me llame a partir de las 17:00. Él me cuenta que a su padre lo vacunaron ayer en Madrid y me da la enhorabuena.
Todo ha ido bien. La verdad es que la inyección, en sí, no poduce molestia alguna. Un pinchazo de mosquito desganado. Mi mujer me está esperando en la calle. A ella aún no la han llamado. Le comento mis impresiones. Todo ha funcionado de manera rápida y eficiente. Estricta estabulación terapéutica. Hemos entrado en fila, nos han pedido datos, nos han vuelto a poneer en fila, nos han preguntado si teníamos alguna enfermedad o tomábamos algún medicamento, nos han puesto la vacuna de pie, nos han aconsejado que en casa nos pongamos hielo en el brazo y tomemos paracetamol. Hemos pasado a una sala donde se nos ha aconsejado esperar diez minutos para ver si nos encontrábamos bien y donde cada uno ha esperado lo que ha considerado conveniente. Dentro de diez días nos avisarán para la siguiente dosis. Había en los estabulados una evidente confraterización en la esperanzada fragilidad. Hemos ido saliendo con caras de alivio y una cierta levedad en los cuerpos. Diría que hemos vuelto a casa un pelín más jóvenes... aunque quizás fuera porque la experiencia recordaba un poco a la mili.
Estoy ahora esperando la llamada del periodista.
En el sistema educativo vigente se le da, sin duda, una gran importancia al enseñamiento científico. Se introduce el método científico ya desde primaria y en el ciclo de la ESO ya se enseña más profundamente. Se enseñan los postulados y teorías como la de Darwin que niega las teorías creacionistas, aquellas que dan una respuesta directa al origen del ser humano sin dar la opción que el humano pueda siquiera cuestionarlas.
Cuando los niños entran en el instituto aún no tienen un pensamiento crítico, no tienen una opinión formada sobre la sociedad, la política o cuestiones filosóficas, y se dejan llevar por las opiniones de las demás, y eso es con lo que un sistema educativo eficaz contra la pseudociencia tienen que acabar. Esto se ve claramente en cómo muchos adolescentes visten y actúan de una forma determinada para encajar en un grupo de gente, aunque eso sí, hablando de forma generalizada. Lo importante es que cunado salgan con dieciséis, diecisiete, o dieciocho años, sean capaces de observar su entorno, reflexionar y encontrar argumentos que los convenzan, y llegar a conclusiones por sí mismos.
Y doy tanta importancia al pensamiento crítico porque creo que es la clave para no creerse las manifestaciones pseudocientíficas. Aunque parezca chocante, a día de hoy hay colectivos y asociaciones que fomentan prácticas y tratamientos falsos a base de químicos y alimentos orgánicos como cura para enfermedades como el cáncer, la leucemia o el autismo. Por ejemplo, la asociación llamada Dolça Catalunya causó algunos tumultos hace dos o tres años cuando uno de sus líderes proponía el MMS (miracle mineral solution) como una medicina para curar el ébola, el autismo y la malaria. El líder de esta asociación era un agricultor, pero no por eso es más susceptible de creer en dichas afirmaciones.
En mi opinión lo que hace que una persona sea vulnerable a estas creencias es la falta de cuestionamiento. Son las personas ideológicamente débiles, las que se dejan llevar por la opinión de la mayoría, las que sí son susceptibles de creerse las manifestaciones supersticiosas. Y es por eso que la educación tiene que promover y hacer hincapié en la reflexión y el análisis crítico para que el día de mañana no tengamos más seguidores de asociaciones pseudocientíficas porque son un riesgo para medicina auténtica. Si la gente cree en esos tratamientos los aplicará sin saber sus efectos secundarios. Pues no todas las plantas y hierbas tienen propiedades curativas, no todo lo que es natural y ecológico es bueno para la salud. Y sobre todo ahora con la pandemia del Covid-19, en las redes sociales se están difundiendo muchos tratamientos con hierbas, con vapor, etc., que supuestamente curan del coronavirus o al menos lo previenen, es decir, en esto último haría la misma función que una vacuna. Entonces, ¿por qué se ha tardado tanto en encontrar una vacuna si ya existía un tratamiento tan natural?, esta es la pregunta que posiblemente no se hacen las personas que creen en esos tratamientos.
También cabe destacar que las plataformas como YouTube o las redes sociales en general ayudan mucho a que esta información falsa se difunda tan rápidamente. No se puede impedir que creen este tipo de contenido, ya que podría entenderse como un ataque a su derecho a la libertad de expresión. Pero en el peor de los casos estos tratamientos pueden llegar a causar la muerte y, aunque eso ya es otro tema, la libertad de expresión también tiene sus límites.
Por último me gustaría añadir que yo, como estudiante, adolescente y fruto de este sistema educativo, no me creo como una persona capaz de creer en tratamientos o ideologías pseudocientíficas. Y creo que en parte sí que es gracias a la educación escolar, ya que es donde me surgen las preguntas y las inquietudes, pero también tiene un papel muy importante mi propia curiosidad y el querer saber por qué ocurren las cosas.
Qui diria que l’adjudicació del poder de ser rei per voluntat divina provoques tantes guerres, enfrontaments, revolucions, exilis i descendències sense cap baró, com és el cas de Carles II de Castella així que a causa de la seva minusvàlua va governar durant cinc anys i posteriorment la seva infertilitat va donar lloc a una gran massacre entre les dinasties dels Borbons i la dels Habsburg que optaven al tron.
En una primera anàlisi, observem que tenir una casa reial és un símbol de la popular paraula anomenada patriotisme, el sentiment i l’orgull de X nació, però si ens endinsem en el tema i retrocedim en el temps, podem recapitular una llarga sèrie d’esdeveniments protagonitzats per nombrosos membres de famílies reials de tot el món, unes més que d’altres.
Un bon exemple d’això, són els famosos casos de corrupció que van escandalitzar el país durant uns quants dies i va incitar a l’estrella del conte a exiliar-se en el paradís d’Orient.
Si això fos poc, sembla que en formar part del grup que constitueix la monarquia, ets immutable davant de la Constitució i tens el poder de què no et jutgin tot i haver estat involucrat en casos fiscals i comptes bancaris a l’estranger.
Val la pena parlar dels hobbies d’alguns dels monarques sense fer nomenaments ni esmentar-ne els noms. En general hi ha aficions de tota mena, des de llegir llibres, practicar esports fins a comprar equips sencers de futbol de les lligues més grans o la caça furtiva d’elefants en el continent africà, per tal de gaudir de més riqueses, a part dels salaris que recapten del poble mitjançant els nostres impostos i així poder passar unes vacances de luxe en una de les millors illes de l’estat.
Després de totes aquestes anècdotes divertides i sorprenents, creieu que val la pena tenir i mantenir una casa reial? Això si, on hi ha desavantatges també hi ha avantatges, en el cas de la nació espanyola es tracta d’una monarquia parlamentària, en el que el monarca només és un cap d’estat simbòlic sense cap poder però amb el dret de fer els seus discursos de Cap d’Any. A diferència d’altres monarquies que són absolutes i en el que el rei té els 3 poders sense cap mena de separació i implantant un règim absolutista sota el nom d’una falsa democràcia, com són els casos de països del Marroc, Aràbia Saudita…
En definitiva, surt molt complicat tenir una monarquia, cosa que no passaria amb una república, però sempre depenent des del punt de vista que analitzis el tema pots estar a favor o en contra de la monarquia sempre que exposis els teus arguments.
Actualment la ciència s’està quedant enrere i la pseudociència està guanyant terreny. Però, a què es degut ?, El nostre sistema educatiu ens està fallant o és la societat que està perdent interès a trobar respostes amb criteri i no s’informa el suficient?
Al meu entendre, segons la meva experiència, la manera d’aprendre en qualsevol escola sol ser freda i mecanitzada, es basa en memoritzar informació només per poder aprovar els exàmens. No ens ensenyen a desenvolupar la curiositat per fer-nos preguntes, ni a saber investigar per resoldre-les, per tant, enfosqueixen gran part del nostre esperit científic. Aquesta forma d’instruir ens fa pensar que la ciència no és rellevant fora de la pedagogia, que no és útil a la vida real. No obstant això, és obvi que depenem totalment dels descobriments constants de la ciència i la tecnologia i no som conscients de la nostra gran ignorància respecte a ella, per exemple, sense el descobriment de les vacunes, la mortalitat seria molt més elevada i no tindríem tanta esperança de vida o el sistema de comunicacions que ens ha permès poder connectar-nos els uns amb els altres instantàniament.
En canvi, la pseudociència és una eina que fem servir molt a la lleugera quan volem una solució fàcil i ràpida, per a la qual no hàgim de raonar massa, sinó que ens la creiem sense més, encara que no ens l’ensenyin directament els mestres. No ens adonem el mal que aquesta manipulació de la informació ens crea i a més, la compartim a l’instant amb gran quantitat de gent a través de les xarxes socials, per exemple, les cadenes de WhatsApp, les publicacions o anuncis d’Instagram, els perfils de Facebook …. No només la trobem a internet, sinó que també hi ha programes televisius que es dediquen a temes de misteri i a divulgar coneixements no demostrats, com canals d’astrologia o de ciències sobrenaturals; en canvi la informació rigorosa i científica, tot i que utilitza la tecnologia, és molt més difícil de trobar i comprendre.
Amb totes les facilitats que tenim actualment i la disponibilitat d’informació, hem aconseguit a poc a poc anar perdent interès per la gent emprenedora que vol convertir-se en científics.
Crec que, en general, es pensa que la pseudociència tracta temes molt concrets com la numerologia, el terraplanisme o el negacionisme, però en realitat qualsevol teoria que no segueixi el mètode científic i faci suposicions sense provar-les es pot considerar com una d’elles. Així que cal anar amb compte al llegir articles que poden semblar científics i en tot cas intentar contrastar-los.
En conclusió, penso que la manera d’aprendre ciències a les escoles hauria de canviar, hauria d’implementar més pràctiques i desenvolupar la creativitat a l’hora d’estudiar la teoria. Però tampoc crec que tot sigui culpa del sistema educatiu, sinó que també, part de la responsabilitat hem de donar-la a com les xarxes socials moderen els seus continguts i com exposen a nens, cada vegada a edat més primerenca, a aquestes influències.
Ha cambiado el tiempo. Nada extraordinario, estando en primavera, la estación voluble, pero uno se había hecho a la idea de los desayunos soleados y esta mañana se echaba en falta un poco más de ropa.
A mi amiga B., crecida en una familia judía, le sorprende y creo que también le decepciona mi interés por Ruano. No es que me interese. Me intriga. Muestra con claridad que la sutileza para poner nombre a los rumores del mundo interior no garantiza, por sí misma, un alma ordenada. Para ello se necesita algún principio no emocional -es decir, moral- que sirva de guía y jerarquice lo emocional. Y me temo que ese principio, para ganarse nuestro respeto y obediencia, no debe de ser -o, al menos, no debe serlo por completo- una obra nuestra. Cuesta obedecer a los ídolos que uno mismo ha forjado. Obedecemos a lo que, por una u otra razón, consideramos que es superior a nosotros mismos. Obedecemos a aquello ante lo cual nos parece digno doblar la rodilla.
Ruano se empeñó en construir autónomamente una imagen de sí mismo que, siendo obra suya, dignificase literariamente su vida de escritor, que era la única que consideraba digna de ser vivida.
Un escritor no era para Ruano alguien que se limita a escribir bien. Era alguien que vive literariamente. Ser un escritor era ser un personaje de la novela -nada trivial, por supuesto- de la propia vida. Y puso a disposición de su protagonista cada uno de los días de su vida. Sólo al final -me parece- descubrió que con ello no tenía suficiente para morir con la certeza de haber vivido.Quiero pensar bien todo esto porque cuando hablo de "lo más alto que podemos llegar a ser" tiendo a olvidarme de lo diversas que pueden llegar a ser las aspiraciones a "lo más alto".
Permítanme, para cambiar de tercio, una anécdota que ayer conocí gracias a mi admirado Ángel Ruiz. Un profesor norteamericano fue a una conferencia de Derrida. Por lo que podía entender, toda ella versaba sobre vacas (cows). Eso le desconcertaba, pero, como el resto de asistentes no paraba de tomar apuntes, los imitó en su seguimiento vacuno. Tras un breve descanso, Derrida volvió a tomar la palabra y comenzó diciendo: "Me han dicho que se pronuncia 'chaos.’”
A medida que han ido pasando los últimos años la humanidad ha presenciado un rápido y eficaz desarrollo de la tecnología y la ciencia que han cambiado nuestra manera de vivir y pensar, de modo que se han ido incrementando los progresos, transformándose así en una herramienta indispensable de la sociedad, que ha ido modificando y mudando nuestra percepción del mundo y de la realidad. Sin duda, gracias a la ciencia hemos asumido grandes descubrimientos, averiguando los orígenes evolutivos de la complejidad y la diversidad biológica o nuevos descubrimientos sobre la mente humana. Hemos inventado e investigado para llegar a profundizar en el estudio del universo; hemos prevenido, curado y radicado enfermedades que acababan con miles de vidas, hemos avanzado mucho en el conocimiento de la genética, hemos creado nuevas medicinas…
Pero pese a todo estos avances parece ser que vivimos en la amenaza de lo que se podría denominar como un problema social.
Nuestro entorno o sociedad está rodeado constantemente de peligros como: la corrupción, las mafias, virus, el cambio climático y mucho más, pero hemos dejado pasar por alto una actividad humana perjudicial, la pseudociencia, que antes resultaba ser excluida, y que ahora gracias a los medios de comunicación y redes sociales, esta falsa ciencia que se disfraza bajo un lenguaje técnico, ha comenzado a interferir en nuestras vidas, y manipula las ideas de la gente con afirmaciones que aparentan ser científicas, pero no lo son, ya que no siguen ningunos estándares de verificación objetiva del Método Científico, por lo que no han sido comprobados de manera fiable.
Muchas veces este tipo de creencias o rumores resultan ser irracionales, llegando al punto de hacer creer a la gente hechos falsos o llegar a desmentir o refutar teorías científicas verificadas y ciertas.
Las prácticas de estas disciplinas a las que se consideran falsas ciencias pueden ser, en muchos casos, perjudiciales para el hombre. En el área salud, es bastante amplia la serie de falsas curas para el cáncer y otras enfermedades, dietas o terapias; que aseguran ser comprobadas, pero que, en realidad, no cuentan con ninguna base científica. En otras áreas encontramos la astrología, el feng shui, la ufología, etc. Todas estas disciplinas al tener el apoyo de gran parte de la sociedad causan, en algunos casos, pérdidas económicas, pérdidas en salud, dependencia psicológica, etc. De hecho no se obtiene de las pseudociencias ningún beneficio que no sea el de obtener conocimiento falso, sin ningún valor, ni sentido alguno. También es muy conocida la gran cantidad de timadores y estafadores de prácticas como el esoterismo y falsos tratamientos de salud, en donde algunas personas creen realmente que necesitan este tipo de tratamientos para poder curarse con éxito. La existencia de estas prácticas que mantienen un conocimiento erróneo, perjudican el avance de la ciencia verdadera, y dañan el conocimiento ya adquirido y comprobado.
Según los medios de comunicación las sociedades científicas de muchos países se han pronunciado en contra de las pseudociencias, debido a que ellas tienen la responsabilidad de alertar a la sociedad los peligros de las prácticas y productos que no cuentan con una certeza científica.
Pero acaso la gente es tan difícil de engañar o dejarse llevar por estas teorías, ¿A caso la educación no nos protege de las amenazas de las teorías inventadas? ¿Qué es lo que falla en la educación científica?
En realidad, sabemos que si estas creencias han llegado a difundirse tan ampliamente es porque poseen un carácter intuitivo que los hace atractivas, y consiguen apropiarse de la autoridad científica y se deshacen con éxito de las críticas, por lo que consiguen promover muchas más teorías falsas, sin sentido e ignorantes, que lo único que hacen es hacer a la gente mucho menos culta y consciente de la realidad.
Realmente yo creo que por mucho que sean noticias tentadoras y que irresistiblemente no podemos evitar leerlas, pienso que el problema principal es el desconocimiento, la falta de buscar conocimiento. Por lo cual, la única manera de saber lo que nos rodea, y que es lo mejor para nosotros, y lo que nos puede perjudicar, es el conocimiento.
Llega a ser curioso que viviendo en una sociedad cuyo desarrollo se basa en el conocimiento científico y tecnológico, la población en general sepa muy poco de ciencia y tecnología. Habrá personas que no hayan podido acceder en su momento a una educación, habrá personas que sepan más o menos sobre ciencia, pero lo más importante ahora es enriquecer nuestras mentes con la máxima información científica y social. Esto no quiere que decir que personas que tengan acceso a educación no crean en las pseudociencias, ya que de hecho las hay, porque yo creo que lo que falla es que no se le da la suficiente importancia a la educación científica, por lo que no se inculca la educación desde la temprana infancia en la aceptación de los hechos científicos más básicos y en la creación o fabricación de hipótesis que concuerden con la realidad demostrada, dando la máxima importancia a tener claro cuáles son las características de un conocimiento falso. Por lo tanto para que la educación científica nos pueda proteger de la pseudociencia, se ha de establecer desde las escuelas, desde el entorno, en los hogares, en la televisión, en los medios de comunicación, y todo lo que tenga un directo acceso con nuestra vida cotidiana, porque es la única manera de luchar o hacer frente a la gente que impulsa la pseudociencia, para tal de mantener el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
En conclusión, todos sabemos que como sociedad tenemos el derecho a conocer lo que es cierto y lo que no, ya que una sociedad que no conoce la verdad no es totalmente independiente para hacer cumplir sus derechos, avanzar en cultura, ciencia y tecnología.
Por tanto hay que tener claro que para poder poner fin a la pseudociencia primero hay que estar unidos, e intentar estimular la educación científica no solo en las escuelas, sino que mucho más allá.
Acabo el Diario íntimo. La penúltima anotación es del 29 de noviembre de 1965: “Tarde: dos horas solo. Apiádate, Señor, de mi inmenso y miserable miedo. El miedo me une a Ti como un animal necesitado. He rezado largo tiempo". La última es del 30 de noviembre: "El terror es blanco. La soledad es blanca". César González-Ruano murió dos semanas después, el 15 de diciembre.
Cierro el Diario íntimo y comienzo las Memorias.
Ruano no era un santo. Ni mucho menos. Su narcisismo y su nihilismo, su dandismo y su necesidad imperiosa, por infantil, de aprecio se traslucen en cada una de sus páginas. Es imposible estimar al personaje. Por eso es más inquietante el magnetismo de su prosa micrológica.
Fue un gran escritor atrapado en un alma de protección oficial en la que vivían mal avenidos sus diferentes yoes: el de aristócrata, el de hampón, el que lo azuza moralmente... Tengo la impresión de que quería hacerse con una personalidad, un estatus, un dominio de sí... pero todo lo que pudo conseguir fue una pose inestable y muy cara, que sólo se podía mantener en pie ocultando una parte importante de lo que era o había sido y sableando a los amigos.
Era un dandy en busca de Guermantes en los escaparates caros y en las sombras de las amistades de renombre. En sus ojos necesitaba ver reconocido el valor de su posee. Aspiraba a que aquellos a los que admiraba vieran en él lo que a él le hubiera gustado ser.
La guerra mundial lo pilló en París y, según han contado Haro Tecglen, Eduardo Pons, José Carlos Llop, Rosa Sala y otros, los alemanes lo encerraron en la prisión de Cherche-Midi porque sospecharon que estaba ayudando a los judíos a viajar a España clandestinamente. En realidad los estaba explotando miserablemente. Les vendía a precio de oro un pase asegurándoles que alguien los estaba esperando en un punto determinado de los Pirineos para pasar la frontera. Cuando llegaban, no había nadie y acababan en los campos de concentración. Los alemanes lo soltaron cuando comprobaron que "solo" era un estafador.
Es cierto que su hijo lo defendió sosteniendo con firmeza que "sus familiares sabemos que [esos hechos] nunca sucedieron". Pero las sospechas acumuladas son abrumadoras. Eso no evita que Francisco Umbral reconociera que "para Cándido o para mí, que aprendimos a escribir en él (y luego nos hemos alejado tanto), que nos lucramos de su amistad y su sombra protectora de ciprés galante, César es un maestro de juventud y una referencia entrañable".
Seguiré con Ruano intentando descifrar su alma narcisista tal como se intuye en su literatura y, sobre todo, en ese "inmenso y miserable miedo" que acabó acorrándolo. Si he de decir la verdad, añadiré también que siento una ligera afinidad con sus ataques de vértigo, episodios en los cuales, según reconoce, "se me pone la Cibeles al revés y me caigo al suelo”.
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Este artículo fue publicado originalmente por el autor en El Periódico Extremadura
Confieso que no tengo ni idea (ni podría tenerla con los cotilleos al uso) de quién es la famosa Rocío Carrasco, su exmarido, la relación entrambos ni, en general, la pléyade de esperpénticos personajes e historias con las que goza la gente (especialmente si hay dolor “real” en escena) en el grotesco circo de la casquería mediática, pero reconozco que el fenómeno de la “docuserie” en torno a la aludida, con sus correspondientes y homologadas trifulcas, y hasta la berlusconiana participación de políticos en busca de votos (incluyendo a una ministra sumándose al tribunal sumarísimo de “Sálvame”) resulta fascinante.
Es procedente, de entrada, recordar a qué género estético-mediático pertenece el producto del que hablamos. No se trata, como se cree, de un “documental” (en un documental se presentan varios puntos de vista, intervienen expertos, se refieren pruebas…), pero tampoco de una ficción dramática (pues el personaje, sus palabras, emociones, gestos, etc., se toman aquí como reales). Encaja pues, de manera arquetípica, en el formato de “realityshow” – la generación y exhibición en forma de espectáculo televisivo de vivencias dramáticas “reales” –, la suerte de pornografía o prostitución psíquica de la que vive desde hace varios decenios la televisión.
Aclarado esto, vamos a la cuestión interesante planteada en torno al éxito del “documental” sobre Carrasco: ¿puede contribuir un “reality show” a objetivos noblemente políticos como, en este caso, el de la visibilización de la violencia machista? No es sencillo responder a esto.
Partamos de la tesis de que ningún fenómeno estético con relevancia social es políticamente inocente. Lo estético (antaño ligado a la religión, luego a las llamadas bellas artes y hoy al orbe del entertainmentmediático), con su fabulosa capacidad de seducción y manipulación emocional y retórica, es una dimensión fundamental de lo político y mantiene, entre otras, la función de contribuir a generar el grado de conformidad suficiente para sostener el orden social y el poder que lo administra.
Más aún, la contribución de lo estético a esa generación de conformidad obedece, según algunos sociólogos, a dos mecanismos complementarios: uno, cabe decir “directo”, por el que lo estético encarna sin más la ideología vigente (piensen, por ejemplo, en las películas o las series televisivas más convencionales), y otro “inverso”, por el que representa lo opuesto o alternativo a dicho orden ideológico, ofreciendo una vía de escape – ilusoria, claro, en tanto meramente estética – a la disconformidad y la crítica (así, por ejemplo, la literatura popular en torno al “fuera de la ley”, las parodias de carnaval, las letras de “hip-hop”, el grafiti), con el añadido de que, a veces, esta “estética de la inversión” incorpora una dimensión grotesca, de deformidad consciente, destinada a regenerar la conformidad con el orden “puesto estéticamente en entredicho”.
Digamos, con relación a esto, que el reality parece combinar los dos mecanismos citados: celebra o asume el orden imperante (ningún reality pone en cuestión el sistema social instituido – de cuyos conflictos en el ámbito doméstico vive –) y, a la vez, escenifica un cierto cauce de liberación y subversión del mismo, quizás el más extremo y desesperado: el de la exhibición descarnada (¡en vivo y en directo!) de lo real en su versión más cruda: la del dolor o humillación de alguien ante las cámaras.
Ciertamente, lo “real” o “auténtico”, hasta en algo tan primario e inarticulado como el dolor, es siempre subversivo (frente a las convenciones en que se funda el orden social), pero dicha subversión, por modesta que sea, se desactiva del todo en cuanto pasa a ser parte del espectáculo, y el oprimido que gime o grita en el plató (y es indiferente que se trate de la víctima o el verdugo: ambos son sacrificados – como gladiadores en el circo – para solaz de todos) pasa a encarnar la esperanza de no serlo (ganando dinero, siendo famoso, liberándose de la esclavitud o el trabajo) para reintegrarse, de modo ejemplarizante, en el sistema.
¿Sirve, en fin, la “telerrealidad” para cambiar la sociedad? En general, no. En relación con lo dicho y especialmente con la violencia machista, la imagen que los realities presentan de la mujer y de la sociedad es, por necesidad (de guion), conservadora, de forma que todo lo que pudieran aportar excepcionalmente de bueno es fagocitado (junto a los políticos que se le acercan) por un monstruo que, en el fondo, justifica y banaliza la violencia y el dolor del que vive. No existen pues, aquí, atajos populistas. Las cosas se cambian con leyes, educación e ideas; no con Tele 5.
Cinefòrum dinamitzat per Joan Méndez
Sinopsi
Un locutor de radio té un exitós programa nocturn on aconsella als seus oients a través de les ones de la seva emissora. Viu instal·lat en el luxe i la fama però tot canvia després d’una terrible experiència amb un oient. De cop i volta ho deixa tot i s’abandona convertint-se en un sense sostre. En aquesta situació coneixerà altra gent i una altra forma de viure, a persones que conviuen i sobreviuen en la mateixa ciutat. [s
Revista Iniciativa Laicista ( Chile)
En esta ocasión nuestro colaborador desde Concepción, el profesor Heber Leal, Doctor en Literatura Latinoamericana y académico de la Universidad Mayor, dialoga con el filósofo y escritor LUIS ROCA JUSMET (Barcelona, 1954), autor de los libros Redes y obstáculos y Ejercicios espirituales para materialistas. El diálogo (im)posible entre Pierre Hadot y Michel Foucault. Luis Roca es, además, colaborador de las revistas «Dorsal», «Paideia», «Enrahonar» y «El Viejo Topo».
HL.- Michel Foucault ha sido uno de los autores que ha marcado con mayor profundidad tu propia visión intelectual. En este sentido ¿cuáles han sido las ideas que más vivamente te han llamado la atención y qué textos consideras imprescindibles?
LR.- Sí lo ha sido. Cuando estudié filosofía tuve como profesor a Miguel Morey, que me inició en su estudio. En aquellos momentos eran, sobre todo, sus trabajos sobre la genealogía del poder. Me interesó mucho su visión del poder como relación y la microfísica de estas relaciones. También su arqueología del saber y sus textos sobre la medicina, la locura y la sexualidad. Posteriormente me han interesado, sobre todo, su concepción híbrida de la filosofía, sus estudios sobre la gubernamentalidad y sobre el cuidado de sí. Lo he hecho estudiando, sobre todo, las transcripciones de los últimos cursos del Collège de France.
Hablar de textos imprescindibles es muy difícil. Foucault investiga y cada libro es, para él, y así lo dice, una experiencia. Considera que todo su trabajo tiene como hilo conductor la relación entre sujeto y verdad. Incluso el tema del poder. “Las palabras y las cosas” siguen siendo la referencia de su primera etapa, la del estudio del saber. “Vigilar y castigar” es el texto fundamental para entender el poder en la sociedad disciplinaria. Para el tema de la gubernamentalidad y la biopolítica “Seguridad, territorio, población”. Pero para mí el mejor libro es “Hermenéutica del sujeto”, que es la transcripción del curso donde trata del cuidado de sí. “Historia de la locura” e “Historia de la sexualidad” también son claves. Me gustan mucho también las entrevistas. Como texto corto, “Sujeto y poder”, que es de los últimos y tiene muchas referencias al conjunto de sus trabajos.
HL.- La biopolítica es uno de los temas foucaultianos de más larga data en cuanto a su parafraseo. ¿Consideras que los intelectuales vigentes han sido fieles a la interpretación original y por qué?
LR.- Michel Foucault abre el horizonte de los estudios sobre biopolítica. Habla del “biopoder” por primera vez en 1976, en el primer volumen de “Historia de la sexualidad” (“La voluntad de saber”). En realidad, le dedicó solo dos cursos “Seguridad, territorio, población” y “El nacimiento de la biopolítica”, aparte de algún artículo o conferencia. Algunos discípulos suyos ya empezaron a publicar estudios interesantes antes y después de su muerte. En estos momentos me parecen más interesantes los estudios más empíricos, como los del inglés Nikolás Rose o el español Francisco Vázquez García que los más especulativos de Giorgio Agamben o Roberto Expósito.
HL.- Siempre se asocia a Foucault con la política por su influencia en mayo del 68, pero gracias a los textos colaborativos que dejó, entre otros, con Deleuze, nos hemos percatado de su gran propuesta estética. ¿Piensas que esa propuesta va de la mano con su filosofía política moral? Lo pregunto porque tengo entendido que tu propia filosofía es estética en parte, ¿verdad?
LR.- Me parece que Michel Foucault no tuvo tanta influencia en el mayo del 68. Aunque había escritos textos que tenían que ver con todo lo que podía bullir en aquel momento, él mismo no participó directamente, ya que estaba de profesor en Túnez. Desde mi punto de vista, Foucault plantea siempre opciones que son más éticas que políticas. La política es una consecuencia de la ética. Aunque militó en su juventud en el partido comunista francés por influencia de Althusser, nunca se identificó del todo ni fue un militante activo. Quizás su momento más político fue después del mayo del 68, en el que, sin militar, estuvo vinculado al peculiar maoísmo libertario que apareció a raíz del movimiento. Posteriormente tuvo alguna intervención muy polémica, como la defensa de la revolución iraní. Se le ha criticado mucho por esto, ya que cristalizó en la dictadura islámica de Jomeini. Pero el propio Foucault lo explica bien. Él estuvo allí de reportero y vio la tremenda energía de millones de personas que salían a la calle, jugándose la vida, contra la dictadura del Sha. A él le sirvió para reflexionar sobre la necesidad de la sublevación sobre lo insoportable. Tampoco se sabía que acabaría en el peor escenario. Foucault se volvió muy anticomunista y realizó muchas acciones en defensa de los disidentes del bloque soviético. Sus últimos años se interesó por las corrientes autogestionarias del socialismo francés, siempre manteniendo una distancia crítica.
Sus relaciones con Deleuze fueron interesantes y complejas, aunque me parecen que tienen dinámicas muy diferentes. Respecto a la palabra “moral” prefiero más utilizar la de “ética”, justamente por la diferencia que establece Deleuze al respecto de considerar la moral como algo normativo y la ética más un planteamiento de vida. En cuanto a la palabra “estética”, Foucault la utiliza para referirse a la “estética de la existencia” en el sentido de ser capaces de elegir un estilo de vida propio. En este sentido, diría que la ética de Foucault tiene una dimensión estética y una dimensión política. Pero, como he dicho al principio, pienso que para él la política es el compromiso para garantizar los derechos de los gobernados y que, entre otras cosas, cada cual pueda elegir su camino, su estética de la existencia.
Respecto a mi filosofía yo la llamaría también ética y en esto me ha influido Foucault, al igual que Spinoza. Ética que, como he dicho antes, supone la construcción de una subjetividad propia, sobre la base de lo recibido, claro, pero transformada a partir de la propia experiencia. La palabra estética está bien, pero tiene el peligro de confundirse con un dandismo. Debe entenderse como entender la propia vida como una obra de arte. O quizás de artesanía, precisaría. En esto no solo está la influencia de las escuelas helenísticas y romanas, como el epicureísmo, el estoicismo y el cinismo, sino también de Nietzsche.
HL.- Uno de los grandes aportes hechos por Foucault ha sido la reflexión sobre el conocimiento y su historicidad. ¿Consideras que su pensamiento aún nos sirve para plantear el lugar del sujeto de estudio filosófico versus los aportes que hacen las ciencias que él llamaba «humanas» en Las palabras y las cosas?
LR.- Aquí hay problemáticas muy complejas. Michel Foucault se escabulle de definiciones. Incluso a veces dice que no es un filósofo. Pero lo cierto es que plantea lo que hoy pueden considerarse las dos dimensiones fundamentales de la filosofía. O el trabajo hermenéutico sobre los textos, lo que él llama análisis de la verdad, o bien el ensayo, lo que Foucault llama la ontología del presente. Para ello plantea el método arqueogenealógico. La genealogía es diferente de la historia. La historia busca reconstruir el pasado de la manera más imparcial. La genealogía es ir desde el presente hacia la procedencia, pero siguiendo un hilo conductor posible, el que nos interese. La condición es que no sea incompatible con la historia. La relación de Foucault con los historiadores, especialmente con su amigo Paul Veyne, es muy interesante. Foucault es muy estimulante para un científico social, me parece. Luego está su relación con el psicoanálisis, que también es muy interesante.
Michel Foucault me parece un pensador de una gran potencia. Para las ciencias sociales y las propuestas emancipatorias éticas y políticas del siglo XXI. La condición es no ser foucaultiano, es decir, no convertirse en seguidor de Foucault sino utilizarlo críticamente, haciendo de sus textos una caja de herramientas.
Mañana larga de lectura en la plaza de Ocata. Constato de nuevo que la mejor manera de leer es con un café con leche al lado. Incluso la taza vacía sobre la mesa resulta estimulante. El sol andaba jugando al escondite con las nubes, pero cuando brillaba, lo hacía casi con saña. He acabado con la cara quemada y la frente tostada.
No sé por qué pienso en un cementerio de altísimos cipreses en el que sea prescriptivo enterrar a los muertos vestidos de etiqueta. Subterráneos influjos de Ruano, supongo. ¿Es sólo el pudor lo que nos empuja a enterrar a la gente bien vestida? A una amiga de mi madre sus hijos la enterraron con sus mejores joyas. El ataud era metálico. Mercedes, se llamaba. Me contó mi madre que vieron juntas el mar por primera vez y que la Mercedes creía que el agua del mar era el cielo que en el horizontte se plegaba y se podía tocar en la playa con la mano.
Dejamos la plaza de Ocata a eso de las dos. Yo tenía la sensación de haber leído bien y, por lo tanto, de haber aprovechado bien el tiempo. Se puede leer mucho y leer mal. A mí me pasa a veces. La mala lectura no depende del libro, sino del estado del alma. Es una lectura de surfeo, superficial, que discurre por las palabras de un libro sin detenerse en ninguna y sin encontrar ningún pensamiento que rumiar.
Regresamos a casa dando un rodeo. En la playa hay una clara sensación de verano.
Deberían ser estos unos días de paz, lecturas, paseos largos y sosiego, pero con el kakodaimon dentro todo se altera y el horizonte se encoge hasta casi el límite del cuerpo. De esta reclusión me han sacado esta mañana las voces de unas niñas correteando en la plaza de Ocata. Viéndolas tan felices pensaba que tarde o temprano se pondrán de moda los cuentos para niñas en los que habrá princesas que no quieran ser heroinas, que es la tarea mayúscula que les imponen ahora las películas infantiles, sino princesas bien vestidas, de surtidísimo ropero, que eligen al mejor de sus pretendientes para marido y disfrutan intensamente de las delicias de la vida cortesana.
Hace calor. Es el primer día en que el sol empequeñece y la ropa sobra. El sudor asoma por las junturas del cuerpo con el simple caminar. La dejadez licenciosa de las glicinias se ha convertido en flaccidez. Las buganvillas acuden al relevo. Y las rosas, esas flores tan egoístas que prefieren pudrirse en el rosal antes que brindarle al aire gratuitamente sus pétalos, como hace el generoso almendro.
Al ponerme a escribir estas cuatro líneas pienso que llevar un diario es una forma de vivir el día que exige ir transformando cada asalto de la experiencia en literatura, pero al convertirse uno en espectador de sí mismo se vuelve también, y de manera inevitable, selectivo, o sea, hipócrita. La espontaneidad de la vida, ese vivir en el que la vida consume toda tu atención, se queda para lo que no se cuenta. Hasta del kakodaimon intenta uno hacer literatura.
Des que el 1978 es va aprovar la monarquia parlamentària a Espanya, el debat sobre la necessitat de tenir una casa Reial ha anat guanyant rellevància i s’ha qüestionat la legitimitat d’aquesta institució arran dels diferents escàndols sobre la conducta d’alguns membres de la casa reial.
És doncs necessari tenir una casa Reial en ple segle XXI? Els canvis en el context social, polític i cultural que s’han produït al llarg dels anys no són suficient motiu per plantejar un nou model d’Estat?
Primer de tot, vull deixar clar que no em resulta legítim que la casa Reial hagi de representar a la ciutadania d’un país, ja que aquest “càrrec” només és accessible a una família i és hereditari, el que significa que es divideix la ciutadania en un grup de privilegiats, que poden optar al càrrec sense tan sols tenir competències executives.
Amb competències executives em refereixo al desenvolupament d’unes habilitats cognitives que permetin l’adaptació a l’entorn social i que estiguin enfocades en arribar al bé comú, que és el que ens pot beneficiar com a societat. Tal com hem viscut en aquesta pandèmia, hem pogut comprovar que les competències executives dels polítics no han estat a l’altura i que en tot moment ha primat el bé individual per sobre del bé comú, convertint-se els parlaments en camps de batalla d’enemics ancestrals propis d’èpoques prehistòriques… Doncs el mateix passaria amb la Casa Reial. De veritat creieu que es pararien a pensar en el bé comú?
Considero que en el moment que s’accepta aquest model d’Estat s’està atemptant contra el concepte de democràcia, ja que els governants no representen a la ciutadania i no existeix l’elecció de la prefectura de l’Estat, aspectes bàsics i fonamentals perquè existeixi la tan estimada democràcia.
A més a més, la Casa Reial no té cap efecte significatiu pel que fa a l’estabilitat social i política del país, és a dir, tant com si hi és com si no, la qualitat democràtica del país segueix sent igual. Per què hauríem de mantenir-la doncs? Per què no aspirem a una millora de la democràcia del país en comptes de mantenir-nos estancats en un model propi del segle XIV?
En relació amb l’article anterior que vaig escriure sobre la ‘llibertat d’expressió’, el fet de tenir una casa Reial limita aquesta llibertat d’expressió en funció dels interessos d’un grup de la població i ens impedeix expressar opinions contràries a la ideologia monàrquica pel simple fet d’haver creat un esglaó superior en la societat que és inviolable. D’aquesta manera, qui manifesta idees contràries al model de “casa Reial” és anomenat un antisistema…
Els canvis intermitents en la prefectura de l’Estat poden generar menys xarxes de corrupció que un càrrec estàtic com ara ho és la Casa Reial. A més a més, com la Constitució situa el monarca com a “inviolable i que no està subjecte a responsabilitat”, el monarca no se sotmet a cap control, resultant així en l’elevació del càrrec de monarca un esglaó per sobre de la llei.
Els diferents escàndols en què ha estat implicada la família Reial han atret sempre l’atenció i han perjudicat la imatge d’Espanya. És un bon moment per obrir els ulls i preguntar-se si és encara legítim que existeixi la monarquia que aquesta gaudeixi d’una legislació diferent de la que se’ns aplica a tots els ciutadans.
Un duende bueno era para un griego un "eudaimon" y un duende malo, un "kakodaimon". Llamaban felicidad (eudaimonía) a estar habitado por un duende bueno, que es como he estado yo durante estas últimas semanas. El cuerpo no me exigía -caídas puntuales aparte- ningún protagonismo, las horas pasaban plácidamente, leía, escribía, paseaba, comía con los amigos, hacía planes para el regreso de mi Agente Provocador... Pero ayer por la tarde a mi intermitente kakodaimon le dio por venir a visitarme y se trajo con él los mareos, las náuseas y los vómitos habituales. En estas circunstacias el invasor de mi cuerpo ocupa toda mi atención y me esfuerzo para encontrar consuelo en la esperanza de que esto no durará más allá de dos o tres días....
Viernes Santo. Recuerdo aquella Semana Santa de mi infancia, que parece, vista desde aquí, como de otra época histórica. En mi casa se hablaba con la mayor naturalidad, aunque teñida con un punto de tragedia, de que "Dios ha muerto" y comíamos torrijas. Y nadie había leído a Nietzsche. La muerte de Dios, en realidad, forma parte de la esencia de Occidente. Siempre he pensado que el Viernes Santo -al que alguna vez le he dado el nombre de San Nihilismo- hay que vivirlo como lo vivieron los discípulos más cobardes, sin sospechar lo que pasaría el domingo. Vivir la muerte de Dios sabiendo que el domingo resucitará sin falta no es vivir la muerte de Dios, pero ¿acaso la podemos vivir de otra manera? En consecuencia, nuestro nihilismo es un nihilismo un poco gesticulante, pero manso.
Curioso sueño el de esta pasada noche. Llego con mi mujer en autobús a un lugar donde no he estado nunca, pero que es la ciudad mexicana de Jalisco. Entramos por una especie de desfiladero rocoso que va a parar a unas amplias avenidas por las que empujan un carrito de bebé una pareja de Ocata, amigos nuestros y de nuestra edad. De repente me asalta una preocupación. Cuando despierte me olvidaré de esto y no lo podré recoger en este diario. Como descubro en el transcurso del sueño, he ido a Jalisco a dar una conferencia sobre las personas que se definen como no binarias. Sostengo en ella que estas personas dividen al género humano en dos grupos: el suyo y el de los binarios. Me he despertado y me he apresurado a garabatear dos líneas para rememorar lo soñado.
El Subjetivo publica mi artículo Jueves Santo en Orianenburg. La exministra Ana Palacio escribe en twitter: "Si leen un artículo hoy, no se equivoquen, elijan éste", lo cual, por supuesto, le agradezco sinceramente.
Me llegan las Memorias de Ruano cuando aún no he alcanzado el ecuador de su Diario íntimo. Ayer confesé aquí un cierto cansancio con su lectura. Sin embargo hoy me he reconciliando con ella. ¿Cómo no reconciliarse con un escritor que describe así a Jean Cocteau, a quien entrevistó en Madrid en noviembre de 1953?: "Menudo, inverosimilmente delgado, espiritado y espiritual, es una delicia de inteligenca sutil, de fortuna de palabra, en un clima siempre intermedio entre la poesía y el humor. No es Jean, sin embargo, ningún desorbitado. Tiene una cabeza muy bien organizada, muy clara, algo así como un cartesianismo inclinado a posiciones mágicas y a la sensibilidad afilada. Su conversación es firme y a la vez sonámbula. Cocteau es también hombre de extraordinaria simpatía humana y como de una afectación sencilla [...]. Tiene algo de hermano mayor de sí mismo, aspecto de guillotinado, un viejo 'chic', un dandismo muy Europa 1920. Su nariz parece estar siempre de perfil. Sus ojos son vivísimos. Sus labios, demasiado finos y crueles. " ¿Ustedes me entienden?
Creo -me voy a poner binario- que existen dos tipos de buenos escritores: los que tienen voluntad de estilo y los que tienen estilo. La voluntad de estilo es algo así como el estilo condenado a trabajos forzados.
Me envía mi muy querido Borja Lucena el texto de un libro que publicará próximamente sobre Hannah Arendt. Me he comprometido a escribirle el prólogo, cosa que haré encantado. Borja es para mí Soria, es decir, el paseo por la ribera del Duero desde San Saturio a Numancia y Garray y, sobre todo, el alma del Círculo Filosófico Soriano, un espacio tan singular que sólo podían cruzar sus umbrales los interesados únicamente por lo eterno.
Mañana primaveral, pero primaveral de catálogo, de las que apetece salir de casa temprano para llenarse los pulmones con el aire nuevo del mundo. La primavera es una promesa que se cumple con cada mañana como esta. El sol calienta a fuego lento y es una delicia cerrar los ojos y dejarse cocinar mientras los pensamientos se pierden por vaguedades.
Me ha soprendido la repercusión del artículo de ayer en El Mundo. Por supuesto, no escribo para pasar desapercibido, pero los comentarios agradables sientan de maravilla. Me ha quedado el ego de lo más satisfecho y no me cuesta admitir esa satisfacción porque sé muy bien que todo lo que aparece en la prensa es efímero, volátil y, en el fondo, sin sustancia. La prensa es el espectáculo de la caducidad instantánea de lo nuevo. La prensa es socialdemócrata en su esencia.
Me he pasado un buen rato dándole vueltas al artículo que tenía que enviar para el Subjetivo de mañana. Quería que tuviese algo que ver con la Semana Santa, pero no de manera explícita, sino como una insinuación que diera un poco que pensar. Me he decidido por escribir sobre el filósofo Paul Ludwig Landsberg y, como suele ocurrir, lo primero que he hecho ha sido ponerle el título: "Jueves Santo en Oranienburg". Si el título funciona, el texto también funcionará.
He de reconocer que el Diario íntimo de Ruano se me está haciendo bola. Lo comencé con voracidad, pero me estoy cansando de masticar. Llevo 460 páginas y no he llegado a la mitad. Estoy acostumbrado a que 50 páginas equivalgan casi a medio libro y aquí con 50 páginas no se adelanta nada. Es verdad que de vez en cuando uno se encuentra con perlas que compensan la marcha lenta, porque a Ruano el oficio no le falta. Por ejemplo, hablando de una joven, La Eléctrica, añade que era amiga "de la pobre Fe la Romántica, con quien viví un episodio intrascendente en cuya acuarela desvaída lo más bonito es el marco". A veces me encuentro con sopresas inesperadas, como esta que sigue, que no deja de ser una confirmación de lo que ayer recogía de Elisabeth Loftus y el poder creador de la memoria: "Estamos ante una exaltación permanente del fraude, ante un recuerdo falso fundado en el sentimiento". Hay, por supuesto, muchas más cosas a resaltar, pero basta por hoy de Ruano.
He pasado la mañana en el Petit Café de la plaza de Ocata e incluso he comido allí. Hoy ha sido uno de esos días en los que no oigo nada -tengo una sordera caprichosa, que va y viene a su aire- y me he limitado a asentir a los que se han acercado a mi mesa a contarme no sé qué cosas. A veces noto en su cara un ligero gesto de sorpresa porque no se esperan mi asentimiento. Pero la gente no por ello deja de hablar. Yo miro de reojo a Ruano pensando que ya podría llevar leídas 10 páginas más.
Después de comer he dado un paseo por la playa para acabar de perfilar el artículo del Subjetivo y le he mandado una foto a B., como respuesta a la que ayer me envió ella de la parisina Place des Vosges. En París tendrán muchas cosas, pero no tienen playa.
Esta tarde a las 6 he ido al ayuntamiento, que el alcalde del pueblo quería hablar conmigo y contarme sus proyectos, cosa que le agradezco sinceramente. A las 9:30 vuelve de Plamplona mi agente provocador.
Tarde primaveral. Plácida y relajante. La gente camina sin prisas y todo el mundo parece satisfecho. La primavera es el único socialismo que convence.
Cuando me levanto, lo primero que hago es echar una mirada a las revistas a las que estoy suscrito por internet. Hoy he leído con el mayor interés un artículo de The New Yorker sobre la psicóloga Elisabeth Loftus, profesora de la Universidad de California en Irvine. Sus estudios han desmontado completamente la visión de la memoria como un fichero o un archivo donde se recogen pasivamente eventos pasados. Según Loftus, estamos constantemente reconstruyendo nuestros recuerdos. Ya había leído su tesis de que cada recuerdo es, de hecho, una nueva rememoración, pero este artículo va más allá y diluye las fronteras entre la imaginación reproductiva y la creativa. “Nuestra representación del pasado -dice- es viva y cambiante. No es fija e inmutable. Es como un ser vivo que cambia de forma, se expande, se encoge y se expande nuevamente. Es una criatura parecida a una ameba". Cada vez que recordamos algo lo asociamos a alguna de las circunstancias del presente que han impùlsado la rememoración y esta asociación puede distorsionar el recuerdo. Siguiendo esta tesis, Loftus ha conseguido implantar en la memoria de ciertos sujetos recuerdos falsos. En general, cuanto más emotivo sea un recuerdo, menos garantías tenemos de que se trate de un recuerdo auténtico.
Tras leer el artículo y tomar algunas notas me he metido en la ducha y justo cuando estaba enjabonado, ha sonado el timbre. He intentado aclararme y secarme rápido. He salido lo más deprisa que he podido, me he resbalado en el pasillo y he caído de espaldad de una manera tan contundent que en un primer momento he sentido que algo de mi interior se había desencajado. Poco a poco me he ido recomponiendo, pero cuando he mirado por la ventana, ya no había nadie en la puerta de casa. Al escribir esto, a las 19:00 siento molestias en la espalda, pero no parece nada grave.Hoy ha aparecido en El Mundo este artículo mío sobre nuestra última ley educativa. He intentado ser contundente porque estoy convencido de que lo que hay en juego es de la mayor importancia, especialmente para los niños culturalmente pobres.
Las primeras leyes laborales son de Dato: La ley de accidentes laborales de 1900. Dato creó también el Ministerio de Trabajo (1920) y tuvo una intervención decisiva en la creación del Instituto Nacional de Previsión, que presidió entre 1909 y 1913. Fue también el inspirador de la ley que, tras su asesinato, presentó el Ministro de Trabajo, el navarro Eduardo Sanz Escartín, que permitía expropiar las tierras abandonadas o mal explotadas.
Sanz Escartín, por cierto, es el autor de la trilogía La cuestión económica (1889), El Estado y la reforma social (1892) y El individuo y la reforma social (1896).
En 1904 Severo Catalina publica La mujer. Apuntes para un libro, defendiendo la necesidad de la educación de la mujer.
Cuando el maurista Augusto González Besada presentó un proyecto tributario sobre la renta que gravaba las fortunas que se hicieron durante la Primera Guerra Mundial, con el argumento de que habían sido posibles gracias a la neutralidad de España, hubo liberales que lo acusaron de estar imitando a Lenin, mientras que El Debate (18-10-1918) decía: “A nosotros nos parece bien”.
Azcárate se lamentaba de que, tras los sucesos de 1909, Maura dejara la presidencia del gobierno, porque, según decía, “jamás” el Instituto de Reformas Sociales había estado tan asistido por gobierno alguno como lo estuvo durante el gobierno de Maura. Jamás -añadía- la inspección de trabajo había aplicado mejor su misión. Algún autor ha llegado incluso a calificar 1908 como “el año de oro de la legislación laboral en España.”
Maura creó la legislación electoral de la que vivió buena parte del siglo XX; acometió la reforma de la administración local; reprimió la usura y el pago de salarios en especie; aprobó la ley de huelgas defendiendo el derecho inalienable del obrero a su trabajo; suprimió la publicidad de las ejecuciones y los llamados “fondos de reptiles”.
Gil Robles proclámó en una alocución electoral radiada de 1933: “Las derechas, si son fieles a su doctrina, han de realizar una política intensamente obrerista, para las clases trabajadoras”. Este mismo año, en las Cortes, dijo: “Una sociedad que se llama civilizada, una sociedad que se llama cristiana, no puede ver con indiferencia que, según las estadísticas, hay en España 650.000 hombres que no tienen que comer. Para remediarlo, lo que sea necesario: seguros sociales, obras públicas, trabajos extraordinarios: lo que sea preciso, señor presidente. ¿Dinero? A buscarlo donde lo haya, con reformas fiscales todo lo avanzadas que sean menester, porque con el hambre de los hombres, de una vez hay que acabar”.
Solé Turá, ponente constitucional que representaba al PCE-PSUC reconoció que él no se hubiese atrevido a proponer en la ponencia constitucional lo que Licinio de la Fuente - AP- propuso: el artículo 129.2: “Los poderes públicos promoverán eficazmente las diversas formas de participación en la empresa y fomentarán, mediante una legislación adecuada, las sociedades cooperativas. También establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción".
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
Decía el otro día Íñigo Errejón que muchos españoles padecen ansiedad y síntomas depresivos, que usan demasiados psicofármacos, y que una sociedad así no funciona, por lo que hace falta un plan de salud mental. ¿Estamos de acuerdo? Sí y no: una cosa es denunciar (con toda justicia) la estigmatización de los trastornos psíquicos y la falta de psicólogos en el sistema de salud pública, y otra, muy distinta, sugerir que “la solución” a ese malestar social generalizado sea multiplicar el número de psicólogos por habitante.
Más acá de los enfermos mentales (que los hay y a los que tenemos la obligación de cuidar), el grueso de la población sufre de ansiedad y otros “trastornos” porque (pandemias aparte) vive en un mundo que naturaliza la precariedad laboral, deshace los lazos comunitarios, imbuye una creencia completamente errónea de lo que es el “éxito”, y desprecia la capacidad de la gente para pensar por sí misma. Y nada de esto lo puede resolver un psicólogo (aunque sí que puede empeorarlo).
Es cierto que esto de interpretar problemas de naturaleza social, ética o política como si fueran asuntos psicológicos o, en general, “científicos”, es parte de la bazofia ideológica habitual, y que, alimentada por ella, la gente mantiene una fe cada vez más ciega en los expertos como solucionadores de todo (desde los conflictos personales hasta las opciones políticas que conviene adoptar) ¡Pero que un político de izquierdas caiga también en eso!
Y miren que esta “psicologización” de la vida es tan clara que hasta impregna el habla común. Piensen en el lenguaje con el que piensan. ¿Han reparado que a las cosas buenas (personas, costumbres, relaciones) ya no las llamamos “buenas”, sino “sanas” (y a las malas o viciosas, “tóxicas” o “adictivas”), que el fin de la vida o la política ya no son la “virtud” o la “justicia” (palabras viejunas y malditas), sino el “bienestar emocional” o “social” de la población, que los alumnos que no soportan la disciplina escolar ya no son “rebeldes”, sino niños con “síndrome de atención dispersa e hiperactividad”? ¿Continúo? En un decreto educativo en vigor encuentro esta frase (entre mil parecidas): “la dimensión emocional de la salud es el manejo responsable de los sentimientos, pensamientos, y comportamientos…”. Esto es: la responsabilidad, la conciencia o el autodominio ya no son virtudes morales e intelectuales, sino un asunto de salud emocional, cosa de psicólogos vaya.
¿Cómo hemos caído en esta trampa? Y digo trampa porque las (un tanto crípticas) propiedades de la “salud emocional” (asertividad, resiliencia, autoeficacia, proactividad…) cuadran sospechosamente con el perfil moral que cabría esperar de individuos entusiastamente entregados a esa “realidad en perpetuo cambio” con que se designa eufemísticamente al mercado.
La explicación de esa “caída” es compleja. Además del bombardeo ideológico, psicologizar los problemas morales aporta ciertas ventajas aparentes. Una de ellas es que nos libera de cavilar. Como decía el no siempre saludablemente optimista Kant, la gente prefiere las soluciones (engañosamente) fáciles a pensar por sí misma. Al fin, ¿para qué educarnos y reflexionar acerca de qué sea la felicidad o cómo deba ser el amor o la justicia, si ya hay técnicos de la conducta, terapeutas de pareja o expertos en resolución de conflictos?
En segundo lugar, a más red asistencial menos necesidad de mantener vínculos comunitarios ¿A qué preocuparse de tener amigos con que charlar y debatir de nuestros problemas o nuestra visión del mundo, si podemos pagar o acudir a un “experto” que nos escuche y oriente?
En tercer lugar, a más “patologización” menos responsabilidad. Si en lugar (por ejemplo) de tener un “problema moral” con el juego, lo que ocurre es que soy un “ludópata” – es decir, un enfermo – sobra emprender ningún análisis o decisión ética: basta con que me someta pacientemente al tratamiento indicado.
A una sociedad “terapeutizada” le corresponde, en fin, una ciudadanía irreflexiva, narcisista e irresponsable; algo que encaja también con un modo de producción no guiado por más inteligencia que la “emocional”, con las creencias cientifistas y relativistas en boga, y con un modelo educativo cada vez más enfocado a la formación tecno-científica y la hiper-especialización profesional.
Así que no, señor Errejón, no tiene que ir al médico; todo lo contrario: ha de reflexionar por sí mismo y darse cuenta de que lo más consecuente desde una posición de izquierdas no es exigir más psicoterapia para el pueblo, sino justo la contrario: una “despsicologización”urgente de la sociedad (la misma que reclama desde hace mucho la psicología más crítica), condición sine qua non para un verdadero empoderamiento– moral y político – de la ciudadanía.
Estoy solo en casa, de Rodríguez, y, como me suele ocurrir, no sé estar en casa en estas condiciones. Sin ella aquí no hay soledad, sino vacío. Así que para leer bien, es decir, concentrado, sin distracciones (¡hay que ver lo que puede distraer una ausencia!), tengo que salir de casa y bajar a la plaza de Ocata. Suelo hacerlo en torno a las 11 y espero el momento como uno de los mejores del día. Mi mesa al sol, que por estas fechas cobija más que molesta, la taza de café con leche, el lápiz, el libro y el resto de la mañana por delante. Incluso me quedo a comer aquí, sin levantarme del sitio.
Por cierto, a Ruano le estoy descubriendo los puntos flacos. En el Quadern gris no hay ni un párrafo de compromiso o relleno. En los diarios de Ruano sí. Y a medida que voy avanzando, me encuentro con más. Aún me quedan 700 páginas.
Roberto Gargarella, John Rawls, un siglo del pensador que soñó con la posibilidad de una "sociedad justa", Clarín 25/03/2021
Víctor Bermúdez, ¿Es la psicología de izquierdas?, elperiodicodeextremadura.com 24/03/2021
La falacia del jugador hace alusión al siguiente ejemplo. Una persona lleva apostando toda la noche en el casino y ha sufrido una terrible racha de mala suerte. Como consecuencia, piensa: «Mi próximo lanzamiento de dados será bueno, ya que es muy improbable que saque malos resultados toda la noche». Este razonamiento es falaz porque, para cualquier lanzamiento individual, la probabilidad de obtener dos seises, pongamos por caso, es siempre la misma: 1/36. El número de veces que el jugador haya tirado los dados durante esa noche no influye para nada en la probabilidad de que el siguiente lanzamiento arroje un doble seis.
En la falacia del jugador inversa, un visitante entra en el casino y lo primero que ve es a alguien sacando dos seises. El visitante piensa: «Vaya, esta persona debe haber estado jugando toda la noche, ya que es muy poco probable que tenga tan buena suerte con un solo lanzamiento». Esta conclusión es falaz por la misma razón. El visitante solo ha observado un lanzamiento de dados, y la probabilidad de que ese resultado sea un doble seis sigue siendo la misma: 1/36. El tiempo que el jugador lleve apostando no guarda ninguna relación con la probabilidad de que el lanzamiento presenciado por el visitante arroje dos seises.
Philip Goff, Por qué nuestra improbable existencia no apoya la idea del multiuniverso, Investigación y Ciencia, 19/01/2021
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
Cuando comencé la licenciatura, hace treinta años, la Facultad de Filosofía estaba aún repleta de profesores cercanos al OPUS, la Iglesia y/o más o menos afectos – algunos – al “antiguo régimen”, así que, rojo y ateo que era uno, acudía a sus clases con la escopeta dialéctica cargada y dispuesto a discutirles todo lo que pudiera. Para mí sorpresa, no solo se podía discutir con ellos, sino que incluso eran ellos los que, a veces, no dejaban pasar ni una sin razonarlo a conciencia.
Ya por de pronto, y lejos del autoritarismo que se les suponía, me sorprendió que aplicaran el mismo “soft power” pedagógico que los profesores más jóvenes y “de izquierdas” que yo admiraba. Así, tanto unos como otros minusvaloraban (retóricamente) la jerarquía entre docentes y alumnos, se mostraban cercanos y accesibles (“se enrollaban”, solíamos decir entonces) y declaraban, ante todo, estar abiertos siempre, y en todo, al diálogo.
Y en esto del diálogo vino mí mayor pasmo. Resulta que aquellos profesores calificados (por la “intelligentsia” estudiantil) de “carcas”, teístas y dogmáticos, se prestaban a dialogar mucho más que aquellos otros que, pese a su apariencia “alternativa” o su furibundo nietzscheanismo, se mostraban menos dados a cuestionar sus propios prejuicios (que eran también los míos).
Las generalizaciones son odiosas, pero no puedo negar que, desde entonces (y hasta ahora), la mayor parte de las veces que he leído o tratado a pensadores tachados a prioride reaccionarios o dogmáticos (esencialistas, apóstoles del derecho natural, teístas jesuíticos, metafísicos olvidados…) he encontrado a tipos que demostraban un exquisito respeto por los argumentos en general (y por los del contrario en particular), amén de rigor y capacidad para asumir todo lo que significa pensar a fondo (con todas sus consecuencias) lo que creemos superficialmente pensar.
Sin embargo y al revés, con aquellos filósofos y colegas de la “izquierda intelectual”, y con los que comparto más afinidad ideológica, me resulta a veces imposible el diálogo. De entrada, no suelen aceptar hablar seriamente de todo: hay temas y perspectivas relevantes – están de moda, son de las “nuestras” – y otras que solo generan silencio o sonrisas displicentes. De otro lado, consideran los argumentos como “objetos sospechosos” (ocultadores de la realidad, tiranos de la experiencia, “falogocéntricos” dispositivos de poder…), aunque no por ello se priven de usarlos constantemente. Y, por último, muestran, a mi juicio, una profunda incapacidad para asumir (no digamos pensar o cuestionar) la parte más dogmática o axiomática de sus teorías.
¿Por qué ocurre esto? Lo ignoro. Quizá un teísta o creyente no necesite agarrarse con tanta desesperación como un ateo a sus más mundanas creencias (con Dios como red de seguridad uno se atreve a discutir de todo). O tal vez sea ese injustificable complejo de superioridad moral y filosófica que sufre a menudo el intelectual de izquierdas, y que hace que conciba sus tesis como dogmas de fe.
El otro día – para muestra un botón –, en un seminario universitario repleto de profesores de lo más iconoclasta (aunque dedicados, todos, a la idolatría más posmoderna) se me ocurrió insinuar que tal vez no teníamos suficientes argumentos para sostener lo que se estaba sosteniendo de modo natural (es decir: porque está de moda y la tribu entera lo mantiene). Y tras la reacción de costumbre (silencio, sonrisas compasivas, incredulidad), uno de los profesores, el más dicharachero, no pudo resistirse: “¡Y qué coño – exclamó divertido –, esto también es cosa de fe!”. Solo le faltó proponer que compartiésemos unas birras.
Porque esa es otra: en el colmo de la desfachatez y la intolerancia disfrazada de buen rollo, es corriente entre mis colegas de la izquierda intelectual que se aborten las discusiones esenciales con una especie de repentina deflación cordial. Es lo de “esto se arregla con una cervecita”; lo cual viene a decir que la verdad importa un comino, que el diálogo es, en el fondo, banal y que, puestos a vivir en la noche en que todos los gatos son pardos, mejor es estar un poco más ciegos.
Así que, ya ven, en esta comedia del mundo los dogmáticos son, a veces, los que más razonan, y los anti-dogmáticos los que – místicos sobrevenidos – aborrecen de todo lo que “imponga” esa satánica prostituta (Lutero dixit) que es la razón. Sobra decir que los peligrosos son, hoy, los segundos: te ahogan en cerveza (o en la escolástica que esté de moda) igual que los primeros, en sus buenos tiempos, lo hacían en el agua: para probar, igualmente, tu inocencia.
Llegiu escrits sobre Baudelaire en
Baudelaire, el inventor de la vida moderna, El País 27/03/2021
Me compré recientemente en una librería de viejo de Pamplona el Diario íntimo de González-Ruano, 1.161 páginas de festín de palabras. Nada más abrirlo uno se encuentra con la literatura. El escritor de raza rezuma literatura y da igual de lo que escriba, siempre va dejando huellas de originalidad con el surco de su trazo y una sorpresa genuina en el lector que va pasando goloso las páginas. Claro que leer a un escritor de raza es comprobar el pobre mendicante que es uno cuando se pone a hacer de escribidor. La mirada del escritor que merece este nombre siempre le abre al lector perspectivas inéditas sobre el mundo, nunca le ofrece abalorios.
Aquí tenéis uno de los maravillosos podcasts educativos creados por Cruces Aldea y en el que tengo el honor de participar. En este capítulo se trata de Epicuro y de una reflexión sobre el poder a partir de una frase de Byung-Chul Han.
He pasado dos días luminosos e intensos en Madrid. La ciudad parecía emerger radiante al sol de primavera y ese cielo de Madrid, tantas veces y tan justamente loado, se mostraba a la altura de su fama. He hecho muchas cosas; he hablado con mucha gente, he concretado nuevos proyectos, se han esbozado nuevos viajes, he conocido a gente interesante... he cenado los mejores huevos revueltos con jamón de mi vida y he andado mucho por una ciudad tranquila y con las terrazas repletas de clientes voraces de vida. Aquí me siento cada vez mejor acogido. Viajo bastante a esta ciudad y siempre vuelvo con la sensación de que se me ha abierto una nueva puerta. El mes que viene regreso para una conferencia y en mayo pasaré aquí una semana, porque he agrupado la presentación de un libro, un par de conferencias y varios encuentros, comidas y reuniones.
En el AVE de regreso constataba que cada vez hago menos cosas en Cataluña. No es porque yo no quiera. Tampoco parece que sea algo coyuntural. Por alguna razón, mis ideas tienen mejor acogida fuera del Principado. Por ejemplo, apenas hablo con periodistas catalanes, mientros que tengo muy buenas relaciones con periodistas de los diarios de Madrid, Valladolid, País Vasco, Andalucía... En los últimos meses he tenido reuniones con varios consejeros de educación. Con el consejero de educación de Cataluña no he hablado ni una vez. Añado que la editorial con la que he publicado la mayoría de mis últimos libros se ha trasladado a Madrid y una editorial de esta ciudad, con la que tengo intención de colaborar en varios proyectos, publicará una amplía selección de mis artículos en El Subjetivo. No quiero apresurarme a sacar consecuecias, pero siempre he defendido que hay que seguir a la vida por donde ella te lleve.
Dimarts passat vaig tenir el gust de participar en una taula rodona centrada en el model de les residències de la "tercera edat" a Ràdio 4. Veus més autoritzades que la meva pel que fa a la situació real i les alternatives factibles, com les d'Ingrid Roca i Diana González, infermeres amb diverses responsabilitats a salut i a residències, i Mercè Civit, del Col·legi de treball social de Catalunya. Vaig centrar la meva intervenció en contextualitzar la questió en l'edatisme i el treball de cures no monetitzat (sobre els minuts 7 i 37).
No era una bufanda, eren els cascs |
Escrito por Luis Roca Jusmet
Vivir no es fácil, para nadie. Las dificultades no son las mismas para todos, por supuesto. El primer problema es sobrevivir. Algunos lo tenemos resuelto al nacer y otros no. Esta es la primera y radical injusticia de la humanidad. Quien necesita preocuparse por la supervivencia no se plantea otros problemas. Lo básico es lo primero. Los seres humanos somos animales complicados y una vez superada esta primera cuestión aparecen otro problema, que es el de cómo vivir.
En las sociedades tradicionales se transmitía un ideal, es decir unas creencias, unos valores, unas normas que asignaban a cada cual un status y un rol social determinados. Uno podía sentirse mejor o peor en este papel, pero los márgenes de decisión eran muy limitados. Había seguridad y poca libertad. Los que se rebelaban debían pagar un alto precio para hacerlo. Eran pocos. Los demás tenían un camino marcado, marcado por los otros, por las normas sociales. la dificultad de vivir estaba, sobre todo, en asumir de la mejor manera posible este papel social que te habían asignado.
Hoy no vivimos en una sociedad tradicional. Todo lo sólido se va disolviendo y la sociedad es cada vez más líquida. La sociedad moderna va avanzando en esta línea. Se pierde seguridad y se gana libertad. Los ideales caen. La responsabilidad se desplaza cada vez más de la sociedad al individuo. Esta es la dinámica social, nos guste o no, la valoremos de una manera o de otra. Todos estamos interpelados. Los totalitarismos ( ideológicos, religiosos, nacionalistas) son manera de escapar para refugiarnos en el grupo y en el líder que decide por todos. En el límite están las sectas, que radicalizan estas huidas hacia adelante.
La libertad da miedo, pero pienso que hay que asumirla. Hemos perdido seguridad pero no podemos desperdiciar lo que hemos ganado. Saber lo que hacer para tener una buena vida lo vamos construyendo mejor o peor. Digo construir ( a veces es destruir) y no descubrir. Como dijo tan sabiamente Antonio Machado, "caminante, no hay camino, se hace camino al andar". Cuando el camino está hecho es que lo han hecho los otros. Por esto considero que no hay que ir por la vida con un mapa ni con un plan cerrado. Pero esto no quiere decir que no necesitemos una brújula, que nos oriente hacia el norte. De esto se trata, de ir construyendo este Norte en cada uno de los aspectos de nuestra vida. Porque si no tenemos un Norte, o somos una bala perdida que no sabe dónde va o una veleta que va donde le llevan los otros
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Hobbes, en dir que l’home era un llop per a l’home, no feia una descripció de les relacions entre els individus, sinó que volia reflexionar sobre la diferència entre l’estat de naturalesa i l’estat civil. Però el pensador anglès sabia una cosa que els seus lectors superficials i apressats han tendit a oblidar: que els humans mai hem viscut de debò en l’estat de natura perquè sempre hem estat animals socials i dotats de paraula.
Pensar l’home com a llop és un experiment mental que ens permet copsar la diferència que hi ha entre viure en una societat, protegits per les lleis, i viure a la intempèrie en la brutalitat. Hobbes va afegir encara una altra cosa. L’estat de natura és també un estat de guerra i de manca de llei. Al contrari del que li fan dir els manuals de filosofia escrits amb poca cura, Hobbes defensà que no és la natura el que dicta la conducta humana sinó que són els humans els qui es creen (o es maquinen) la seva societat i la seva política. Déu i la natura no tenen res a veure en tot plegat... cosa que òbviament no va agradar gaire a l’Església i el va portar de pet a Índex de llibres prohibits... i a convertir-se en pastura de simplificacions abusives.
Quan Hobbes empra el text de Plaute ho fa com un avís, perquè el seu país està immers en una guerra civil i perquè s’adona que la llopada bèl·lica està destruint la vida civil. Al cap i a la fi, si triomfen els llops la vida serà "solitària, pobra, tronada, brutal i curta”, com va escriure al Leviatan. Viure matant i morint no és el destí dels humans, ni el fat irreversible de la natura.
Ramon Alcoberro, Humans com llops?, El Temps 20/03/2021
La palabra Dios ha dejado de ser conveniente, aunque la gramática de algunas frases exige un sujeto. Dios no es nada. Lo divino es todo. Darwin certificó lo primero. Spinoza, Zambrano y Whitehead, lo segundo. Mientras tanto, Nietzsche acuñó la célebre frase. Mucho antes de todos ellos un dominico alemán rescató un viejo mito. Un mito védico que comparten otras culturas. Un mito sencillo. Dios se ha vaciado en la creación. Lo ha dado todo y de él ya nada queda, salvo los trozos dispersos en los corazones de todo lo que vive. Esa es, a grandes rasgos, la visión de Eckhart, que, como era de esperar, escandalizó a su tiempo.Juan Arnau, Maestro Eckhart: Dios no es nada, El País 19/03/2021 [https:]]“No hay noche que no tenga luz, pero está oculta. El sol brilla también en la noche, pero está oculto. Durante el día brilla y oculta la luz de las estrellas. Del mismo modo actúa la luz divina, que oculta las otras luces. Lo que buscamos en las criaturas es todo noche”. (Maestro Eckhart, ‘El fruto de la nada’)