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Sabemos que los niños necesitan estabilidad, no necesitan que los padres estén casados o sean heterosexuales, pero necesitan un hogar estable. La estabilidad es lo que nos permite hacer nuestro mundo predecible y, por tanto, controlable. La pregunta que me hace se relaciona con los adultos y se trata de averiguar si lo que sabemos sobre los niños es aplicable a los adultos. Creo que sí. Hace falta movilizar grandes recursos psíquicos para dominar la incertidumbre. Nos sentimos fundamentalmente más cómodos cuando conocemos las reglas, tenemos un sentido de seguridad psíquica y la capacidad de comprender cómo se desarrollará lo que va a venir. Privarnos de todo esto es privarnos de una parte importante de lo que constituye nuestro bienestar. Las relaciones inestables pueden ser honestas, sanas, pero no creo que puedan satisfacer la necesidad de seguridad psíquica. Pero mire el mercado [de la economía capitalista]. De alguna manera nos hemos adaptado a las condiciones de extrema inseguridad generada por él, especialmente desde la década de 1970, cuando los grandes sindicatos colapsaron, cuando había mucha menos protección social, cuando las personas eran despedidas de forma rutinaria después de 20 años de servicio en una empresa. Esta inseguridad psíquica es la fuente de los principales movimientos sociales en todo el mundo. La modernidad se basa en una tensión entre libertad y seguridad. En el periodo de la posguerra pudimos reconciliar las dos. Hoy es la libertad sin regular la que parece predominar.
Isabel Valdés, entrevista a Eva Illouz: "Hay que renegociar la relación entre hombres y mujeres desde un punto de vista feminista", El País 04/03/2022 [https:]]Comida cordialísima en el antiguo restaurante Rilke, que ahora tiene un nombre del que no quiero acordarme. ¡Ojalá sean así todas las comidas de empresa! Estamos viviendo un momento dulce y es hermoso paladearlo. Las ventas van muy bien, el nombre de la editorial se va haciendo un hueco y nos llegan manuscritos muy interesantes hasta de México. Tenemos buenas perspectivas para los próximos meses y vemos con orgullo de padres primerizos cómo el proyecto va tomando cuerpo. Queremos ser, sin embargo, sumamente realistas e incluso un poco conservadores. Me imagino que esto es como los primeros meses de vida en común de unos recién casados que han entrado a vivir en un piso sin muebles y poco a poco van comprando sus primeras sillas, su primera mesa, su primer colchón de espuma, sus primeros cubiertos... En los momentos fundacionales no hay tiempo para las rutinas. Somos a la vez humildes y ambiciosos. Humildes porque sabemos dónde estamos, pero ambiciosos porque sabemos cuáles son nuestros puntos fuertes y qué es lo que debemos hacer.
El radioastrónomo Frank Drake (colaborador estrecho de Carl Sagan, que también fue un gran activista antinuclear) enunció una célebre ecuación para calcular la probabilidad de encontrar civilizaciones avanzadas en el Universo. Uno de los factores que tiene en cuenta es, precisamente, si esas supuestas civilizaciones extraterrestres a descubrir han generado una tecnología lo suficientemente desarrollada como para crear armas nucleares, es decir, para autodestruirse. Contra lo que podría parecer, una tecnología muy desarrollada no garantiza mayor supervivencia o bienestar, sino una mayor probabilidad de destrucción. La Paradoja de Fermi (propuesta por el físico Enrico Fermi, participante de la construcción de la bomba) se extraña de que no veamos a más civilizaciones avanzadas en el Universo: su respuesta es que estas civilizaciones tienden a autodestruirse en guerras nucleares si superan lo que Sagan llamó la “adolescencia tecnológica”. En la Guerra Fría se acuñó el concepto de overkill: la posibilidad por parte de las grandes potencias de eliminar al enemigo, o a la humanidad entera, varias veces. Esa posibilidad tan bruta permanece.
“Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. Fueron las épicas palabras del texto sagrado hindú, Baghavad Gita, que le vinieron a la cabeza al físico Robert Oppenheimer cuando presenció, en 1945, la explosión de la primera bomba atómica, cuya construcción él había liderado, en una prueba en el desierto. La bomba atómica tiene esa mística: el relato de una fuerza fundamental de la naturaleza que ha sido desatada por el ser humano, que, como Prometeo robando el fuego, enciende la furia de los dioses. El final de la especie más soberbia del Universo conocido aniquilada por una tecnología creada por ella misma, víctima de su propia desmesura. Bien mirado, no es la peor manera de que todo esto acabe, al menos encierra algunas trazas de poesía perversa. Con razón se utiliza con frecuencia la hipnótica imagen del hongo atómico como símbolo del final de los finales.
Sergio C. Fanjul, El miedo a la bomba, Retina
Escrito por Luis Roca Jusmet
Un modo de subjetivización política es, para mí, una nueva forma de división de lo sensible común, de los objetos que este sensible contiene y de la manera en que los sujetos pueden designarlos y argumentar sobre ellos. El punto fundamental de la relación entre política/policía radica efectivamente en la constitución de los “datos” de la comunidad. Una subjetivización es un dispositivo de enunciación y de manifestación de “un” colectivo- asumiendo que este colectivo es una construcción, la relación de un sujeto de enunciación con un sujeto manifestado por la enunciación. No creo que el pensamiento teórico de Foucault se haya preocupado por este problema Foucault se interesó por la relación entre las técnicas del poder y las técnicas de sí. En una primera fase, lo hizo analizando las grandes máquinas productoras en las que los individuos pueden relacionarse “consigo mismos” Después analizó las técnicas de sí a un nivel ético... En ninguna parte vemos que Foucault considere una acción concreta de actos que podríamos llamar actos de la subjetivización política. No creo que el interesara nunca en definir una teoría de la subjetivización política en el sentido que yo la entiendo, a saber, como una reconfiguración polémica de los datos comunes. Lo que le interesa no es lo común polémico sino el gobierno de sí y de los otros. Es el poder en el sentido de lo que un sujeto puede hacer que otro haga o crea. Habla así de puntos de resistencia que se anudan en las relaciones de poder. Pero, en su teorización, no hay lugar en el que podrían encontrarse racionalidades antagónicas. He aprendido mucho de Foucault, de su manera de constituir los problemas revocando las distinciones disciplinarias y de pensar las relaciones entre lo visible, lo decible y lo pensable. Pero mis intereses son diferentes.
Jacques Rancière
Podríamos considerar que Jacques Rancière (1940) pertenece a la generación posterior de la de Michel Foucault (1926) . Digo podríamos porque la referencia a los límites generacionales es relativa. La infancia y la adolescencia de este último está marcada por el peligro de la guerra, Jacques Rancière vivirá, en cambio, una adolescencia marcada por la postguerra. Foucault nace en una ciudad francesa de provincias, hijo de una burguesía media provinciana con capital cultural. Nace casualmente en Argel (donde solo vivirá dos años) y es hijo de un funcionario, pero no sabemos gran cosa de sus orígenes familiares, que no acostumbra a explicar. Sabemos sí, que desde joven quiere ser profesor y se matricula ( al igual que Foucault unos años antes ) en la Ècole Normale Supérieure, aunque su intención originaria era la de ser arqueólogo. Louis Althusser ejercerá una influencia sobre los dos y que esta será para ambos su vía de entrada al marxismo. Al igual que le ocurre a Foucault, vivirá un poco de lejos los acontecimientos de mayo del 68, aunque aunque ambos quedarán igualmente muy impactado por sus efectos4. En concreto, la creación de la Universidad París VIII le hará a Rancière replantearse muchas cosas y romper con Althusser y con el marxismo, al igual que a Foucault.
De una manera muy fecunda Jacques Rancière plantea que la política está siempre referida a lo común y es es un defensor radical de la igualdad política y de la emancipación colectiva. Pero lo colectivo no hace a una clase social predeterminada. Es un colectivo excluido por un determinado Estado, que es el que distribuye los lugares de cada cual. Son los sin-lugar, los que no tienen un espacio propio por la distribución que hace el poder de los espacios y de las formas de percibir, de pensar y de decir.
Pero es siempre un colectivo formado por sujetos que encuentran su emancipación en la acción
Lo que reprocha Rancière a Foucault es que éste no se ocupa de la política. La cuestión de la política, dice Rancière, empieza cuando se trata del sujeto que es aparato para preocuparse de la comunidad. El error de Foucault resulta evidente cuando identifica la biopolítica y el poder, donde política y poder vienen a significar lo mismo. Pero la política, insiste Rancière, no tiene que ver con el poder, o mejor dicho, no del todo. El poder entendido, por supuesto, como el que se manifiesta a través de unas relaciones de dominio o de gobierno. Tampoco, en sentido afirmativo, como el contrapoder de las formas de afirmar la diferencia individual y colectiva. Aquí hay un rastro deleuzianao en el planteamiento. Será la lucha de las minorías para afirmarse frente a un poder que no les deja hacerlo: homosexuales. O de las que se resisten a ser anuladas, como los locos o los presos. O los individuos que no tienen derechos reconocidos por el Estado, como los disidentes de los países del Este. O las mayorías que no son reconocidas por el Estado, como en la revolución
iraní. Es decir que hay una primera manera de entender la política en Foucault como lo que Rancière llama la policía. Rancière matiza que aunque en la conferencia Omnes e singularum utiliza la palabra policía y el mismo Rancière se refiera a ella en su cita a Foucault, pero marcando que no quieren decir exactamente lo mismo. Porque Foucault lo considera como un dispositivo institucional que participa en el control de la vida y los cuerpos. Y Rancière le da un sentido mucho más amplio porque lo considera como la lógica del orden establecida desde el poder, donde a cada cual se le asigna un lugar dentro de la comunidad y se gestiona la vida la vida de las poblaciones y los individuos. Pero nos podríamos preguntar aquí que diferencia hay entre el movimiento emancipatorio de los homosexuales, locos, presos ,disidentes o el pueblo iraní de los que habla Foucault de la lucha de los “sin-parte” de los que habla Rancière, La diferencia es precisa : los colectivos, grandes o pequeños d ellos que habla Foucault, lo que hacen es reclamar la voz para hablar y para exigir derechos. Todos aceptan lo que son pero quieren ser reconocidos como tales. Lo que formula Rancière es muy diferente. Los obreros en lucha que ha consultado en los archivos de la historia francesa no son obreros que reivindican su dignidad o sus derechos. Son obreros que quieren dejar de serlo. Este trabajo lo complementa con la teoría de la emancipación intelectual de Jacobot. Por esto lo llama subjetivización política, porque hay una nueva constitución de unos sujetos a través de una acción común en la que expresan la voluntad radical de vivir de otra manera, no de que les dejen vivir tal como son ( homosexuales) o reconociendo sus derechos ( países del este, Irán, presos, locos ). El sujeto de la política es el sujeto creado por la acción política misma en una enunciación y una manifestación colectiva. La identidad no es, por tanto, previa: somos los homosexuales, los locos, los presos, los disidentes, el pueblo, la clase obrero. El nosotros no se refiere a una identidad particular de grupo sino a algo que se va formando en esta acción colectiva. Este nosotros es, entonces, para Rancière, abierto a cualquiera.
Volvamos al Mayo del 68 como ejemplo de subjetivización política. Una cosa que señala Rancière es que la liquidación de la herencia del movimiento, tal como normalmente se hace, no hay que atribuírsela a Nikolas Sarkoy sino al Partido Socialista Francés. Lo que manifestó el mayo del 68, dice Rancière, fue algo inquietante, que es que el Orden de nuestras sociedades, aparentemente garantizado por múltiples dispositivos económicos, políticos e ideológicos, podía derrumbarse en cualquier momento. En mayo del 68, en Francia, se cuestionaron las estructuras jerárquicas que organizaban la actividad intelectual, económica y política. La izquierda francesa reconvertida en los años 80 desfiguró el sentido del movimiento planteándolo como un movimiento juvenil por la libertad sexual y de costumbres. Faltaba el último golpe, que era considerarlo finalmente como un victoria del capitalismo: era el individualismo consumista que había roto todos los lazos sólidos que quedaban en las sociedad ( la familia, al escuela o la religión). Lo que fue er realidad fue un movimiento anticapitalista de masas, dice Rancière.
El concepto de sujeto en Foucault es complejo y la idea de subjetivización ética aparece a principios de los ochenta. Es una idea emancipatoria ligada a la práctica de la libertad, en el sentido de no ser ni un esclavo de uno mismo ( sujeto a las propias pasiones) ni un esclavo del otro ( sujeto a unas relaciones de dominio).
Foucault, a finales de los 70, manifiesta simpatías hacia el el ala autogestionaria de Michel Rocard del Partido Socialista Francés, al que detesta Rancière.
En el curso del año 1982-3 ( el Gobierno de sí y de los otros ) Foucault desarrolla fundamentalmente el concepto de parresia. Lo hace vinculando sus dimensiones ética y política, ya que se trata de una ética de la verdad pero planteado como el coraje de interpelar al poder. La parresia implica siempre un riesgo, un jugársela porque le estás diciendo la verdad a quien no quiere oírla, ya que se está denunciando al poderosos que comete una injusticia, un abuso contra alguien más débil. Hay cuatro elementos que están entonces interrelacionados. Por una parte la democracia, entendida ésta como las condiciones formales que permiten la libertad de palabra. Democracia que se da, de todas maneras, en un juego político, en unas relaciones de poder. Relaciones de poder, de todas maneras, en las que no hay una jerarquía, es decir en las que las relaciones de poder no adquieren un carácter cerrado en las podríamos hablar de relaciones de dominio. Esta sería la condición de hecho. Por parte del sujeto de la parresía hay dos condiciones, que son la veracidad y una cualidad moral que es el coraje. Esta es la buena parresía de la democracia, el que las personas que hablan son capaces de decir la verdad, asumiendo sus consecuencias y sin buscar un beneficio personal. La mala parresía es cuando los que hablan lo hacen para manipular, diciendo lo que se quiere oir y buscando un interés personal17.
La parresia supone una situación política, que es la isegoria, que es la igualdad delante de la ley. Pero es, en sí mismo, un principio ético-político. Principio propio del buen ciudadano, del que
realmente tiene un compromiso democrático, y que es opuesto a la retórica, que es el arte de la palabra : no se trata de hablar bien sino de decir la verdad.18 Foucault entra entonces en lo que llama la ontología del discurso de la verdad preguntándose que es un discurso verdadero. Lo que podemos plantear aquí es que si para Foucault el discurso verdadero, incluido este sentido de parresía, es el discurso de la filosofía entonces concluimos que la forma de vida filosófica implica un compromiso político. El filósofo piensa bien y esto quiere decir que es veraz, pero también debe tener el coraje de defender lo que piensa, incluso arriesgando su vida, como Sócrates nos enseñó de manera ejemplar. Pero la filosofía no se ocupa de la política sino del sujeto de la política, dice Foucault en este curso. Esto quiere decir que no es el problema de la justicia o la injusticia sino de la acción del ciudadano, del súbdito o del soberano. Es decir,del sujeto libre, del esclavo o del gobernante. En este sentido también Foucault, al igual que Rancière, habla aquí de subjetivización política aunque ya veremos que no exactamente en el mismo sentido que Foucault.
El año 1983-4 Michel Foucault da su último curso en el Collège de France, poco antes de su muerte. El curso es una continuación del anterior y continúa profundizando en el tema de la parresía como el coraje moral de decir la verdad. La parresía es lo contrario d ella retórica, punto por punto. La retórica es una técnica en la que se deshace el lazo entre lo que se dice y como se dice porquesolamente interesa lo segundo. En la parresia lo que importan es el decir veraz, el hablar franco y no importa la manera como se dice. En la retórica lo que se quiere es manipular al oyente y por tanto mantener un lazo entre el que habla y el que escucha, mientras que la parresía puede romper este vínculo al interpelar al oyente, que se el poderoso. En el primer caso se establece una relación d epoder y en el segundo se rompe. Pero la parresía se opone también a la profecía, ya que en esta el que habla dice una verdad que no viene de sí mismo, que viene de otra parte. Y también lo hace porque en la profecía se habla del futuro, mientras que la parresia denuncia algo que ha pasado o está pasando. Pero lo más interesante aquí es como opone la parresía a la sabiduría. El sabio se mantiene muchas veces en silencio, o habla por enigmas y lo hace siempre sobre la naturaleza de las cosas. El parresista habla, interpela constantemente y lo hace con la máxima claridad posible. Se dirige a los individuos no para revelar lo que son sino para ayudarles a reconocerse a sí mismos a través de sus defectos, de sus contradicciones o de sus imposturas. El maestro no es un parresista porque enseña algo que sabe. Aquí volvemos a Sócrates como personaje paradigmático, que siempre decía que no enseñaba nada que cada cual debía encontrara la verdad en su interior. Pero también lo encontramos en Diógenes, afirmación a partir d ella cual veremos como Foucault va desplazando el interés de los estoicos hacia los cínicos.
Entramos aquí en el elemento clave para definir la última manera como Foucault acaba entendiendo la relación entre ética y política, que viene determinada por su apuesta por los cínicos a partir de la elaboración del término parresía. Sócrates es el sujeto ético que tiene el coraje d einterpelar al poder a partir de la verdad. La interpelación que efectúa la parresía no es únicamente desde lo que se dice sino desde lo que se hace. Foucault quiere mantener la idea de la filosfía como forma de vida de vida a través de esta afirmación. No se trata de un sujeto que vive como los otros pero que es capaz de criticar a los que detentar el poder. Lo que Foucault quiere proponer es un sujeto puede construirse a partir de la parresía fundamentalmente. Este desplazamiento desde los ejercicios espirituales ( que incluyen a la parresía pero no como elemento central) hacia la vida verdadera ( donde todo gira alrededor d ella parresía) es desde luego esencial para entender la manera como Foucault va orientando su proyecto. Se trata de una propuesta de subjetivización ética a otra de subjetivización ético-política, pero no exclusivamente política como plantea Rancière.
Subjetivización entendida como emancipación de un sujeto que es capaz de afirmarse resistiendo a las redes del poder establecido. Subjetivización que para Rancière la establece un grupo que quieren construir un espacio político propio al que llama político o democrático. Pero, aunque Rancière insiste en que para él la cuestión central de la política no es la manera de gobernar lo que sí está planteando es que este sujeto político colectivo establece maneras de gobernar diferentes. Lo que quiero analizar ahora es si Foucault, al dejar de mostrar a Sócrates como este resistente individual y ver en los cínicos el mejor ejemplo de vida verdadera, está planteando algo similar a lo ha venido defendiendo Rancière. ¿Por qué los cínicos? Foucault lo explica de manera precisa. Lo que hacen los cínicos es manifestar, a través de su simplicidad, de su desnudez, de su impertinencia, la verdad. Hacen del propio cuerpo la manifestación visible de la verdad. de lo que es la vida, la verdad de la vida. Los cínicos ni tan siquiera tienen que hablar porque el decir veraz es el de su propia vida. El cinismo es la forma de vida en el escándalo de la verdad que ha atravesado toda la cultura occidental de manera transversal. No se trata entonces, para Foucault, de limitarse al fenómeno del cinismo en la Antigüedad tardía sino de ver como ha sobrevivido en la modernidad.
Con el texto de Foucault bajo el título “Qué el la ilustración”podemos seguir el hilo de la posición del filósofo francés respecto a la relación entre ética y política. Comprobamos que murió con muchas ambivalencias y ambigüedades sobre el tema, que no eran producto únicamente de sus contradicciones internas sino también de los matices, la complejidad y la riqueza de sus análisis.
Foucault se manifiesta en este texto, de manera sorprendente, como un seguidor del proyecto ilustrado de Kant22. Aquí plantea claramente lo que entiende por emancipación: la capacidad de pensar por uno mismo y el poder trabajar la propia libertad. Esto implica, dice, una serie de condiciones ético-espirituales, por una parte, y político-institucionales por otra. Pero ciertamente que las político-institucionales se subordinan a las ético-espirituales, ya que lo que deben hacer estas últimas es favorecer las primeras. Hay que continuar el trabajo iniciado por Kant. Por una parte asumir su definición de los límites pero por otra sustituir las estructuras universales que constituyen nuestro mundo por unas históricas. El entenderlas como históricas podemos captar la posibilidad de transformación. La apuesta kantiana, que hay que retomar, pasar por la capacidad de la técnica, pero sobre todo de la libertad humana. La arqueología nos permite ver esta dimensión histórica de las maneras de ver, de pensar y de hacer y la genealogía su contingencia y con ella la posibilidad de ver, pensar y hacer las cosas de otra manera. Las relaciones con los otros son producto de lo que somos, de nuestras actitudes. Pero no nos olvidemos de la importancia que da Foucault a la amistad. Para él viene a ser casi un enlace entre la ética y la política. La amistad es una forma de comunidad. Elogio de la amistad que no deja de estar ligado a su homosexualidad, a la reivindicación de su homosexualidad. La relación entre hombres, la relación entre mujeres, la relación entre hombres y mujeres siempre ha preocupado a Foucault. La amistad es un encuentro entre cuerpos que comparten experiencias. No sólo ni básicamente el placer sexual, sino todo lo que implica lo mejor de las relaciones humanas. Amistad que teje una red afectiva que hace que se vaya construyendo una comunidad. Comunidades que son reivindicativas cuando se afirman frente al dominio. Comunidades que quieren decidir sobre sus vidas: esto también es política.
¿Cuál es el papel de la estética en Foucault ? Foucault está influenciado por el arte. Algo por la poesía, especialmente René Char. Pero sobre todo por el lienzo, por la pintura, que le permite profundizar en la visión, en la mirada, sobre todo a partir de Magritte24. Su amigo Pierre Boulez, gran compositor, glosa igualmente el interés de Foucault por la música.
Pero la visión de la estética en Foucault está ligada a la ética del cuidado de sí, que también llamará estética de la existencia. Pero incluso en su último curso le da una dimensión política. Es la tercera vertiente de lo que llama el cinismo moderno., que me parece la más significativa, que es la vida del artista. Aquí Foucault planteará que no solamente está reivindicando una estética de la existencia sino también una vida verdadera, que sería la de este tipo de artistas. Da como ejemplo otra vez a Baudelaire ( junto a otros como Flaubert y Manet) y considera la vida del artista como la manifestación de algo sumergido, excluido y no visible de la sociedad. El arte como manifestación de lo desnudo de la existencia, con Samuel Beckett y William Burroughs como ejemplos contemporáneos más claros. El artista es así antiplatónico y antiaristotélico porque rechaza las formas adquiridas, es el cinismo de la cultura vuelta contra ella misma.
La posición de Foucault es una posición ética ligada a la estética pero con implicaciones políticas. El año 1984 Michel Foucault responde a una entrevista que trata precisamente sobre ética y política26. La ética es la preocupación del último Foucault, que la define como la práctica de la
Pasemos ahora a la manera como Jacques Rancière aborda la estética desde la política. Se trata de trabajar la estética, al igual que la política, como maneras de emancipación de cualquiera, formas de recuperar la igualdad que nos ha quitado la policía ,que ha impuesto la desigualdad. Me centraré en tres de sus libros (El reparto de lo sensible. Estética y política El espectador emancipado y El malestar de la estética)
Partimos de la definición de Rancière de la estética como configuración del mundo sensible común, como la que tiene que ver con la percepción de los cuerpos. Hay que plantear desde la estética otro marco de lo visible, de lo enunciable y de lo factible, pero sabiendo que los efectos son imprevisibles, no son manipulables. Lo que sí hay que hacer es desplazar el equilibrio de los posibles y la distribución de las capacidades. Es la acción y no sus efectos futuros lo que debe ser transformador. Rancière se refiere a la propia experiencia del movimiento obrero para señalar cómo esto fue posible en algunos momentos. Se trata de modificar en definitiva, el reparto de lo sensible y cuestionar la evidencia sensible comú. La lucha emancipatoria es, para Rancière, una lucha por el presente, no por el futuro, una lucha para hacerse visible, para aparecer en el escenario social, para buscar nuevas maneras de percibir, de sentir, de pensar, de hacer. La política es la búsqueda de un lugar propio por parte de los excluidos, un intento de organizar el mundo de una manera diferente a como se lo han encontrado. Es también el intento de superar la división entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. Se trata de liberar las propias capacidades en una acción común, compartida. La estética está ligada a la política porque trata justamente del reparto de los sensible, de las maneras
Rancière recurre a su propia experiencia generacional para analizar el gran error que ellos cometieron al querer emanciparse sin cuestionar la frontera entre el intelectual y el obrero. Era la relación entre un supuesto poseedor del saber teórico (el estudiante-intelectual) y un supuesto del saber empírico ( el obrero). Muchos jóvenes estudiantes franceses del mayo del 68 vivieron este fracaso, el de intentar aprender con los obreros lo que era la explotación mientras pretendían enseñarles lo que sería la
revolución. La cuestión, dice Rancière, era más sencilla: eliminar la frontera entre estudiantes y obreros y plantear que es cada cual el que habla desde su experiencia, sin clasificaciones previas. ¿Y porqué no eliminar también la frontera entre actor y espectador, entre narrador y traductor ? Deberáimos hacerlo porque todos somos traductores, ya transformarmos constantemente lo que nos viene dado en experiencia propia. Hay que empezar cuestionando las diferentes maneras que han sistematizado para manipular al espectador, desde el teatro de la distancia de Bretch, hasta su contrario, el de la identificación de Artaud. ¿Porqué no dejamos en paz al espectador? sugiere Rancière, ¿ Porqué considerar que su posición es inmóvil? ¿Porqué considerar que el espectador del teatro debe hacer algo interactivo y no considerarlo igual que al espectador de la televisión? ¿No será también un prejuicio considerar a éste pasivo y acrítico? Hay que romper la dicotomía entre la palabra y la imagen. Las imágenes comportan siempre figuras retóricas y poéticas, es decir lingüísticas. Y el lenguaje comporta imágenes y la misma fonética lo es.
Hay muchas preguntas interesantes: ¿Cuándo una imagen es intolerable? ¿Cuándo una imagen es pensable ?. Cuestionemos la superioridad intelectual de los que desprecian las imágenes en nombre de las palabras. ¿No será justamente el problema atribuir la palabra y la lectura al ciudadano crítico y las imágenes a la masa consumista ?. El sistema, continúa Rancière, no nos proporciona imágenes para anular la capacidad crítica que encierran las palabras, como nos advertía hace unos años de manera apocalíptica Giovanni Sartori. Lo que hacen los mass media es reducir, seleccionar y manipular imágenes en el marco de un discurso que les da sentido.
Aparece, junto con el odio a la democracia, el odio a un régimen común del arte. Es el mismo discurso : unas masas idiotizadas por las imágenes y una élite ilustrada separada de ellas. Aunque las imágenes tampoco son armas para el combate, como ingenuamente pensábamos al considerar que algunas imágenes impulsarían a la acción combativa. Pero si pueden ser maneras de trastocar lo visible. El problema de la tradición crítica, dice Rancière, es que ha sido fagocitada por su propia dinámica. El mismo arte crítico, por ejemplo, se ha desmantelado a sí mismo como proyecto transformador, Porque los artistas críticos han acabado presentando a los revolucionarios como si formaran parte del espectáculo de la sociedad que critican. Surge así la izquierda melancólica que denuncia tanto al sistema como a la ilusión de transformarlo. Esto lleva a un callejón sin salida porque el trabajo crítico queda así anulado, integrado en un discurso nihilista que como tal es inofensivo porque no tiene capacidad transformadora. Hay que volver a una concepción del arte como proyecto
transformador dirigido a todos, a cualquiera. Pero no un arte militante sino un arte que permita romper este consenso que reparte lo sensible en un orden policial, sea éste autoritario o liberal.
Cuestiona también el reparto de lo sensible que hace la estética. La relación entre política y estética es, entonces, la de cuestionar como se recortan y limitan los espacios y los tiempos, los sujetos y los objetos, lo común y lo singular. El arte y la política son formas de relacionarse los cuerpos singulares en un determinado espacio y tiempo específicos. Pero el arte no debe servir para explicar a los oprimidos su opresión. Los oprimidos ya lo saben, lo único que les falta es entender que las cosas pueden transformarse. Que es posible el cambio. El arte debe hacer propuestas en cuanto a esta reconfiguración de lo sensible. Rancière analiza, en concreto, lo que llama la mezcla de los heterogéneos como muestra de arte contemporáneo. Esta mezcla lo hace a través de lo que llama el juego, el inventario, el encuentro y el misterio.
La hipótesis que me interesa aquí en Rancière es la manera como niega la ética desde la política y la estética. El giro ético de la estética y de la política, que no es hoy para Rancière un giro moral, en el sentido de buscar criterios normativos a partir de los cuales hacer juicios morales de la política y la estética. Es otra cosa. Se trata de diluir el derecho en el hecho, por un lado, y de disolver la política y la estética en una comunidad consensuada. Es el dominio del consenso de una ley única totalizadora: la Ley del Otro.
Vayamos directamente a la comparación entre Foucault y Rancière, que podemos hacer desde diferentes bandas. Foucault acaba defendiendo la militancia revolucionaria, a partir del siglo XVIII, como una manifestación del cinismo, que es la opción con la que parece identificarse al final. La revolución en el mundo moderno ha sido una forma de vida a través de la militancia, una de las formas contemporáneas (básicamente en el siglo XIX y XX) de cinismo. La militancia, continúa Foucault, adopta tres formas. Una es la de una sociedad secreta, la segunda de una organización visible que manifiesta sus objetivos de manera visible y, finalmente, como una forma de vida. Esta es la que le interesa a Foucault porque es aquella en la que el militante quiere dar un testimonio, a través de su propia vida, de esta verdad que defiende. Foucault plantea, de todas maneras, que en el caso del Partido Comunista Francés se ha invertido esta tendencia, porque ofrece a los militantes es un modelo de vida convencional. Foucault pensaba así en organizaciones como Gauche Proletarienne, con la que mantuvo vínculos en años anteriores y del que formaba parte su pareja, Daniel Defert. Aquí podemos volver a la comparación con Rancière, que si había militado en esta organización29 Pero cuando este último refexiona sobre su paso por la organización nunca lo reivindicara en el sentido que plantea Foucault. Más bien lo hará en sentido contrario. Es decir que sí Foucault reivindica su sentido como una organización separada mientras que para Rancière su valor radicaba en que estaban inmersos en la organización. Es decir que aquí Foucault cae en la contradicción ( no paradoja, porque es una contradicción real) de defender el vanguardismo, que no deja de ser una manera de gobernar la conducta de los otros.
Jacques Rancière defiende la política como forma de emancipación común. Considera que solamente en este terreno es posible. Deja de todas maneras claro que no defiende un comunitarismo sino un conjunto de sujetos políticos que actúan conjuntamente. Michel Foucault acaba defendiendo un sujeto ético con implicaciones políticas y que acaba incluyendo a la estéticas en esta subjetivización ética. Son dos filósofos con trayectorias diferentes pero no paralelas porque hay coincidencias en campos de influencias y de experiencia.
La radicalidad de Rancière, su politización global de la experiencia humana ( incluso la estética) no es en absoluto compartida por Foucault. Para este último la emancipación es ética y su dimensión política pasa por la resistencia y por defender la opción política que permita hacer la vida más soportable para todos ( en este no se pierde en un individualismo) y que permita que cada cual gobierne su vida. Resistirse contra el totalitarismo, sea fascista o estalinista. básicamente.
Esta es la diferencia básica, concluyendo, entre Michel Foucault y Jacquesd Rancière : la subjetivación del primero es ética y la del segundo política
Tras una serie de llamadas telefónicas de gente con altas responsabilidades en el mundo educativo, cada una más estrafalaria que la anterior, he llegado a la conclusión de que nuestra educación se sostiene gracias a que en realidad nadie hace lo que le mandan y la mayor parte de los que mandan, lo saben.
A veces se necesita la contundencia de un enemigo para saber quiénes somos y, sobre todo, quiénes tenemos que ser. La mirada de enemistad, como la mirada erótica, tiene la capacidad de dotarnos de una figura concreta. Son acicates del autoconocimiento, porque nos fuerzan a preguntarnos qué tengo yo que me hace objeto de semejante mirada.
En ambos casos me pregunto también qué tengo en mí para corresponder a quien me mira y, sobre todo, qué debo tener para o merecer el amor o protegerme contra la enemistad.
Sí, efectivamente, estoy pensando en la Unión Europea, Ucrania y Rusia.
Ilustración de Daniel Gil Segura |
Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura.
«¿Qué somos los seres humanos?» Se trata de una pregunta de eterna actualidad. Si no tuviera sentido o respuesta tampoco lo tendrían la mayoría de las cosas que nos preocupan. «¿Quién eres?» – pregunto a cada alumno al comenzar el curso –. Todos responden diciendo su nombre, su condición de estudiantes, si son chicos o chicas… ¿Pero es eso lo que son? Nuestra identidad no está en el nombre, ni en lo que habitualmente hacemos, ni en los rasgos del cuerpo. La cultura, los genes o el género importan. Pero una vez nos ha despuntado la conciencia nuestro ser no está ya ahí. La prueba es que podríamos trastocarlo todo (nombre, lugar, ocupación, sexo, género…) y seguir siendo, de una forma u otra, la misma persona.
Ya sé que no está de moda depreciar el cuerpo, pero lo que somos (y tal vez dejando aparte la sesera) no forma parte de él. Por eso, si queremos saber quién era alguien ya extinto no buscamos examinar su cadáver ni sus huesos, ni su ADN, ni las imágenes de su cerebro, sino entender los signos (palabras, gestos…) que nos dejó su psiquegrabados aquí o allá. No somos un montón de vísceras, sino aquello que nos pasa por la mente o, si quieren, por ese fabuloso descubrimiento o invención suya que es el cerebro.
Ahora bien, por la mente pasan muchas cosas (sensaciones, emociones, deseos, decisiones, sueños, ideas…). ¿Cuál de ellas determina lo que somos? En general, las ideas mandan. Percibimos, sentimos o queremos en función de las ideas con las que entendemos el mundo, interpretamos lo bien o mal que nos va en la vida o concebimos nuestros mejores propósitos.
Pero las ideas, sean innatas o aprendidas, discurren también en la mente de los animales. ¿Qué nos diferencia entonces de ellos? Una idea que siempre me convenció es que lo que nos hace específicamente humanos es la asociación entre las ideas y una cierta manera de usar el lenguaje. Es innegable que los animales disponen de sistemas de comunicación muy sofisticados, pero solo los humanos podemos utilizar el lenguaje para viajar con él por el tiempo y el espacio, y hasta para explorar mundos distintos al mundo, desde el de las matemáticas al de las ficciones literarias. Con el lenguaje, los humanos podemos hacer cuentas y contar cuentos y, con ellos, dar y darnos cuenta de lo que pasa y lo que somos.
El siglo pasado, el psicólogo evolutivo Jean Piaget investigó el extraño fenómeno por el que los niños, durante cierta fase de su desarrollo, hablan solos o con sus juguetes imitando en ocasiones el diálogo que sostienen con otras personas. Casi al mismo tiempo, el psicólogo soviético Lev S. Vygotsky postuló que los niños, al crecer, interiorizan este uso egocéntrico del habla en la forma de un diálogo íntimo y silencioso consigo mismos. Este machadiano soliloquio sería el origen de la consciencia humana, ese insólito fenómeno por el que nos reconocemos como la primera persona del relato con que vamos dando cuenta de todo; un relato en el que el narrador, el público y el protagonista son el mismo tipo: nosotros.
Ahora bien, para ser quienes somos tal vez no baste una simple narración interna de lo que pasa y nos pasa. Una de las condiciones de la identidad es la continuidad. La frase «yo soy yo» solo significa algo si los dos yoes ahí escritos son en algún sentido el mismo. Esto descarta inmediatamente que nuestra identidad resida en el cuerpo, todas y cada una de cuyas partículas cambian y envejecen a cada instante, pero tambien que se ancle en la mente o la consciencia, donde todo se hace y deshace igualmente en el tiempo. ¿En qué «lugar» de mí mismo mantengo entonces mi mismidad? ¿En qué se fundamenta la creencia de que somos siempre el mismo bañista en el heracliteano río de los días?
En uno de sus fantásticos cuentos describe Michael Ende a una caravana de vagabundos saltimbanquis que caminan confiando en que su errático viaje a ninguna parte dibuje sobre el mundo una palabra que desvele el sentido de sus pasos. Tal vez sea este anhelo lo que nos define. De hecho, y aunque las palabras – esas perras negras, que diría Cortázar – correteen sin parar dentro nuestro, hay algo entre ellas a veces – una forma, una estructura armoniosa y coherente, una «redondez» narrativa y hasta una sublime espiral poética o filosófica – que las hace convertirse en uno de esos luminosos cuentos en los que el sentido trasciende y sobrevive a todo lo que transcurre en ellos. ¿Será esa forma lo que somos?
Somos el animal que cuenta cuentos. En eso consiste toda nuestra cultura y también nuestra manera específica de ser conscientes. Pero solo si ese discurrir íntimo adquiere la unidad y el sentido de las buenas historias, podremos decir que rozamos esa cima casi imposible de la propia identidad: el alma o forma inmortal del cuento mismo que nos cuenta.
Uno de los fenómenos más curiosos de nuestro tiempo es el de los muchos notarios que han viajado al futuro y han vuelto para decirnos qué competencias se necesitarán en el 2030, en el 2050 o no importa en qué año. El caso más notable de estos viajeros del tiempo es el de la Agenda 2030.
En educación, las llamadas competencias son cajas de muñecas en las que debemos encajar la escuela presente para que dé de sí, bien moldeados, a los alumnos del futuro. Lo que no cabe en esas cajas, se considera irrelevante, porque los futurólogos no es que hayan visto el futuro, sino que han visto, sobre todo, lo que realmente importará en el futuro. La LOMLOE es, fundamentalmente, la obra de estos visionarios. Por supueesto, los argumentos que usan para convencernos de la inmaculada bondad de las competencias que ellos han seleccionado como pertinentes, no es que sean buenas en sí mismas, sino que si no nos amoldamos a ellas, nos quedaremos anticuados.
El caso es que los viajeros al futuro muy perspicaces no se mostraron con respecto a la Covid, y no se puede decir que haya sido un acontecimiento menor. Y ni tan siquiera han sido capaces de prever la chulería guerrera de Putin, que parece estar a punto de introducir la competencia ofensiva como competencia elemental del siglo XXI.
No me molestan las nuevas tecnologías. Al contrario, me gustan. Y me gusta también que mis nietos se familiaricen con ellas. Al fin y al cabo son solo cacharros que nos sirven como prótesis antropológicas. Lo que me inquieta es la mentalidad tecnológica que se cree capaz de derivar de una determinada y muy sesgada visión del futuro, el orden geométrico que debe regular nuestra educación presente.
A veces me parece que las identidades políticas en España se viven de forma diferente que en otros países –de ahí, quizá, esa extraña lealtad del voto conservador a partidos profundamente corruptos–. También me fascina la conexión entre identidad política, genealogía y postura ante el pasado. A veces creo percibir un patrón allí –una identidad política asumida como algo heredado, una visión del franquismo siempre sobredeterminada por la historia familiar, asumida casi como deuda moral–
Guillem Martínez, entrevista a Sebastiaan Faber: "Toda Europa tiene un pasado fascista y un presente fascista", ctxt 19/02/2022
Estamos muy lejos de pensar la esencia del actuar de modo suficientemente decisivo. Sólo se conoce el actuar como la producción de un efecto, cuya realidad se estima en función de su utilidad. Pero la esencia del actuar es el llevar a cabo. Llevar a cabo significa desplegar algo en la plenitud de su esencia, guiar hacia ella, producere. Por eso, en realidad sólo se puede llevar a cabo lo que ya es. Ahora bien, lo que ante todo «es» es el ser. El pensar lleva a cabo la relación del ser con la esencia del hombre. No hace ni produce esta relación. El pensar se limita a ofrecérsela al ser como aquello que a él mismo le ha sido dado por el ser. Este ofrecer consiste en que en el pensar el ser llega al lenguaje. El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y poetas son los guardianes de esa morada. Su guarda consiste en llevar a cabo la manifestación del ser, en la medida en que, mediante su decir, ellos la llevan al lenguaje y allí la custodian. El pensar no se convierte en acción porque salga de él un efecto o porque pueda ser utilizado. El pensar sólo actúa en la medida en que piensa. Este actuar es, seguramente, el más simple, pero también el más elevado, porque atañe a la relación del ser con el hombre. Pero todo obrar reside en el ser y se orienta a lo ente.
Martin Heidegger, Carta sobre el humanismo, Madrid, Alianza 200, p. 259
Hace unos años, cuando los móviles irrumpieron en nuestras vidas, nos sorprendía saber que los consultábamos, como media, 150 veces al día. Conceptos como nomofobia (proveniente de no mobile phone phobia) destacaban entre las nuevas patologías sociales de este siglo.
El estudio State of Mobile 2022 analiza cómo los usuarios y usuarias de los diez mayores mercados del mundo pasaron su tiempo con los smartphones en el 2021. El informe destaca que estamos casi cinco horas de media usándolos. Una realidad que tiene efectos físicos y psicológicos y que nos hace recuperar la idea del yo extendido de los años 50 y cuya teoría fue planteada por Russell W. Belk a fines de los 80. Un yo extendido basado en considerar como parte de nuestro cuerpo y nuestra realidad como individuos elementos, objetos, que podemos usar y controlar constantemente, que forman parte de nosotros de una manera tan propia (en nuestro uso y proyección) que pueden llegar a definirnos, extendiendo así nuestra identidad, nuestro modo de hacer y pensar.
Otro estudio aplica esta teoría del yo extendido al comportamiento de los usuarios y usuarias, en este caso de iPhone, midiendo los efectos físicos de separarlos de sus móviles mientras hacían una actividad que requería concentración. Los datos mostraron que la imposibilidad de poder atender al teléfono, mientras sonaba, aumentaba el ritmo cardiaco, el malestar y conducía a una disminución del rendimiento cognitivo. Además, los niveles fisiológicos de ansiedad (presión arterial) subían como respuesta a la separación de los individuos de sus dispositivos.
Actualmente, además de tecnología e identidad extendidas, podríamos hablar de otra realidad de la que estamos muy cerca: el yo ampliado, potenciado, como consecuencia de la aplicación de la inteligencia artificial y la incorporación de tecnología en nuestro cuerpo (chips, memorias digitales…), en una especie de concepción de capa tecnológica en nuestros sentidos (visores de realidad aumentada o nuestro modo de estar en el metaverso, por ejemplo).
El debate sobre dónde empieza —o termina— nuestro yo, cuáles son los perímetros y contornos de la identidad, en este tránsito de la sociedad digital a la sociedad artificial, será un gran debate ético, tecnológico y político.
Antoni Gutiérrez-Rubí, El 'yo extendido', gutierrez-rubi.es 25/02/2022
Cíborgs: son seres híbridos entre hombre y máquina. El concepto se desarrolló en la ciencia ficción de los años sesenta, y aunque se ha asentado en la sociedad en las últimas décadas, es ya un concepto 'antiguo'. Los avances en genética, robótica, nanotecnología, inteligencia artificial... hacen que la integración de los humanos con la tecnología no solo den como resultado 'Terminators'.
Transhumanos: El transhumanismo es el concepto que se ha impuesto en los últimos años para todos aquellos que proponen el uso de herramientas tecnológicas con el fin de modificar el organismo y mejorar sus niveles de inteligencia y bienestar. Pero no implica necesariamente que quienes defienden esto se lo 'apliquen' a sí mismos, insertando tecnología en su cuerpo. Los límites de las modificaciones corporales no están claramente definidos. Hay dos grandes corrientes en el transhumanismo que coexisten y, con frecuencia, se enfrentan: biohackers y grinders.
Biohackers: Son hackers ‘éticos’ que se dedican a hacer ‘biología de garaje’, poniendo sus conocimientos al servicio de la colectividad. Hacen ciencia ciudadana. Son unos manitas que publican tutoriales, se adhieren a códigos de buenas prácticas (aunque son diferentes en Europa y en Estados Unidos) y hace poco le marcaron un gol a las tres grandes farmacéuticas que controlan el mercado de la insulina compartiendo un método para fabricarla que abarata su coste en un 98 por ciento, lo que puede cambiarle la vida a millones de diabéticos.
Grinders: Son como los ‘machacas’ del transhumanismo: los que trabajan a destajo, aunque no se reconozca su labor. Influenciados por el movimiento punk, van por libre. Se implantan todo tipo de dispositivos y gadgets... Se someten a pequeñas cirugías sin supervisión médica, sin importarle los riesgos. Su objetivo es acelerar la evolución hacia una nueva especie 'posthumana' hiperlongeva y dotada de ‘superpoderes’. Todo vale. Por ejemplo, en las competiciones deportivas del futuro se podrá participar con cualquier prótesis para ganar fuerza o velocidad, no habrá control antidóping y ni siquiera habrá separación por sexos. El último objetivo de su hoja de ruta es que la muerte solo sea opcional o accidental.
Carlos Manuel Sánchez, Las tribus del nuevo 'homo sapiens', abc.es 20/02/2022
La naturaleza no habla el lenguaje de las matemáticas, la naturaleza es “matematizable”. Habla en el lenguaje que le propongamos y los resultados dependerán de qué y cómo preguntemos. Lo de Galileo no fue un “error” (como sugiere Philip Goff), fue una decisión, una elección que ha marcado el destino de nuestra época. Podemos hacer que la naturaleza hable el lenguaje de las matemáticas, como cualquier otro. Por eso hay tantas objetividades como ciencias (Skolimowski). Cada ciencia crea su lenguaje y su objeto de estudio, como cada religión crea a su dios. Es el dios creado en las creencias, del que hablaron tanto Ibn Arabí como Ortega y Gasset. El laboratorio puede confundirse con el altar y el pensamiento no debe someterse a ciertas lógicas explosivas o altamente contagiosas. Lo que sabemos de la realidad tiene mucho que ver con lo que pongamos en ella. Esa línea, escéptica e irónica, está la esencia de la filosofía planetaria.
Para la ciencia oficial, la desanimación del mundo es lo más importante y racional. “Pero la verdad es lo contrario: la animación es el fenómeno esencial y la desanimación un fenómeno superficial, auxiliar, polémico y apologético”. Una de las grandes incógnitas de hoy no es que todavía haya gente lo bastante ingenua para creer en el animismo, sino “la creencia, más bien ingenua, que mucha gente tiene en un mundo material pretendidamente desanimado” (David Abram). Newton estuvo obsesionado por las formas de acción a distancia. Dios actuando sobre la materia (la gravedad) o el estado sobre los ciudadanos (la ley). La angeología guía a Newton hasta el concepto de “fuerza”. De nada le hubiera servido distinguir estrictamente el mundo de los espíritus del mundo de la materia. Si lo hubiera hecho, no hubiera sido el genio que fue. Esa escisión se produciría con los antagonistas de Leibniz: Locke y Descartes. Ambos desanimaron una sección del mundo (declarada objetiva e inerte) y sobreanimaron otra (declarada libre y consciente).
Ahora que el planeta se ha convertido en un gigantesco laboratorio, donde la humanidad entera se ofrece como cobaya, animada por las grandes farmacéuticas (que controlan las publicaciones científicas), los Estados y el cuarto poder (siempre necesitado de financiadores), parece oportuno rescatar algunas de las viejas ideas de la sociología de la ciencia. No se puede concebir la política como algo exterior al ámbito científico. Latour lleva ya unas décadas haciendo la antropología del mundo moderno y su visión de las ciencias puede ayudarnos con algunos problemas urgentes. La tesis de Latour es sencilla. Lo moderno designa dos tipos de prácticas que, para ser eficaces, deben distinguirse. La primera es la “traducción”, la mezcla entre géneros totalmente nuevos, híbridos de naturaleza y cultura, el mestizaje. La segunda, la “purificación”, la creación de dos ontologías diferenciadas, la de los humanos y la de los no humanos. Sin la traducción la purificación sería ociosa, sin la purificación la traducción desaparecería. Si consideramos por separado estas dos prácticas, somos auténticamente modernos (asumimos de buena gana la purificación, aunque ésta no se desarrolle sino a través de la proliferación de híbridos y mestizos).Volviendo de Madrid, Nuria Azancot me pidió un texto de 524 palabras sobre los derechos de los animales para el Cultural del Mundo. Hoy se lo he enviado, con el orgullo de haber escrito exactamente 524 palabras. Mañana tengo que envíar mi colaboración para The Objective y tengo pendientes un artículo largo sobre la amistad para un diario de Barcelona y dos prólogos, uno para el último libro de Alain Minc, que publicará Herder, en el que reivindica la ambición teórica de Marx y otro para la editorial Siltolá, de mi amigo Javier Sánchez Menéndez, que ha decidido publicar un libro memorable de nuestro siglo XVIII, del que en su momento daré más detalles.
Hoy, comiendo, le contaba a mi familia que Carlos Fernández Liria se sorprendió, en Madrid, de que yo leyese a autores con los que no coincido ideológicamente. Le contesté que eso, exactamente, era para mí ser conservador. Acabo de releer El sentido humanista del socialismo, de Fernando de los Ríos y he dejado los márgenes repletos de notas, en muchos casos laudatorias.
El sentido común, ese gran invento para decidir qué hacer rápidamente o justificar lo hecho, que parece apelar a un comportamiento democrático de la realidad. Si todos o una mayoría piensan que algo es así, debe ser así. ¿Quién le va a quitar la razón a un (ex)presidente del Gobierno que dice que lo que hace es de sentido común? Pero las matemáticas no son democráticas, la física tampoco, y la realidad, por extensión, está muy lejos de comportarse como nosotros pensamos que debería hacerlo basado en nuestra muy limitada y sesgada experiencia. La intuición falla a veces. Contamos aquí una propiedad del universo que va en contra del sentido común. Hay más, pero esta ya es bastante alucinante, un buen comienzo para tratar estos temas.
Empezamos el ataque a nuestro sentido común con conceptos muy básicos y un viaje. Me encuentro en frente de la Sagrada Familia de Barcelona, al pie de esta imponente y hermosa obra de arte arquitectónica. Me da tortícolis solo de pensar en intentar verla por completo mirando hacia arriba desde la puerta principal. Ocupa casi todo mi campo de visión, únicamente con un objetivo gran angular podría hacerle una foto; ni siquiera con un ojo de pez. Quiero verla mejor, me alejo un poco para tener mejor perspectiva. Para poder hacer una foto con mi móvil, me alejo un poquito más. Cuanto más lejos estoy, más pequeña parece la gran basílica. Sentido común: las cosas parecen más pequeñas cuanto más lejos están. Presentado de una manera un poco más matemática, el ángulo que forman o, mejor dicho, subtienden dos segmentos que parten de los extremos de un objeto y se juntan en un punto, mi ojo, es cada vez más pequeño cuanto más largos son los segmentos. Es lo que se llama tamaño angular, y el de la catedral o el de cualquier otra cosa disminuye cuando me alejo. ¿Es esto siempre verdad? Me quedo sin artículo si la respuesta es sí, así que, obviamente, es mentira: no siempre las cosas más lejanas parecen más pequeñas. De hecho, a partir de una distancia (de dimensiones astronómicas), cuanto más te alejas, más grandes parecen, el ángulo que subtienden crece con la distancia. ¡Imposible! Pues no ...
Pablo G. Pérez González, La realidad en contra del sentido común, El País 22/02/2022
A poco que uno ande con los ojos abiertos, podemos ver cómo se confrontan en la conversación pública estos dos modos de relacionarse con, digamos, la realidad. Los sujetos que encuentran en todas partes pruebas de una certeza que los concierne, y los que apelan constantemente a un Otro que sea garante de la verdad. Y en estos tiempos, este Otro, más que Dios, es (pongámoslo, irónicamente, con mayúsculas) la Ciencia. Pero, ¿cuál es el problema de hacer de la ciencia un Otro que ha de ejercer de garante de la verdad? Pues que la ciencia, la ciencia auténtica (esta sí, en minúsculas), no funciona así. La verdad científica no es una enunciación homogénea, sino un trabajo colectivo que se desliza a lo largo de los siglos en forma de progresos y refutaciones, revoluciones y cambios de paradigma. Estos son los ciclos que definió Thomas Kuhn en su libro esencial La estructura de las revoluciones científicas. El principal objetivo de la ciencia, según Kuhn, es crear un marco teórico coherente que permita explicar el máximo número de fenómenos observables. Una teoría científica es, por tanto, la mejor explicación posible de un fenómeno en un momento histórico dado. El clásico ejemplo que usa Kuhn es el paso de la teoría ptolomeica (que explicaba el movimiento de los planetas partiendo de la idea de que estos giran alrededor de una Tierra inmóvil) a la teoría heliocéntrica, atribuida originalmente (esto también es discutible) a Copérnico. Que Copérnico formulara esa posibilidad, que a la larga resultó demostrada, no basta para que la ciencia cambie el modelo imperante o paradigma. Hicieron falta muchos años para que Galileo Galilei se apoyara en esta afirmación para enunciar su teoría, que permitió a su vez que Johannes Kepler aportara nuevos cálculos para explicar el movimiento de los planetas, y esto a su vez permitió a Newton desarrollar su ley de la gravedad, que sirvió para dar consistencia matemática al movimiento de los planetas alrededor del sol. Una mera idea afortunada, por mucho que después se demuestre cierta, no basta para constituir un nuevo paradigma científico.
¿Significa entonces que la ciencia no es útil en la búsqueda de la verdad? Por supuesto que lo es. La ciencia establece un método que, aplicado de forma rigurosa, permite llegar a conclusiones acertadas y operativas, al menos durante un tiempo. Lo que no excluye, como hemos podido comprobar de forma acuciante en los últimos tiempos, que los científicos se vean obligados a corregir sus conclusiones a la luz de nuevos hallazgos. Por mucho que la gente se haya desesperado con que los científicos “hoy digan una cosa y mañana otra”, esto forma parte de la normalidad científica. También lo es que existan debates dentro de una determinada disciplina, e incluso que algunas posturas sean antitéticas e irreconciliables, sin que sea posible dirimir en el momento presente cuál de ellos tiene razón (si es que uno de ellos la tiene). Si esto es así para las ciencias naturales (la física, la química, la biología), más aún lo es para las ciencias humanas (la psicología, la sociología), que incluyen un mayor número de variables imprevisibles o idiosincráticas. La medicina, en cierto modo, está a medio camino entre unas y otras, al estar influida por factores biológicos pero también sociales. Como hemos comprobado en estos dos largos años de pandemia, la medicina a veces se ve obligada a tomar decisiones en base a hallazgos heurísticos o intuitivos (por ejemplo, usar tratamientos que parecían tener una utilidad clínica que luego han resultado no ser útiles, hacer previsiones que no se han cumplido, etc.). No conviene denostar las ideas basadas en la intuición o la casualidad como acientíficas, puesto que estas también han sido el origen de posteriores investigaciones, que han supuesto algunos de los mayores avances de la ciencia médica.
Yendo al inicio, entonces: ¿Está en lo cierto este tuitero negacionista que cree haber demostrado la falsedad de un test de antígenos abriéndolo como una nuez y encontrando un vacío? Podríamos decir que es su propio vacío el que paradójicamente ha venido a encontrar, y lo ha llenado rápidamente de certeza para taponar ese vacío. Lo que no arreglará nunca el método científico es nuestra particular relación con la certeza y la incertidumbre. Por supuesto, ni todos los negacionistas son paranoicos ni todos lo neuróticos se apoyan en el razonamiento científico, pero de forma esquemática podríamos decir que es esperable que una parte de la población prefiera funcionar de forma, digamos, paranoica, y quiera mostrar, con feroz ánimo litigante, las pruebas de un engaño masivo, reservándose siempre el papel de testigos de una verdad revelada. De la misma forma, otra parte de la población funcionará de un modo neurótico, tratando de encontrar asidero a sus miedos y dudas invocando a un Otro que determine, de una vez por todas, la verdad. Pero, aunque estemos convencidos de nuestro buen razonar, no podemos andar por ahí diciendo alegremente que la ciencia ampara nuestras opiniones. Cuando oyes a alguien decir: “Los científicos dicen esto o aquello”, parece concebir a la comunidad científica como un discurso único, que presenta ya cristalizadas una serie de certezas inamovibles y plenamente consensuadas, cuando es más bien un conjunto heterogéneo de voces que intentan dar la mejor explicación posible a una serie de fenómenos complejos. Creo que hay que evitar la tentación de decir que la Ciencia dice tal o cual cosa, porque la ciencia realmente no dice nada. La ciencia no enuncia ninguna verdad, como en el duelo de Jacques Le Gris y Jean de Carrouges, que hoy se celebra en las arenas de Twitter. El fundamento de la ciencia, por contra, es la duda, y los científicos saben que la verdad que enuncian puede ser perecedera.
La plena certeza, la certeza frente a la que no cabe duda, parece casi una experiencia exclusiva de la psicosis. Frente a ello, la neurosis se presenta siempre como un sujeto dividido, buscando en el Otro una respuesta sobre sí mismo. La pandemia ha sido una experiencia de forzamiento tal que ha obligado a todos los sujetos a tomar decisiones, en un sentido u otro. Cada cual ha cargado con sus decisiones lo mejor que ha podido, no ha quedado más remedio. Pueden estar tranquilos, no podía ser de otra manera. Porque, en última instancia, y aunque sea duro admitirlo, no hay certeza para todos ni ciencia que obture para siempre nuestro vacío de saber.
Manuel González Molinier, Una relación particular con la certeza, ctxt 20/02/2022
Manuel González Molinier, Una relación particular con la certeza, ctxt 20/02/2022
Manuel González Molinier, Una relación particular con la certeza, ctxt 20/02/2022
La idea para este texto arranca con un tuit de estos que ve uno de refilón, que genera un debate fugaz y encendido, seguido de unos cuantos memes ingeniosos para que, poco después, todo el mundo pase a otra cosa. Sin embargo, algo esta vez me dejó capturado y no he dejado de pensar en ello. El resumen del tuit es este: una cuenta, que podríamos catalogar de negacionista, abre un test de antígenos (lo rompe y lo abre para observar su interior, como si hiciera una disección del aparatito). En su interior no encuentra, por lo visto, nada. Nada que le certifique que el aparatito en cuestión hace lo que tiene que hacer. Lo que ve confirma su creencia: los test son un fraude, otro engaño más de la industria farmacológica en connivencia con los gobiernos de occidente. Y enseña una foto como prueba. El tuit reza: “Tecnología de plástico para indigentes mentales”.
La masa tuitera (una parte de ella, porque siempre es una parte, nunca es todo Twitter) no tarda en contestar, burlándose del tuit: ¿qué esperaba encontrar? ¿Un pequeño laboratorio en miniatura? ¿Un minúsculo científico haciendo experimentos con minúsculos tubos de ensayo? Más allá de la broma, algo se puede articular respecto a esta pequeña viñeta contemporánea. Mi opinión es que este sujeto encontró justo lo que buscaba, encontró una certeza. La certeza del engaño, la prueba irrefutable de que el mundo está siendo sometido a un fraude masivo, del que él es un testigo privilegiado. Él no es otro borrego más, él no es un indigente mental, él tiene acceso a la verdad. Algo me hace pensar, sin embargo, que esta certeza estaba ya antes de la apertura del objeto. El tiempo lógico es entonces otro: la certeza es previa. Abrir el test de antígenos y encontrar un vacío es solo un hallazgo confirmatorio.
No sería yo tan imprudente de hacer un diagnóstico clínico a partir de un tuit, pero sí me veo capaz de argumentar que este es el modo clásico, el resorte cognitivo, que constituye la base de la paranoia. La paranoia es un tipo de psicosis que cristaliza a partir de una revelación elemental, mínima. Una idea se impone, se revela, y establece una certeza irrefutable a partir de la cual solo se encuentran indicios que la confirman. A partir de ahí, ninguna prueba en contra, ningún dato por firme que sea, convencerá al sujeto de que esa conclusión a la que ha llegado no es real. Es lo que, clásicamente, ha supuesto la definición operativa del delirio: una idea falsa, con un alto nivel de convicción en su certeza e irreductible a la argumentación lógica.
Manuel González Molinier, Una relación particular con la certeza, ctxt 20/02/2022
En los países occidentales los niños menores de dos años pasan diariamente casi tres horas delante de una pantalla, entre los ocho y los 12 años están casi cinco horas al día, de los 13 a los 18 años su consumo roza las siete horas diarias... Si sumamos todo el tiempo que un chaval pasa entre los dos y los 18 años delante de una pantalla equivale a 30 años escolares, a más de 15 años de empleo a jornada laboral completa, a casi 40.000 episodios de Doctor House. Y eso sólo si medimos el uso de pantallas por motivos recreativos y dejamos fuera el tiempo que las utilizan en el colegio o para hacer deberes.
Hay quien minimiza el uso de las pantallas, pero la realidad es que tienen un efecto devastador. La inteligencia se basa en la capacidad de poder memorizar, y todo eso se ve gravemente afectado por el uso de dispositivos digitales. Las pantallas afectan a todo lo que nos hace humanos: al lenguaje, a la capacidad de pensar, de razonar, de memorizar... Numerosos estudios así lo corroboran. Además, yo estoy en contacto con muchos profesores, logopedas y psicólogos infantiles que no leen la literatura científica, pero que están en contacto con los niños. Y lo impresionante es que lo que ven coincide plenamente con lo que dicen los estudios.
Mark Bauerlein, profesor de la Universidad Emory en Atlanta (Georgia), que sostiene que esta es la generación más estúpida que haya habido nunca. Los científicos están de acuerdo en que el lenguaje, la capacidad de atención y la de memorización se han reducido en esta generación. Hoy existe la idea de que no hay que memorizar nada porque todo está en internet. Y sí, para hacer por ejemplo un algoritmo puedes ir a Google y buscar cómo se hace, el problema es que en tu cabeza tienes que tener todos los conocimientos anteriores. ¿Conoce los libros de Los Cinco?
Cuando yo era un chaval me encantaban Los Cinco. Hace poco compré un ejemplar nuevo y cuando lo leí me quedé muy decepcionado, me pareció que la escritura era muy mala, muy pobre. Pero encontré por mi casa una versión antigua de ese mismo libro, de hace 40 años, y al compararla con la nueva me quedé de piedra: habían suprimido todos los pretéritos perfectos e indefinidos, habían suprimido todas las descripciones (supongo que las considerarían aburridas) y habían suprimido muchísimo vocabulario. Me puse a analizar un capítulo y se habían cargado el 40% del vocabulario, la longitud de las frases se había reducido en más de un 15%... Hemos llegado al punto de que hay que reescribir los libros infantiles para que los niños de hoy los entiendan. Los profesores que llevan 15, 20 años enseñando también observan que ahora es más difícil hacerles entender a sus alumnos muchos conceptos. Vemos los efectos de las pantallas ya y en todos los campos: en los resultados académicos, en la literatura para niños...
... nadie es capaz de decir qué es exactamente lo que saben los niños. Algunos sostienen que son buenos con los ordenadores y buscando información, pero los estudios lo desmienten: un reciente informe de la Comisión Europea destaca que uno de los principales obstáculos para la digitalización de los colegios es la "escasa competencia digital de los estudiantes". Y un amplio estudio de la Universidad de Stanford concluye que la capacidad por parte de los miembros de la generación digital de extraer información disponible en internet es terriblemente baja, tan baja que consideran que representa "un peligro para la democracia". Los datos muestran que el uso de las pantallas tiene un enorme efecto negativo en la inteligencia y el desarrollo. Sólo por cómo las pantallas afectan al sueño estaría justificado que se tomaran acciones públicas, porque el sueño es la piedra angular de nuestra capacidad de aprendizaje y desarrollo.
... esta es una de las industrias más lucrativas que hay, una industria que genera al año billones de euros. No es nuevo que se dé la espalda a un problema de salud pública por motivos económicos: ha ocurrido exactamente lo mismo con el tabaco, con el cambio climático... Siempre es igual: al principio se niegan las evidencias y luego, cuando los datos son incontestables, se trata de minimizarlas. Ahora hay supuestos expertos que hablan de las bondades digitales, como antes algunos hablaban de las del tabaco. En Francia tenemos un psicólogo que lo hace, y se descubrió que era asesor de una compañía de videojuegos.
No es sólo que muchos lleven a sus hijos a colegios en los que no hay ordenadores, es que tampoco en casa les permiten usar el iPad u otros dispositivos digitales. A Steve Jobs le preguntó un día un periodista del New York Times que qué pensaban sus hijos del iPad, y le contestó que en su casa no había iPads ni ordenadores. El periodista se puso a investigar y descubrió que lo mismo ocurría con otros altos cargos de Silicon Valley. Un alto ejecutivo de Google también reconoció que sus hijos no usaban pantallas. Y el ex director editorial de la revista Wired, la biblia de las nuevas tecnologías, admitió que a sus cinco hijos les restringía el uso de dispositivos digitales porque sabía de primera mano los efectos que provocan. En Francia hay un libro de sociología que analiza por qué los hijos de las familias con más medios económicos obtienen mejores resultados académicos. Y la investigación realizada reveló que lo que tenían en común todas esas familias es que realmente protegían a sus hijos de las pantallas. La gente que sabe los efectos que causan las pantallas protege a sus hijos.
Andreas Schleicher, el coordinador del famoso informe Pisa, admitía recientemente sobre el uso de aparatos digitales en las escuelas y decía que "en realidad, empeoran las cosas". De hecho, todos los estudios realizados por el informe Pisa muestran que cuanto más gasta un país en educación digital, peores son sus resultados. Suecia, que hace años era un ejemplo por los resultados académicos de sus estudiantes, se ha convertido en el país que más rápido ha descendido en el informe Pisa. Hay quien dice que es por los inmigrantes. Pero otros opinan que probablemente sea por haber introducido ordenadores en los colegios.
¿Sabe qué es Baby Einstein? Son unos vídeos de Disney para bebés que se publicitaban como educativos. Pero se demostró que los críos que los veían tenían problemas de lenguaje, que su vocabulario era muy reducido. Un grupo de padres amenazó con ir a juicio y, antes de que eso ocurriera, Disney decidió pagar un montón de dinero y retirar la palabra educativo de esos productos. Las pantallas estoy seguro de que van a ser el próximo gran problema de salud pública. Pero hay mucho dinero por medio.
Cuando la Organización Mundial de la Salud empezó a hablar de que fumar creaba adicción, la industria del tabaco reaccionó diciendo que no era verdad. Luego terminaron admitiendo que a lo mejor un poquito sí que lo era. Creo que la adicción a las pantallas es un problema real, hay varios estudios que sugieren con fuerza que con las pantallas se puede desencadenar el mismo mecanismo cerebral que con otras adicciones. La mayoría de las investigaciones en ese sentido señalan que entre el 3% y el 5% de los usuarios son adictos. Parece una proporción pequeña, pero sólo un 1% en Francia supone medio millón de personas. Pero incluso si no es una adicción, sigue siendo un problema.Hay quienes dicen que hay que vivir con los tiempos modernos. El problema es que el cerebro de los niños es un cerebro viejo, fruto de muchos años de evolución, y no ha sido diseñado para esa porquería. Un cerebro tiene necesidades, necesita interacción humana, necesita dormir, necesita actividad física (ahora sabemos que la actividad física es importante para que un cerebro madure), necesita estimulación y muchas otras cosas. Y nada de eso se lo proporcionan las pantallas. Por supuesto que el cerebro se puede adaptar. Pero que se adapte a una situación no quiere decir que funcione mejor que en otra. Si usted sube a lo alto de una montaña de 6.000 metros, se adapta. Pero no funcionará tan bien como al nivel del mar. Y con el cerebro es lo mismo: no funciona igual de bien en el ambiente para el que ha sido construido que en otro ambiente.
Irene Hernández Velasco, entrevista a Michel Desmurget: "A los 18 años un chaval ha pasado ante una pantalla el equivalente a 30 cursos escolares", elmundo.es 19/09/2020
Hoy nos encontramos en la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas. Es la información, no las cosas, la que determina el mundo en que vivimos. Ya no habitamos la tierra y el cielo, sino Google Earth y la nube. El mundo se torna cada vez más intangible, nublado y espectral. Nada es sólido ni tangible.
Byung Chul-Han, De la cosa a la 'no-cosa', ethic.es 18/02/2022 [https:]]“La esperanza de que, tras varias revoluciones de reestructuración, al final acabará por constituirse un Estado cosmopolita en cuyo seno se desplieguen alguna vez todas las disposiciones originarias de la especie humana”.
Immanuel Kant, Idea para una historia universal en clave cosmopolita
Tanto nuestras estructuras mentales, a la hora de conocer, como nuestra voluntad al querer son de índole teleológica, es decir, existen con un determinado fin. Tendemos a explicarnos las cosas como si fueran fruto de algún designio, tal como nuestra voluntad no deja de plantearse un propósito tras otro. Por eso la esperanza le parece a Kant un componente decisivo del ser humano en cuanto especie.
Albergar una u otra expectativa puede orientar de modo decisivo nuestro destino personal y socio-político. Si bien hay que poner bridas a nuestro afán por transcender las fronteras de nuestro conocimiento y aventurarnos en arenas pantanosas, nuestra imaginación ética no debe retroceder ante ningún obstáculo. A pesar del espectáculo que nos brinda la historia de los asuntos humanos siempre nos cabe confiar en que tenemos margen para cambiar las cosas.
Por eso aplaude Kant con entusiasmo la Revolución francesa, pese a que le impresionen sus horrores, al entender que se trata de un signo histórico en la buena dirección. Cuando no se acometen a tiempo las reformas oportunas, las extremas desigualdades que impiden la libertad política dan pie a una traumática revolución, orientando el timón hacia un republicanismo de corte cosmopolita. Esa es cuando menos la expectativa con que Kant sugiere acercarnos al devenir histórico.
Roberto R. Aramayo, ¿Por qué Kant sigue estando de actualidad?, theconversation.com 17/02/2022
En estado de descompresión.
Mi hábitat es el sofá, mi querido sofá, tan hecho a mi cuerpo, y mi estado vital, el de la modorra y el sueño.
Vegeto felizmente en el duermevela de mis cosas, sin hacer otra cosa que pasar la vista por ellas, disfrutando de la levedad de nuestra copresencia.
Me han pedido de El Mundo 525 palabras, pero no me apetece escribir nada. Hoy 525 palabras se me antojan más extensas que la Iliada. Mañana tendré que despertar de este dulce limbo de calma y pereza y ponerme a recuperar el pulso de los días.
Putin sigue haciendo de las suyas. Mi amigo K. me informa diaramente de la situación en Moscú. Y ese es mi único contacto con la deprimente realidad exterior.
Dejo a mis espaldas un Madrid lluvioso y gris, un Madrid para verlo desde la ventanilla del tren que me lleva a Ocata. Para despedirme como el día requería, me he levantado temprano y he ido a desayunar a la Chocolatería San Ginés, chocolate y churros, naturalmente. A las 9:00 está a rebosar. Hay una mezcla un tanto pintoresca de obreros de la construcción, un grupo de sindicalistas rollizos (me ha parecido entender que eran camioneros), turistas de mediana edad que cumplen religiosamente con los rituales de la guía, como hemos hecho todos algua vez, y jóvenes parejas enternecidas por su copresencia.
Voy a Atocha bordeando -cuando puedo- los charcos de las aceras.
Cuando eres joven, si vas a la cama cansado te levantas con sueño (si eres joven siempre te apetece dormir un poco más) y descansado. Cuando tienes mi edad, para las 6 de la mañana ya tienes los ojos como platos buscando entre las rendijas de luz que se cuela por la ventana una excusa para levantarte. Ya no tienes sueño, pero estás cansado, porque el cansancio cotidiano es acumulativo.
Volveré pronto.
Dubtava si tallar-me els cabells, que duc bastant llargs. Però he llegit una anècdota que recull Rebecca Solnit a Records de la meva inexistència. Catherine Harris, una amiga a qui visita, li explica que les dones pueblo duen els cabells llargs fins els genolls. Una nena pueblo s'havia tallat les llargues trenes: "després li feia vergonya anar a casa seva, i quan per fi hi va arribar, el seu avi la va renyar amablement i li va dir que els seus cabells contenien tots els seus pensaments i records". (p 122)
Mientras Putin humilla a Europa, yo madrileo.
Comencé el día desayunando en muy buena compañía y firmando libros en una terraza de la Plaza Ramales. El sol iba aposentándose de la ciudad con su cosquilleo cálido. A eso de las 11:00 me dirigí a Museo Arqueológico (2,4 km), con la intención de visitar la exposición titulada "Tesoros arqueológicos de Rumanía". En buena parte ya conocía las piezas, porque las anteriores a lo que fue la Dacia son inequívocamente tracias. Las tribus tracias posiblemente nunca tuvieron conciencia de pertencer a una misma etnia y se referían a sí mismas con diferentes nombres, pero su arte inmediatamente se reconoce por una mezcla singular de lo escita, lo persa y, posteriormente, lo griego. Mi rencuentro con el rey tracio Kotys fue especialmente emocionante .
Al terminar me llevaron en coche hasta la Puerta de Toledo y de allí, en compaía de una profesora del IES, Teresa, me fui andando hasta la Puerta de Alcalá (3 km), porque en el Patio de los Leons había quedado con Ricardo y dos amigos más.
A las 12, agotado, dejé a los jóvenes con su cordialidad y sus risas y me fui, caminando, claro, hasta el hotel. 2,4 km más.
Mientras tanto, Putin, a lo suyo.
Día soleado en Madrid, primaveral, risueño. He dejado las cosas en el hotel (en la Plaza de Oriente) y he ido caminando mansamente hasta la Complutense. Mi destino era la Escuela de Agricultura, pero me he perdido por el campus y he llegado a la cita un poco tarde. Me esperaba un debate con Carlos Fernández Liria que me ha sabido a poco. He tenido la sensación de que hemos estado surfeando sobre lo importante. Después una cena magnífica en el Alcaravea Gaztambide con los jóvenes de la Fundación Tatiana y regreso caminando al hotel en una noche templada con poca gente en la calle.
Sigo intentando poner en práctica mi lema: "Cuando vayas al mercado, no olvides de volver con un amigo".
Estoy escribiendo un artículo largo sobre la amistad, por cierto.
L'aparició de Metavers i altres aplicacions virtuals amb continguts immersius ens situen davant el repte definitiu de protegir la nostra privacitat i, associada a ella, el conjunt de l'activitat cognitiva i els ressorts psíquics que fan possible aquesta última.
(...) la urgència d'una legislació sobre neurodrets té més transcendència després de l'anunci de la nova aplicació que l'imperi de Mark Zuckerberg ofereix. Amb metavers s'estableixen les bases per a una hibridació cognitiva de la psique humana i la màquina que exigeix un control democràtic inexcusable. (...)
Parlem d'un salt evolutiu en el dissenya de la infosfera. Un canvi de paradigma que queda en mans exclusivament privades al tractar-se d'un model de negoci basat en la prestació d'un servei que es desenvolupa dins d'una dinàmica extractiva de dades que retraten la nostra psique a nivells profunds. (...)
Per comprendre la profunditat del desafiament (...) que suposa Metavers abans l'hem de relacionar amb els avenços més recents en el camp de la neurotecnologia. (...) Aquests avenços permeten no només reparar i millorar les funcions cerebrals amb finalitats mèdiques i científiques, sinó, també, controlar-les i manipular-les si no es fixen límits a les tecnologies que les duen a terme. Una cosa té a veure amb l'ús d'implants d'interfície cervell.màquina (BCI) que estan revolucionant la neurociència. Els èxits assolits han aconseguit trataments encomiables contra l'alzheimer i altres malalties nerurològiques, però al preu d'exposar-nos, també, a llindars d'interacció entre el cervell humà i la màquina que desborden allò imaginable. (...)
Aquesta circumstància ens situa davant el desafiament de fixar límits regulatoris sense más dilació a causa del risc potencial de desenvolupaments empresarials o governamentals que manquin de la cobertura ètica que es presenta en els casos que coneixem d'investigació biomèdica. Una cosa necessària si volem prevenir-nos davant dispositius que sondegen l'activitat neuronal de manera invasiva, o a través d'aparells que, sense tocar de manera directa el cervell, registren les seves funcions i hi influeixenmitjançant cascos, ulleres o diademes.
En tots ells la provisió i l'agregació de dades desborda els contorns de la privacitat per entrar de ple en ls protecció de la dignitat humana. (...)
Com assenyalava The NeuroRights Foundation en un document publicat a Horizons l'hivern del 2021, en els últims anys, s'han invertit a nivell mundial més de 19.000 milions de dòlars en 200 projectes d'aquestes característiques. Els avenços en aquest camp són inquietants en vista d'iniciatives com les que promou Neuralink, l'empresa d'innovació neurocientífica d'Elon Musk, que fan servir indiscriminadament BCI amb xips sense fil que connecten el cervell amb ordinadors. L'objectiu no és cap altre que afavorir l'augment de capacitats d'intel·ligència artificial a partir d'hibridacions cognitives de la ment humana amb l'activitat computacional.
Aquí és on l'aparició de Metavers i aplicacions semblants ens col·loquen davant la necessitat regulatòria que les nostres democràcies hi intervinguin una vegada per sempre. No només perquè es posen en circulació dispositius que alliberen una potencialitat extractiva de dades que radiografien l'inconscient de ls nostra psique, sinó perquè creen les condicions perquè, mitjançant interfície d'entreteniment, es desenvolupin models d'intel·ligència artificial que facin aterrar situacions distòpiques que la ciència ficció va imaginar fa dècades.
Ens endinsem, per tant, en un àmbit que posa en perill el que amaguem sota l'escorça cerebral. Un desafiament que compromet no només la nostra privacitat més recòndit, sinó també la dignitat de l'éser humà i els ressorts psíquics i morals que, com defensava Hans Jonas, funden l'autenticitat de la nostra espècie.
José María Lassalle, Metavers i neurodrets, La Vanguardia 19/02/2022